¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 16 de agosto de 2016

MIEDO AL CAMBIO: DESENTIERRA TU TALENTO





«Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.

Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. 

Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el de los dos talentos dijo: "Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el que había recibido un talento dijo: "Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo." 

Mas su señor le respondió: "Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.

Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."

(Mateo 25, 14-30)


Muchos de nosotros vivimos atrapados en situaciones que no son las que nos gustaría estar viviendo, pero nos conformamos, fundamentalmente, por miedo al cambio.

A veces, se trata de nuestra pareja con la que discutimos a menudo y con la que no compartimos casi nada pero seguimos con ella por inercia. 

Otras veces, se trata de nuestro trabajo o de nuestro jefe, que tanto nos disgusta pero que al menos nos da de comer. 

Otras, es nuestra parroquia que no crece y enferma, pero con la que al menos nos reconfortamos espiritualmente. ¡Excusas con tal de no actuar!

¿Qué es lo que nos da tanto miedo? 

¿Por qué somos tan reacios a los cambios?

¿Por qué cerramos a cal y canto las puertas de nuestros corazones?

¿Por qué ante los problemas internos tan evidentes de la Iglesia y los ataques externos tan despiadados, permanecemos callados, inmóviles o miramos hacia otro lado? 

¿Permanecemos quietos mientras el mundo se mueve y cambia a pasos agigantados?

¿Esperamos que la solución llegue por sí sola, sin mover un dedo, sin orar, sin ponernos en marcha?

¿Preferimos un enfoque exclusivamente dirigido al cuidado de los que ya somos, del rebaño antes que molestarnos en ir a por más almas para Dios?

¿Nos gustan las cosas como son?

¿Somos capaces de soñar alguna posibilidad de mejora?

¿Nos enorgullecemos de no cambiar en aras de conservar una cierta comodidad?

¿Qué opina Dios de todo esto?

Lo que parece evidente es que le damos más importancia a la seguridad, a la comodidad y a la tranquilidad que al bienestar, a lo correcto o a Dios. Tenemos más miedo a perder que deseo de ganar, como el siervo de la parábola que recibió un talento.

Incertidumbre

La palabra cambio siempre produce en nuestra mente una connotación negativa, parece significar incertidumbre, temor por lo desconocido y, sobre todo, riesgo. Por eso, muchas veces, ante la probabilidad de empeorar, nos aferramos a la postura cómoda de evitar cualquier tipo de cambio o de toma de decisiones.

Pero resulta que tenemos una esperanza, una fe, una certeza cristiana de que Dios está a nuestro lado y que jamás nos abandona.¿O no es así?

Pesimismo

Casi siempre, nuestra tentación nos lleva a ponernos en lo peor. Somos bastante derrotistas y fatalistas.

Pero cuando nos enfocamos en lo positivo y confiamos en nuestro Creador, avanzar y eliminar el miedo al cambio es mucho más sencillo, pues descargamos nuestros miedos e inseguridades en Él. ¿O no es así?

Inseguridad

Por si fuera esto fuera poco, mostramos una gran inseguridad en nuestra capacidad para cambiar las cosas y una cierta desconfianza en nuestra capacidad para conseguir algo mejor.

Pero una cosa es evidente, la mejor forma de perder toda la confianza en uno mismo es quedarse quieto y no intentar nada en la vida. Dios no nos quiere inseguros ni quietos. El nos ha regalado dones y talentos para que los utilicemos no para que los guardemos por miedo. Recuerda la parábola de los talentos.

Auto-compasión

"No merezco nada mejor", "No soy capaz", "No estoy preparado": son algunas de las excusas que ponemos ante un cambio, ante una situación incómoda o que nos hace sufrir y no somos capaces de salir de ahí, lo que evidencia  nuestra auto-compasión, nuestra falta de valoración propia para cambiar las cosas.

Dios nos valora como criaturas únicas y no ha dado la dignidad de ser hijos suyos. ¿Vamos a ser capaces de censurar lo que Dios tiene pensado para nosotros?

Con la parábola de los talentos, Jesús intenta explicar cómo es nuestro Dios, y cómo debe ser nuestra respuesta a su invitación a participar de su Reino.

Tomar conciencia de cuáles son los obstáculos que nos impiden avanzar, cambiar y transformar el mundo, será lo que nos ayude a dar el primer paso. Todo viaje, toda aventura empieza por el primer paso.

Dios nos ha dado un potencial increíble y sólo espera que confíes en Él para "salir a la luz", para "ser la luz". Somos capaces de muchas más cosas de las que creemos y además nos merecemos lo mejor. Eso es lo que Dios ha ideado para cada un de nosotros.

Por eso, pongámonos en acción, despidiendo de nuestra vida lo que no nos hace feliz y luchando por lo que Dios nos ofrece y nos pide.  En eso se basa la plenitud, la felicidad.





sábado, 1 de agosto de 2015

FORMAR LÍDERES, NO SEGUIDORES


"Un buen líder potencia las capacidades de su equipo y hace brillar a su gente"

Una de las necesidades más importantes a la que la Iglesia actual se enfrenta, más que buscar seguidores, es la de preparar, apoyar y motivar líderes, que lideren y preparen, apoyen y motiven a nuevos líderes. 

Para ello, lo primero es generar un cambio de corazón, una transformación del espíritu y del alma, pero sobre todo, un cambio en la manera de pensar.

El verdadero liderazgo debe desarrollar al máximo el potencial de aquellos que están bajo su autoridad, para ayudarlos a encontrar y desarrollar los dones y capacidades que poseen y potenciarlos al máximo.

Nadie nace líder sino que todo líder necesita formación y preparación para llegar a serlo. La motivación y el estímulo de sus habilidades es lo que proporciona a una persona la capacidad de liderazgo.

Un buen líder explica al grupo la visión (objetivos), comparte información con el grupo, inspira confianza, resuelve problemas, es un ejemplo y modelo para el grupo, conoce a su gente, busca su bienestar y se preocupa por ellos, forma a su gente desarrollando el espíritu de equipo .

Las 5 frases más importantes de un líder: 
  1. Cometo errores
  2. Buen trabajo!
  3. ¿Qué opinas?
  4. Por favor...
  5. Gracias
La palabra más importante: Nosotros
La palabra menos importante: Yo

1. PERMITE QUE TOMEN SUS PROPIAS DECISIONES

La capacidad de liderazgo no está basada en el azar sino en la toma de decisiones acertadas. Es necesario meditar y aprovechar las oportunidades que Dios pone delante de nosotros.

El líder debe capacitar a sus subordinados para tomar decisiones y que éstos no dependan de él, sino de Dios. Para ello, debe definir de antemano los objetivos generales a cumplir. Jesús en Marcos 16, 15 enseñó a los discípulos los objetivos generales: “Id y haced discípulos….” Los formó, los animó y más tarde, les dejó solos para que ellos mismos tomaran las decisiones oportunas.

Cuando la gente confía en su líder es maravilloso, pero más maravilloso es cuando un líder confía en su gente. Un líder que genera crecimiento y desarrollo jamás piensa que nadie pueda ser más eficiente o mejor que él.

2. PERMITE QUE COMETAN ERRORES

Muchos líderes se amparan en su infalibilidad para no delegar, cuando piensan que aún no ha llegado el momento, que aún no están preparados y temen que por ello, puedan cometer errores. Si Cristo hubiera esperado a que sus discípulos fueran perfectos para delegar en ellos, aún seguiría con ellos, corrigiéndoles.

Todo aquello que descubrimos a causa de nuestros errores nos enseña más que el hecho de que otros nos los señalen (principio efecto-causa). Durante el proceso de error/corrección aprendemos constantemente qué hacer y qué no. Aprendemos a levantarnos cuando caemos, no cuando nos cuentan lo que pasa al caernos.

Un líder debe ser humilde para admitir sus errores, eficiente para aprovecharlos y sabio para corregirlos.

3. PERMITE QUE DISCREPEN DE TI

No es bueno el pensamiento único, el “señor, sí, señor”. A las personas que siempre asienten, la Biblia las llama “asalariadas”. Es preferible que nos miren a la cara y nos digan “no estoy de acuerdo”, porque es ahí donde se demuestra el compromiso y la lealtad con el fin último.

Es aconsejable establecer espacios donde el debate y la discrepancia sean constructivos y no se conviertan en discusiones sin fruto. Es vital que el líder no esté siempre a la defensiva con inseguridades y temores a ser desafiado, porque si tiene que reclamar autoridad es que no la tiene.

La autoridad se demuestra con acciones responsables y no con palabras inseguras. Sin responsabilidad ni seguridad no existe autoridad. 

La inseguridad crea líderes autoritarios y dictadores que están preocupados en decir a todos qué hacer y qué no hacer, cómo hacerlo y a dónde ir, qué pensar y qué no pensar. Necesitan dirigir la vida de los que le rodean para no “retratarse”.

Pero también este modo de actuar es motivado por la falta de compromiso de los subordinados, por la comodidad de no asumir responsabilidades.

Un buen líder enseña y motiva a sus subordinados a pensar por sí mismos, a actuar en consecuencia y a abrir el debate. Esto es enriquecedor tanto para el líder como para el resto; sin embargo, si dejamos lugar a la envidia y al rencor, no hay ninguna posibilidad de crecimiento. 

4. PERMITE QUE SE MUEVAN LIBREMENTE

Un buen líder deja espacio a sus discípulos. No está continuamente encima de ellos, corrigiéndoles sino que les deja actuar. No se requiere de su autorización para cada actividad a desarrollar o para cada decisión a tomar. Debe darles independencia siempre que haya establecido los objetivos a cumplir, las fronteras y los posibles contratiempos. Sin libertad de movimiento no se forman líderes.

Existen líderes que desean realizar ellos todo el trabajo, se desgastan y se “queman”; Piensan que sólo su esfuerzo será capaz de alcanzar el fin y tratan de ocupar el lugar de Dios; pero el liderazgo no es un trabajo que descansa en nuestro esfuerzo sino que es un privilegio y un don que Dios nos ofrece para formar a otros.

La clave estriba en formar líderes, no seguidores ni robots que obedezcan. Se trata de dejar los “detalles” y entrar en la presencia del Espíritu Santo.

¿Eres de los que dice “dar libertad” pero luego está siempre supervisando cada detalle de lo que se hace? ¿Vas detrás de las acciones, cambiando cada coma, cada punto?

5. PERMITE QUE CREZCAN

“Permitir” invita a crear espacios de crecimiento, mentalidades de aumento, intenciones de progreso. Conforme crecemos en “permitir”, hacemos a los demás que crezcan. Pero es necesario ir más allá del “permitir”, debemos “fomentar” el crecimiento invirtiendo tiempo y recursos.


Un líder debe romper las resistencias al crecimiento, tanto propias como ajenas. Debe estar en un constante proceso de crecimiento para no estancarse ni que el resto se estanque.

Envía a tu gente a retiros, a seminarios, a conferencias, a escuelas de líderes, a cursos de capacitación. Mejor aún, acompáñales y descubre talentos que aún no han sido descubiertos ni desarrollados.

Un líder está en un proceso constante de búsqueda de nuevas áreas, nuevos métodos, nuevos talentos por descubrir y dones infrautilizados. Enseña a pensar, a orar, a meditar y también enseña a enseñar y a discipular.

Un líder forma personas con “piedras vivas” para el Reino de Dios, no empresas o proyectos humanos. UN LÍDER FORMA LÍDERES QUE LIDERAN.

6. PERMITE QUE SE VAYAN

“Las ovejas no pertenecen al pastor, pertenecen al amo”. No es nuestro ministerio, es el de Dios. Todo es de Él, todo es prestado.

Tan pronto como se tenga la seguridad, la tranquilidad y la garantía de haber formado líderes, no se debe ser posesivo y debemos “dejar ir”. Esto demostrará la valía de un líder. Hay gente que Dios ha traído a nuestra vida para llevársela, que pasan a nuestro lado para estar con nosotros por un tiempo, pero no para quedarse.

Por ello, es necesario mostrar a los discípulos a soñar, a que vean ellos mismos la visión, tal y como hizo Cristo con los suyos.

Como hizo el padre al despedir con una bendición al hijo pródigo, aún a sabiendas de que posiblemente dilapidaría su herencia, así debemos dejar marchar a nuestros discípulos. 

El objetivo de un buen líder no es retener a su protegido para demostrarle quien manda o quien ostenta la autoridad, sino desarrollar al máximo el potencial de los que están bajo su autoridad para convertirlos en nuevos líderes. Y si tiene que dejarlos ir, que sea con su bendición.

7. PERMÍTETE DISFRUTAR DE SU ÉXITO

El éxito de un discípulo es el éxito de su líder. El Señor tiene planes para ti y para los demás y quiere que todos disfruten de la cosecha, sembrando por sí mismos o a través de otros. El fruto no depende del líder, él sólo siembra. La cosecha depende de Dios.

8. PERMITE QUE TE ENSEÑEN

Nadie deja jamás de aprender, ni siquiera de sus subordinados. Deja que tus discípulos te enseñen porque Dios también te habla a través de ellos. No pienses que tienes a Dios en exclusiva.

9. PERMÍTETE AMARLOS

Los discípulos necesitan que su líder les demuestre su afecto, su cariño y su satisfacción. 

Así como el Señor nos pastorea suavemente, nosotros debemos pastorear a nuestras ovejas. Fomenta el cariño y el afecto en tus discípulos de dos maneras: verticalmente, de ti a ellos y horizontalmente, entre ellos.

Ámalos, abrázalos y recuerda que Dios los ha puesto en tu camino para eso, para que los ames.

10. PERMITE A DIOS LLEVARSE TODA LA GLORIA

Todo lo que hacemos en nuestra vida es por Gracia de Dios; también cuando formamos líderes, no es por nuestro esfuerzo, sino por gracia divina. Da le toda la gloria a Dios y pienses que es tuya.

Sin la Gracia del Espíritu de Dios, nuestro trabajo es inútil, no se desarrolla, ni crece, ni da fruto. Confiando sólo en tus fuerzas no lograrás el objetivo.

¿QUÉ LÍDER SOY Y QUÉ LÍDER QUIERO SER?

Estamos viviendo un momento histórico: tenemos el privilegio de vivir el mejor momento de la historia de la Iglesia, siendo los protagonistas del presente pero mirando al futuro. Estamos llamados a alzar nuestros ojos y ver todo lo que Dios, a través del Espíritu Santo está preparando.

Pero para crecer, debemos meditar qué clase de líderes somos y qué clase queremos ser:

¿Soy de los que construyo muros excluyentes y edifico mis imperios amurallados? ¿En lugar de abrazar, rechazo y excluyo? ¿Hago de mi liderazgo un club exclusivo?

O ¿soy de los que construyo puentes, que tiendo manos a quienes me rodean para que brillen? ¿Abrazo a mis discípulos y los bendigo con alegría?

Dios quiere que su Iglesia sea una y nos muestra que aquel que está a nuestro lado no es nuestro competidor ni nuestro enemigo sino un complemento que Él nos ha puesto. Dios tiene un plan para cada uno según los dones que nos ha otorgado y no un plan para todos donde disputarnos el mejor sitio.

Cuando uno se fatiga de tirar del carro debe ponerse detrás, motivar y animar a los demás a que tiren de él entre todos y al unísono, compartiendo la visión con ellos pues es la voluntad de Dios.

VISIÓN DEL LÍDER: Potenciar los dones y talentos para su desarrollo y crecimiento.

MISIÓN DEL LÍDER: Formar y capacitar nuevos líderes.



Fuente: 

“Cómo ejercer la verdadera autoridad”
2002. Jonathan Mark Witt