¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 15 de marzo de 2021

CEDER O NO CEDER, ESA ES LA CUESTIÓN

"No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. 
Si alguno ama al mundo, 
no está en él el amor del Padre. 
Porque lo que hay en el mundo 
—la concupiscencia de la carne, 
y la concupiscencia de los ojos, 
y la arrogancia del dinero—,
 eso no procede del Padre, 
sino que procede del mundo. 
Y el mundo pasa, y su concupiscencia. 
Pero el que hace la voluntad de Dios 
permanece para siempre" 
(1 Juan 2,15-17)

Aunque la tengo muy presente, de vez en cuando me gusta recordar la misión que Cristo encomendó a sus apóstoles, es decir, a su Iglesia, y que nunca debemos olvidar los cristianos: ir, hacer discípulos, bautizar y enseñar (Mateo 28,19-20).

Durante muchos siglos la Iglesia lo ha hecho y lo ha hecho bien. Sin embargo, también hay que decir que, actualmente, se ha acomodado, ha cedido y ha permitido al mundo (antagonista de Dios) reconquistar terreno para el Enemigo, haciendo discípulos suyos dentro de la Iglesia. 

En lugar de (re)cristianizar el mundo, la Iglesia se ha mundanizado. Decía Shakespeare que la cuestión es "ser o no ser", y extrapolándolo a la Iglesia, creo que la cuestión es "ceder o no ceder"a la mundanización, que tanto Benedicto XVI como Francisco describen como gnosticismo, pelagianismo, materialismo, ateísmo práctico o secularismo, individualismo, relativismo, nihilismo, etc.

¿Qué hemos hecho mal para mundanizarnos?

Babilonia nos ha invadido, nos ha conquistado y nos ha llevado al exilio. Allí, los cristianos hemos sido seducidos por las "riquezas y placeres" de la gran ciudad, nos hemos dejado "enredar por sus maravillosos jardines colgantes", es decir, por esos buenismos "correctamente políticos" asumiendo la idea de "ceder para atraer". Pero eso no funciona ni funcionará nunca. 
Hemos "ido" al mundo para no volver, hemos ido al "exilio" para quedarnos en él; hemos dejado de hacer discípulos para hacernos "ciudadanos de Babilonia"; hemos dejado de bautizar para "presentar" a nuestros hijos en sociedad; hemos dejado de enseñar los mandamientos de Dios para cumplir los "estándares" imperiales.

Ante la gran presión "social", hemos cedido a las ideas de progreso del Imperio hasta mimetizarnos con él, extenuados de "ir contracorriente". Ante el gran torrente ideológico babilónico, hemos levantado las manos de los remos y nos hemos dejado arrastrar por la corriente, cansados de "bogar". Ante la continua coacción "colectiva", hemos transigido algunas prácticas paganas, fatigados de "corregir".

Roma nos ha invadido, nos ha conquistado y nosotros nos hemos rendido. Allí, los cristianos hemos adaptado el Evangelio a la cómoda vida de la ciudad imperial, hemos abandonado el seguimiento de Cristo por la seducción de "pan y circo", hemos acomodado los mandamientos de Dios a la "Lex romana", hemos acondicionado nuestra identidad a la "ciudadanía romana".
Nos hemos dejado seducir, nos hemos adaptado al mundo, nos hemos secularizado, sometiéndonos a su ideología para luego, ponerla en práctica: "lo que el mundo dice que es bueno, es bueno", es decir, "el pecado no existe". Hemos "aparcado" nuestras creencias para "dar paso" a las del mundo pagano. Hemos dejado de mirar la Cruz para mirar a los ídolos del materialismo y del progreso.

En lugar de dar testimonio de Dios, hemos escuchado el testimonio de los habitantes de la tierra, dándolo por válido. Hemos dejado de hablar de Dios a los hombres y...nos han persuadido de que es irrelevante. Hemos dado por hecho que los hombres conocían a Dios y...nos han inducido a que conozcamos los placeres del mundo.

En Jerusalén nos sentíamos en nuestra casa y protegidos. Sin embargo, los cristianos hemos desplazado a Dios de nuestro templo porque, entendiendo mal la misión, hemos salido al "Atrio de los Gentiles", no para atraer a otros sino para dejarnos seducir y cautivar por ellos. Allí, "fuera de Dios", hemos negociado y comerciado con los mercaderes y cambistas...y nos hemos sentido cómodos y satisfechos, pensando erróneamente que estábamos evangelizando "desde casa".
Hemos dejado de encarnar a Cristo en el mundo, en la historia, en la cultura, y la Iglesia sin Él no tiene sentido. Hemos dejado de ofrecer el modelo inicial de hombre "a imagen y semejanza de Dios" para sustituirlo por uno hecho "a imagen y semejanza del hombre". Hemos dejado de existir como Iglesia para Dios y para el mundo, y vivimos para nosotros mismos, para proclamarnos a nosotros mismos.

Hemos dejado la ortodoxia por considerarla "rigida y radical" para asumir la heterodoxia como "abierta y adaptable". Hemos desterrado nuestra identidad cristiana de "Sólo Dios basta" para admitir un eclecticismo pagano de "Todo vale". Hemos querido ser conciliadores para convertirnos en sincretistas.

Hemos dejado de ser una Iglesia valiente para convertirnos en una Iglesia acomplejada y timorata. Hemos querido "caer bien a todos" cediendo terreno, para conseguir no "llegar a nadie" perdiendo todo campo de evangelización. Hemos querido tocar una "suave melodía" que agrade a todos, para producir un ruido que no escucha nadie.

¿Qué debemos hacer bien para divinizarnos?

Hemos hecho muchas cosas mal y otras muchas bien pero no aprendemos de los errores. San Pablo, en sus cartas a Timoteo, nos advierte de que todo esto pasaría: 

"En los últimos tiempos, algunos se alejarán de la fe por prestar oídos a espíritus embaucadores y a enseñanzas de demonios, inducidos por la hipocresía de unos mentirosos, que tienen cauterizada su propia conciencia" (1 Timoteo 4, 1-2). 

"Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4, 3-4).
Entonces, ¿qué debemos hacer? El mismo San Pablo nos lo dice

"Nos fatigamos y luchamos, porque hemos puesto la esperanza en el Dios vivo (...) sé un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza. Centra tu atención en la lectura, la exhortación, la enseñanza (...) Medita estas cosas y permanece en ellas, para que todos vean cómo progresas. Cuida de ti mismo y de la enseñanza. Sé constante en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan" (1 Timoteo 4,10-16). 

"Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio" (2 Timoteo 4, 2 y 5).

Más que ceder o transigir, tenemos que mantener una resistencia activa, ser firmes con el escudo de la fe (Colosenses 2,6-8), decididos con el arma del amor y asidos a la bandera de la esperanza.

Vigilar y defender con valentía los valores cristianos como necesarios para el hombre"Vigilad, manteneos firmes en la fe, sed valientes y valerosos" (1 Corintios 16,13).

Desenmascarar el mal y luchar contra él, aunque sea con palabras "incómodas" para el mundo como: pecado, arrepentimiento, conversión, santidad, cruz, sacrificio, martirio..."Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire" (Efesios 6,11-12).

Mostrar a Dios como es y no como el mundo quiere que seaDios es inmutable, no cambia. Por eso, la Iglesia, cuya misión es encarnar a Dios en el mundo, no puede cambiar, no puede ceder para tratar de mostrar a un Dios equivocado o falso: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24,35).

Proclamar los principios y mandamientos de Dios no como ideales, que se pueden cumplir o no y que pueden ser igual de válidos que otros, sino como verdades superiores y absolutas, que el hombre, por su bien, debe conocer y seguir: "¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?" (Mateo 16,26)

Afirmar con rotundidad que el pecado existe y que es una ofensa a Dios, que no existen pecados buenos o menores (envidia sana, mentira piadosa, libre moralidad) y pecados malos o mayores (asesinato, robo, violencia). Todos dañan al hombre y le alejan de Dios: "¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios" (1 Corintios 6,9-10).

Ceder o no ceder...esa es la cuestión.

JHR

lunes, 14 de octubre de 2019

¿A QUIEN DEBEMOS VOTAR LOS CATÓLICOS?

"Pues dad al césar lo que es del césar 
y a Dios lo que es de Dios" 
(Mateo 22, 21)

Los católicos tenemos la convicción y certeza de que Dios ha creado al hombre libre para vivir en sociedad. Y por ello, debemos obrar siempre en conciencia, especialmente, cuando se acercan elecciones políticas y se nos convoca a votar. 

Las palabras que Jesús le dijo a Pilato: "Mi Reino no es de este mundo" (Juan 18, 36) nos hacen meditar sobre la pérdida de tiempo y esfuerzo que significa tratar de hacer coincidir nuestra fe con las ambiguas propuestas ideológicas de los partidos políticos y otorgarles la capacidad de hacer perdurar las verdades de la fe católica.

Pero, Cristo también dijo: "Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22, 21) y por eso, como cristianos, tenemos el derecho y la obligación de ofrecer nuestra aportación al bien común y optar por una alternativa que conduzca a la transformación de esta sociedad, en una que mire y se acerque más al cielo. 

Las elecciones deberían ser un momento propicio para "poner nuestra fe en acción"demostrar nuestro compromiso con Dios, nuestra lealtad a la Iglesia confrontar las propuestas de cada partido político con la doctrina católica.

Los buenos propósitos, promesas e intenciones de un programa político no pueden reducirse a un puro discurso, gestos o guiños ni a una tradición pasada para que le demos nuestro voto. 
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Los católicos debemos dar libremente nuestro voto al partido y candidato que mejor responda a nuestras convicciones morales y religiosas y así, ser coherentes con nuestra fe en público y en privado.

Es decir, comparar y discernir la coherencia de cada opción programática con la fe católica y votar a un partido que:


  • Defienda la vida desde la concepción hasta la muerte naturales decir, que no proponga o apoye leyes en favor del aborto o la eutanasia. 
  • Proteja el matrimonio y la familia, con leyes alejadas de ideologías LGTBI o de pensamiento único y relativista.
  • Respete el derecho fundamental de todo hombre o mujer a la libertad religiosa, es decir, a practicar, en privado o en público, individualmente o en grupo, con entera libertad sus creencias religiosa.
  • Vele por el Estado de Derecho, la justicia social y la paz.
  • Ofrezca una educación integral en verdaderos valores cristianos, sin manipular, controlar o adoctrinar a nuestros hijos.
  • Y en general, que busque el bien común
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Algunos católicos piensan, por error o por ignorancia que se puede votar a partidos que, antaño, defendían valores cristianos pero que ahora han ido cediendo al relativismo social que la aceptación total, al progresismo que busca la reforma o al separatismo que busca la división.

Hace algunos años, en junio de 2004, el ahora Papa Emérito Benedicto XVI, explicó, de forma clara y contundente en una carta a los obispos de Estados Unidos, por qué es pecado votar a favor de candidatos que, por ejemplo, favorecen el aborto:
“La Iglesia enseña que el aborto o la eutanasia son pecado grave. Por tanto, un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato que tuviera una postura permisiva respecto del aborto y/o la eutanasia”.
Votemos, pues, en coherencia con nuestra fe católica. 

viernes, 26 de julio de 2019

¿DISPUESTOS A LA LUCHA O A DESERTAR?

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"Todo es posible para el que cree"
(Marcos 9, 23)

Desde un punto de vista táctico, sea cual sea el ámbito (militar, deportivo, social, religioso, etc.), estar a la ofensiva es la manera de obrar de quien ataca y agrede a otro, y la defensiva es la actitud de quien se coloca para resistir y rechazar una agresión. 

Mientras que el que toma la ofensiva busca y persigue al adversario donde se encuentre para derrotarlo o aniquilarlo, el que se mantiene a la defensiva se esfuerza en impedir su propia destrucción o derrota.

La ofensiva ataca con empeño el punto en el que le interesa vencer, economizando fuerzas para emplearlas en el punto decisivo, donde necesita alcanzar la superioridad. Intenta desalojar al enemigo de las posiciones que ocupa, bien porque cuenta con superioridad numérica, o porque cree contar con superioridad moral.

La defensiva, por el contrario, renuncia a la iniciativa y espera el ataque para repelerlo, contentándose con hacer frente y resistir el choque. Es es una actitud aparentemente de auto-protección, de previsión o de alerta. 

Partiendo de la certeza de que los cristianos estamos inmersos en una batalla espiritual, ¿Qué actitud tenemos? ¿estamos a la ofensiva o a la defensiva?

Resultado de imagen de caballeros templariosDesde su inicio, la Iglesia tuvo que emplearse a fondo en las tácticas defensivas, es decir en la Apología. Al tiempo que se construía la Iglesia desde dentro, empleó a sus mejores efectivos para defenderse del acoso y rechazo desde fuera.

Hoy en día ocurre lo mismo. El rechazo hacia los cristianos, la Iglesia y la fe católica es total, incluso más visceral y frenético. Nuestros adversarios están a la ofensiva bajo la táctica de la tolerancia, pero en el fondo ni nos soportan, ni les gustamos. Nos odian.

Es un guerra aparentemente, incruenta, pero es mortal. El Enemigo parece mostrar que su principal objetivo es el desgaste continuo de "lo cristiano", atacando e invadiendo posicione
s una y otra vez. Una vez conseguida esta primera fase, su estrategia es la aniquilación total del pueblo de Dios. Ese es el objetivo del "Anticristo", oponerse y luchar contra Cristo.

Enfrente, la Iglesia ha  venido adoptando una pésima táctica pastoral defensiva, tratando de no oponer resistencia, incluso, de mimetizarse todo lo posible con el enemigo. Es una deserción en toda regla: "Os digo y os pido en nombre del Señor que no viváis como viven los paganos, con sus vanos pensamientos y su mente oscurecida, apartados de la vida de Dios por su ignorancia y la dureza de su corazón; han perdido todo sentido moral y se han entregado al vicio, realizando desenfrenadamente toda clase de inmoralidades" (Efesios 4, 17-18).

Sin duda, es una nefasta táctica puesto que, mientras que las persecuciones a la fe de los primeros siglos, la hicieron crecer y robustecerse, sobre todo, por la valiente y audaz respuesta de los cristianos, hoy estamos a la defensiva pero no damos respuesta, y así, retrocedemos y menguamos.

En el campo de batalla espiritual, los cristianos somos odiados, despreciados, vilipendiado o incluso asesinados pero no actuamos. 

En este entorno hostil, la reacción de muchos cristianos es procurar que no se note que somos cristianos, es vivir nuestra fe en la clandestinidad de nuestros templos o casas, es esconder nuestras cruces, medallas y rosarios, es ocultar nuestras sotanas e incluso nuestros clerimans para que no se note que somos "gente de Iglesia". 

En el fondo, es una táctica derrotista, porque pensamos que no tenemos armas para defendernos. Nos falta el elemento apologético. Tenemos el deber y el derecho de defender nuestra fe ante los que la atacan y ante los que la ridiculizan, como nos muestran las Escrituras en Efesios 6, 11-18. 

La Armadura de Dios descrita en la carta a los Efesios es una llamada a la lucha, constituida por un conjunto de elementos defensivos y ofensivos, que requiere adiestramiento específico y destreza en su uso. 

Nos hallamos en una batalla a muerte, incesante, donde no existe tregua ni paz, ni compromiso o apaños mutuos, ni lugar donde esconderse, y donde es necesario posicionarse en uno de los dos bandos, porque no hay neutralidad posible.

La armadura de Dios provee a su ejercito equipación, adiestramiento y estrategia adecuada que nos garantiza la victoria en la guerra. Nuestra armadura nos protege de los ataques frontales; no se puede usar por partes, debe usarse completa siempre; nos arma defensiva y ofensivamente para recuperar posiciones que el maligno nos ha robado:

Armas Defensivas

Escudo de la Fe. Nos protege de las flechas de la venganzael odio, la envidia, la mentira, la ira, la vanidad y el orgullo.

Coraza de Justicia. Cubre el cuello, pecho y muslos. Actúa como protección para el cristiano. 

Yelmo de la SabiduríaNos cubre y protege la cabeza, y nos ayuda a pensar de la manera que Dios quiere que luchemos, incluso cuando estamos tentados a desertar.

Calzado de la Paz. Anclados al suelo para no resbalar, nos asegura un caminar estable, seguro y firme en medio del barro y las sacudidas de la batalla.

Cinto de la Verdad. Nos da firmeza, equilibrio y agilidad en los movimientos al conocer la Verdad y proclamarla.

Armas Ofensivas 

Espada del Espíritu. Sacramentos y Evangelización: armas cortantes y letales contra el Enemigo que nos mantiene afilados.

Arco y Flecha de la Oración. Moviliza el poder de Dios. Hace a la armadura relucir y brillar al permanecer conectados a Jesucristo. En ocasiones, también es un arma defensiva.

Estrategia y Adiestramiento

Palabra de Dios. Adiestramiento y formación en la lucha espiritual y estrategia de defensa contra el desánimo, el cansancio, la desilusión, la desesperanza.
No parece pues acertado seguir con la misma estrategia y con la misma pastoral que años atrás, cuando la fe católica era universal, y no era puesta en duda por nadie. 

Hoy, la Iglesia ha dejado de ser católica y universal, para convertirse en íntima y personal. Ha dejado de ser una, para convertirse en muchas opiniones mundanizadas. Ha dejado de ser apostólica, para convertirse en inactiva...

Resultado de imagen de armadura defensiva u ofensivaEl mundo nos ataca con la máxima virulencia para imponernos su pensamiento único. Desde todos los flancos, nos dicta cómo debemos pensar y actuar. 

Por eso, hoy, los cristianos bien formados y armados, no podemos tratar de pasar inadvertidos, no podemos dejar de hacernos notar, no podemos callar ni disimular. No podemos avergonzarnos de la cruz, ni esconderla.

Los cristianos tenemos que ser audaces y valientes para defender con coherencia y firmeza nuestra posición a favor de la vida y contra el aborto y la eutanasia, la defensa del matrimonio cristiano indisoluble, nuestra posición contra la ideología de género, etc.

Los cristianos tenemos que ser capaces de proclamar con claridad y solidez, la eficacia de nuestra fe, como uno de los grandes dones que nos ha dado Dios no sólo a los católicos, sino a toda la humanidad. 

Los cristianos debemos tener la certeza de que estamos en el ejercito victorioso, capitaneado por nuestro Señor Jesucristo, a quien "Se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mateo 28,18), quien "se ha manifestado para destruir las obras del diablo" (1 Juan 3,8) y quien nos transfiere, deposita y reviste de autoridad por el Espíritu Santo: "Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todas las fuerzas del enemigo, sin que nada os dañe" (Lucas 10,19). "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Romanos 8, 31).

Los cristianos debemos tener la plena confianza en que el poder para salir victorioso no está en nuestras manos, en nuestros actos o palabras, sino en la Palabra de Dios, que obra milagros y es cierta: “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24,35).

Hoy, los cristianos debemos estar preparados y alerta para entablar batalla a nuestro Enemigo. E incluso, estar dispuestos a morir por nuestra fe. 

lunes, 5 de marzo de 2018

UNA FE SIN COMPLEJOS

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"Por eso estáis alegres 
aunque de momento os veáis obligados 
a sufrir diversas pruebas, 
para que la pureza de vuestra fe 
mucho más preciosa que el oro 
que aunque acrisolado por el fuego se corrompe 
aparezca digna de alabanza de gloria y de honor 
cuando tenga lugar la manifestación de Jesucristo, 
al que amáis y en el que creéis sin haberlo visto 
por el que os alegráis con un gozo inenarrable y radiante, 
seguros de alcanzar la salvación objeto de vuestra fe." 
(1 Pedro 1, 6-9)


¡Ser cristiano hoy es un desafío!¡Vivir la fe de Cristo en nuestro mundo es todo un reto! ¡No es fácil ser católico en nuestra sociedad actual! No lo es y... ¡menos que lo va a ser!

Dos mil años después de haber perseguido a nuestro Señor Jesucristo, la fe de su Iglesia Católica sigue siendo objeto de persecución, incluso en esta España católica y tierra de María.

Y es porque es acosada, amenazada y vejada,  sabemos que en ella se encuentra la Verdad, el Camino y la Vida... Y porque sabemos que quieren crucificarla una y mil veces, debemos estar preparados y alerta para defenderla.

En España, muchos llamados "católicos" viven una fe acomplejada y vergonzante; una fe en la intimidad de su parroquia o de su casa; una fe de riguroso intimismo, como si fuera algo que esconder u ocultar; una fe que no es fe. 

La fe en Jesucristo es una fe por la que merece la pena vivir. Y por la que merece la pena morir. 

La fe de Cristo necesita ser vivida, necesita ser proclamada. Una fe sin anuncio, no sólo pierde su carácter misionero, sino que acaba desapareciendo. Y yo me pregunto ¿no es esto lo que está ocurriendo?

Sin duda, la fe católica en el siglo XXI demandará mucho coraje y valentía! Mucho más, si cabe, que la que necesitaron y demostraron los cristianos del siglo I. Necesitaremos más y mayores gracias. Pidamos a Jesús por medio de Nuestra Madre, la Virgen María, un segundo Pentecostés. A Ella nada le niega.

Resultado de imagen de efesios 2 8 10La fe de la Iglesia de Pedro necesita ser proclamada con más seguridad y fuerza. Nosotros mismos, los católicos, somos los primeros que necesitamos ser evangelizados porque hemos perdido el ardor, hemos perdido la luz. Nuestra lámpara se ha apagado y no da ni luz ni calor. Necesitamos grandes dosis de Espíritu Santo que sólo obtendremos, si se las pedimos a Dios. Pero ¡hay que pedírselas! 

¿Será por todo eso que cada vez hay menos cristianos sin complejos por la calles de nuestra querida España, aunque muchos se declaren católicos los domingos o en Semana Santa?
¿Será que muchos tienen una fe acomplejada, anestesiada, oxidada?
¿Será por eso que hay muy pocos dispuestos a defender a Cristo y a su Iglesia? 
¿Será que se han dejado vencer por "lo políticamente correcto"?
¿Será que piensan que no merece la pena?
¿Será que en realidad ya no creen? 

Porque, si uno cree en algo de verdad, ¿no lo defenderá hasta el final? 
Porque si uno está convencido de tener la "Verdad", acaso ¿se callará? 
Porque si alguien insulta a nuestro padre o a nuestra madre, acaso ¿se callará? 
Porque si alguien increpara a alguien de nuestra familia, acaso ¿mira hacia otro lado? 

¿Cómo es posible que en un país católico por excelencia no seamos capaces de hacer frente a las continuas calumnias, insultos y agravios a nuestra fe? 
¿Cómo es posible que teniendo el mejor mensaje posible, el mejor Dios posible no seamos capaces de gritarlo a los cuatro vientos?
¿Por qué callamos? 
¿Por qué cedemos al chantaje del mundo?
¿Por qué miramos hacia otro lado como si no fuese con nosotros? 
¿Es que...acaso, no va con nosotros?
¿Por qué nos empeñamos en avergonzarnos de ser católicos? 
¿Por qué nos acompleja que sepan que somos cristianos?
¿Es que...acaso nos creemos que los ataques que sufrimos están justificados? 

Muchas preguntas quizás porque no sabemos realmente lo que significa ser cristiano.

Ser cristiano significa seguir a Cristo, significa amar a Jesús. 

Y no podemos ser cristianos si pretendemos seguir a Cristo desde el sofá de nuestra casa. 

No podemos amar a Jesús sin salir a la calle, cargar nuestra cruz y seguirle.

Ser cristiano no significa defender a Dios con el mando de la "Play"; no significa defender Su mensaje de amor desde un "grupo de whatsapp"; no significa ocultarse ni acoplejarse tras una pantalla. 

Ser cristiano implica "mojarse"; requiere valor y coraje. Ser cristiano es "para gente sin complejos", para valientes. 

Ser cristiano no es para "mediocres", ni para "tibios", ni para "desertores". Y no lo digo yo, lo dice Dios (Apocalipsis 3,16).

Una fe sin complejos se demuestra en la calle, en el día a día, en el trabajo, con los amigos, en cualquier situación. Aquí radica uno de nuestros principales problemas: y es que los católicos no estamos acostumbrados a evangelizar porque hemos presupuesto que España ya estaba evangelizada y que no hacia falta hacer discípulos. Oigo a muchos decir: "lo de evangelizar no es para mí"; "no estoy preparado"... como si fuera una opción o como si los 12 apóstoles hubieran necesitado un máster para seguir a Cristo.

Una fe sin complejos necesita preparación y formación. Aquí radica otro de nuestros problemas: y es que los católicos estamos muy poco formados. Oigo a muchos decir: "necesito formación" "necesito un sacerdote que me guíe"... pero cuando se la ofrecen, siempre ponen excusas. Y no nos engañemos, ni las familias ni los colegios forman ya en la fe católica. Me atrevería a decir que tampoco en muchas iglesias.

Es un hecho evidente que nadie puede defender algo si no conoce a fondo lo que debe defender. Y desgraciadamente se cumple el dicho popular: "católico ignorante, futuro protestante"

Resultado de imagen de jesucristo resucitadoSin embargo, cuando nos formamos, ponemos en practica nuestra fe. Y cuando la ponemos en práctica, la defendemos. Y cuando la defendemos, Dios nos la aumenta.

Pidámosle a Dios que aumente nuestra fe, que refuerce nuestra confianza y que incremente nuestra fortaleza para defenderle en un mundo, que no sólo le ha crucificado sino que se empeña en mantenerle muerto y enterrado en el sepulcro, de convencernos de que no ha resucitado, de que nunca ha existido.

¡Cómo vamos a tener complejos si...


JESUCRISTO HA RESUCITADO!!!!


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miércoles, 9 de septiembre de 2015

ENFRENTAMIENTOS “CUERPO A CUERPO”







Los enfrentamientos son una práctica muy común en nuestros días; sobre todo cuando personas quieren poner en cuestión nuestra fe y nos atacan o se mofan.

Por ello, precisamos saber encontrar el enfoque correcto, las palabras adecuadas, y saber cuándo y cómo utilizar el apropiado ante una situación de gran hostilidad. Usando una analogía de golf, es como saber qué palo utilizar en cada parte del hoyo.

Por supuesto, el enfrentamiento no es siempre el camino correcto. Ahora bien, cuando el enfrentamiento es inevitable y/o necesario, ¿cómo debemos actuar? En la Biblia, el rey David nos exhorta a utilizar la ORACIÓN como el medio infalible en un enfrentamiento (Salmos 5, 2-4).

La respuesta es PEDIRLE A DIOS QUE INTERVENGA. La oración es una parte importante de nuestra respuesta a las "fuerzas destructivas" y nada es imposible para Dios, que siempre responde a nuestras oraciones.

Habitualmente, tenemos tendencia a callar, a huir, a alejarnos del enfrentamiento, de la confrontación. Pero el mal debe ser enfrentado. Los cristianos no estamos llamados a huir, pero tampoco a dejarnos abrumar. El apóstol San Pablo nos da las claves de la enseñanza de Jesucristo de DERROTAR AL MAL CON EL BIEN (Romanos 12).

Oración y acción van de la mano, y tenemos que hacer las dos cosas. Jesús, maestro en enfrentamientos cuerpo a cuerpo, nunca rehuyó el enfrentamiento sino que desafió a quienes le inquirían con amor.

Muchos conflictos podrían evitarse si la gente hablara entre sí desde el amor, en lugar de sólo hablar el uno del otro desde el rencor.

Tenemos que tener cuidado de no saltar con conclusiones apresuradas sobre personas sin fe, sobre otros cristianos o sobre otras iglesias. No debemos atacar verbalmente ni discutir sus ideas. Afirmemos nuestra fe, sin contradecir su falta de fe.

No se trata de vencer, sino convencer con nuestras palabras y obras. 

La defensa de nuestra fe (Apologética) debe siempre estar instalada en el amor y la paz, la exposición pacífica y razonada de argumentos, de datos, de testimonios, de experiencias vitales.

En ningún caso, tiene como misión atacar los principios de nadie. Nos defendemos de los ataques que recibimos y exponemos nuestra fe y nuestros principios morales. Reclamamos libertad para hacerlo y libertad para que los que quieran unirse a nuestra comunidad católica puedan hacerlo, pero ni obliga a nadie ni tiene como objetivo desprestigiar las creencias de los demás.