¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 13 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (13): UNA UNIÓN INDISOLUBLE

"Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" 
(Mateo 19,12)

Algunos creen que el divorcio es un invento del siglo XX...pero no es así. El pueblo de Israel tenía la opción del divorcio debido a su "dureza de su corazón", aunque "en el principio no era así": el matrimonio, es decir, la unión entre hombre y mujer es indisoluble en su constitución originaria divina.

El matrimonio judío era un acuerdo de conveniencia entre tribus, clanes o familias, en el que rara vez se conocían los novios. Y así, si el contrato no resultaba “rentable” o "satisfactorio", podía deshacerse mediante el "repudio" (rechazo) a la mujer, una voluntad unilateral del hombre sin necesidad de argumentos ante el Sanedrín (Deuteronomio 24,1). 

Hoy, muchos matrimonios son también uniones de conveniencia (social, económica, cómoda, etc.) y, aunque, las parejas sí se "conocen" antes de casarse, lo cierto es que cualquier excusa es válida para rescindir el contrato sin más explicaciones. El divorcio sigue siendo una opción para el hombre, quien separa lo que Dios ha unido.

La idea de Dios acerca del matrimonio tiene que ver con Su proyecto original para el hombre: una alianza sagrada e indisoluble de fidelidad para toda la vida. El matrimonio es un proyecto de amor de Dios para el hombre, que el pecado rompió, convirtiendo las relaciones en una cuestión de libertad individual, egoísta e interesada: elegimos una opción y si no funciona, la desechamos y la cambiamos por otra. 
Es la arrogancia, la terquedad, la dureza de nuestro corazón y la falta de docilidad a la gracia de Dios lo que nos convierte en seres infieles por decisión propia, que no por naturaleza, y buscamos "sustitutos". También, en nuestra relación con el Creador. Es la historia de una libertad mal entendida y mal ejecutada, por la que el hombre "decide" vivir sin Dios y pretende "ser Dios".

En el fondo, el orgullo hace morir el amor, amparándose en excusas como la rutina, la exigencia de la convivencia, la decepción en las expectativas o simplemente, porque "ya no funciona". Ocurre en las relaciones entre las personas, y en la relación entre los hombres y Dios.

Somos tercos para aceptar el desierto por el que, a veces, tenemos que transitar para purificarnos y alcanzar la tierra prometida, y murmuramos contra Dios. Somos vanidosos para aceptar abandonarnos a Su voluntad y perseverar en la prueba, y preferimos fabricarnos "becerros de oro". Somos negligentes para aceptar el plan de Dios y nos buscamos uno propio a la medida de nuestros deseos o comodidades.

Dicen que "la rutina es el sepulcro del amor". Sin embargo, Dios todo lo hace nuevo, y somos nosotros los que convertimos todo en inercia. Dios nos une y nosotros nos separamos. Dios se hace presente en medio de nuestra vocación matrimonial y nosotros le eliminamos de la ecuación.
Los mandamientos de Dios son muy claros y no admiten "peros": No mataras...No cometerás actos impuros (adulterio). Jesús también es firme: "Yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— y se casa con otra, comete adulterio" (Mateo 19,9). Por tanto, no hay excusa válida a los ojos de Dios para solicitar una separación, un divorcio o incluso, una nulidad (aunque la Iglesia tiene el poder de otorgarla según Mateo 18,8), como tampoco la hay para acabar con una vida, sea por el motivo que sea. Es palabra de Dios.

La cuestión es tener o no tener a Dios en nuestras vidas. Sólo su gracia nos basta para superar toda dificultad y toda prueba. El amor que une al hombre y a la mujer viene de Dios. Sin Él, nuestra vida está condenada al fracaso...y nuestro matrimonio también.

Para Dios no hay nada imposible. Y, personalmente, doy fe de ello: mi matrimonio no es un camino de rosas...igual que mi seguimiento a Cristo tampoco lo es, pero sólo el Señor es el vínculo perfecto para mantener la unión, la paz y la felicidad en una relación. Sin Cristo en mi vida, mi matrimonio habría fracasado y mi vida también.
La cuestión es...¿confío en Dios y dejo que guíe mi vida, gobierne mi matrimonio y fortalezca mi fe? o ¿le tiento, le pongo a prueba y quiero decidir por mí mismo lo que está bien o mal? 

¿Cojo el fruto del árbol de la Vida? o ¿el del árbol del conocimiento del bien y del mal? 

¿Repudio a mi mujer? ¿Repudio a Dios?

jueves, 28 de mayo de 2020

LAS 7 ALIANZAS DE DIOS CON EL HOMBRE

“Nunca jamás romperé mi alianza con vosotros"
(Jue 2,1)

La Alianza es la idea teológica central en todo el Antiguo Testamento que expresa la relación especial de amor que Dios tiene con su pueblo, la humanidad. 

La Alianza de Dios es una continua llamada al hombre para comprometerlo a compartir las responsabilidades con su obra creadora. Es un contrato que Dios ofrece gratuitamente al hombre pero que también le obliga, convirtiéndole en su "socio" sin tener ninguna necesidad de hacerlo, salvo su amor por él.

Por lo general, una alianza es una obligación que concierne a dos partes. Sin embargo, Dios la realiza de forma unilateral e irrevocable, salvaguardando así la libertad del hombre, para que decida por amor a Dios. 

No existe un pacto igual en ninguna otra religión del mundo. Sólo el Dios verdadero hace con el hombre una alianza verdadera, demostrando desde el inicio que es un Dios cercano y comprometido con su pueblo, y una alianza dinámica y nueva, necesitada de una continua renovación a causa de la infidelidad del hombre. Dios quiere "necesitar" que el hombre le de una continua respuesta a su continua llamada. 

Por eso, en la Sagrada Escritura encontramos siete (que significa plenitud) sucesivas y nuevas alianzas que Dios hace con los hombres (patriarcas, reyes, profetas y apóstoles), para las que elige un mediador distinto, con un rol determinado y un mismo destinatario.

En realidad, las siete alianzas son la misma con un único propósito, Su plan de salvación, y un único destinatario, la humanidad. 

Adán
Adán es el destinatario y mediador como esposo. Es el hombre pensado y creado por Dios. Adán representa a la totalidad de la raza humana y por tanto, la alianza que hace Dios con él, es también con toda la humanidad (Gn 1,26-30)

La Creación, en sí misma, es un esbozo de la Alianza de Dios con el hombre, a quien Dios da un mandamiento y le asocia a su obra creadora (Gn 1 y 2).

De esta alianza única y universal surgen todas las demás, o mejor dicho, se revelan sucesivamente las particulares en una misma universal, hasta llegar a su plenitud en Cristo.  

Noé
El destinatario es la familia de Noé. Dios establece una alianza con su mediador Noé, como padre de familia y representante de los patriarcas (Génesis 6,18; 8,20-9,17), en la que Dios confirma que Su proyecto original de la creación nunca más será interrumpido en el orden natural.  (Gn 8,21-22; 9,11-15). Dios hace extensiva su alianza a toda la humanidad.

Es la Alianza extendida a toda la humanidad y a la creación entera (tierra, animales). Dios impone unas leyes y se compromete a su vez: "No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo...Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra" (Gn 8,21; 9,9-17). 
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La alianza unilateral que hace Dios con el hombre queda sellada con el símbolo del arco iris: Dios deja su arco, es decir, el arma de donde salieron las flechas (la lluvia) para convertirlo en un puente de salvación, en el que nadie se quedará nunca fuera del cuidado de la gracia y la misericordia de Dios

Abraham
El destinatario es la descendencia de Abraham. Dios establece alianza con Abraham, como jefe de tribu y representante máximo de los patriarcas

La Alianza con Abraham, al igual que la Alianza con David, pertenece a las "Alianzas de promesa", derivadas de la obediencia y fidelidad a  Dios y sus mandatos. 

Es una Alianza para siempre, aunque su descendencia peca, Dios no romperá su promesa:"Y yo me acordaré de mi alianza con Jacob y de mi alianza con Isaac; y de mi alianza con Abrahán; y me acordaré de la tierra" (Lev 26, 42).
Su alianza es el fundamento y origen de la relación especial entre Dios y el pueblo de Israel (Gn 12,1-9; 15 y 17) y que trasciende a todas las generaciones.

Moisés
El destinatario es el pueblo de Israel. Es una alianza con Moisés en el Monte Sinaí, como juez y libertador, y última representación de los patriarcas (Ex 3), pero que pone las bases sobre la que se asienta la alianza con todos nosotros.

La Misericordia de Dios aparece siempre en Su Palabra:"He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel, la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, heveos y jebuseos" (Ex 3, 7-8)
4 DE SEPTIEMBRE SAN MOISÉS PROFETA Y CAUDILLO DEL ANTIGUO ...

El Pueblo de Israel romperá la Alianza con su Dios y por eso, Moisés romperá las Tablas de la Ley. Pero Dios le dará unas nuevas, símbolo de que Él mantiene siempre su Palabra.

David
El destinatario es el conjunto de las naciones del mundo. Dios hace una alianza con David y su descendencia, como rey y máximo representante de los reyes, prometiendo una dinastía eterna (2 Sa 7,8-19; Sal 89,20-38) que tendrá su plenitud en Jesucristo.

Es junto a la de Abraham, una Alianza de Promesa. Dios no romperá su promesa, aunque el hombre lo haga: "Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si obra mal, yo lo castigaré con vara y con golpes de hombres. Pero no apartaré de él mi benevolencia" (2 Sa 7,14-15).
Jesucristo
El destinatario de la nueva alianza, anunciada por los profetas, es toda la humanidad, y su mediador, Jesucristo, como sacerdote real.

Los profetas anunciarán una Alianza Nueva, porque la llamada de Dios no permite instalarse en la comodidad ni convertir ese pacto en una regla fija sino en una relación viva y continua.

Jeremías describe esta alianza como una relación personal con Dios, escrita en el corazón y no en tablas de piedra. "Haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor. Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jer 31,31-34) que mantendrá  con Él.
Sin cruz no hay resurrección - Panorama Católico

Ezequiel, por su parte, proclama una alianza eterna de paz en la que Dios otorgará al pueblo un nuevo corazón y un nuevo espíritu (Ez 36,26; 37,26). 

María 
El destinatario es la humanidad. Es la alianza culminada y eterna, anunciada por Cristo a sus apóstoles, como Iglesia y familia, personificada en la Virgen María como el Arca de la Alianza, la Nueva Jerusalén, el Reino de Dios. 

Para sellarla, el hombre necesita ayuda, necesita el Espíritu Santo, que Jesús promete enviar y envía. Y quien mejor que la llena de Gracia, la Virgen María (la Iglesia) para guiar al hombre en su relación con Dios por medio del Espíritu Santo. 
María: Arca de la Alianza | La Oración
En Jesús, a través de María, el nuevo pueblo de Dios, Dios culmina la realización de todas las promesas antiguas, por medio del Espíritu Santo.

San Pablo habla de esta nueva alianza espiritual entre Dios y el hombre, una alianza "escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne" (2 Co 3,3), caracterizada por el Espíritu, el corazón y la libertad, a diferencia de las antiguas alianzas, que se caracterizaban por la Ley, la piedra y la esclavitud.

Esta sucesión de alianzas (que en realidad es la misma) no significa que "haya fallado la palabra de Dios" (Rom 9,6), sino que Dios lleva a su pueblo elegido a una nueva relación, en la que la Ley es reemplazada por la fe, que proviene de la justicia y misericordia divinas.

De lo particular emerge lo universal, es decir, que la alianza definitiva de Dios aspira a llegar a todos a través de la obra salvífica de Cristo y establecer Su Reino.