¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 22 de febrero de 2024

SENTARSE DETRÁS EN MISA




Muchos católicos cumplen al pie de la letra las palabras de Jesús en Mateo 20,16: "los últimos serán los primeros". En efecto, algunos llegan a misa los últimos y se van los primeros. Toda una declaración de intenciones...

Y me pregunto: ¿Soy de los que se sienta en los bancos del final en misa? 
Y si fuera un concierto o un partido de fútbol...¿También me pondría en las últimas filas? ¿Llegaría tarde y me iría en cuanto pudiera? ¿Participaría o me resultaría indiferente?

¿Soy consciente de lo que sucede en misa? ¿Voy a participar en ella o estoy de paso? ¿Me involucro en lo que allí ocurre o simplemente, "estoy" allí? 

¿Evito proclamar las lecturas con la excusa de que no tengo gafas? ¿Eludo pasar la colecta o cantar porque me avergüenza? ¿Doy la paz "a la japonesa"? ¿Soy un "católico dominguero"?

Si hubiera estado invitado a la Última Cena...¿me pondría cerca o lejos para escuchar a Jesús? ¿Y en la Cruz? ¿estaría al pie de ella o miraría desde una distancia prudencial?
La Eucaristía es el centro neurálgico de la vida cristiana y como tal, merece la pena esforzarse para participar mejor de este sacramento que la Iglesia recibió de Cristo como el don por excelencia, porque es Dios mismo que se ofrece a todos los hombres para nuestra salvación. Hacerlo desde una distancia prudencial no es propio ni de recibo.

Sí, en misa nos jugamos mucho. No es simplemente ir a un lugar por compromiso, costumbre o tradición, ni tampoco es una actividad dominical más. A misa no se va a ser un simple espectador sino a celebrar y ser partícipe de la obra salvífica de nuestro Señor.

Por eso, es importante preguntarme cómo puedo participar mejor de la Eucaristía. Tres simples sugerencias: preparación, disposición, compromiso.

Preparación
En primer lugar,  necesito una adecuada preparación. Y es que ocurre con frecuencia que acudo a la iglesia sin pensar mucho...o quizás pensando mucho (en el "después"), y sucede que la Eucaristía empieza y termina sin apenas darme cuenta porque "estoy a otra cosa". ¡Cuántas veces soy incapaz de recordar qué Evangelio se ha leído o qué ha dicho el sacerdote en la homilía! ¡Cuántas veces tengo la mente ocupada con otras cosas!

Prepararme es profundizar en mi comprensión sobre la Eucaristía. Si comprendo bien lo que allí ocurre, me dispondré de antemano. Y, viceversa, si me preparo bien, comprenderé mejor.

Y para ello, en primer lugar, lo más conveniente es acudir al Catecismo de la Iglesia Católica, ese gran olvidado para muchos creyentes en edad adulta. En  los números 1322 a 1419 explica lo que significa este sacramento, su estructura, su celebración y la forma de actuar en cada parte de la Liturgia. Es importante conocer de antemano lo que luego voy a vivir.

En segundo lugar, tampoco está de más echar un vistazo a encíclicas sobre la Eucaristía como Sacramentum Caritatis (Sacramento de la Caridad), Ecclesia de Eucharistia (La Iglesia vive de la Eucaristía) de Benedicto XVI o Dies Domini (El día del Señor), de Juan Pablo II. Meditar estos textos pontificios me prepararán para participar más y mejor en la Eucaristía.

En tercer lugar, algo más sencillo: meditar, reflexionar y rezar de antemano las lecturas que la Iglesia me propone para cada día en la Liturgia de la Palabra. Si lo hago, estaré más atento a las lecturas y sacaré más fruto al escuchar de nuevo la Palabra de Dios.

Disposición
La misa es una cita con Dios. Voy "de boda". Voy de celebración. No puedo acudir de cualquier forma. Entro en "suelo sagrado". Es importante que me descalze de mis prejuicios y disponga mi corazón para ponerme en presencia de Dios con una actitud dócil y humilde.

Y nadie va a una boda sucio o sin vestirse adecuadamente para la ocasión. Hablando de vestirse, el mejor "hábito" es llegar con un corazón reconciliado con el Señor mediante una buena confesión.

Tampoco se llega tarde a una celebración. Llegar con el tiempo justo (o empezada la misa) no es la mejor manera de prepararme o de disponerme. Es necesario llegar con tiempo, sosegado y tranquilo, sin prisas, sin aceleramientos, sin ruidos. Si entro con "la lengua fuera" y trayendo conmigo mucho "ruido", no seré capaz de "estar" atento ni de "comportarme" correctamente. 

Una vez en la iglesia, es necesario tener una actitud de respeto, de reverencia, de recogimiento, de silencio interior. Estoy delante del Señor aunque mis ojos no puedan verle..¡Cuántas veces olvido Quién está presente!

Quizás haya algunos hábitos que con el tiempo he adquirido y que es bueno revisar. Para empezar, no es lo mejor llegar apurado a la celebración, distraído y con muchas cosas en la cabeza. Procurar llegar a tiempo, tener un ánimo sosegado y tranquilo, apagar el teléfono móvil, me predispone para adoptar una actitud de escucha y acogida del misterio del cual voy a participar. 

Desde otra perspectiva, es también importante la atención al modo como me visto. No se trata de buscar aparentar, pero sí recordar la solemnidad del momento y que mi exterior acompañe a mi interior. Nadie va a una boda en pantalón corto o con camiseta.

Compromiso 
La idea es que mi cuerpo, mi mente y mi espíritu, es decir, todo mi ser, esté en la “frecuencia” correcta para lograr esa sintonía. Todo mi ser acompaña, se compromete y vive la celebración eucarística: mis gestos, mis palabras, la entonación de mi voz, mi postura corporal, mis sentimientos, mis pensamientos, en fin, todo mi "yo" debe estar dispuesto para el encuentro con el Señor que está vivo en la Eucaristía, hablándome desde el ambón y haciéndose presente como ofrenda al Padre en el altar para mi salvación y reconciliación.

Además de todo lo dicho, no debo pasar por alto que la Eucaristía es acción de gracias a Dios. La palabra Eucaristía significa precisamente eso: Acción de gracias. 

No olvido, por tanto, darle gracias a mi Padre por tantos dones: por darme a su propio Hijo, por darme al Espíritu Santo, por dejarme a María como Madre y modelo de vida cristiana, por la Iglesia, por mi familia, por mis amigos, por los dones personales que he recibido...en fin, por tantas cosas buenas. 

Como recuerda el apóstol Santiago: "Todo bien y todo don perfecto viene de arriba, del Padre del Cielo" (Stg 1,17).

Si me siento detrás...me pierdo mucho...

martes, 27 de junio de 2023

QUÉ Y CÓMO "CELEBRO" EN MISA

"El cáliz de la bendición que bendecimos, 
¿no es comunión de la sangre de Cristo? 
Y el pan que partimos, 
¿no es comunión del cuerpo de Cristo? 
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, 
formamos un solo cuerpo, 
pues todos comemos del mismo pan"
(1 Cor 10,16-17)

Hoy quisiera meditar sobre un tema que parece muy obvio pero que, sin embargo, está repleto de malinterpretaciones, de equivocaciones o incluso de desconocimientos en cuanto al "qué" y al "cómo" un cristiano debe comportarse en misa. Hablamos de la liturgia.

¿Qué es la misa?

La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía, acción de gracias), llamada también santo sacrificio, cena del Señor, fracción del pan, misa, comunión, santísimo sacramento, santos misterios o santa cena es un sacramento de la Iglesia instituido por Cristo en la Última Cena.

La liturgia es el modo en el que toda la Iglesia (cabeza y cuerpo místico) entramos en contacto y comunicación con Dios, le rendimos culto y le damos gracias, nos santificamos, nos purificamos y nos perfeccionamos

Pero el sacramento de la Eucaristía no es sólo una tradición o costumbre para hacer pública nuestra fe, ni tampoco un mero acontecimiento social donde nos reunimos. Es el lugar de encuentro entre Dios y los hombres. 

Por eso, los católicos más que "ir" a misa o "estar" en misa, "celebramos", "vivimos" y experimentamos de una forma especial nuestra comunión con Dios.

Siempre me ayuda mucho a ser plenamente consciente de lo que ocurre en misa cuando distingo entre lo que veo y lo que realmente sucede: la misa es "espacio sagradodonde se unen el cielo y la tierra, donde entro en la vida íntima de Dios, y por tanto, tengo la obligación de saber cómo comportarme ante Su presencia omnipotente.

¿Qué y cómo celebro en misa?

La liturgia se celebra a través de gestos, palabras, ritos y acciones con los que Dios nos hace partícipes de Su gracia: signos y símbolos que se refieren a la creación -luz, agua, fuego-, a la vida humana -lavar, ungir, partir el pan- y a la historia de la salvación -los ritos de la Pascua-, que se hacen portadores de la acción salvífica y santificadora de Cristo (CIC 1189).

Es a través de estos gestos y símbolos, signos y ritos que Dios se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo a través del Espíritu Santo (CIC 1145). 

Sin embargo, ¡cuántas veces se me olvida que en misa está presente Dios y todo el cielo reunido en torno a Él, aunque mis ojos no puedan verlo! ¡cuántas veces caigo en la rutina y "me abstraigo" de lo que estoy haciendo, y de lo que significa! ¡cuántas veces "salgo de misa" igual que entro!

Ocurre también que, a veces, en misa me fijo más en lo "externo" y me olvido de lo "interno", me fijo en los gestos de otros pero "no estoy a lo que estoy", me quedo en los ritos pero no los interiorizo, veo los signos pero quizás no los comprendo.

Por eso, debo estar muy atento y tener muy presente el qué y el cómo celebro cada momento de la Liturgia y para ello, es necesario que sepa cuáles son sus símbolos y cómo se estructura.
¿Cuáles son los símbolos ornamentales en el altar?
Para comprender plenamente el significado de la Eucaristía, primero necesito saber qué significan los símbolos y objetos ornamentales que hay en el altar durante la misa:
  • Velas/Cirios: preferiblemente de cera blanca y de abeja (luminaria cerea). Simbolizan la carne pura de Cristo recibida de su Madre Virgen, la mecha significa el alma de Cristo y la llama representa su divinidad. Se encienden antes de la celebración y se apagan después de ésta. La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, deben colocarse en todas las celebraciones por lo menos dos (ferias o memorias), cuatro (fiestas), seis (domingos y solemnidades) o incluso siete (misa pontifical - nº 7= perfección, y plenitud del sacerdocio episcopal-). Simbolizan también la fe, la esperanza y la caridad que iluminan a la vez que se consumen. 
  • Crucifijo: situado en el centro del altar, simboliza el sacrificio redentor de Cristo.
  • Misal Romano: guía de la celebración que contiene los textos litúrgicos y las oraciones que proclama el sacerdote. Se coloca sobre un atril
  • Vasos sagrados:
    • Cáliz: vaso donde se vierte el vino, que representa a Jesús y unas gotas de agua que nos representan a nosotros. Símbolo de la paz entre los pueblos.
    • Píxide/Copón: recipiente con tapa que contiene las sagradas formas.
    • Patena: platillo de metal donde se coloca la sagrada hostia (forma grande)
  • Purificador: lienzo utilizado por el sacerdote para enjugar y purificar el cáliz, la patena y el copón, así como sus dedos después de la comunión.
  • Corporal: lienzo que se extiende sobre el altar, donde se coloca la patena, el copón y el cáliz durante la misa. Simboliza la pureza.
  • Palia: lienzo cuadrado reforzado de cartón o almidón con el que se cubre el cáliz
  • Vinajeras: dos jarras o recipientes con tapa que contienen el vino y el agua para la consagración
  • Lavabo: jarra que contiene el agua para purificar las manos del sacerdote. Tomado del Salmo 26,6: "Lavo en la inocencia mis manos".
  • Manutergio: lienzo o toalla con las que el sacerdote se seca las manos, una vez purificadas
  • Turibulo/IncensarioBrasero pequeño con cadenillas y tapa con incienso que porta el acólito o monaguillo (turiferario o navetero) y con el que el sacerdote inciensa los dones con tres movimientos dobles, antes de incensar la cruz y el altar (sólo en determinadas celebraciones litúrgicas).
¿Cuáles son las partes de la misa?

Para una mayor comprensión de la misa, fundamentalmente, necesito saber en qué consiste. 

Según el Misal Romano, la misa consta de 4 partes fundamentales: ritos iniciales, liturgia de la Palabra, liturgia Eucarística y rito de conclusión. 

Las letras indican la posición que debo tener en misa (P: de pie, disponible a la llamada de Dios; S: sentado, atento a lo que el Señor me dice R: arrodillado, en actitud de respeto y adoración).

1. Ritos iniciales
Nos preparamos para comenzar la celebración.
  • Entrada (P): El canto de entrada fomenta la unión de los reunidos y nos eleva a la contemplación del misterio litúrgico. La entrada del sacerdote da comienzo a la misa.
  • Saludo inicial (P): El sacerdote hace la venia al altar y lo besa. Desde la sede, hace la señal de la cruz  y saluda a la asamblea. 
  • Acto penitencial (P): El sacerdote y la asamblea piden humildemente perdón al Señor por sus faltas.
  • Señor, ten piedad (P): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos ("Kyrie eleison"). Con esta súplica, le pedimos a Dios su misericordia.
  • Gloria (P): Himno preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos con el que alabamos y glorificamos a Dios, reconocemos su santidad y nuestra necesidad de Él.
  • Oración colecta (P): El sacerdote eleva a Dios todas las intenciones de la comunidad y la asamblea, que la hace suya diciendo: "Amen".
2. Liturgia de la Palabra
Escuchamos a Dios y respondemos cantando, meditando y rezando.
  • 1ª Lectura (S): Tomada del Antiguo Testamento: Dios nos habla a través del pueblo de Israel y de sus profetas. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "primera lectura".
  • Salmo Responsorial (S): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado. El salmista proclama las estrofas del salmo, mientras toda asamblea escucha y responde. No se lee lo escrito en rojo ni se dice: "salmo responsorial"
  • 2ª Lectura (S): Tomada del Nuevo Testamento: Dios nos habla a través de los apóstoles. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "segunda lectura". Tras la lectura se canta (preferiblemente) el Aleluya, en recuerdo de la Resurrección. 
  • Evangelio (P): Tomado de los cuatro Evangelios y lo proclama el sacerdote o el diácono: Dios nos habla a través de Jesús. Al finalizar, la asamblea aclama: "Gloria a ti, Señor Jesús". 
  • Homilía (S): Explicación que realiza el sacerdote de las Lecturas o del Propio texto de la Misa del día. 
  • Profesión de fe (P): Con el Credo, toda la asamblea profesamos nuestra fe.
  • Oración de los fieles (P): Con las "preces", el Pueblo intercede por todos los hombres con una invocación común (te rogamos, óyenos), pronunciada tras cada intención.
3. Liturgia Eucarística 
Actualizamos la muerte y resurrección de Jesús.
  • Preparación de los dones/ofrendas (S): Se presenta el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo (el agua que se vierte en el cáliz nos representa a todos nosotros). Realizamos el canto del ofertorio y la colecta en favor de toda la Iglesia. Oramos sobre las ofrendas.
  • Plegaria eucarística (P): Este el centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración que consta de:
    • Prefacio (P): Oración de acción de gracias.
    • Santo (P): Aclamación cantada preferiblemente o al menos, recitada, con la que toda la asamblea alaba a Dios, al tres veces santo.
    • Epíclesis (R): El sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que los transforme en el cuerpo y la sangre de Jesús.
    • Consagración (R): Con las palabras y gestos de Cristo, el sacerdote "hace memoria" de la última cena. Es el momento más solemne de la Misa; en él ocurre el misterio de la transubstanciación o transformación real del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo: Dios se hace presente y nos acerca a Él. 
    • Anámnesis (R): Aclamación con la que la Iglesia realiza el memorial del mismo Cristo, recordando su pasión, resurrección y ascensión al cielo.
    • Oblación/Intercesión (P): Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena. Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos nosotros.
    • Doxología final (P): El sacerdote ofrece a Dios el cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo. La asamblea responde: "Amén".
  • Comunión: la celebración eucarística es un convite pascual en el que recibimos el Cuerpo y la Sangre como alimento espiritual. Significa "común unión". Recibimos y abrazamos a Jesús y nos unimos a toda la Iglesia en alegría y amor.
    • Padrenuestro (P) se pide el pan de cada día (también el pan eucarístico), y se implora el perdón de los pecados. Consta de una invocación y siete peticiones.
    • El gesto de la paz (P): los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la humanidad, expresándose mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
    • El gesto de la fracción del pan (P): realizado por Cristo en la última Cena, significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17).
    • Inmixión o mezcla (P): el sacerdote deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz como signo de comunión entre las diversas comunidades cristianas.
    • Cordero de Dios (P): el sacerdote y la asamblea cantan el "Cordero de Dios".
    • Preparación (R) privada del sacerdote, tras la cual, muestra el pan eucarístico.
    • Comulgar (R/P): al recibir el Cuerpo de Cristo, participamos en el sacrificio que celebramos.
    • Durante la comunión, se canta el canto de comunión (P), que expresa la unión espiritual  y la alegría del corazón de los que avanzan para recibir el Cuerpo de Cristo.
    • Terminada la comunión, con recogimiento y en silencio, el sacerdote y los fieles pueden orar un rato.
    • Oración después de la comunión (P): el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación “Amén.”
4. Rito de conclusión (P)
Salimos renovados, perdonados, bendecidos y dispuestos a la misión.

Consta de saludo y bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, alabando y bendiciendo al Señor.

¿Cuáles son las dones y frutos que obtengo de la misa?

Soy plenamente consciente de que en la misa sucede un milagro: Dios se hace presente y se queda con nosotros. Por ello, debo:
  • mantener una actitud de respeto y silencio durante la celebración
  • poner atención durante las lecturas y la homilía
  • expresar devoción y adoración durante la consagración
  • tener disposición a cumplir la voluntad de Dios durante el ofertorio y la comunión
Entonces y sólo entonces, recibo las gracias y los dones que el Señor me ofrece y obtengo los frutos que su Espíritu me suscita:
  • Mi corazón se enardece al escuchar y entender la palabra de Dios 
  • Mi fe crece y reconozco al Señor al partir el pan
  • Mi alma se llena de alegría y de paz interior
  • Mi voluntad se compromete a cumplir la misión que Cristo me encomienda
JHR

miércoles, 31 de agosto de 2022

¿QUÉ OCURRE EN MISA?

Matrimonios.
"Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el final de los tiempos"
(Mt 28,20)

A menudo nos quejamos de que nuestras iglesias se vacían de personas, de que cada vez "va" menos gente a misa, de que las parroquias se vacían, pero nunca nos preguntamos el por qué o qué hacer para revertir la situación, más bien la criticamos o miramos hacia otro lado. 

Y yo creo que es porque nunca nos hemos planteado o comprendido lo que realmente ocurre en misa...y por eso, "dimitimos", tanto si dejamos de ir como si "vamos"...

San Juan Pablo II nos explica paso a paso qué ocurre en misa:

Agradecer
"En cada Santa Misa recordamos y revivimos 
el primer sentimiento expresado por Jesús 
en el momento de partir el pan, el de dar gracias" 
(Carta del papa a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, n. 2)

Jesús nos enseña lo principal de la misa: dar gracias a Dios. No porque Él lo necesite sino porque nosotros le necesitamos a Él. Ser agradecidos implica confesarnos débiles y frágiles, reconocer nuestra dependencia de un Dios Padre Todopoderoso. Supone sabernos infinitamente amados por un Dios Padre que nos mira con ojos comprensivos y corazón misericordioso.

Sin embargo, con frecuencia, cuando "vamos" a misa, estamos más preparados para criticar que para agradecer, más dispuestos a mostrar rencor que a amar, más pendientes de "ir" que de "vivir" la Eucaristía. Estamos más atentos a "lo físico" que a lo "místico".

¡Cuántas veces voy a misa con un corazón resentido en lugar de agradecido! ¡Cuántas veces voy deprisa y corriendo, en el último minuto! ¡Cuántas veces voy sin estar preparado para comprender lo que allí ocurre!  ¡Cuántas veces voy para que ser visto y no para agradecer!

Actualizar

"La Eucaristía es el 'memorial', pero lo es de un modo único:
no sólo es un recuerdo, sino que actualiza sacramentalmente
la muerte y resurrección del Señor.
Jesús ha dicho: 'Haced esto en memoria mía'.
La Eucaristía no recuerda un simple hecho; ¡recuerda a Él!"
(Carta del papa a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, n. 5)

La Eucaristía es recordar, rememorar...nuestra fe en Cristo resucitado, pero no sólo eso: es compartir y renovar nuestra esperanza, actualizar a Cristo diariamente en nuestra vida. ¡No está muerto! ¡Ha resucitado! ¡Es real!... y nos llama a "vivir eucarísticamente", en comunión con Él y con toda su cuerpo místico.

¡Cuántas veces dudo y asisto sólo por tradición! ¡Cuántas veces "voy" por costumbre! ¡Cuántas veces pierdo mi memoria y dejo volar mi imaginación!

Presenciar

"La representación sacramental en la Santa Misa 
del sacrificio de Cristo, 
implica una presencia 'real': 
Por la consagración del pan y del vino 
se realiza la conversión de toda la sustancia del pan 
en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, 
y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre [Concilio de Trento]. 
 Verdaderamente la Eucaristía es 'mysterium fidei'
misterio que supera nuestro pensamiento 
y puede ser acogido sólo en la fe" 
(Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia, 2003, n. 15)

Además, digamos que, en realidad, solemos partir de un concepto erróneo, porque nuestras iglesias nunca están vacías, aunque no haya gente; nunca están desiertas, aunque sólo esté "físicamente" el sacerdote: Cristo se hace presente en cada Eucaristía, se "actualiza" en cada Liturgia. Es misterio de fe. Es Palabra del Señor (Mt 28,20).

Pero es que además... el cielo al completo se reúne en torno a Él para dar gloria a Dios: los santos, los mártires, los ángeles, la Virgen María, los apóstoles, los profetas... Y me pregunto ¿no es motivo suficiente para acercarme a presenciar la Gran Liturgia que une cielo y tierra? ¿Cómo puedo pensar que estoy solo en misa? ¿Quién dice que no va nadie?

¡Cuántas veces pienso que no ocurre nada! ¡Cuantas veces dejo de presenciar, de ver y reconocer que Dios está siempre a mi lado!

Comprender

"Es significativo que los dos discípulos de Emaús,
oportunamente preparados por las palabras del Señor,
lo reconocieran mientras estaban a la mesa
en el gesto sencillo de la 'fracción del pan'.
Una vez que las mentes están iluminadas
y los corazones enfervorizados, los signos 'hablan'.
A través de los signos,
el misterio se abre de alguna manera
a los ojos del creyente"
(Carta Apostólica Mane nobisbum Domine para el Año de la Eucaristía, octubre 2004/2005, n. 15)

De la misma manera que Jesús resucitado se acerca a los discípulos de Emaús, cuando estos se volvían a su aldea tristes y decepcionados por su muerte, les explica Escrituras y arde su corazón, parte el pan y sus ojos se abren, ven y comprenden, nosotros tenemos que escuchar, ver y comprender a través de estos signos, que Cristo resucitado está realmente en la Eucaristía, que camina y se hace presente a nuestro lado.

Necesitamos tener una actitud agradecida y abierta a la gracia para dejarnos acompañar por el Señor. Necesitamos ponernos las "gafas de la fe", es decir, meditar y discernir los "signos que hablan", de la mano de María. Necesitamos abrir nuestra mente a la luz para que nuestro corazón arda de pasión. 

¡Cuántas veces no escucho ni veo ni comprendo! ¡Cuántas veces mi corazón es "piedra" en lugar de "fuego"! ¡Cuántas veces soy "duro de cerviz"!

Celebrar

"El aspecto más evidente de la Eucaristía es el de banquete
La Eucaristía nació la noche del Jueves Santo 
en el contexto de la cena pascual. 
Por tanto, conlleva en su estructura el sentido del convite: 
'Tomad, comed... Bebed de ella todos...". 
Este aspecto expresa muy bien la relación de comunión 
que Dios quiere establecer con nosotros" 
(Carta Apostólica Mane nobisbum Domine para el Año de la Eucaristía, octubre 2004/2005, n. 15)

El Banquete es el tiempo, el lugar donde toda la comunidad se reúne.  Tiempo festivo y alegre donde reímos y compartimos nuestra vida y nuestra fe. La Cena Pascual es, en definitiva, el paso de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad, del odio al amor.

¡Cuántas veces me convierto en un cristiano triste, apocado y con "cara de acelga"! ¡Cuántas veces parece que voy a un entierro en lugar de a un banquete! ¡Cuántas veces me niego a compartir mi vida y mi fe, mis alegrías y mis penas con mis hermanos! 
 

Comprometerse

Pero además, el Señor nos llama a todos a participar con Él. No dice: "Tú sí y tú no", sino "Todos", colectivamente, en comunión. Tampoco nos pregunta, sino que dice: "Tomad, comed y bebed" (Mt 26,26-27). Nos invita a participar, a comprometernos con Él. No podemos ignorar la llamada de Dios, no podemos excusarnos ante su invitación, no podemos "dimitir".

¡Cuántas veces me dejo llevar por la "dimisión" para no aceptar la "misión"! ¡Cuántas veces me refugio en mi comodidad en lugar de salir corriendo a anunciar que Jesucristo está vivo! ¡Cuántas veces temo participar y evito comprometerme! ¡Cuántas veces pienso: "conmigo no cuentes"! 

La Misa es mucho más que un evento al que asistimos los cristianos. Es mucho más que un acto social al que vamos o al que acudimos por costumbre o tradición. La Misa es un motivo de agradecimiento y recuerdo, de actualización y compromiso, de reconocimiento y apasionamiento, de celebración y comunión.

Cristo está presente en y con cada uno de nosotros, de muchas maneras: en cada sacramento eucarístico, en cada oración personal o comunitaria, en cada sonrisa o saludo, en cada palabra de nuestros hermanos. 

¡No podemos obviar lo que ocurre en misa! ¡No podemos pensar ni por un segundo que Cristo no es real o que es invisible! ¡No podemos dejar de reconocer, agradecer y celebrar su presencia en nuestras vidas! 

Eso es lo que ocurre en misa...¿te lo vas a perder?



JHR

viernes, 31 de agosto de 2018

SENTARSE EN PRIMERA FILA

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"Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, 
allí estoy yo en medio de ellos"
(Mateo 18, 20)

Cuando compramos entradas para un partido de fútbol, para el teatro o para un concierto, siempre intentamos conseguirlas en primera fila. Queremos que sean las mejores y de hecho, normalmente, son las más caras. 

Sin embargo, en la Iglesia, ocurre muchas veces todo lo contrario. Sorprende ver cómo en misa las tres primeras filas de bancos casi siempre están vacías. Frecuentemente, se observa que las personas se colocan lejos del altar y en un lugar alejado del resto de los asistentes. 
Resultado de imagen de persona en la iglesia
Da la impresión de que el pueblo de Dios está "desperdigado" y "repartido" por todos los rincones de la iglesia, de que no tenemos nada que ver los unos con los otros, de ser una reunión de "extraños". ¿Por qué nos asusta sentarnos "delante"? ¿Por qué nos sentamos separados unos de otros? ¿Nos da miedo el cura, el altar, la gente...o Dios?

Pudiera ser que tomáramos al pie de la letra la escena evangélica que narran el reproche de Jesús a los fariseos porque buscan los primeros puestos (Mateo 23, 6; Lucas 11, 43). Pero no creo que sea éste el caso, si nuestra intención no es la de "figurar".

Pudiera ser que pensáramos que los primeros bancos están reservados para alguien importante, para las personas mayores o para el coro. Pero no creo que sea éste el caso, si la iglesia no está llena a rebosar.

Pudiera ser que nos diera vergüenza ser vistos o escuchados por los demás cuando participamos, rezamos o cantamos en misa. Pero no creo que sea éste el caso, si nuestra atención está centrada en dar gloria y alabanza a Dios.


Pudiera ser que quisiéramos tener el menor contacto posible con el resto de los asistentes, no sentarnos a lado de otras personas para no tener que mirarlas, para no tener que saludarlas, para no tener que darles la paz. Pero no creo que sea éste el caso, si las miramos como parte de nuestra familia, a quienes queremos y apreciamos.


Pudiera ser que no deseáramos que nos pidieran salir a leer las lecturas, las preces o las moniciones. Pero no creo que éste sea el caso, si nuestra intención es participar activamente del banquete del Señor. 


Pudiera ser que nuestra intención fuera permanecer al final del templo para salir deprisa, una vez "cumplido" nuestro compromiso de asistir a misa. Pero no creo que sea éste el caso, si nuestro interés está centrado en ser parte de la comunidad parroquial y en compartir nuestra fe con otros.

Pudiera ser que pensáramos que la Eucarist
ía "no va con nosotros" sino que es todo labor del sacerdote. Qué nosotros, con ir...ya cumplimos. Pero no creo que sea éste el caso, si somos conscientes de que Cristo sí "va con nosotros"

Pudiera ser el caso... q
ue no llegáramos a comprender la verdadera importancia de la Eucaristía
  • donde se centra nuestra vida cristiana.
  • donde el mismo sacrificio de Jesús se hace presente.
  • donde Dios mismo se hace presente 
  • donde vamos a encontramos con Él. 
  • donde escuchamos su Palabra y lo que nos dice personalmente a cada uno.
  • donde le damos gracias y le pedimos su misericordia.
  • donde ofrecemos nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde como sacrificio.
  • donde le cantamos y le damos alabanza.
  • donde le pedimos por nuestras necesidades y las de otros.
  • donde le pedimos la paz y la compartimos con nuestros hermanos.
  • donde somos una comunidad fraterna, una familia que se congrega en torno al altar para saludarnos, para hablarnos, para amarnos unos a otros. 
  • donde participamos activamente del banquete que Dios prepara para nosotros. 

Nos lamentamos de ver iglesias cerradas o vacías y sin embargo, no somos capaces de ver a Cristo presente, de hablar con Él, de interactuar con otros en misa, de "compartirnos", de "darnos" a nuestros hermanos.

¿No sería maravillosa si nuestra actitud en misa fuera siempre de "donación", de entrega", de "agradecimiento", de "acogida" a Dios y a nuestros hermanos en la fe?

¿No sería beneficioso para nosotros tratar siempre de elegir los lugares más cercanos al altar para poder ver y escuchar mejor, para estar más cerca del Señor, para concentrarnos mejor en el misterio que allí sucede?

¿No sería generoso por nuestra parte si nos sentáramos al lado de quienes están solos, para saludarles, para acompañarles, para hacerles sentir nuestro aprecio y su pertenencia a nuestra propia familia?

¿No sería alegre y gozoso poder compartir nuestra fe, esperanza y caridad con nuestros hermanos?