¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 22 de febrero de 2024

SENTARSE DETRÁS EN MISA




Muchos católicos cumplen al pie de la letra las palabras de Jesús en Mateo 20,16: "los últimos serán los primeros". En efecto, algunos llegan a misa los últimos y se van los primeros. Toda una declaración de intenciones...

Y me pregunto: ¿Soy de los que se sienta en los bancos del final en misa? 
Y si fuera un concierto o un partido de fútbol...¿También me pondría en las últimas filas? ¿Llegaría tarde y me iría en cuanto pudiera? ¿Participaría o me resultaría indiferente?

¿Soy consciente de lo que sucede en misa? ¿Voy a participar en ella o estoy de paso? ¿Me involucro en lo que allí ocurre o simplemente, "estoy" allí? 

¿Evito proclamar las lecturas con la excusa de que no tengo gafas? ¿Eludo pasar la colecta o cantar porque me avergüenza? ¿Doy la paz "a la japonesa"? ¿Soy un "católico dominguero"?

Si hubiera estado invitado a la Última Cena...¿me pondría cerca o lejos para escuchar a Jesús? ¿Y en la Cruz? ¿estaría al pie de ella o miraría desde una distancia prudencial?
La Eucaristía es el centro neurálgico de la vida cristiana y como tal, merece la pena esforzarse para participar mejor de este sacramento que la Iglesia recibió de Cristo como el don por excelencia, porque es Dios mismo que se ofrece a todos los hombres para nuestra salvación. Hacerlo desde una distancia prudencial no es propio ni de recibo.

Sí, en misa nos jugamos mucho. No es simplemente ir a un lugar por compromiso, costumbre o tradición, ni tampoco es una actividad dominical más. A misa no se va a ser un simple espectador sino a celebrar y ser partícipe de la obra salvífica de nuestro Señor.

Por eso, es importante preguntarme cómo puedo participar mejor de la Eucaristía. Tres simples sugerencias: preparación, disposición, compromiso.

Preparación
En primer lugar,  necesito una adecuada preparación. Y es que ocurre con frecuencia que acudo a la iglesia sin pensar mucho...o quizás pensando mucho (en el "después"), y sucede que la Eucaristía empieza y termina sin apenas darme cuenta porque "estoy a otra cosa". ¡Cuántas veces soy incapaz de recordar qué Evangelio se ha leído o qué ha dicho el sacerdote en la homilía! ¡Cuántas veces tengo la mente ocupada con otras cosas!

Prepararme es profundizar en mi comprensión sobre la Eucaristía. Si comprendo bien lo que allí ocurre, me dispondré de antemano. Y, viceversa, si me preparo bien, comprenderé mejor.

Y para ello, en primer lugar, lo más conveniente es acudir al Catecismo de la Iglesia Católica, ese gran olvidado para muchos creyentes en edad adulta. En  los números 1322 a 1419 explica lo que significa este sacramento, su estructura, su celebración y la forma de actuar en cada parte de la Liturgia. Es importante conocer de antemano lo que luego voy a vivir.

En segundo lugar, tampoco está de más echar un vistazo a encíclicas sobre la Eucaristía como Sacramentum Caritatis (Sacramento de la Caridad), Ecclesia de Eucharistia (La Iglesia vive de la Eucaristía) de Benedicto XVI o Dies Domini (El día del Señor), de Juan Pablo II. Meditar estos textos pontificios me prepararán para participar más y mejor en la Eucaristía.

En tercer lugar, algo más sencillo: meditar, reflexionar y rezar de antemano las lecturas que la Iglesia me propone para cada día en la Liturgia de la Palabra. Si lo hago, estaré más atento a las lecturas y sacaré más fruto al escuchar de nuevo la Palabra de Dios.

Disposición
La misa es una cita con Dios. Voy "de boda". Voy de celebración. No puedo acudir de cualquier forma. Entro en "suelo sagrado". Es importante que me descalze de mis prejuicios y disponga mi corazón para ponerme en presencia de Dios con una actitud dócil y humilde.

Y nadie va a una boda sucio o sin vestirse adecuadamente para la ocasión. Hablando de vestirse, el mejor "hábito" es llegar con un corazón reconciliado con el Señor mediante una buena confesión.

Tampoco se llega tarde a una celebración. Llegar con el tiempo justo (o empezada la misa) no es la mejor manera de prepararme o de disponerme. Es necesario llegar con tiempo, sosegado y tranquilo, sin prisas, sin aceleramientos, sin ruidos. Si entro con "la lengua fuera" y trayendo conmigo mucho "ruido", no seré capaz de "estar" atento ni de "comportarme" correctamente. 

Una vez en la iglesia, es necesario tener una actitud de respeto, de reverencia, de recogimiento, de silencio interior. Estoy delante del Señor aunque mis ojos no puedan verle..¡Cuántas veces olvido Quién está presente!

Quizás haya algunos hábitos que con el tiempo he adquirido y que es bueno revisar. Para empezar, no es lo mejor llegar apurado a la celebración, distraído y con muchas cosas en la cabeza. Procurar llegar a tiempo, tener un ánimo sosegado y tranquilo, apagar el teléfono móvil, me predispone para adoptar una actitud de escucha y acogida del misterio del cual voy a participar. 

Desde otra perspectiva, es también importante la atención al modo como me visto. No se trata de buscar aparentar, pero sí recordar la solemnidad del momento y que mi exterior acompañe a mi interior. Nadie va a una boda en pantalón corto o con camiseta.

Compromiso 
La idea es que mi cuerpo, mi mente y mi espíritu, es decir, todo mi ser, esté en la “frecuencia” correcta para lograr esa sintonía. Todo mi ser acompaña, se compromete y vive la celebración eucarística: mis gestos, mis palabras, la entonación de mi voz, mi postura corporal, mis sentimientos, mis pensamientos, en fin, todo mi "yo" debe estar dispuesto para el encuentro con el Señor que está vivo en la Eucaristía, hablándome desde el ambón y haciéndose presente como ofrenda al Padre en el altar para mi salvación y reconciliación.

Además de todo lo dicho, no debo pasar por alto que la Eucaristía es acción de gracias a Dios. La palabra Eucaristía significa precisamente eso: Acción de gracias. 

No olvido, por tanto, darle gracias a mi Padre por tantos dones: por darme a su propio Hijo, por darme al Espíritu Santo, por dejarme a María como Madre y modelo de vida cristiana, por la Iglesia, por mi familia, por mis amigos, por los dones personales que he recibido...en fin, por tantas cosas buenas. 

Como recuerda el apóstol Santiago: "Todo bien y todo don perfecto viene de arriba, del Padre del Cielo" (Stg 1,17).

Si me siento detrás...me pierdo mucho...

martes, 27 de junio de 2023

QUÉ Y CÓMO "CELEBRO" EN MISA

"El cáliz de la bendición que bendecimos, 
¿no es comunión de la sangre de Cristo? 
Y el pan que partimos, 
¿no es comunión del cuerpo de Cristo? 
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, 
formamos un solo cuerpo, 
pues todos comemos del mismo pan"
(1 Cor 10,16-17)

Hoy quisiera meditar sobre un tema que parece muy obvio pero que, sin embargo, está repleto de malinterpretaciones, de equivocaciones o incluso de desconocimientos en cuanto al "qué" y al "cómo" un cristiano debe comportarse en misa. Hablamos de la liturgia.

¿Qué es la misa?

La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía, acción de gracias), llamada también santo sacrificio, cena del Señor, fracción del pan, misa, comunión, santísimo sacramento, santos misterios o santa cena es un sacramento de la Iglesia instituido por Cristo en la Última Cena.

La liturgia es el modo en el que toda la Iglesia (cabeza y cuerpo místico) entramos en contacto y comunicación con Dios, le rendimos culto y le damos gracias, nos santificamos, nos purificamos y nos perfeccionamos

Pero el sacramento de la Eucaristía no es sólo una tradición o costumbre para hacer pública nuestra fe, ni tampoco un mero acontecimiento social donde nos reunimos. Es el lugar de encuentro entre Dios y los hombres. 

Por eso, los católicos más que "ir" a misa o "estar" en misa, "celebramos", "vivimos" y experimentamos de una forma especial nuestra comunión con Dios.

Siempre me ayuda mucho a ser plenamente consciente de lo que ocurre en misa cuando distingo entre lo que veo y lo que realmente sucede: la misa es "espacio sagradodonde se unen el cielo y la tierra, donde entro en la vida íntima de Dios, y por tanto, tengo la obligación de saber cómo comportarme ante Su presencia omnipotente.

¿Qué y cómo celebro en misa?

La liturgia se celebra a través de gestos, palabras, ritos y acciones con los que Dios nos hace partícipes de Su gracia: signos y símbolos que se refieren a la creación -luz, agua, fuego-, a la vida humana -lavar, ungir, partir el pan- y a la historia de la salvación -los ritos de la Pascua-, que se hacen portadores de la acción salvífica y santificadora de Cristo (CIC 1189).

Es a través de estos gestos y símbolos, signos y ritos que Dios se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo a través del Espíritu Santo (CIC 1145). 

Sin embargo, ¡cuántas veces se me olvida que en misa está presente Dios y todo el cielo reunido en torno a Él, aunque mis ojos no puedan verlo! ¡cuántas veces caigo en la rutina y "me abstraigo" de lo que estoy haciendo, y de lo que significa! ¡cuántas veces "salgo de misa" igual que entro!

Ocurre también que, a veces, en misa me fijo más en lo "externo" y me olvido de lo "interno", me fijo en los gestos de otros pero "no estoy a lo que estoy", me quedo en los ritos pero no los interiorizo, veo los signos pero quizás no los comprendo.

Por eso, debo estar muy atento y tener muy presente el qué y el cómo celebro cada momento de la Liturgia y para ello, es necesario que sepa cuáles son sus símbolos y cómo se estructura.
¿Cuáles son los símbolos ornamentales en el altar?
Para comprender plenamente el significado de la Eucaristía, primero necesito saber qué significan los símbolos y objetos ornamentales que hay en el altar durante la misa:
  • Velas/Cirios: preferiblemente de cera blanca y de abeja (luminaria cerea). Simbolizan la carne pura de Cristo recibida de su Madre Virgen, la mecha significa el alma de Cristo y la llama representa su divinidad. Se encienden antes de la celebración y se apagan después de ésta. La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, deben colocarse en todas las celebraciones por lo menos dos (ferias o memorias), cuatro (fiestas), seis (domingos y solemnidades) o incluso siete (misa pontifical - nº 7= perfección, y plenitud del sacerdocio episcopal-). Simbolizan también la fe, la esperanza y la caridad que iluminan a la vez que se consumen. 
  • Crucifijo: situado en el centro del altar, simboliza el sacrificio redentor de Cristo.
  • Misal Romano: guía de la celebración que contiene los textos litúrgicos y las oraciones que proclama el sacerdote. Se coloca sobre un atril
  • Vasos sagrados:
    • Cáliz: vaso donde se vierte el vino, que representa a Jesús y unas gotas de agua que nos representan a nosotros. Símbolo de la paz entre los pueblos.
    • Píxide/Copón: recipiente con tapa que contiene las sagradas formas.
    • Patena: platillo de metal donde se coloca la sagrada hostia (forma grande)
  • Purificador: lienzo utilizado por el sacerdote para enjugar y purificar el cáliz, la patena y el copón, así como sus dedos después de la comunión.
  • Corporal: lienzo que se extiende sobre el altar, donde se coloca la patena, el copón y el cáliz durante la misa. Simboliza la pureza.
  • Palia: lienzo cuadrado reforzado de cartón o almidón con el que se cubre el cáliz
  • Vinajeras: dos jarras o recipientes con tapa que contienen el vino y el agua para la consagración
  • Lavabo: jarra que contiene el agua para purificar las manos del sacerdote. Tomado del Salmo 26,6: "Lavo en la inocencia mis manos".
  • Manutergio: lienzo o toalla con las que el sacerdote se seca las manos, una vez purificadas
  • Turibulo/IncensarioBrasero pequeño con cadenillas y tapa con incienso que porta el acólito o monaguillo (turiferario o navetero) y con el que el sacerdote inciensa los dones con tres movimientos dobles, antes de incensar la cruz y el altar (sólo en determinadas celebraciones litúrgicas).
¿Cuáles son las partes de la misa?

Para una mayor comprensión de la misa, fundamentalmente, necesito saber en qué consiste. 

Según el Misal Romano, la misa consta de 4 partes fundamentales: ritos iniciales, liturgia de la Palabra, liturgia Eucarística y rito de conclusión. 

Las letras indican la posición que debo tener en misa (P: de pie, disponible a la llamada de Dios; S: sentado, atento a lo que el Señor me dice R: arrodillado, en actitud de respeto y adoración).

1. Ritos iniciales
Nos preparamos para comenzar la celebración.
  • Entrada (P): El canto de entrada fomenta la unión de los reunidos y nos eleva a la contemplación del misterio litúrgico. La entrada del sacerdote da comienzo a la misa.
  • Saludo inicial (P): El sacerdote hace la venia al altar y lo besa. Desde la sede, hace la señal de la cruz  y saluda a la asamblea. 
  • Acto penitencial (P): El sacerdote y la asamblea piden humildemente perdón al Señor por sus faltas.
  • Señor, ten piedad (P): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos ("Kyrie eleison"). Con esta súplica, le pedimos a Dios su misericordia.
  • Gloria (P): Himno preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos con el que alabamos y glorificamos a Dios, reconocemos su santidad y nuestra necesidad de Él.
  • Oración colecta (P): El sacerdote eleva a Dios todas las intenciones de la comunidad y la asamblea, que la hace suya diciendo: "Amen".
2. Liturgia de la Palabra
Escuchamos a Dios y respondemos cantando, meditando y rezando.
  • 1ª Lectura (S): Tomada del Antiguo Testamento: Dios nos habla a través del pueblo de Israel y de sus profetas. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "primera lectura".
  • Salmo Responsorial (S): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado. El salmista proclama las estrofas del salmo, mientras toda asamblea escucha y responde. No se lee lo escrito en rojo ni se dice: "salmo responsorial"
  • 2ª Lectura (S): Tomada del Nuevo Testamento: Dios nos habla a través de los apóstoles. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "segunda lectura". Tras la lectura se canta (preferiblemente) el Aleluya, en recuerdo de la Resurrección. 
  • Evangelio (P): Tomado de los cuatro Evangelios y lo proclama el sacerdote o el diácono: Dios nos habla a través de Jesús. Al finalizar, la asamblea aclama: "Gloria a ti, Señor Jesús". 
  • Homilía (S): Explicación que realiza el sacerdote de las Lecturas o del Propio texto de la Misa del día. 
  • Profesión de fe (P): Con el Credo, toda la asamblea profesamos nuestra fe.
  • Oración de los fieles (P): Con las "preces", el Pueblo intercede por todos los hombres con una invocación común (te rogamos, óyenos), pronunciada tras cada intención.
3. Liturgia Eucarística 
Actualizamos la muerte y resurrección de Jesús.
  • Preparación de los dones/ofrendas (S): Se presenta el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo (el agua que se vierte en el cáliz nos representa a todos nosotros). Realizamos el canto del ofertorio y la colecta en favor de toda la Iglesia. Oramos sobre las ofrendas.
  • Plegaria eucarística (P): Este el centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración que consta de:
    • Prefacio (P): Oración de acción de gracias.
    • Santo (P): Aclamación cantada preferiblemente o al menos, recitada, con la que toda la asamblea alaba a Dios, al tres veces santo.
    • Epíclesis (R): El sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que los transforme en el cuerpo y la sangre de Jesús.
    • Consagración (R): Con las palabras y gestos de Cristo, el sacerdote "hace memoria" de la última cena. Es el momento más solemne de la Misa; en él ocurre el misterio de la transubstanciación o transformación real del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo: Dios se hace presente y nos acerca a Él. 
    • Anámnesis (R): Aclamación con la que la Iglesia realiza el memorial del mismo Cristo, recordando su pasión, resurrección y ascensión al cielo.
    • Oblación/Intercesión (P): Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena. Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos nosotros.
    • Doxología final (P): El sacerdote ofrece a Dios el cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo. La asamblea responde: "Amén".
  • Comunión: la celebración eucarística es un convite pascual en el que recibimos el Cuerpo y la Sangre como alimento espiritual. Significa "común unión". Recibimos y abrazamos a Jesús y nos unimos a toda la Iglesia en alegría y amor.
    • Padrenuestro (P) se pide el pan de cada día (también el pan eucarístico), y se implora el perdón de los pecados. Consta de una invocación y siete peticiones.
    • El gesto de la paz (P): los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la humanidad, expresándose mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
    • El gesto de la fracción del pan (P): realizado por Cristo en la última Cena, significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17).
    • Inmixión o mezcla (P): el sacerdote deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz como signo de comunión entre las diversas comunidades cristianas.
    • Cordero de Dios (P): el sacerdote y la asamblea cantan el "Cordero de Dios".
    • Preparación (R) privada del sacerdote, tras la cual, muestra el pan eucarístico.
    • Comulgar (R/P): al recibir el Cuerpo de Cristo, participamos en el sacrificio que celebramos.
    • Durante la comunión, se canta el canto de comunión (P), que expresa la unión espiritual  y la alegría del corazón de los que avanzan para recibir el Cuerpo de Cristo.
    • Terminada la comunión, con recogimiento y en silencio, el sacerdote y los fieles pueden orar un rato.
    • Oración después de la comunión (P): el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación “Amén.”
4. Rito de conclusión (P)
Salimos renovados, perdonados, bendecidos y dispuestos a la misión.

Consta de saludo y bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, alabando y bendiciendo al Señor.

¿Cuáles son las dones y frutos que obtengo de la misa?

Soy plenamente consciente de que en la misa sucede un milagro: Dios se hace presente y se queda con nosotros. Por ello, debo:
  • mantener una actitud de respeto y silencio durante la celebración
  • poner atención durante las lecturas y la homilía
  • expresar devoción y adoración durante la consagración
  • tener disposición a cumplir la voluntad de Dios durante el ofertorio y la comunión
Entonces y sólo entonces, recibo las gracias y los dones que el Señor me ofrece y obtengo los frutos que su Espíritu me suscita:
  • Mi corazón se enardece al escuchar y entender la palabra de Dios 
  • Mi fe crece y reconozco al Señor al partir el pan
  • Mi alma se llena de alegría y de paz interior
  • Mi voluntad se compromete a cumplir la misión que Cristo me encomienda
JHR

sábado, 20 de enero de 2018

¿POR QUÉ VOY A LA IGLESIA?

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La Iglesia es maravillosa. La iglesia es un regalo. La iglesia es acogida.

Como dice el Salmo 95, las canciones que cantamos, las Escrituras que leemos, las homilías que escuchamos y las oraciones en las que participamos están diseñadas por Dios para participar de Su presencia.

A pesar de todo esto, hay algunos días que no voy a misa con una buena actitud. Si bien, hay muchos días que voy entusiasmado, hay esos "otros" días en los que no me apetece ir, o voy "refunfuñando".

Eso me ocurrió ayer. Estaba perezoso, cansado, no tenía ganas...pero fui. La verdad, fui por insistencia de mi mujer. Y ¡qué Diosidad!: La homilía (de tan sólo dos minutos) estaba inspirada y preparada para mí. 

El comentario era sobre el Evangelio de San Marcos 3, 13-19 donde relata cómo Jesús escoge a los Doce Apóstoles. Jesús está en medio de mucha gente a la que acoge, habla y cura. Entre toda ella, elige a los Doce Apóstoles, primero, para estar con Él y después la misión que le va a encomendar. Pero, sobre todo, para estar con Él, para "ser con Cristo".

De la misma forma, ayer, Jesús  me llamó para estar con Él y después, para que haga el resto de mis cosas. Porque si primero me "enredo" en lo que tengo que hacer, en mis obligaciones...las ganas de ir a misa, de estar con Él, desaparecen en segundos. 

Ayer, Dios, a través del párroco,  me dijo: "busca primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se te dará por añadidura" (Mateo 6, 33). Y de verdad, que recibí la confianza, la paz y la fuerza espiritual para afrontar "todo lo demás".
¡Lo sé! No tengo que ir a misa porque se supone que deba hacerlo, o por "cumplir" o porque mi mujer me lo diga (sé que a ninguno de vosotros os pasa, ¿verdad?), sino porque si voy, algo sobrenatural sucede: Dios mismo interpela mi corazón voluble.

Y es que Dios quiere que vaya a verle porque me conoce desde toda la eternidad, conoce hasta "los cabellos de mi cabeza" (Mateo 10, 30), conoce mis debilidades, conoce mi corazón humano que fácilmente se distrae, se desalienta y se excusa. 

Él conoce lo rápido que olvido la necesidad que tengo de Él, lo poco que tardo en auto-justificarme y auto-engañarme, lo deprisa que le soy infiel y lo pronto que le doy la espalda.

Ayudado por Su Gracia, me llama a Su presencia para acrecentar mi fe, para volver a estar nuevamente entusiasmado y feliz con Él, para disfrutar de su amor misericordioso que tanto necesito y para decirme una vez más: ¿Te he dicho alguna vez que te quiero?

jueves, 22 de septiembre de 2016

EXCUSAS PARA NO IR A MISA



Ir a misa es disfrutar de una celebración sin igual en nuestras vidas. Es encontrarnos con Dios para seguir participando de su sacrificio y agradecer el don infinito de la salvación que nos ha dado. Ir a misa es un adelanto de la gloria que viviremos con nuestro Padre en la vida eterna.

Sin embargo, cuántas veces nos hemos auto-convencido de no ir a misa bajo la tentación de alguna excusa: ¿Para qué ir si no entiendo nada? ¿Dónde dice que es obligatorio?, estoy cansado, es aburrido, vaya rollo…

He aquí las principales excusas:

La Iglesia está llena de hipócritas 

Todos somos pecadores, pero no debemos juzgar al prójimo.  Juzgar no ayuda a nadie, ni a ti ni a mi, ni a nadie y tampoco cambia la situación. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". 

Precisamente porque somos todos pecadores, vamos a misa a buscar la misericordia de Dios. Por eso, es normal encontrar ahí a tantos hipócritas y pecadores, mentirosos y avaros, vanidosos y lujuriosos, etc. 

Ahora bien, si tu no eres nada de eso, sino que eres perfecto, no hace falta que vayas. El Papa Francisco dijo en una audiencia: "Si uno no se siente necesitado de la misericordia de Dios, si uno no se siente pecador, ¡es mejor que no vaya a Misa! Vamos a Misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús y participar en su redención y en su perdón"

No necesito la Iglesia para estar con Dios

Si un amigo te dijera que no necesita ir a verte a tu casa, ni hacer gestos concretos y explícitos para demostrarte su cariño porque le basta con recordarte, ¿no dudarías de que su amistad? 

Si un amigo no fuera a un funeral de un ser querido con la excusa de que le recuerda en su mente y en su corazón, ¿no dudarías de su cariño?

El movimiento natural del amor surge en el interior, se desborda y se manifiesta en el exterior.  Por eso, la misa es un recuerdo, un memorial al que asistimos los amigos de Jesús, porque no podemos (ni queremos) olvidar lo que hizo por nosotros. Lo hacemos presente, no como algo del pasado.

La misa es muy aburrida

Lo mismo le ocurría a mi hijo pequeño: se aburría con el fútbol hasta que vino un día al Bernabeu y le expliqué de qué iba todo ese lío, le expliqué las reglas, conoció de cerca a los jugadores, las tácticas, las distintas competiciones, etc.

No fue fácil. El proceso de incorporación a veces necesita tiempo, pero al final hace su trabajo. Hoy es un fanático empedernido (más que yo) del Real Madrid. 

Salvando todas las distancias, en el caso de la misa, uno se aburre por desconocimiento y falta de ganas de integración y entonces, es incapaz de disfrutar de las grandezas de la misa. Es necesario entrenarse: conocer mejor las reglas, los signos, la teología, y empezar a encontrarle el gusto. Cuesta. Es verdad, pero vale la pena. El tiempo se encargara de hacer su trabajo. 

Iré cuando lo sienta, nunca obligado

¿Acaso dices que solo tienes hambre de vez en cuando y que solo comerás cuando lo necesites, cuando lo creas conveniente? No, ¿verdad?. El cuerpo nos obliga a alimentarlo. Es cuestión de vida o muerte. Es inevitable. 

Lo mismo te pasaría si descubrieses esa hambre espiritual que clama desde lo hondo del corazón con intensidad. Es imposible no desear alimentar el espíritu. Es cuestión de vida o muerte:  "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida" (Jn 6, 53-55)".

No me gusta ir a misa

Utilizar el criterio de los sentimientos para decidir qué hacer o no hacer en la vida es una actitud infantil y poco madura. 

Si sólo hiciéramos lo que nos apetece, muchas actividades importantes de nuestra vida quedarían sin efecto. Si nos rigiésemos por esta ley caprichosa acabaríamos enfermos (no quiero esa medicina), siendo despedidos del trabajo (no quiero ir a trabajar) o no desarrollaríamos muchos de nuestros talentos (no quiero ir al colegio). 

La madurez nos descubre que los sacrificios son parte fundamental de la vida, son experiencias que nos permiten crecer y desplegar con plenitud nuestra existencia. 

Con un poco de esfuerzo y perseverancia muchas de las actividades que al inicio nos cuestan (y por ende no nos gustan), con el tiempo comienzan a adquirir el sabor de la familiaridad, de la sana rutina del buen hábito, del sacrificio que libera, del rito capaz de darle un profundo sentido a la vida; y así poco a poco se nos desvela la belleza y el gran valor que se nos ocultaban a primera vista. 

En el caso de la Eucaristía es tremendo poder descubrir la presencia real de Dios y la posibilidad de compartir con Él una hora junto a Él.

La misa es para los viejos

No es cierto. Depende del lugar. Aunque sí es cierto que en muchos lugares de Europa es así. Ahora bien, los ancianos nos dan una cátedra de vida en ese sentido: por la sabiduría adquirida a través de los años y por el aproximarse inminente de la inexorable muerte, logran vislumbrar con más claridad lo esencial de la vida que es invisible a los ojos, y se arriesgan, como pocos jóvenes lo harían, a dar ese salto de fe y a vivir contra-corriente, y llevar con coherencia su fe. 

Muchos vuelven a ir a misa y a rezar habitualmente porque saben que allí encuentran "ese fármaco de inmortalidad, ese antídoto para no morir, ese remedio para vivir en Jesucristo para siempre" (San Ignacio de Antioquía). 

Qué importa el qué dirán y las falsas apariencias de este mundo que pasa. Deberíamos aprender del testimonio y experiencia de nuestros mayores (como nos aconseja el Papa Francisco). 

¿Cómo evitar llegar a esa situación donde los jóvenes dejan de practicar la fe? Si tú eres uno de esos viejos sabios, sigue dando tu testimonio con valentía y trata de llevar a misa a tus nietos mientras se dejan llevar. Si tú eres uno de esos jóvenes inmortales que creen que la vida no acaba y la muerte no llega, y que ha puesto su fe en sí mismo, medita más sobre estos misterios y pregúntate ¿hacia dónde vamos? ¿qué hacemos aquí? ¿qué hay después de esta vida? ¿por qué tantas personas mayores van a misa? ¿qué ven ellos que no veo yo? Tal vez así podrás adquirir esa sabiduría profunda que falta en nuestros días y volverás a ir a misa.

Voy siempre a misa pero no veo ningún cambio en mi.

La comunión es el gran acto de fe. No todo lo que recibimos podemos medirlo, cuantificarlo con criterios perfeccionistas, efectivistas y pragmáticos. 

Hay un misterio que late allí que va mucho más allá de nosotros, mucho más allá de nuestro campo de comprensión, un cambio real que sucede siempre: el Cuerpo de Cristo crece, aumenta, se eleva, porque el Señor se hace presente en nuestro corazón. 

Por eso hay que creerle a Jesús cuando recibimos los sacramentos: "El que los recibe más frecuentemente, recibe más frecuentemente al mismo Salvador, porque el mismo Jesús así lo dice: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Timoteo de Alejandría). 

Si le creemos, necesariamente nuestra vida cambiará, es la lógica de la gravedad y de la inercia: si el centro es Cristo, las órbitas de nuestra vida cambian y eso se nota. 

No entiendo la dinámica de arrodillarse y levantarse todo el tiempo.

Somos seres espirituales y materiales. Por eso, no podemos vivir sin mediaciones, sin contacto, sin símbolos. La palabra símbolo viene del griego sym (con, juntos) y ballein (verbo que significa arrojar, poner), el resultado es elocuente, se trata de poner juntas dos cosas, que separadas no poseen un significado completo, con el fin de que adquieran la plenitud de este

Cada vez que nos arrodillamos, santiguamos, ponemos de pie, estamos realizando una serie de signos litúrgicos llamados a expresar simbólicamente una serie de realidades. 

En el caso de la misa lo más extraordinario es que muchos de los símbolos se vuelven no solo portadores de un mensaje o representación de un concepto, sino que realizan efectivamente aquello que significan. Por ejemplo, cuando el cura  alza la hostia y dice las palabras de la consagración esta “poniendo juntos”, la realidad material de un trozo de pan y una serie de oraciones formales; ambas cosas por separadas no pueden decirnos mucho, pero juntas, se convierten en el Cuerpo de Cristo. Nosotros por nuestra parte nos arrodillamos. Ese gesto que otras ocasiones podría no significar nada (me arrodillo para buscar un objeto que se cayó), en este momento al hacerlo delante de la hostia, que es el Cuerpo de Cristo, se convierte en un signo, un símbolo de verdadera adoración.

En mi parroquia no hay una misa sobria con recogimiento

Primero hable con su Párroco y vea cuál es el problema de fondo. Tal vez se lleve una sorpresa. Tenga presente que Dios ha suscitado toda clase de espiritualidades. 

La Iglesia sobreabunda de carismas con diversos matices y colores. No es que unos sean mejores que otros, simplemente somos distintos. Dios lo sabe y por eso nos regala tantos dones. Por eso, así como a ti no te ayudan los cantos en otro idioma y la música con guitarra, hay quienes, paradójicamente, no se recogen con el rito tridentino y con los cantos gregorianos. 

No juzgues, respeta y valora la pluralidad que es el signo de la grandeza de Dios, único capaz de sostener en unidad los polos opuestos. En todo caso, siempre puedes buscar otra Iglesia cercana que responda mejor a tu sensibilidad espiritual. 

Recuerda: sólo corrige allí donde no se cumplan las normas litúrgicas correspondientes o se practiquen abusos. Del resto, maravíllate y da gracias a Dios.

No soporto el contacto físico con desconocidos

La misa es la celebración cumbre de una comunidad que entra en comunión total, formando un solo Cuerpo. Aquí todo se mezcla: cuerpo, alma, espíritu. Todo se unifica en Cristo, Cabeza del Cuerpo. Por ende, si quieres evitar el contacto y consideras a tu prójimo un desconocido (y no un hermano), estás en el lugar equivocado. 

Aquí todo es contacto y hermandad. Como decía Pablo “Vivo yo, ya no yo, Cristo vive en mí”, y vive en mi hermano que comulga junto a mí y vive en todos los que participamos de Él. Todos formamos un solo Cristo, vivimos su vida, realizamos su misión. Somos una nueva humanidad, la humanidad en Cristo. Estrechamente unidos, más que por la sangre de familia, por la sangre de Cristo, y en Cristo, por Cristo, y para Cristo vivimos en este mundo.

No puedo concentrarme, me dan ataques de risa

Si es risa de alegría y gratitud por los dones recibidos (eucaristía significa acción de gracias) me parece legítimo. Hay gente que es espontáneamente alegre. Eso sí, trata de no molestar a los demás, es decir, ríete contenidamente. Tampoco se te ocurra reírte durante la consagración, pues allí se reactualiza la pasión de Nuestro Señor (que de gracioso tiene poco). 

Si por el contrario, tu risa es expresión de superficialidad burlesca e infantil, haz un esfuerzo y trata de madurar. Si no obtienes resultados pídele al Señor la gracia o llama a tu médico. Fuera como fuera, la meta es que la misa sea un reflejo de tu vida. 



jueves, 1 de septiembre de 2016

REALMENTE,¿LA GENTE ESCUCHA LAS HOMILÍAS?







En serio, ¿la gente escucha los sermones en las homilías durante la misa? ¿Y los jóvenes?

A veces, cuando voy a misa, me cuesta seguir las homilías. Y no es por falta de interés. a veces el problema viene desde el ambón. Normalmente, asistimos a misa tratando de encontrar algo que no encuentra en ningún otro lugar. 

En realidad, acudimos para escuchar a Dios. Dios se vale de nuestros sacerdotes que, ungidos por el Espíritu Santo, nos explican lo que el Señor nos quiere decir.

Pero, una inmensa cantidad de personas, cercanas o lejanas a la iglesia, no sólo lo piensa, si no que afirma categóricamente que las misas son aburridas

Y, sinceramente, yo no creo que Dios sea aburrido.

Lo que sucede es que nunca nadie se lo dice a los sacerdotes. Tampoco ellos son conscientes. Y es que ellos ni siquiera se dan cuenta de lo que está pasando. 

Después de todo, la gente parece mirarles con atención y ellos tratan de ser fieles y comprometidos con la Iglesia y con el Evangelio.

Pero, ¿realmente la gente en misa está escuchando la homilía?

Si hiciéramos una encuesta aleatoria con 25 personas de la parroquia, ¿serían capaces de decirnos lo que dijo el sacerdote el domingo pasado? o ¿sabrían decir sobre qué hablaba el Evangelio?

Si tenemos que pensar en ello durante más de cinco segundos, la respuesta es un "no" rotundo.

Si queremos que la gente preste atención ...

Podríamos preguntarnos...¿pueden ser más claras y cercanas las homilías?

Si se abandona el mensaje del Evangelio por intentar agradar a todos, no.

Si no se encomienda al Espíritu Santo para que les ayude a los sacerdotes a ser claros, y a los oyentes a que abran los ojos, los oídos y sobre todo, los corazones, no.

Si se empeñan en "cumplir el expediente", tampoco.

Entonces, ¿cómo hacer de las homilías un momento enriquecedor? A continuación se exponen algunas sugerencias:

1. Enfocar lo importante. Si hicieran la homilía cinco minutos más corta de lo habitual, podrían reforzar los puntos importantes de ella y repetirlos varias veces. Si dan excesivas vueltas sobre las cosas o se pierden o se enredan, la gente "desconecta".

2. Simplificar para reforzar. Una homilía escrita nunca se expresa de la misma forma que cuando uno habla normalmente. Y leerla, es aún peor. En lugar de eso, podrían utilizar palabras comunes y frases cortas, o cuando citan un versículo, explicarlo antes de leerlo.


3.Ilustrar lo obvio. Es muy efectivo explicar el Evangelio en términos actuales, con personas y situaciones reales, y acontecimientos de hoy. En realidad, ese es el propósito: aplicar el Evangelio a nuestras propias vidas. 

En lugar de ilustrar los versículos más teológicos o las ideas más complicadas, ilustrar lo que es obvio ayudaría mucho. Las imágenes simples o las ideas sencillas del pasaje activarían todo lo que se necesita para entenderlas.

4. Resumir lo básico. Es de suma ayuda para los oyentes, que el sacerdote explicara antes de comenzar el desarrollo, los puntos más importantes de los que se va a hablar. Y resumirlos, de nuevo, al final. 

Por otro lado, se trata de explicar lo que Dios nos dice en su Palabra y no tanto de resaltar anécdotas o sucesos de la parroquia ajenos al Evangelio.

5. Ser cercanos. Una tentación habitual de algunos sacerdotes es elevar el lenguaje de sus homilías hasta el punto de "hacerse raros a la audiencia". Cuando ocurre esto, la gente "desconecta" automáticamente. No se trata de lucirse sino de que Dios brille. Nadie habla de una forma coloquial a sus amigos y al rato, de forma científica. 

Jesucristo hablaba con palabras de su tiempo, con parábolas que todos entendían, era cercano y accesible. Él hablaba con gran poder, el poder de la Palabra y no con palabras altisonantes y elocuentes.






sábado, 27 de agosto de 2016

CONFESIONES DE UN ALEJADO



De acuerdo, no soy cristiano, al menos, no comprometido (no me gusta eso de "practicante") o lo que vosotros llamáis "alejado", pero he tomado la decisión de ir a misa este domingo. 

No esperéis mucho de mí. Si pasa algo (cosa que dudo) es posible que medite sobre ello. Algo me dice que tengo que ir, pero no estoy seguro de por qué. Pero antes, quiero deciros un par de cosas sobre mí:

Resultado de imagen de cristianos no practicantes en misa1. Seguramente no voy a entender el lenguaje religioso o algunas frases que voy a escuchar, como "morir en la carne y vivir en el Espíritu", "Dios está en mí", "Tomad y comed, este es mi cuerpo", "vivir una vida plena", etc. 

Resultado de imagen de cristianos no practicantes en misaSi la misa transcurre sobre una conversación llena de términos teológicos o de elevación religiosa, probablemente no entienda la mitad de las palabras ... y tal vez pensaré que el cura está un poco loco o que esto no es para mí.

Seguramente no sea capaz de seguir el ritual, las oraciones, o cuándo hay que levantarse o arrodillarse. 

Probablemente, esto último no lo haré. Ni tampoco cantaré ni rezaré ni comulgaré. Y os pido que no me miréis como a un "bicho raro".

2. Cuando me preguntéis cómo estoy, que sepáis que no confío en vosotros. Probablemente mentiré, y diré que estoy bien y que la misa me ha gustado. No es que yo no quiera deciros la verdad, es que tengo algunas heridas y no quiero confiároslas, aún. ¿Qué tal si me contáis primero vuestra historia? Si me gustáis y tengo la impresión de que no estáis intentando convencerme de nada, os contaré la mía.

3. Tengo un lenguaje bastante duro, incluso amargo y rudo acerca de algunas de "vuestras cosas". Si tengo la sensación de que me habláis desde una mentalidad de superioridad, no os escucharé. Si percibo que estáis esperando vuestro turno para hablar "de lo vuestro", en lugar de escucharme e interesaros de verdad por mí, no me va a interesar. No esperéis que sea como vosotros. Al menos, no todavía.

4. No os molestéis en hacer un gran esfuerzo por presentarme a toda la gente de la parroquia. Quizás, un par de personas, a lo sumo, pero por favor, no me hagáis un comité de bienvenida. Estoy aquí como observador. Necesito un poco de espacio y algo de tiempo. Aún no soy "uno de los vuestros".

5. No busco que mostréis un excesivo interés en mí. No quiero sentirme como parte de vuestro proyecto de salvación personal o ser "uno de los que tenéis que convertir". Si Jesús es quien dice que es, entonces estaré deseoso de verlo reflejado en cada uno de vosotros. Así es como funciona, ¿no?
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6. Voy a tener muchas preguntas, pero necesito que me digáis la verdad, no vuestras preferencias o vuestros argumentos o lo que piensa personalmente el cura.  

Lo cierto es que fui educado en un colegio de curas y mi experiencia es algo negativa. No me gustan los curas. Por favor, sólo me interesa lo que pueda ser de utilidad para mí.

7. Necesito sentirme como en casa. Sentirme bienvenido, acogido y escuchado, pero creo que al final, será "más de lo mismo" ¿Existe un límite de tiempo o algo en mi visita antes de que me vaya a sentir incómodo? Es decir, yo he estado en otras parroquias, y siempre he sentido que aquello no era para mí, que intentaban "lavarme el cerebro". ¿Cuánto tiempo se necesita en vuestra parroquia para que me sienta así?

Perdonar mi falta de tacto. Sé que sabréis comprender mi actitud.

Gracias.

Os veo este domingo en misa.