¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 15 de septiembre de 2016

¿CON QUIEN SE RELACIONA UN CRISTIANO?



Dios creó a Adán y dijo: "No es bueno que el hombre esté solo" (Génesis 2,18). Esto no significa que todo el mundo debe estar casado, sino que Dios nos creó para estar en relación con los demás. Necesitamos a otras personas. Dios nos diseñó así. 

Todo seguidor de Cristo, todo hijo de Dios, necesita relacionarse con:

Dios


Por supuesto, la relación con Dios es indispensable para un cristiano. 

Es un hecho, pero demasiado a menudo conocemos a Dios con nuestra cabeza y no con el corazón.

Tener una relación genuina con Dios significa el deseo de:
  • hablar con Él,  a través de la Oración
  • saber de Él,  a través de su Palabra
  • amarle, a través de la Eucaristía
  • ser obediente a Él,  a través de su Iglesia
  • hablarles a otros de Él, a través de la Evangelización 



Un "Pablo"

Todos los cristianos necesitamos un "Pablo", es decir,  un hermano o hermana madura en Cristo, que nos guíe en nuestro caminar con Jesús


Un "Pablo" tiene facultad para contestar nuestras preguntas, para aconsejarnos, para profundizar en nuestra vida espiritual e incluso para corregirnos fraternalmente. 

Un Pablo es un sacerdote, un director espiritual.




Un "Bernabé" 

Un "Bernabé" es un compañero de viaje, un amigo que nos anima a ser fieles a Dios

Él sabe lo suficiente de nosotros como para leer nuestra mirada y comprender nuestro corazón, y lo hace de verdad, sin esperar nada a cambio. 

Es un hermano que camina junto a nosotros, y con él, crecemos juntos.




Un "Timoteo"

Un "Timoteo"es un cristiano más joven, un "recién nacido" espiritual en cuya vida nos involucramos y hacemos de "Pablo" o de "Bernabé" con él

Él es un hermano que busca escuchar y aprender, a medida que pasamos tiempo juntos. 

La relación "Pablo/Timoteo" es un modelo fundamental del Nuevo Testamento para el discipulado.




Una "samaritana" / "joven rico" / "fariseo"

Todos son ejemplos de personas alejadas que se encontraron con Jesús. 

Todos necesitamos una relación con algún no creyente, ya se trate de una mujer en un pozo, un joven rico o un fariseo religioso. 

Con ellos compartiremos la alegría del Evangelio.



Los verdaderos cristianos, por supuesto, tienen una estrecha relación con Dios. 

Todos tienen un Pablo, y algunos tienen un Timoteo. 

Muchos de ellos tienen varios Bernabé y, quizás, algunos pocos tienen una mujer samaritana, un joven rico o un fariseo. 





viernes, 13 de mayo de 2016

EL CAMINO DE DAMASCO, MI EXPERIENCIA DE CONVERSIÓN



¿Qué es la conversión? ¿Por qué necesito convertirme? ¿Cómo llegar a ser un verdadero cristiano? ¿Hay una sola conversión o es un proceso de múltiples conversiones?

En Hechos 3,19, el apóstol Pedro habla de la importancia de la conversión: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados”. Pero, ¿qué significa “convertirse”?

Muchas personas creen que para convertirse o para "nacer de nuevo" sólo deben aceptar una vez a Jesucristo en su corazón, profesar la fe sólo con palabras o sencillamente, ir a misa. 

Pero, ¿qué significa “nacer de nuevo”? ¿basta sólo con palabras? ¿qué significa realmente ser cristiano?  ¿Es algo instantáneo o un proceso? ¿Tiene el Espíritu Santo algo que ver en esto? 

La conversión cristiana es un tema importante en las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos. Cuando una persona se convierte quiere decir que cambia. Convertirse quiere decir “dejar de ser una cosa para ser otra”.

La conversión

“Vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la cólera...” (Efesios 2,3). 

Todos somos pecadores y por ello, estamos alejados de Dios. Para volver a Él es necesario que se produzca una transformación, un cambio en nuestra forma de pensar y actuar, en los deseos de nuestro corazón, en nuestra actitud y en nuestra relación con Dios.

Y para que se produzca esa conversión es preciso arraigar un amor nuevo en nuestro corazón y una vida nueva, es necesario experimentar a JesucristoCuando uno conoce realmente al Señor, su vida cambia, se pone en camino, desecha todos los hábitos pecaminosos y los frutos del Espíritu se manifiestan

La conversión es una actitud diaria, es un proceso, un camino y una sucesión de transformaciones que duran toda la vida, una experiencia real de Jesucristo resucitado y presente en la Eucaristía y desde ahí en todos los aspectos de tu vida. 

El camino de Damasco (Hechos 9,1–18)

El ejemplo más claro que aparece en la Biblia sobre la conversión de un ser humano es el de Saulo de Tarso (nombre judío), Pablo (nombre romano), el apóstol de los gentiles. 

Pablo de Tarso había recibido el mandato de las autoridades judías de perseguir a los cristianos de Damasco. Mientras cabalgaba hacia allí, un resplandor del cielo le hizo caer del caballo dejándolo ciego, mientras él y los que cabalgaban con él oían una voz que decía "Saulo, Saulo, por qué me persigues"

Tras esta fuerte experiencia, Pablo se encuentra en Damasco con Ananías, que le impone las manos en nombre de Jesús, lo que le devuelve la vista. Inmediatamente, Pablo es bautizado.

Al ser convertido, Pablo dejó de oponerse al cristianismo y llegó a ser un gran defensor de Cristo. El arrepentimiento sincero, la humildad, la entrega completa, la obediencia a Dios, el deseo de aprender y la voluntad de sufrir por causa del Señor fueron algunas de los cambios que Saulo experimentó en su vida, desde el momento de su conversión.

Pablo, aún después de convertirse siguió teniendo el entusiasmo, energía, valor y celo que tenía antes de su conversión. Su conversión consistió en pasar de su fe farisea a la fe cristiana, de su lealtad a la ley judía a la fidelidad en Cristo y de su propia justicia a la justicia de Dios. La conversión significa dejar las normas del mundo para ir en pos de las de Dios. Significa cambiar de forma de vida, no de personalidad.

Fue la gracia de Dios la que envió la luz resplandeciente al enemigo de la fe cristiana en el camino a Damasco. Sólo la gracia de Dios puede convertir los corazones de los que tienen la voluntad de recibir el poder transformador del Señor. Jesús dice: Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día". (Juan 6,44).

Pablo era un hombre “bueno”, bien educado e inteligente, con una personalidad dominante, poseía una “buena conciencia” (Hechos 23,1) y era celoso de la ley. Creía sinceramente que estaba persiguiendo a una secta débil, ignorante y fanática. Creía que su tarea era ayudar a Dios, purificando a Israel de la corrupción religiosa. Pero necesitaba experimentar a Jesucristo para obtener su salvación. Su obediencia cuidadosa de la ley y el celo con que se entregaba al servicio religioso no eran más que “paño sucio” (Isaías 64,5) porque "era impuro". 

Pablo fue consciente de que debía apartarse de todas sus formas y de todos sus intereses personales para recibir a Cristo. Debía olvidar su propia justicia para recibir, por la fe, la justicia de Dios (Filipenses 3,1–9). Es decir, Pablo tuvo que convertirse para ser salvo.

El hombre hace su papel, someterse a Dios y obedecerlo, pero es Él quien hace el milagro por su gracia en el corazón del mismo. Pues Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el actuar para agradarle.” (Filipenses 2,13). “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día". (Juan 6,44). 

Mi camino de Damasco

Personalmente, me siento un privilegiado. Yo he experimentado mi propio camino de Damasco. He vivido una vida pensando que yo era bueno, que no hacía mal a nadie, que todo dependía de mi y de mi talento. Seguía la corriente de este mundo” (Efesios 2,2), “en las pasiones humanas (1 Pedro 4,2). Dios no estaba en mi vida. Ahora soy consciente. Por eso, he abandonado mi anterior vida desorientada. 

Cuando encuentras el amor verdadero, el amor desinteresado, el amor con mayúsculas, desaparecen las dudas y emerge el sentido de todo: EL AMOR. No es posible callártelo, quieres gritarlo a los cuatro vientos. Yo he experimentado el amor humano con mi ángel, con mi mujer, a quien quiero profundamente y lo más importante, he experimentado el amor divino, con mi Padre, con mi Creador a quien quiero con toda mi alma.

Yo estaba ciego, pero con humildad y obediencia escuché su voz. Dios me miró a los ojos y dijo mi nombre: ¿Me amas Alberto? Ante tal pregunta, uno se desmorona, se rompe, cae de rodillas y con lagrimas en los ojos, dice: "Tú sabes que te quiero, Señor".

Pero lo importante, lo trascendente no es si yo te quiero, Señor. Lo fundamental es que Tú me quieres, aún a pesar de mí, de mis defectos, de mis infidelidades y pecados, me quieres antes de yo conocerte. Ese es el centro del universo, que Tú me amas desde siempre y para siempre.

Por eso, me entrego a ti, a tu voluntad, a tu amor inagotable, a tu misericordia infinita, desde mi pequeñez, desde mi insignificancia, desde mi torpeza.

Mi amor, pequeño y humano, es importante para Ti, el Hacedor de todo y eso no se puede corresponder con palabras ni con hechos mortales. 

Yo, que soy un átomo en tu propósito eterno, para Ti soy vital. ¿Existe un amor más grande?

Señor, gracias por convertirme día a día, por moldear mi carácter, por dejarme conocerte y experimentarte.

Gracias por otorgarme la gracia de amarte, de servirte y de servir a los demás. 

Gracias por el privilegio de ser instrumento tuyo en Tu plan de salvación. 

Gracias por curar mi ceguera y permitirme darte gloria. 

Gracias por iluminar mi camino y sacarme de las tinieblas.

Gracias Señor. 

Tú sabes que te quiero.