¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 14 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (15): UN GRAN SIGNO APARECIÓ EN EL CIELO

 
“Un gran signo apareció en el cielo:
una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”
(Ap 12,1)

La escena que nos presenta la primera lectura de Apocalipsis 11,19 es realmente sobrecogedora y está tomada del libro de los Macabeos: el cielo se abre y aparece el santuario de Dios, que revela el Arca de la Alianza, la shekinahlugar de la presencia de Dios en la tierra, "perdida" desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el 586 a. C., y escondida por el profeta Jeremías en una cueva del monte Sinaí, aparecerá cuando Dios intervenga de manera definitiva en favor de su pueblo (2 M 2,4-8). 

Según San Buenaventura, el arca es la nueva presencia de Dios: es el cuerpo resucitado de Cristo, su cuerpo eucarístico. Jesús, haciendo templo de su cuerpo, abre “la Presencia” a todos los hombres para que puedan permanecer en Él. Y también,  es el cuerpo místico de Cristo, su Iglesia. Simbolizada por la gloriosa Virgen María, la Iglesia está "fabricada" de material incorruptible y contiene el maná (Eucaristía), la vara de Aarón (Fe/Confianza) y las dos tablas de la Ley (Palabra); y por encima, tiene dos Querubines haciendo sombra al propiciatorio (Sabiduría). 

La aparición de la mujer es un gran signo, un anuncio dirigido a toda la tierra (referencia a Is 66,19) y una imagen tomada del sueño de José (Ge 37,9) que simboliza a la Virgen María, tipo de la Iglesia:

- vestida del sol. La mujer en sí no es divina, no brilla con luz propia sino es su vestido el que ilumina: está revestida de Dios, de su gloria y su gracia, de los méritos de Cristo. Por eso, la Virgen María es luz y trae la luz del mundo, a Cristo. De la misma forma, la Iglesia es luz y faro que guía a los hombres.

-la luna bajo sus pies. Símbolo de la medida del tiempo. La Virgen es “Señora del tiempo” y no está sometida a la tiranía del tiempo, sino que la domina. Y, análogamente, la Iglesia no tiene fin: “el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18).

-una corona. Símbolo de realeza y de victoria, por tanto, la Mujer es una Reina que gobierna junto con Dios, igual que la Iglesia: "Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 18,18).

-doce estrellas en la cabeza. Símbolo de la totalidad del pueblo de Dios, representado por las doce tribus de Israel y los doce apóstoles. La Mujer ilumina, reina y une el Antiguo y el Nuevo Testamento.

-está encinta: Símbolo del plan de Dios que, desde el principio, tenía como centro la Encarnación de Jesucristo. El pueblo de Dios, la mujer/Iglesia y la humanidad, la mujer/Eva, están siempre en espera del parto, de Cristo.

-grita con dolores de parto. Es consciente de la agonía del parto, de la angustia de la lucha. Sabe que no hay fecundidad sin sufrimiento. Un grito que será escuchado, que no deja indiferente al cielo. Un grito que pone en juego la historia de la salvación.

-y con el tormento de dar a luz. Símbolo del sufrimiento, pasión y muerte de Cristo, y análogamente, del sufrimiento y persecución de la Iglesia. Cristo nace siempre de nuevo en todas las generaciones. La misión, en cuanto que somos Iglesia, es engendrar al hombre en Cristo y luchar por la justicia.

Junto a la mujer, aparece un segundo signo en el cielo: un dragón de fuego, potente pero limitado, símbolo de la arrogancia del mal y antagonista del bien, destinado a la derrota. Mientras que de la mujer se dice que es un “gran signo”, del Dragón se dice que es “otro signo”. El adjetivo marca la diferencia y al mismo tiempo, este segundo signo “aparece” en función del primero: si existe es para que la mujer y su descendencia le derroten. El mal no se define en sí mismo, sino en función de la negación del bien.

-un gran dragón. Símbolo de Satanás, y de su potente fuerza ofensiva y su maldad perversa. Es la máxima expresión del mal y en él se concentra toda la fuerza destructiva del infierno. Su color rojo representa la violencia, sus siete cabezas, diez cuernos, siete diademas simbolizan su dominio, autoridad y dignidad. Juan se refiere también a los 10 reyes seleúcidas (siglo III a. C.), malvados generales herederos de Alejandro Magno, que perseguían y oprimían al pueblo judío. 

-Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo. Representa a los demonios, a los ángeles rebeldes que siguen a Satanás. Imagen tomada de a la profecía de Daniel. Con este “arrastre”, el Dragón pone de manifiesto su naturaleza anti divina y se proclama enemigo del cielo. Pero tampoco pertenece a la tierra. 

-Y el dragón se puso en pie ante la mujer, que iba a dar a luz. Representa la oposición y lucha de Satanás contra la Iglesia. Es la hostilidad de la serpiente y la descendencia de la Mujer (Ge 3,15).

-para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Simboliza el odio de Satanás a Cristo, que evoca también la matanza de inocentes por Herodes. Satanás no soporta que Dios eligiera al hombre para encarnarse, en lugar de a un ángel (a él). Por eso, quiere devorarlo y hacerlo desaparecer del mundo, para que el hombre no pueda ser divinizado, pero no puede, porque es llevado al cielo. Entonces, dirige su odio contra la Mujer, contra la Iglesia, contra los cristianos.

-Y dio a luz un hijo varón. Es el anuncio de la encarnación de Jesucristo, el hombre nuevo, el  nuevo Adán, la realización y culminación del proyecto de Dios. En referencia a Is 66,7-8. Varón, significa fuerte y dispuesto a la lucha.

-el que ha de pastorear a todas las naciones con una vara de hierro. Representa la universalidad del reino de Dios. Cristo tiene autoridad y poder sobre de todo rey y gobierno. 

-y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono. Jesucristo es resucitado y ascendido al cielo, fuera del dominio del Dragón, que sabe que, una vez “nacido”, una vez que ha entrado Cristo en el mundo, su derrota es inevitable. Sólo es cuestión de tiempo. El Dragón ya no puede hacer nada contra el Hijo. 

La cabeza, el Hijo, es llevado al cielo pero la mujer sigue dando a luz al resto del cuerpo, la Iglesia, hasta que culmine el nacimiento del "Cristo total", es decir, el número simbólico de 144.000.

-Y la mujer huyó al desierto. Simboliza el lugar de la purificación, de la intimidad y del encuentro con Dios hacia la tierra prometida, del crecimiento interior, pero también de la prueba, de la tentación, de la hostilidad, de la penitencia, del ayuno y de la oración de la Iglesia . También representa preservación, refugio, protección.

-donde tiene un lugar preparado por Dios. Desde una perspectiva eclesiológica, la Iglesia (la mujer), es decir, el pueblo de Dios, huye al desierto, donde es probada, guiada y alimentada por Dios antes de ser salvada. Referencia a la salida de Egipto del pueblo de Israel y la salida de Belén de la Sagrada familia. Es el símbolo de la lucha espiritual de la Iglesia que no combate con el Dragón sino que busca refugio, un lugar de salvación donde encuentra alimento y paz (maná=eucaristía), para llegar desde allí a la Tierra Prometida. 

La Asunción de María al cielo, al trono como Reina de cielos y tierraigual que la madre de Salomón, Betsabé, ocupa su lugar a la diestra del rey, Jesucristo (1 R 2,19), es la "buena noticia", es el anuncio del establecimiento de la salvación, el poder y el reinado de Dios desde el cielo, a través de su Hijo Jesucristo y en colaboración con su Madre, la Virgen.

-Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su CristoLa Asunción de María es el preludio del comienzo de la consumación de la obra salvífica de Jesucristo y de su reinado.

El Salmo 44 recalca el favor del Rey hacia la Reina Madre: "Prendado está el rey de tu belleza. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir." En la Escritura, el oro de Ofir se equipara al "oro puro". Así pues, la Virgen es "oro puro" a ojos de Dios y como tal, Nuestro Señor, no permitió que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro ni que sufriera las consecuencias de un pecado que no conoció jamás, "llevándola arriba".

La Asunción nos hace fijar la mirada en el cielo con esperanza. María, la Reina Madre reina con esplendor, como oro de Ofir, junto al Rey, Jesucristo, en el trono de la Jerusalén celeste. La Asunción de la Virgen (ese gran signo en el cielo) es un signo de consuelo y un mensaje de esperanza. Es el camino y la llave de entrada al cielo.

¡Bendita Tú, entre todas las mujeres 
y bendito el fruto de tu vientre!
(Lc 1,42)

jueves, 28 de mayo de 2020

LAS 7 ALIANZAS DE DIOS CON EL HOMBRE

“Nunca jamás romperé mi alianza con vosotros"
(Jueces 2,1)

La Alianza es la idea teológica central en todo el Antiguo Testamento que expresa la relación especial de amor que Dios tiene con su pueblo, la humanidad. 

La Alianza de Dios es una continua llamada al hombre para comprometerlo a compartir las responsabilidades con su obra creadora. Es un contrato que Dios ofrece gratuitamente al hombre pero que también le obliga, convirtiéndole en su "socio" sin tener ninguna necesidad de hacerlo, salvo su amor por él.

Por lo general, una alianza es una obligación que concierne a dos partes. Sin embargo, Dios la realiza de forma unilateral e irrevocable, salvaguardando así la libertad del hombre, para que decida por amor a Dios. 

No existe un pacto igual en ninguna otra religión del mundo. Sólo el Dios verdadero hace con el hombre una alianza verdadera, demostrando desde el inicio que es un Dios cercano y comprometido con su pueblo, y una alianza dinámica y nueva, necesitada de una continua renovación a causa de la infidelidad del hombre. Dios quiere "necesitar" que el hombre le de una continua respuesta a su continua llamada. 

Por eso, en la Sagrada Escritura encontramos siete (que significa plenitud) sucesivas y nuevas alianzas que Dios hace con los hombres (patriarcas, reyes, profetas y apóstoles), para las que elige un mediador distinto, con un rol determinado y un mismo destinatario.

En realidad, las siete alianzas son la misma con un único propósito, Su plan de salvación, y un único destinatario, la humanidad. 

Adán
Adán es el destinatario y mediador como esposo. Es el hombre pensado y creado por Dios. Adán representa a la totalidad de la raza humana y por tanto, la alianza que hace Dios con él, es también con toda la humanidad (Génesis 1,26-30)

La Creación, en sí misma, es un esbozo de la Alianza de Dios con el hombre, a quien Dios da un mandamiento y le asocia a su obra creadora (Génesis 1 y 2).

De esta alianza única y universal surgen todas las demás, o mejor dicho, se revelan sucesivamente las particulares en una misma universal, hasta llegar a su plenitud en Cristo.  

Noé
El destinatario es la familia de Noé. Dios establece una alianza con su mediador Noé, como padre de familia y representante de los patriarcas (Génesis 6,18; 8,20-9,17), en la que Dios confirma que Su proyecto original de la creación nunca más será interrumpido en el orden natural.  (Génesis 8,21-22; 9,11-15). Dios hace extensiva su alianza a toda la humanidad.

Es la Alianza extendida a toda la humanidad y a la creación entera (tierra, animales). Dios impone unas leyes y se compromete a su vez: "No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo...Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra" (Génesis 8,21; 9,9-17). 
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La alianza unilateral que hace Dios con el hombre queda sellada con el símbolo del arco iris: Dios deja su arco, es decir, el arma de donde salieron las flechas (la lluvia) para convertirlo en un puente de salvación, en el que nadie se quedará nunca fuera del cuidado de la gracia y la misericordia de Dios

Abraham
El destinatario es la descendencia de Abraham. Dios establece alianza con Abraham, como jefe de tribu y representante máximo de los patriarcas

La Alianza con Abraham, al igual que la Alianza con David, pertenece a las "Alianzas de promesa", derivadas de la obediencia y fidelidad a  Dios y sus mandatos. 

Es una Alianza para siempre, aunque su descendencia peca, Dios no romperá su promesa:"Y yo me acordaré de mi alianza con Jacob y de mi alianza con Isaac; y de mi alianza con Abrahán; y me acordaré de la tierra" (Levítico 26, 42).
Su alianza es el fundamento y origen de la relación especial entre Dios y el pueblo de Israel (Génesis 12,1-9; 15 y 17) y que trasciende a todas las generaciones.

Moisés
El destinatario es el pueblo de Israel. Es una alianza con Moisés en el Monte Sinaí, como juez y libertador, y última representación de los patriarcas (Éxodo 3), pero que pone las bases sobre la que se asienta la alianza con todos nosotros.

La Misericordia de Dios aparece siempre en Su Palabra:"He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel, la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, heveos y jebuseos" (Éxodo 3, 7-8)
4 DE SEPTIEMBRE SAN MOISÉS PROFETA Y CAUDILLO DEL ANTIGUO ...

El Pueblo de Israel romperá la Alianza con su Dios y por eso, Moisés romperá las Tablas de la Ley. Pero Dios le dará unas nuevas, símbolo de que Él mantiene siempre su Palabra.

David
El destinatario es el conjunto de las naciones del mundo. Dios hace una alianza con David y su descendencia, como rey y máximo representante de los reyes, prometiendo una dinastía eterna (2 Samuel 7,8-19; Salmo 89,20-38) que tendrá su plenitud en Jesucristo.

Es junto a la de Abraham, una Alianza de Promesa. Dios no romperá su promesa, aunque el hombre lo haga: "Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si obra mal, yo lo castigaré con vara y con golpes de hombres. Pero no apartaré de él mi benevolencia" (2 Samuel 7,14-15).
Jesucristo
El destinatario de la nueva alianza, anunciada por los profetas, es toda la humanidad, y su mediador, Jesucristo, como sacerdote real.

Los profetas anunciarán una Alianza Nueva, porque la llamada de Dios no permite instalarse en la comodidad ni convertir ese pacto en una regla fija sino en una relación viva y continua.

Jeremías describe esta alianza como una relación personal con Dios, escrita en el corazón y no en tablas de piedra. "Haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor. Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jeremías 31,31-34) que mantendrá  con Él.
Sin cruz no hay resurrección - Panorama Católico

Ezequiel, por su parte, proclama una alianza eterna de paz en la que Dios otorgará al pueblo un nuevo corazón y un nuevo espíritu (Ezequiel 36,26; 37,26). 

María 
El destinatario es la humanidad. Es la alianza culminada y eterna, anunciada por Cristo a sus apóstoles, como Iglesia y familia, personificada en la Virgen María como el Arca de la Alianza, la Nueva Jerusalén, el Reino de Dios. 

Para sellarla, el hombre necesita ayuda, necesita el Espíritu Santo, que Jesús promete enviar y envía. Y quien mejor que la llena de Gracia, la Virgen María (la Iglesia) para guiar al hombre en su relación con Dios por medio del Espíritu Santo. 
María: Arca de la Alianza | La Oración
En Jesús, a través de María, el nuevo pueblo de Dios, Dios culmina la realización de todas las promesas antiguas, por medio del Espíritu Santo.

San Pablo habla de esta nueva alianza espiritual entre Dios y el hombre, una alianza "escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne" (2 Corintios 3,3), caracterizada por el Espíritu, el corazón y la libertad, a diferencia de las antiguas alianzas, que se caracterizaban por la Ley, la piedra y la esclavitud.

Esta sucesión de alianzas (que en realidad es la misma) no significa que "haya fallado la palabra de Dios" (Romanos 9,6), sino que Dios lleva a su pueblo elegido a una nueva relación, en la que la Ley es reemplazada por la fe, que proviene de la justicia y misericordia divinas.

De lo particular emerge lo universal, es decir, que la alianza definitiva de Dios aspira a llegar a todos a través de la obra salvífica de Cristo y establecer Su Reino.