¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta apóstatas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta apóstatas. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de julio de 2021

TIEMPOS DE APOSTASÍA

"¡Atención, hermanos! 
Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, 
que lo lleve a desertar del Dios vivo" 
(Hebreos 3,12)

Dice un refrán popular que "No es oro todo lo que reluce", utilizando la imagen del oro como metáfora del bien para referirse a que no todo lo que parece bueno es bueno. Hoy, queremos reflexionar también sobre el oro como símbolo de la fe. Hoy, hablamos de apostasía.

Según el autor de la carta a los Hebreos, la apostasía es la "deserción del Dios vivo" y según el Catecismo de la Iglesia Católica es la negación, renuncia o abjuración total de la fe que, junto con la herejía (rechazo parcial de la fe o de una verdad de fe) y el cisma (rechazo al Papa y a la Iglesia), hieren la unidad de la Iglesia (CIC 817 y 2089). 

La apostasía es un acto voluntario y consciente, concretizado y manifestado formalmente que no surge de manera espontánea, sino que nace del agnosticismo o incredulidad. Comienza siempre con la duda ante ciertas verdades de fe, crece con el menosprecio o el rechazo de estos dogmas, se desarrolla con la herejía y concluye con el cisma.

Desde el inicio de la creación, ha habido apostasía. Primero, cayeron algunos ángeles y luego, algunos hombres. La duda nace en el corazón orgulloso, crece y se desarrolla en la mente egoísta y finalmente, se produce la caída.

No obstante, existe una importante diferencia entre la caída de los ángeles y la de los hombres. Mientras nosotros tenemos la posibilidad de arrepentirnos, los ángeles caídos o demonios, no. Su naturaleza angélica (más perfecta que la humana) permanece intacta, aunque deformada por el pecado del orgullo. Así, los ángeles no "malentienden" las cosas como los hombres, sino que comprenden todo con total claridad y eligen todo con plena libertad y total rotundidad.

Hoy, muchos son los que, dentro de la Iglesia, niegan verdades o dogmas de fe y apostatan de la Iglesia Católica. Algunos se alejan pidiendo que "les borren" de la Iglesia, que "les desbauticen". Otros se quedan, haciendo realidad la parábola del trigo y la cizaña. Pero tanto los unos como los otros, reniegan de la Verdad y se autoproclaman "reformadores", cuando en realidad, son apóstatas.

Sin embargo, la Iglesia no deja nunca a nadie excluido de ella, ni tampoco van al infierno por el hecho de apostatar (puesto que siempre tienen oportunidad de arrepentimiento), ni siquiera por estos actos graves de infidelidad. El vínculo sacramental de pertenencia a la Iglesia por el bautismo es una unión ontológica permanente y no se pierde con motivo de ningún acto o hecho de renuncia formal ​(CIC 535). Los apóstatas son (lo quieran o no) miembros de la Iglesia, aunque en rebeldía

¿Cómo identificar la apostasía?

Todos los libros sagrados del Nuevo Testamento (excepto Filemón) hablan de la apostasía. La Palabra de Dios la identifica con claridad y la sitúa dentro de la Iglesia, con el propósito de que reconozcamos el "cuándo", el "por qué" y el "cómo" de la apostasía:

-el cúando y el por qué

"El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos se alejarán de la fe por prestar oídos a espíritus embaucadores y a enseñanzas de demonios, inducidos por la hipocresía de unos mentirosos, que tienen cauterizada su propia conciencia" (1 Timoteo 4, 1-2). 

San Pedro en su segunda carta nos advierte sobre los peligros de los falsos maestros, las corrientes gnósticas y los errores doctrinales de los "impíos farsantes" que se infiltran en las comunidades cristianas (2 Pedro 1-3).

-el cómo

"Con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos, con todo tipo de maldad y poder seductor que incitará a creer en la mentira" (2 Tesalonicenses 2,3-12). 

"Esos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz" (2 Corintios 11,13-14).

"Se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,15-16). 
"Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros" (1 Juan 2,19).

El libro de Judas es todo un manual sobre la apostasía y mantiene una estrecha relación con la segunda carta de Pedro. Habla de los "impíos infiltrados": desde los ángeles rebeldes, el pueblo infiel de Israel, los habitantes de Sodoma y Gomorra, hasta la propia Iglesia de Cristo (Judas 1,4-7). 

Se lamenta por ellos y los identifica por su maldadmaterialismo e idolatría, porque se apacientan a sí mismos y viven en la oscuridad. Les llama murmuradores, querelladores, aduladores, burlones, egoístas y creadores de divisiones (Judas 1,11-16). 

Los compara con "Caín" (Génesis 4,12-16): asesinos e impíos; con "Balaán" (Números 31,16; Apocalipsis 2,14): codiciosos, balsfemos, seductores, idólatras y lujuriosos; y con "Coré" (Números 16,19-35): opositores y rebeldes a la Iglesia

¿Cómo luchar contra la apostasía?

Jesucristo nos llama a mantenernos firmes en la fe y en el amor de Dios Padre, a orar y a discernir guiados por el Espíritu Santo, a perseverar en la lucha constante en la que estamos inmersos para reconocer y prevenir la apostasía que existe en medio de nuestras comunidades.

El Señor nos exhorta a ser una Iglesia santa, aunque también a ser plenamente conscientes de que, en muchas ocasiones, a los cristianos nos resulta dificil distinguir quién es Caín y quién Abel, quién es trigo y quién cizaña, incluso aunque lleven sotana, "cleriman" o parezcan cristianos devotos. 
La apostasía es siempre, como su Instigador, sutil y encubierta, difícil de detectar y adornada de un falso "sentido común", propuesta como una gran seducción a modo de "idea" que se infiltra furtivamente en las mentes de los cristianos con el objetivo de corromperlas. Nunca (o casi nunca) niega abiertamente la verdad sino que la tergiversa y la pervierte.

En su carta a Tito, San Pablo nos exhorta a no fijarnos en las falsas apariciencias sino en las obras"Para los impuros y los incrédulos nada hay limpio, ya que su mente y su conciencia están manchadas. Confiesan que conocen a Dios, pero lo niegan con sus obras. Son detestables, rebeldes e incapaces de cualquier obra buena" (Tito 1,15-16).  

Con su comportamiento impío y su falsa enseñanza, los apóstatas muestran su verdadero yo rebelde y su verdadera naturaleza detestable, aunque esto no quiere decir que necesariamente se "salgan" físicamente de la Iglesia. Por eso, necesitamos "ver a los apóstatas con las gafas de la fe", es decir, a la luz de la Palabra y la doctrina del Magisterio de la Iglesia.

El mayor daño es el que se provoca "desde dentro" y eso lo sabe muy bien la Serpiente, quien ya en el principio de los tiempos, se infiltró en el Edén para confundir, dividir y llevar a nuestros primeros padres al pecado, y a nosotros, con ellos. Y hoy... continúa haciéndolo.

Los cristianos nos quedamos con la clave de unidad que nos da San Pablo: 

"Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, 
que digáis todos lo mismo 
y que no haya divisiones entre vosotros. 
Estad bien unidos con un mismo pensar 
y un mismo sentir" 
(1 Corintios 1,10)

viernes, 3 de abril de 2020

NICOLAITAS: LOS APÓSTATAS DE HOY

"Estos hombres...encuentran su felicidad en el placer de un día; 
hombres corrompidos e inmundos, 
se gozan en sus engaños mientras banquetean con vosotros; 
tienen sus ojos llenos de adulterio 
y no se hartan de pecar; 
seducen a los inestables; 
tienen el corazón habituado a la avaricia, son gente maldita. 
Abandonaron el buen camino, 
se extraviaron y siguieron el ejemplo de Balaam... 
les aguardan densas tinieblas. 
Con sus discursos pomposos y vacíos 
despiertan los deseos carnales y el desenfreno 
de aquellos que apenas habían logrado escapar 
de los que viven en el error. 
Les prometen la libertad, 
mientras ellos son esclavos de la corrupción, 
puesto que somos esclavos de aquel que nos ha dominado. 
En efecto, si después de haber escapado de la corrupción del mundo 
mediante el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo 
se dejan de nuevo envolver y vencer por ellas, 
su estado final viene a ser peor que el primero. 
Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia 
que, después de haberlo conocido, 
apartarse del mandamiento santo que se les había transmitido."
(2 Pedro 2, 12-22)

El término nicolaítas, mencionado en dos ocasiones en el libro del Apocalipsis, proviene del griego νικολαιτων y significa "seguidores de Nicolás". Tiene su raíz en dos palabras griegas, nico que significa "conquistar o estar sobre otros"laos que significa "pueblo, gente común". Ésta última es también la raíz de la palabra laico.

Los nicolaítas eran originarios de la ciudad d
e Éfeso y seguían a Nicolás, uno de los siete diáconos de la Iglesia primitiva de Antioquía junto con Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón y Parmenas (Hechos 6,5) que fueron elegidos por la Iglesia de Jerusalén. Es decir, estaban dentro de la Iglesia y formaban parte de ella.

Nicolás es la personalización griega de Balaam
, cuyo nombre significa "destructor o corruptor del pueblo" y con quien San Juan asocia en Apocalipsis 2, 14-15, y con Jezabel en Apocalipsis 2, 20

Est
os falsos profetas apostataron de la verdad de Cristo y desembocaron en la secta herética gnóstica del Antinomianismo (en contra de la Ley de Dios), una falsa doctrina que decía conocer los secretos de Satanás y que instigaba a los cristianos a no observar las prescripciones del Concilio de Jerusalén.
Estos herejes impulsaban la degradación espiritual y la perversión moral de los primeros cristianos: falta de valores morales, libre desahogo de las pasiones, desenfreno de la lujuria y la fornicación, poligamia, idolatría, espiritismo, etc.

Al
gunos padres de la Iglesia, los definen como "hombres falsos y turbadores que, ministrando bajo el nombre de Nicolás, crearon para ellos una herejía" (Victorino de Petovio). "Llevaban vidas de desenfrenada satisfacción de las pasiones" (San Ireneo).

El apóstol San Pedr
o los define como "hombres corrompidos e inmundos,  adúlteros y depravados, mentirosos y engañadores, avaros y malditos" (2 Pedro 2, 12-22). Estas mismas palabras son refrendadas en el libro de Judas.

Apostasía de hoy

No obstante, esta herejía ha perdurado durante los siglos, infiltrándose como humo de Satanás en la Iglesia de Cristo, hasta nuestros días. 

Así lo leemos en el libro de Apocalipsis, como demuestra su expulsión de la Iglesia de Éfeso (Apocalipsis 2,6), su acogida en la de Pérgamo, en la que dice San Juan que vivía el Diablo y tenía su trono (Apocalipsis 2,13-15) y su seguimiento en la de Tiatira (Apocalipsis 2, 20), hasta su fin en la Iglesia de Filadelfia, donde se derrotarán todas las herejías.
Hoy día, podemos advertir claramente la acción de estos nicolaitas en sus obras: ataques al celibato sacerdotal, connivencia con la pederastia, permisividad con las relaciones fuera del matrimonio, apoyo a las uniones homosexuales, etc.

Pero esta herejía va más allá de la d
epravación lujuriosa de la carne. Cae en la idolatría de las cosas materiales, el dinero, la fama o el poder.

Y así, se metamorfosea en un peligroso relativismo, una forma de tibieza en grado superlativo, que propugna la capacidad de un cristiano en convivir con los mandamientos de Dios y a la vez, con las inclinaciones del mundo, contradiciendo al propio Jesucristo, cuando dijo: "Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien despreciará a uno y se apegará al otro" (Mateo 6, 24; Lucas 16,13).

Creyendo abolida la Justicia de Dios y amparándose en la eterna Misericordia divina, desoyen la rotundidad que San Juan nos muestra cuando nos habla del efecto que produce en Dios esta forma máxima de tibieza.

Son palabras muy duras: ¡A Dios le repugnan! ¡Aborrece y odia las obras de los nicolaitas!: "Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. Pero porque eres tibio, y no eres ni frío ni caliente, te voy a vomitar de mi boca."(Apocalipsis 3, 15-16).
Los nicolaitas son personas que han conocido a Dios, pero que, por rutina, comodidad, falta de fortaleza o de perseverancia, han abandonado el camino de la santidad y han deteriorado su alma.

También, por negligencia voluntaria y habitual ante todo lo espiritual, han perdido el amor a Dios, se han insensibilizado a la presencia de Dios y han dejado de cumplir sus mandamientos.

Esta indolente, descuidada y perezosa actitud, causant
e en gran medida de la crisis religiosa en la que vive la Iglesia hoy día, tiene sus origenes en la falta de formación, la falta de vigilancia y la falta de perseverancia, motivados por su flagrante pecado.

Esta falsa doctrina no surge en los cristianos de la noche a la ma
ñana, sino que va fraguándose a lo largo de distintas fases e impregnando, poco a poco y por completo, sus almas

1
.- Desaliento
La voluntad se debilita, el amor pierde su fuego y el espíritu cae en la indiferencia, lo que lleva irremediablemente al desaliento. 

El desaliento parte de un error de perspectiva que hace ser incapaz de ver el amor de Dios tal cual es, y que conduce al auto-convencimiento de que "eso de buscar la santidad" no es para uno, quizá para almas elegidas, pero no para cualquiera. 

2.- Conformismo
Tras el desaliento, el espíritu se relaja, se conforma y todo le da igual, nada le importaAntes le ilusionaban muchas cosas, ahora ya no. 

Su mirada se fija en los modelos mundanos, en las ideas novedosas, que invitan a tomar actitudes y comportamientos que no sean muy exigentes y que además, suelen estar alejados del ideal cristiano.
El conformismo se produce después de aceptar tendencias, ideas, costumbres, valores, actitudes y comportamientos del mundo. 

La oración y la vida interior, el apostolado y las buenas obras se vuelven aburridas, pesadas e inútiles. Consideradas una pérdida de tiempo, se posponen para dar prioridad a otras actividades aparentemente más “útiles”. 

Las prácticas de piedad quedan vacías de contenido, sin alma y sin amor. Quizás se hagan, pero más por rutina o costumbre, que por amor y temor a Dios. Se vuelve cómodo, amigo del mínimo esfuerzo y de la procrastinación.

3.- Superficialidad
La superficialidad es la actitud que desprecia toda regla o valor profundo, que procura la falta de fervor y siempre hace distinción entre lo libre y lo obligatorio. 

Cambia el esquema de valores anterior y se sustituye por otro menos valioso, pero más atractivo: llaman mucho más la atención las amistades superficiales, la diversión, la televisión, la práctica de un determinado deporte…. Ama al mundo y sus cosas, aunque afirme amar a Cristo.

4
.- Hedonismo
Se pierde la generosidad y se afronta la vida con una visión utilitaria y práctica. Sólo vale lo que reporta ganancia, comodidad, placer o satisfacción. 

El nicolaita es hiperactivo y, motivado más por la necesidad de sobresalir, que no por un deseo de hacer el bien, busca siempre el aplauso de los hombres por vanidad y no acepta la corrección.

Busca sólo su propio placer, su bienestar y su complacencia. No mira al prójimo. Su satisfación es el fin superior y fundamento de su vida. El placer es el único y supremo bien y debe ser satisfecho sin ninguna restricción.

5.- Disipación
La disipación es la vida espiritual reducida al mínimo esfuerzo, o también llamada pereza o acedía
Es la negación de la vida interior por la preocupación por las cosas exteriores, la postergación de la meditación por la crítica fácil, la falta de discernimiento por el desinterés en la formación. Sin actitud activa ni caritativa, acusa, critica y juzga a los demás. Murmura de todo y de todos. 

Es la huida de todo aquello que pueda suponer esfuerzo o sacrificio y la búsqueda de éxitos rápidos que además no exijan mucho trabajo, viviendo una fe de rutinas y  de cumplimientos

Es la negación del cielo: el cáncer de toda virtud, la destrucción de toda voluntad y el acercamiento a toda tentación. Conduce a la ociosidad, es decir, el descuido e incumplimiento de los deberes. 

6.- Aceptación del pecado venial
El alma de un nicolaita está ciega y es incapaz de ver los peligros o los pecados veniales, que acepta con toda tranquilidad.

Conoce su maldad, pero como no llega a ser pecado mortal, vive con una paz aparente, considerándose buen cristiano, sin darse cuenta de la peligrosidad de tal conducta, ya que es el detonante del pecado mortal. 

No tiene arrepentimiento ni propósito de enmienda y con esa oscuridad del espíritu, nacen muchos pecados veniales, de los que apenas se duele, pues poco a poco, se van extinguiendo la luz del juicio y la delicadeza de la conciencia. 

El examen de conciencia no se hace o se hace con ligereza y sin prestar atención. De ese modo se va amortiguando el horror al pecado mortal.

7.-Caída en el pecado mortal

Finalmente, sin ningún impedimento, su corazón se engríe, su creviz se endurece, su voluntad se deforma y su conciencia enmudece, permitiendo y aceptando toda pasión desordenada. 
Cae sin remedio en el pecado mortal, que es una trasgresión voluntaria de la Ley de Dios en materia grave, y que está resumida en los diez mandamientos.

Una rebeldía contra Dios y una aversión a Dios, del que se separan voluntariamente y buscan un goce ilícito, corrupto e ilícito de las cosas creadas.

San Pablo nos advierte contra esta falsa doctrina idólatra

"De la fornicación, la impureza, indecencia o afán de dinero, ni hablar; 
es impropio de los santos. 
Tampoco vulgaridades, estupideces o frases de doble sentido; 
todo eso está fuera de lugar. 
Lo vuestro es alabar a Dios. 
Tened entendido que nadie que se da a la fornicación, a la impureza, 
o al afán de dinero, que es una idolatría,
 tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. 
Que nadie os engañe con argumentos falaces; 
estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. 
No tengáis parte con ellos." 
(Efesios 5, 3-7). 

"¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? 
No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos,
 invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, 
difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios." 
(1 Corintios. 6,9-10).