¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 28 de agosto de 2015

SOLO QUIEN SABE OBEDECER HONRA AL PADRE



"Cada uno en esta vida debe someterse a las autoridades.
Pues no hay autoridad que no venga de Dios,
 y los cargos públicos existen por voluntad de Dios.
Por lo tanto, el que se opone a la autoridad
se rebela contra un decreto de Dios,
y tendrá que responder por esa rebeldía."
 (Romanos 13, 1-2)

En nuestra sociedad individualista, donde la afirmación de uno mismo, el ego y el reconocimiento social priman sobre todas las cosas, se hace muy difícil entender la obediencia como una virtud. Se ve más como un sometimiento, una humillación e incluso una debilidad: es bueno mandar, es malo obedecer.

Pero para nosotros, los cristianos, el punto de referencia es Cristo. Es el modelo a imitar. Y Cristo nos mostró el verdadero espíritu de sumisión y obediencia, a su Padre celestial, a sus padres humanos, a las leyes religiosas de su tiempo y a las autoridades civiles . Y nos enseñó a sus discípulos que la obediencia es una virtud fundamental, clave en el servicio.

Para entender la obediencia, debemos entender la autoridad. Ante todo, es necesaria para que un grupo de personas pueda formar una unidad, funcionar al unísono, organizados y coordinados.

La autoridad no es arbitrariedad, no es privilegio, no un medio para satisfacer los propios deseos...es un servicio. 

La autoridad auténtica huye de los parabienes, de los aplausos, de las medallas, de las felicitaciones. El que manda debe ser quien más sirve y su mando está al servicio de los “mandados”; cada uno sirve desde su puesto.

La obediencia no suprime la libertad ni tampoco es sometimiento del más débil al más fuerte. No es una imposición del poder. Es el mejor camino de desarrollo personal: mientras me formo, obedezco y mientras obedezco, aprendo, me desarrollo y adquiero disciplina. 

También, me doy cuenta de que quien está a la cabeza tiene más datos, ve todo el conjunto, sabe a dónde dirige el todo, coordina distintos esfuerzos, etc.

La obediencia tiene como principales virtudes la humildad, la generosidad y la responsabilidad, que, al mismo tiempo, potencia, y entre sus principales obstáculos, la envidia, la soberbia, la pereza y el egoísmo.

Cuando obedecemos, cumplimos la voluntad de Dios, pero no de un modo absoluto o fundamentalista, sino por el origen divino de toda autoridad: al crear al hombre como un ser social, Dios quiso que hubiera una autoridad.

La obediencia debe ser inteligente y voluntaria, enriquecedora. Es un servicio al bien. Requiere madurar e involucrarse personalmente al hacer las cosas, sin huir de los problemas, sin humillarse ni someterse, pero tampoco, por supuesto, rebelarse.

P. Eduardo Volpacchio


sábado, 1 de agosto de 2015

FORMAR LÍDERES, NO SEGUIDORES


"Un buen líder potencia las capacidades de su equipo y hace brillar a su gente"

Una de las necesidades más importantes a la que la Iglesia actual se enfrenta, más que buscar seguidores, es la de preparar, apoyar y motivar líderes, que lideren y preparen, apoyen y motiven a nuevos líderes. 

Para ello, lo primero es generar un cambio de corazón, una transformación del espíritu y del alma, pero sobre todo, un cambio en la manera de pensar.

El verdadero liderazgo debe desarrollar al máximo el potencial de aquellos que están bajo su autoridad, para ayudarlos a encontrar y desarrollar los dones y capacidades que poseen y potenciarlos al máximo.

Nadie nace líder sino que todo líder necesita formación y preparación para llegar a serlo. La motivación y el estímulo de sus habilidades es lo que proporciona a una persona la capacidad de liderazgo.

Un buen líder explica al grupo la visión (objetivos), comparte información con el grupo, inspira confianza, resuelve problemas, es un ejemplo y modelo para el grupo, conoce a su gente, busca su bienestar y se preocupa por ellos, forma a su gente desarrollando el espíritu de equipo .

Las 5 frases más importantes de un líder: 
  1. Cometo errores
  2. Buen trabajo!
  3. ¿Qué opinas?
  4. Por favor...
  5. Gracias
La palabra más importante: Nosotros
La palabra menos importante: Yo

1. PERMITE QUE TOMEN SUS PROPIAS DECISIONES

La capacidad de liderazgo no está basada en el azar sino en la toma de decisiones acertadas. Es necesario meditar y aprovechar las oportunidades que Dios pone delante de nosotros.

El líder debe capacitar a sus subordinados para tomar decisiones y que éstos no dependan de él, sino de Dios. Para ello, debe definir de antemano los objetivos generales a cumplir. Jesús en Marcos 16, 15 enseñó a los discípulos los objetivos generales: “Id y haced discípulos….” Los formó, los animó y más tarde, les dejó solos para que ellos mismos tomaran las decisiones oportunas.

Cuando la gente confía en su líder es maravilloso, pero más maravilloso es cuando un líder confía en su gente. Un líder que genera crecimiento y desarrollo jamás piensa que nadie pueda ser más eficiente o mejor que él.

2. PERMITE QUE COMETAN ERRORES

Muchos líderes se amparan en su infalibilidad para no delegar, cuando piensan que aún no ha llegado el momento, que aún no están preparados y temen que por ello, puedan cometer errores. Si Cristo hubiera esperado a que sus discípulos fueran perfectos para delegar en ellos, aún seguiría con ellos, corrigiéndoles.

Todo aquello que descubrimos a causa de nuestros errores nos enseña más que el hecho de que otros nos los señalen (principio efecto-causa). Durante el proceso de error/corrección aprendemos constantemente qué hacer y qué no. Aprendemos a levantarnos cuando caemos, no cuando nos cuentan lo que pasa al caernos.

Un líder debe ser humilde para admitir sus errores, eficiente para aprovecharlos y sabio para corregirlos.

3. PERMITE QUE DISCREPEN DE TI

No es bueno el pensamiento único, el “señor, sí, señor”. A las personas que siempre asienten, la Biblia las llama “asalariadas”. Es preferible que nos miren a la cara y nos digan “no estoy de acuerdo”, porque es ahí donde se demuestra el compromiso y la lealtad con el fin último.

Es aconsejable establecer espacios donde el debate y la discrepancia sean constructivos y no se conviertan en discusiones sin fruto. Es vital que el líder no esté siempre a la defensiva con inseguridades y temores a ser desafiado, porque si tiene que reclamar autoridad es que no la tiene.

La autoridad se demuestra con acciones responsables y no con palabras inseguras. Sin responsabilidad ni seguridad no existe autoridad. 

La inseguridad crea líderes autoritarios y dictadores que están preocupados en decir a todos qué hacer y qué no hacer, cómo hacerlo y a dónde ir, qué pensar y qué no pensar. Necesitan dirigir la vida de los que le rodean para no “retratarse”.

Pero también este modo de actuar es motivado por la falta de compromiso de los subordinados, por la comodidad de no asumir responsabilidades.

Un buen líder enseña y motiva a sus subordinados a pensar por sí mismos, a actuar en consecuencia y a abrir el debate. Esto es enriquecedor tanto para el líder como para el resto; sin embargo, si dejamos lugar a la envidia y al rencor, no hay ninguna posibilidad de crecimiento. 

4. PERMITE QUE SE MUEVAN LIBREMENTE

Un buen líder deja espacio a sus discípulos. No está continuamente encima de ellos, corrigiéndoles sino que les deja actuar. No se requiere de su autorización para cada actividad a desarrollar o para cada decisión a tomar. Debe darles independencia siempre que haya establecido los objetivos a cumplir, las fronteras y los posibles contratiempos. Sin libertad de movimiento no se forman líderes.

Existen líderes que desean realizar ellos todo el trabajo, se desgastan y se “queman”; Piensan que sólo su esfuerzo será capaz de alcanzar el fin y tratan de ocupar el lugar de Dios; pero el liderazgo no es un trabajo que descansa en nuestro esfuerzo sino que es un privilegio y un don que Dios nos ofrece para formar a otros.

La clave estriba en formar líderes, no seguidores ni robots que obedezcan. Se trata de dejar los “detalles” y entrar en la presencia del Espíritu Santo.

¿Eres de los que dice “dar libertad” pero luego está siempre supervisando cada detalle de lo que se hace? ¿Vas detrás de las acciones, cambiando cada coma, cada punto?

5. PERMITE QUE CREZCAN

“Permitir” invita a crear espacios de crecimiento, mentalidades de aumento, intenciones de progreso. Conforme crecemos en “permitir”, hacemos a los demás que crezcan. Pero es necesario ir más allá del “permitir”, debemos “fomentar” el crecimiento invirtiendo tiempo y recursos.


Un líder debe romper las resistencias al crecimiento, tanto propias como ajenas. Debe estar en un constante proceso de crecimiento para no estancarse ni que el resto se estanque.

Envía a tu gente a retiros, a seminarios, a conferencias, a escuelas de líderes, a cursos de capacitación. Mejor aún, acompáñales y descubre talentos que aún no han sido descubiertos ni desarrollados.

Un líder está en un proceso constante de búsqueda de nuevas áreas, nuevos métodos, nuevos talentos por descubrir y dones infrautilizados. Enseña a pensar, a orar, a meditar y también enseña a enseñar y a discipular.

Un líder forma personas con “piedras vivas” para el Reino de Dios, no empresas o proyectos humanos. UN LÍDER FORMA LÍDERES QUE LIDERAN.

6. PERMITE QUE SE VAYAN

“Las ovejas no pertenecen al pastor, pertenecen al amo”. No es nuestro ministerio, es el de Dios. Todo es de Él, todo es prestado.

Tan pronto como se tenga la seguridad, la tranquilidad y la garantía de haber formado líderes, no se debe ser posesivo y debemos “dejar ir”. Esto demostrará la valía de un líder. Hay gente que Dios ha traído a nuestra vida para llevársela, que pasan a nuestro lado para estar con nosotros por un tiempo, pero no para quedarse.

Por ello, es necesario mostrar a los discípulos a soñar, a que vean ellos mismos la visión, tal y como hizo Cristo con los suyos.

Como hizo el padre al despedir con una bendición al hijo pródigo, aún a sabiendas de que posiblemente dilapidaría su herencia, así debemos dejar marchar a nuestros discípulos. 

El objetivo de un buen líder no es retener a su protegido para demostrarle quien manda o quien ostenta la autoridad, sino desarrollar al máximo el potencial de los que están bajo su autoridad para convertirlos en nuevos líderes. Y si tiene que dejarlos ir, que sea con su bendición.

7. PERMÍTETE DISFRUTAR DE SU ÉXITO

El éxito de un discípulo es el éxito de su líder. El Señor tiene planes para ti y para los demás y quiere que todos disfruten de la cosecha, sembrando por sí mismos o a través de otros. El fruto no depende del líder, él sólo siembra. La cosecha depende de Dios.

8. PERMITE QUE TE ENSEÑEN

Nadie deja jamás de aprender, ni siquiera de sus subordinados. Deja que tus discípulos te enseñen porque Dios también te habla a través de ellos. No pienses que tienes a Dios en exclusiva.

9. PERMÍTETE AMARLOS

Los discípulos necesitan que su líder les demuestre su afecto, su cariño y su satisfacción. 

Así como el Señor nos pastorea suavemente, nosotros debemos pastorear a nuestras ovejas. Fomenta el cariño y el afecto en tus discípulos de dos maneras: verticalmente, de ti a ellos y horizontalmente, entre ellos.

Ámalos, abrázalos y recuerda que Dios los ha puesto en tu camino para eso, para que los ames.

10. PERMITE A DIOS LLEVARSE TODA LA GLORIA

Todo lo que hacemos en nuestra vida es por Gracia de Dios; también cuando formamos líderes, no es por nuestro esfuerzo, sino por gracia divina. Da le toda la gloria a Dios y pienses que es tuya.

Sin la Gracia del Espíritu de Dios, nuestro trabajo es inútil, no se desarrolla, ni crece, ni da fruto. Confiando sólo en tus fuerzas no lograrás el objetivo.

¿QUÉ LÍDER SOY Y QUÉ LÍDER QUIERO SER?

Estamos viviendo un momento histórico: tenemos el privilegio de vivir el mejor momento de la historia de la Iglesia, siendo los protagonistas del presente pero mirando al futuro. Estamos llamados a alzar nuestros ojos y ver todo lo que Dios, a través del Espíritu Santo está preparando.

Pero para crecer, debemos meditar qué clase de líderes somos y qué clase queremos ser:

¿Soy de los que construyo muros excluyentes y edifico mis imperios amurallados? ¿En lugar de abrazar, rechazo y excluyo? ¿Hago de mi liderazgo un club exclusivo?

O ¿soy de los que construyo puentes, que tiendo manos a quienes me rodean para que brillen? ¿Abrazo a mis discípulos y los bendigo con alegría?

Dios quiere que su Iglesia sea una y nos muestra que aquel que está a nuestro lado no es nuestro competidor ni nuestro enemigo sino un complemento que Él nos ha puesto. Dios tiene un plan para cada uno según los dones que nos ha otorgado y no un plan para todos donde disputarnos el mejor sitio.

Cuando uno se fatiga de tirar del carro debe ponerse detrás, motivar y animar a los demás a que tiren de él entre todos y al unísono, compartiendo la visión con ellos pues es la voluntad de Dios.

VISIÓN DEL LÍDER: Potenciar los dones y talentos para su desarrollo y crecimiento.

MISIÓN DEL LÍDER: Formar y capacitar nuevos líderes.



Fuente: 

“Cómo ejercer la verdadera autoridad”
2002. Jonathan Mark Witt