¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 26 de julio de 2019

¿DISPUESTOS A LA LUCHA O A DESERTAR?

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"Todo es posible para el que cree"
(Marcos 9, 23)

Desde un punto de vista táctico, sea cual sea el ámbito (militar, deportivo, social, religioso, etc.), estar a la ofensiva es la manera de obrar de quien ataca y agrede a otro, y la defensiva es la actitud de quien se coloca para resistir y rechazar una agresión. 

Mientras que el que toma la ofensiva busca y persigue al adversario donde se encuentre para derrotarlo o aniquilarlo, el que se mantiene a la defensiva se esfuerza en impedir su propia destrucción o derrota.

La ofensiva ataca con empeño el punto en el que le interesa vencer, economizando fuerzas para emplearlas en el punto decisivo, donde necesita alcanzar la superioridad. Intenta desalojar al enemigo de las posiciones que ocupa, bien porque cuenta con superioridad numérica, o porque cree contar con superioridad moral.

La defensiva, por el contrario, renuncia a la iniciativa y espera el ataque para repelerlo, contentándose con hacer frente y resistir el choque. Es es una actitud aparentemente de auto-protección, de previsión o de alerta. 

Partiendo de la certeza de que los cristianos estamos inmersos en una batalla espiritual, ¿Qué actitud tenemos? ¿estamos a la ofensiva o a la defensiva?

Resultado de imagen de caballeros templariosDesde su inicio, la Iglesia tuvo que emplearse a fondo en las tácticas defensivas, es decir en la Apología. Al tiempo que se construía la Iglesia desde dentro, empleó a sus mejores efectivos para defenderse del acoso y rechazo desde fuera.

Hoy en día ocurre lo mismo. El rechazo hacia los cristianos, la Iglesia y la fe católica es total, incluso más visceral y frenético. Nuestros adversarios están a la ofensiva bajo la táctica de la tolerancia, pero en el fondo ni nos soportan, ni les gustamos. Nos odian.

Es un guerra aparentemente, incruenta, pero es mortal. El Enemigo parece mostrar que su principal objetivo es el desgaste continuo de "lo cristiano", atacando e invadiendo posicione
s una y otra vez. Una vez conseguida esta primera fase, su estrategia es la aniquilación total del pueblo de Dios. Ese es el objetivo del "Anticristo", oponerse y luchar contra Cristo.

Enfrente, la Iglesia ha  venido adoptando una pésima táctica pastoral defensiva, tratando de no oponer resistencia, incluso, de mimetizarse todo lo posible con el enemigo. Es una deserción en toda regla: "Os digo y os pido en nombre del Señor que no viváis como viven los paganos, con sus vanos pensamientos y su mente oscurecida, apartados de la vida de Dios por su ignorancia y la dureza de su corazón; han perdido todo sentido moral y se han entregado al vicio, realizando desenfrenadamente toda clase de inmoralidades" (Efesios 4, 17-18).

Sin duda, es una nefasta táctica puesto que, mientras que las persecuciones a la fe de los primeros siglos, la hicieron crecer y robustecerse, sobre todo, por la valiente y audaz respuesta de los cristianos, hoy estamos a la defensiva pero no damos respuesta, y así, retrocedemos y menguamos.

En el campo de batalla espiritual, los cristianos somos odiados, despreciados, vilipendiado o incluso asesinados pero no actuamos. 

En este entorno hostil, la reacción de muchos cristianos es procurar que no se note que somos cristianos, es vivir nuestra fe en la clandestinidad de nuestros templos o casas, es esconder nuestras cruces, medallas y rosarios, es ocultar nuestras sotanas e incluso nuestros clerimans para que no se note que somos "gente de Iglesia". 

En el fondo, es una táctica derrotista, porque pensamos que no tenemos armas para defendernos. Nos falta el elemento apologético. Tenemos el deber y el derecho de defender nuestra fe ante los que la atacan y ante los que la ridiculizan, como nos muestran las Escrituras en Efesios 6, 11-18. 

La Armadura de Dios descrita en la carta a los Efesios es una llamada a la lucha, constituida por un conjunto de elementos defensivos y ofensivos, que requiere adiestramiento específico y destreza en su uso. 

Nos hallamos en una batalla a muerte, incesante, donde no existe tregua ni paz, ni compromiso o apaños mutuos, ni lugar donde esconderse, y donde es necesario posicionarse en uno de los dos bandos, porque no hay neutralidad posible.

La armadura de Dios provee a su ejercito equipación, adiestramiento y estrategia adecuada que nos garantiza la victoria en la guerra. Nuestra armadura nos protege de los ataques frontales; no se puede usar por partes, debe usarse completa siempre; nos arma defensiva y ofensivamente para recuperar posiciones que el maligno nos ha robado:

Armas Defensivas

Escudo de la Fe. Nos protege de las flechas de la venganzael odio, la envidia, la mentira, la ira, la vanidad y el orgullo.

Coraza de Justicia. Cubre el cuello, pecho y muslos. Actúa como protección para el cristiano. 

Yelmo de la SabiduríaNos cubre y protege la cabeza, y nos ayuda a pensar de la manera que Dios quiere que luchemos, incluso cuando estamos tentados a desertar.

Calzado de la Paz. Anclados al suelo para no resbalar, nos asegura un caminar estable, seguro y firme en medio del barro y las sacudidas de la batalla.

Cinto de la Verdad. Nos da firmeza, equilibrio y agilidad en los movimientos al conocer la Verdad y proclamarla.

Armas Ofensivas 

Espada del Espíritu. Sacramentos y Evangelización: armas cortantes y letales contra el Enemigo que nos mantiene afilados.

Arco y Flecha de la Oración. Moviliza el poder de Dios. Hace a la armadura relucir y brillar al permanecer conectados a Jesucristo. En ocasiones, también es un arma defensiva.

Estrategia y Adiestramiento

Palabra de Dios. Adiestramiento y formación en la lucha espiritual y estrategia de defensa contra el desánimo, el cansancio, la desilusión, la desesperanza.
No parece pues acertado seguir con la misma estrategia y con la misma pastoral que años atrás, cuando la fe católica era universal, y no era puesta en duda por nadie. 

Hoy, la Iglesia ha dejado de ser católica y universal, para convertirse en íntima y personal. Ha dejado de ser una, para convertirse en muchas opiniones mundanizadas. Ha dejado de ser apostólica, para convertirse en inactiva...

Resultado de imagen de armadura defensiva u ofensivaEl mundo nos ataca con la máxima virulencia para imponernos su pensamiento único. Desde todos los flancos, nos dicta cómo debemos pensar y actuar. 

Por eso, hoy, los cristianos bien formados y armados, no podemos tratar de pasar inadvertidos, no podemos dejar de hacernos notar, no podemos callar ni disimular. No podemos avergonzarnos de la cruz, ni esconderla.

Los cristianos tenemos que ser audaces y valientes para defender con coherencia y firmeza nuestra posición a favor de la vida y contra el aborto y la eutanasia, la defensa del matrimonio cristiano indisoluble, nuestra posición contra la ideología de género, etc.

Los cristianos tenemos que ser capaces de proclamar con claridad y solidez, la eficacia de nuestra fe, como uno de los grandes dones que nos ha dado Dios no sólo a los católicos, sino a toda la humanidad. 

Los cristianos debemos tener la certeza de que estamos en el ejercito victorioso, capitaneado por nuestro Señor Jesucristo, a quien "Se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mateo 28,18), quien "se ha manifestado para destruir las obras del diablo" (1 Juan 3,8) y quien nos transfiere, deposita y reviste de autoridad por el Espíritu Santo: "Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todas las fuerzas del enemigo, sin que nada os dañe" (Lucas 10,19). "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Romanos 8, 31).

Los cristianos debemos tener la plena confianza en que el poder para salir victorioso no está en nuestras manos, en nuestros actos o palabras, sino en la Palabra de Dios, que obra milagros y es cierta: “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24,35).

Hoy, los cristianos debemos estar preparados y alerta para entablar batalla a nuestro Enemigo. E incluso, estar dispuestos a morir por nuestra fe.