“Feliz, una y mil veces en esta vida,
aquel a quien el Espíritu Santo
descubre el secreto de María para que lo conozca”.
Dios quiso que María tuviera un papel fundamental en la historia de la salvación: unió cielo y tierra por medio de María.
María es la escalera de Jacob, que nos consuela cuando estamos tristes y cansados. Por Ella, los ángeles suben y bajan; por Ella nos alcanzan las gracias que necesitamos; por Ella, subimos al cielo.
María es el camino que va desde el Padre a la humanidad como Madre de Jesucristo (Gálatas 4,4) y al mismo tiempo, es el camino que tienen que recorrer los hombres para ir al Padre, por medio de su Hijo (Efesios 2,18).
La Iglesia nos enseña que María está presente y al servicio de la única mediación de Cristo: "La misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres (...) nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo (Lumen gentium, 60).
La colaboración de María en el plan salvífico de Dios está basada y orientada hacia un encuentro íntimo y profundo con su Hijo, Jesucristo.
María, en realidad, no quiere atraer la atención sobre su persona. Vivió en la tierra con la mirada puesta en Jesús y en el Padre celeste. Su deseo más fuerte fue (y es) que pongamos nuestra mirada de fe y de esperanza en el Salvador que el Padre nos envió.
María alienta a la Iglesia y a los creyentes a cumplir siempre la voluntad del Padre, igual que Ella misma hace. Y así, sus palabras en Caná: "Haced lo que él os diga" (Juan, 2, 5), coinciden con las del Padre en el monte Tabor: "Este es mi hijo predilecto... Escuchadlo" (Mateo 17, 5).
Nuestra santidad pasa por hacer todo lo que Dios nos diga. Aquí está el valor de la vida de María: el cumplimiento de la voluntad divina.
San Luis María Grignion de Montfort, en su carta espiritual, El Secreto de María (1712) nos explica la importancia de María en el plan salvífico de Dios y porqué María es la solución definitiva para todos los cristianos.
María, el medio más sencillo, más seguro y más perfecto
Dios nos llama a la santidad a todos los cristianos; nos ha creado para ser perfectos (Mateo 5, 48). Por ello, todos nuestros pensamientos, palabras y acciones, sufrimientos y todas las aspiraciones de nuestra vida deben orientarse a alcanzar la santidad.
El Evangelio nos muestra los medios de salvación y santificación, la Iglesia nos los explica y los santos los llevan a la práctica: humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono a la Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.
Sin embargo, para ponerlos en práctica, necesitamos de la gracia y la ayuda divina. Y precisamente porque Dios nos creo para ser santos, nos concede a todos su Gracia, pero no lo hace en la misma medida ni a todos por igual: "Pero tenemos carismas diferentes, según lo que Dios ha querido dar a cada uno" (Romanos 12, 6), pero sí a cada uno lo suficiente.
El Evangelio nos muestra los medios de salvación y santificación, la Iglesia nos los explica y los santos los llevan a la práctica: humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono a la Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.
Sin embargo, para ponerlos en práctica, necesitamos de la gracia y la ayuda divina. Y precisamente porque Dios nos creo para ser santos, nos concede a todos su Gracia, pero no lo hace en la misma medida ni a todos por igual: "Pero tenemos carismas diferentes, según lo que Dios ha querido dar a cada uno" (Romanos 12, 6), pero sí a cada uno lo suficiente.
Para obtener la Gracia, necesitamos encontrar a María, Madre de la divina gracia.
María es el medio más sencillo, el camino más seguro y el modo más perfecto para llegar a Dios y a la perfección. Y lo es porque:
Encontró gracia ante Dios
Sólo María encontró gracia delante de Dios (Lucas 1, 30), tanto para sí misma como para toda la humanidad.
Es Madre de la gracia
María concibió y dio vida humana a Jesucristo, autor de toda gracia. Por esto se la llama la Madre de la gracia.
Es llena de gracia
Dios Padre, fuente única de todo don perfecto (Santiago 1,17) y de toda gracia, al darle su propio Hijo, le entregó a María todas las gracias.
Es la dispensadora de la gracia
Dios la escogió como tesorera, administradora y distribuidora de todas sus gracias. Con la colaboración de María, Dios comunica su vida y sus dones a los hombres. Y, según el poder que Ella ha recibido de Dios, reparte a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere de las gracias del Padre, de las virtudes del Hijo y de los dones del Espíritu Santo.
Es Madre de los hijos de Dios
De la misma forma que en el orden natural, todo niño debe tener un padre y una madre, en el orden de la gracia, todo verdadero hijo de la Iglesia debe tener a Dios por Padre y a María por Madre.
Es Madre de los miembros de Cristo
María ha formado a Jesucristo, Cabeza de los predestinados y por tanto, debe formar también a los miembros de ésta, los verdaderos cristianos.
Porque una madre no da a luz a la cabeza sin los miembros, ni a los miembros sin la cabeza. Por eso, quien quiera ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad (Juan 1,14), debe dejarse formar en María por la gracia de Jesucristo.
Es colaboradora del Espíritu Santo
El Espíritu Santo se desposó con María, y en Ella, por Ella y de Ella produjo su obra maestra que es Jesucristo. Y dado que no la ha repudiado jamás, continúa produciendo todos los días a los predestinados en Ella y por Ella, de manera real, aunque misteriosa.
Nos lleva a la madurez en Jesucristo
María ha recibido de Dios un dominio especial sobre los predestinados para alimentarlos y hacerlos crecer en Jesucristo.
De modo que, así como un niño recibe todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo los predestinados sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.
De modo que, así como un niño recibe todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo los predestinados sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.
Habita en los verdaderos cristianos
Dios Padre ha dicho a María: "Hija mía, pon tu tienda en Jacob", es decir, "pon tu morada en mis predestinados", prefigurados en Jacob.
Dios Hijo ha dicho a María: "Madre querida, entra en la heredad de Israel", es decir, "en mis elegidos."
Dios Espíritu Santo ha dicho a María: "Echa raíces, ¡fiel Esposa mía!, en el pueblo glorioso", es decir, "en mis escogidos."
Por tanto, María habita en todos los elegidos y está presente en sus corazones, y siempre que se lo permitan echará en ellos las raíces de una profunda humildad, de una caridad ardiente y de todas las virtudes.
Es el molde viviente de Dios
San Agustín llama a María "molde viviente de Dios". Y, en efecto, lo es, porque sólo en Ella se formó Dios como hombre perfecto, y sólo en Ella se transforma el hombre perfectamente en Dios por la gracia de Jesucristo, en cuanto lo permite la naturaleza humana.
Un escultor puede hacer una obra perfecta gracias a su habilidad, fuerza, conocimientos, la perfección de sus herramientas y trabajando sobre una materia dura y sin forma. O, utilizando un molde.
La primera manera es larga, difícil y expuesta a muchos riesgos: basta un golpe desafortunado del cincel para echarlo todo a perder. La segunda, en cambio, es rápida, sencilla, suave, más barata y menos fatigosa, siempre que el molde sea perfecto, represente con exactitud la figura a reproducir y que la materia utilizada sea maleable y no oponga resistencia a su manejo.
María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar a la perfección a un Hombre-Dios por la encarnación y para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina, mediante la gracia.
María es el molde en el cual no falta ni un solo rasgo de la divinidad y quien se "amolde" a Ella y se deje esculpir, recibirá todos los rasgos de Jesucristo suavemente y proporcionado a nuestra debilidad, sin grandes trabajos ni angustias, de manera segura, sin peligro de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada donde esté María; de manera santa e inmaculada, sin rastro alguno de pecado.
Es el paraíso de Dios
No existe criatura alguna (incluidos los ángeles y santos), en donde Dios manifiesta su gloria con tanta perfección como en María. Ella es el
paraíso de Dios, su mundo inefable, donde el Hijo de Dios
ha entrado para realizar obras portentosas, guardarlo y
complacerse en él.
Dios creó un paraíso:
-para el hombre peregrino: la tierra.
-para el hombre glorificado: el cielo.
-para sí mismo: María.
-para sí mismo: María.
Sabemos que Dios
está en todas partes, pero en ningún sitio se le puede encontrar tan cercano y al
alcance de la debilidad humana como en María, pues para
esto bajó a Ella.
Nos une a Dios
María se halla totalmente orientada hacia Dios y cuanto más nos acercamos a Ella, más íntimamente nos une a El.
Cuando encontramos a María, encontramos a Jesús, y por Jesús al Padre. Entonces, encontramos todos los bienes, toda la gracia y amistad de Dios, la plena seguridad contra los enemigos de Dios, la verdad completa para combatir el error, la facilidad absoluta y la victoria definitiva en las dificultades, la dulzura y el gozo colmados en las amarguras de la vida.
Es consuelo en el sufrimiento
Encontrar a María no quiere decir,
vivir exento de cruces y sufrimientos. ¡Al contrario! Sufriremos más que los demás porque María, hace partícipes a sus hijos, de la cruz de Jesucristo.
Ella nos reparte grandes cruces y, a la vez, nos comunica también la gracia de cargarlas
con paciencia y hasta con alegría. Endulza
las cruces que da a los suyos y las convierte (por decirlo
así) en golosinas o dulces cruces. Nos anima a cargar con más y mayores cruces, ayudándonos con más y mayores gracias.
El secreto de la santidad pasa por la verdadera devoción a María
El secreto consiste, pues, en encontrar de verdad a la
excelsa y santísima María para hallar la abundancia de todas las gracias.
Dios, dueño absoluto de todo, puede comunicar directa y extraordinariamente lo que de ordinario, sólo concede por medio de María. Según Santo Tomás, en el orden de la gracia, Dios no se comunica de ordinario a los hombres sino por medio de María.
Dios, dueño absoluto de todo, puede comunicar directa y extraordinariamente lo que de ordinario, sólo concede por medio de María. Según Santo Tomás, en el orden de la gracia, Dios no se comunica de ordinario a los hombres sino por medio de María.
Para llegar hasta Dios y unirse con Él, es indispensable
acudir a la misma persona escogida por Él para descender
hasta nosotros, para hacerse hombre y comunicarnos sus
gracias. Esto se realiza mediante una auténtica devoción a
la Santísima Virgen.
El secreto es la sencillez, seguridad y eficacia de María como el camino más perfecto para llegar a Dios.
El secreto para llegar al conocimiento y al amor del Padre es seguir el camino de entrega total por María. Por María vino el Hijo de Dios al mundo, para que todos tengamos vida y la tengamos en plenitud, y por María, el Espíritu Santo nos forma, como formó a Jesús, hasta la madurez y perfección de hijos de Dios.
El secreto es la consagración total a Jesucristo por María, es decir, una "entrega incondicional", una "esclavitud de amor", una "servidumbre de voluntad", un "compromiso total", que nos lleva a hacerlo todo “con María, por María, en María y para María".
Te animo a que hagas como yo: optar al privilegio de ser esclavo de amor, consagrándose a María y, así, llegar a Jesús y por Él a la santidad junto a Dios. Mientras, en el camino recibirás el amor de María junto con sus innumerables gracias.
¿A qué esperas?
¿A qué esperas?