¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 16 de junio de 2020

EL AGUIJÓN DE PABLO: TE BASTA MI GRACIA

"Por la grandeza de las revelaciones, 
y para que no me engría, 
se me ha dado una espina en la carne: 
un emisario de Satanás que me abofetea, 
para que no me engría. 
Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí 
y me ha respondido: 'Te basta mi gracia: 
la fuerza se realiza en la debilidad'. 
Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, 
para que resida en mí la fuerza de Cristo. 
Por eso vivo contento en medio de las debilidades, 
los insultos, las privaciones, 
las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. 
Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
(2 Corintios 12, 7-10)

Cuando leo a San Pablo hablar a la Iglesia de Corinto de su famoso aguijón o espina (del griego skólops, estaca) siento una gran curiosidad, no tanto por saber cuál es su mal, sino su manera de vencerlo. 

Él no lo explica ni lo aclara. Tan sólo habla de sí mismo como "un hombre en Cristo que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo (al paraíso) y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz de repetir." Y que, por ello, se le ha dado una "espina en la carne."

La palabra Paraíso proviene del persa antiguo y se refiere a un jardín vallado, un jardín real amurallado en el que nadie podía entrar salvo el rey. Sin embargo, cuando un rey persa quería otorgar un honor muy especial a alguien muy apreciado, le concedía el privilegio de pasear con él por sus jardines reales. 

Pablo vivió esa experiencia: estuvo en íntima comunión con Dios, paseando con Él y escuchándole. Pero parece que después de experimentar ese honor glorioso, le sobrevino el dolor. Tras esa proximidad con Dios, nos dice que "se le ha dado" esa famosa espina clavada.

Algunas interpretaciones

Parece claro que Pablo está refiriéndose a una dolencia física, aunque algunos han interpretado el "aguijón de Pablo" como tentaciones espirituales: dudas, deseos de abandono, remordimientos... como la continua oposición y persecución, el continuo combate que tenía que librar contra todos los que le ponían obstáculos en su labor apostólica...o como tentaciones carnales...
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Sin embargo, y he ahí el misterio, esa "estaca" sugiere, en palabras del gran apóstol, un dolor y sufrimiento físicos terribles, pero de forma intermitente, lo que no impedía a Pablo abandonar su tarea evangelizadora.

Hay quien lo interpreta como su débil estado y su insignificante aspecto físico (2 Corintios 10,10), dando a entender que sufría alguna desfiguración o defecto pero que no explicaría el sufrimiento extremo que padecía. 

Otros, apuntan a que sufría epilepsia, que sí podría ocasionarle dolor aunque de forma intermitente, lo que le haría tener visiones y trances. En la Antigüedad, se atribuía la epilepsia a los demonios y se escupía para alejar al mal espíritu. Pablo, en su carta a los Gálatas 4,14, dice que cuando los gálatas se dieron cuenta de su enfermedad, no le rechazaron, literalmente "no me escupisteis". Pero esto querría decir que sus visiones eran trances epilépticos y no revelaciones divinas.

Otros, como Tertuliano y Jerónimo lo atribuyen a severas migrañas o terribles dolores de cabeza que le postraban a menudo. Otros, lo achacan a problemas de visión que le producirían esos insoportables dolores de cabeza y que estarían demostrados por su ceguera (Hechos 9,9) tras su caída del caballo ante la presencia de Jesús, cuando se dirigía a Damasco y que nunca llegó a curar del todo, como podrían demostrar sus propias palabras en Gálatas 4, 15 y 6,11.

Algunos piensan que lo más probable sería que sufriera ataques de fiebre crónicos, quizás malaria o cualquier otro virus, tan frecuentes en la época, y que muchas veces Pablo expresaba con frases como "consumido por el ardor", "atravesado en la frente por un yerro candente", "dolor demoledor que me perforaba las sienes como la fresa de un dentista, o como si me metieran una cuña entre las mandíbulas" o "llegar al colmo de la resistencia al dolor".

Te basta mi gracia

El propio San Pablo reconoce haberle pedido a Dios, hasta en tres ocasiones (en una maravillosa semejanza con la escena de nuestro Señor en Getsemaní), que apartara ese mal (cáliz) de él, y que el Señor le respondía siempre: "Te basta mi gracia". ¡Qué maravilla de escena que, además, nos hace entender el sufrimiento de Cristo en el huerto!

Con la gracia divina, Pablo soportó el cansancio y el dolor físico, el sufrimiento y la calamidad, la calumnia y el menosprecio, la oposición y la persecución, la prisión y el martirio. ¡Así es como actúa la gracia!
Dios no concede deseos ni caprichos, como el genio de la lámpara. No. Más bien, nos regala su gracia, nos capacita y nos da la fuerza para soportar todo aquello que Él sabe que podemos aguantar. 

Cuando reconocemos nuestra debilidad y fragilidad, nuestra pobreza e incapacidad y nos abandonamos a su providencia, Dios se compadece de nosotros, como hacemos cualquier padre por nuestros hijos indefensos, o como diría un sacerdote que conozco: "a Dios se le cae la baba" y nos da todo, se nos da a Él mismo.   

Dios nunca baja el listón, ni "descafeína" sus mandamientos, ni nos propone una fe "light", ni nos oferta una vida cómoda, como muchos pretenden. No. El Señor nos concede siempre algo mejor que lo que le pedimos: nos regala su gracia. Y... ¡Su gracia nos basta!

Así, el sufrimiento de Pablo le acerca y le asemeja al prototipo divino, a Jesús. Pablo, aceptando su sufrimiento, no como una carga (que lo era), sino como un privilegio para un cristiano, nos da un gran ejemplo de perseverancia (como muchos santos de la Iglesia) y nos muestra el camino de una victoriosa expresión de amor, que nos configura en Cristo. ¡Qué gran ejemplo de cristiano auténtico! 

Pablo con su humildad y coherencia ante la adversidad, nos da ejemplo de eficacia evangelizadora y de eficiencia en el servicio a Dios, y al final de sus días, alcanza su corona y puede decir bien alto: "He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe." (2 Timoteo 4,7). ¡Así es como el cielo nos ayuda a combatir el buen combate! 
Mensajes y Estudios: El Aguijón en la Carne
Sólo ayudados de la divina gracia, conservaremos la fe, perseveraremos en la confianza divina y nos mantendremos firmes a Su voluntad. Sólo apoyados en la gracia, podremos alcanzar nuestra meta celeste y, entonces, poder decir: "He combatido el noble combate".


"Seamos amigos de la cruz y no huyamos nunca de ella, 
porque quien huye de la cruz, huye de Jesucristo, 
y quien huye de Cristo, nunca encontrará la felicidad." 
(San Pío de Pietrelcina)

viernes, 30 de marzo de 2018

COMBATIR EL BUEN COMBATE

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"He combatido el buen combate, 
he concluido mi carrera, 
he conservado la fe; 
sólo me queda recibir la corona merecida, 
que en el último día me dará el Señor, justo juez;
 y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida." 
(2 Timoteo 4, 7-8)

Saulo de Tarso, fariseo conocedor de la Ley Mosaica y las escrituras hebreas, difundió la muerte y el terror entre los seguidores de Cristo. Fue un cruel perseguidor de la Iglesia de Cristo.

Pablo, alma inquebrantable y, a la vez, atormentada tras su conversión hasta el final de sus días, es el ejemplo de cómo Dios puede transformar a una persona llena de odio en otra llena de amor. Unió su profunda teología a una auténtica vida de combate evangelizador.

La verdadera transformación ocurre cuando tenemos un encuentro personal con Cristo: es entonces cuando su amor nos abrasa, su misericordia nos sana y su gracia nos colma.

Y esto es lo que le ocurrió a Pablo. Tras su encuentro con el Señor, pasó de perseguidor a evangelizador, de quitar vidas a dar vida, del odio al amor, del rencor al agradecimiento, del resentimiento a la gracia.

Dios hace grande lo pequeño

Las actitudes de los que odian y persiguen son el orgullo, la vanidad y la hipocresía. Son personas de corazón impuro, que no quieren entregarse a Dios y cuya única preocupación es ser más que los demás. Su rencor está puesto en los demás y su amor, en ellos mismos. 
Saulo significa "el grande" y Pablo "el pequeño".  Saulo era "grande" a ojos de los hombres. Sin embargo, cuando se hizo "pequeño" a los ojos de Dios, el Señor transformó su corazón de odio en corazón de amor, hizo de lo pequeño algo grande.

Dios obra así: hace grande lo pequeño, enaltece al humilde y fecunda lo estéril. Y es que Dios siente predilección por lo pequeño, lo humilde, lo pobre. Entonces derrama toda su gracia. A Dios creemos darle todo pero en realidad, le damos nuestra pequeñez, para que obre grandezas; le damos nuestra nada para que Él la convierta en Todo. 

Yo lo tengo claro, el propósito de esta vida es tener un encuentro con Cristo, conocerle y tomar una decisión: elegirle o rechazarle. Amar u odiar. 

Si le elegimos, nos hará vivir una vida plena. Viviremos en Cristo, moriremos en Cristo, resucitaremos en Cristo.

La conversión implica un cambio de mentalidad y de pensamiento pero, aún más importante, un cambio de comportamiento, de actitud, de vida.

Misericordia


Todo...absolutamente todo es perdonado por Dios. No existe ningún pecado que no pueda ser perdonado por Dios. 

Él jamás nos dice: "culpa", "vergüenza","venganza", "justicia", vete y muere. Dios sólo te dice: "Te amo, te quiero, ven a mi y vive". Dios nos ama antes de nuestro pecado, durante nuestro pecado y después de nuestro pecado. Dios tiene un corazón de misericordia inagotable, un corazón de amor infinito.

El hombre, cuando sufre, se conforma con llenar sus manos con un poco agua, que tarde o temprano, resbala por sus dedos hasta que desaparece mientras que Dios nos ofrece un océano infinito de inagotable misericordia.

Amor


Una maldad terrible reina en este mundo. Este mundo no sabe nada del amor. La oscuridad se propaga por todos lados. Nosotros tenemos el imperioso mandato de Cristo de llevar la luz, el amor y la paz a este mundo en tinieblas. 
Pero no podemos devolver mal por mal (Romanos 12, 17-19). La única manera de vencer al mal es hacer el bien. El amor es el único camino: un amor que sufre, un amor que escucha y sirve a los demás, que no es orgulloso ni se jacta, que espera y que no envidia, que no busca su interés, que no se irrita, que se regocija en la verdad, que no lleva cuenta del mal, que todo lo excusa, que todo lo cree, que todo lo soporta (1 Corintios 13, 4-7).

Ese amor, ese camino no es otro que Cristo. Sufrió, escuchó y sirvió a los demás. Jamás se jactó o vanaglorió sino que siempre esperó y confió en el Padre. No buscó nunca su interés ni su voluntad sino la del Padre. Se regocijó siempre en la verdad y nunca llevó cuenta del mal. Todo lo perdonó, todo lo excusó, todo lo creyó y todo lo soportó.

Nuestra vida no comienza con odio. De niños no tenemos odio, somos inocentes como palomas. Cuando crecemos mentimos, creamos división, controversia y odiamos.

Gracia

Dios se complace en transformar a hombres llenos de pasión, ira y odio extremo en hombres llenos de sabiduría, amor y paz extremos. Y todo es por su Gracia. Cuando el pecado sobreabunda, la Gracia sobreabunda.
Nadie está fuera del alcance de la Gracia de Dios. No importa quien seas o lo que hagas, no importa donde has estado o con quien. Lo importante es reconocerse pecador y que sin la Gracia de Dios nada somos, nada podemos hacer.

No importa lo que estemos pasando, no importa lo que estemos sufriendo. Debemos mantener la esperanza y la confianza en nuestro Señor. Llegado el momento, por la Gracia, reunirás las fuerzas necesarias para hacer lo correcto.

La persecución pone a prueba la fe. Cada uno debe decidir por si mismo. No podemos reparar la falta de fe de otros pero con nuestra fe podemos guiarles.

En resumen, debemos nacer a una nueva vida regida por el amor, la gracia y la misericordia. Una nueva vida donde no hay lugar para el odio, el mal o la desesperanza. Una vida en unión con Dios y con el prójimo.


domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).