¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 27 de julio de 2025

1ª CARTA A LOS CORINTIOS: UNIDAD Y MORALIDAD

La primera carta a los Corintios ocupa el séptimo libro en el Nuevo Testamento y el segundo en el corpus paulino. Se trata de un escrito de circunstancias, motivado por los problemas y situaciones concretas surgidos en la comunidad cristiana de Corinto.

La comunidad cristiana de Corinto
Pablo llegó en el año 50 d.C., al final de su 2º viaje misionero, a Corinto, capital de la provincia romana de Acayaciudad populosa y muy propensa a todo tipo de excesos. 

Allí fundó una comunidad cristiana y evangelizó durante un año y medio (Hch 18,1-18), dejando a su partida una iglesia numerosa y floreciente, aunque de origen pagano y de estratos sociales muy diversos. Desde allí viajó a Cesarea Marítima y Antioquía

La comunidad de Corinto también habría sido fundada y evangelizada por Apolo (Hch 18,27),​ quizás por Pedro (1 Cor 1,12), y por algunos cristianos judíos que  trajeron consigo cartas de elogio de Jerusalén (1 Cor 1,12; 2 Cor 3,1; 5,16; 11,23).

Cuando Pablo regresó en su 3º viaje misionero a Éfeso, donde vivió tres años (54-57 d.C.), recibió noticias de la comunidad de Corinto, quizás a través de Crispo, Gayo, Estéfanas, Fortunato, Acaico (cf. 1 Cor 1,14; 16,12.17), en las que le pedían consejo relativos a asuntos sobre el matrimonio, sobre el consumo de carne sacrificada a los ídolos y sobre los comportamientos inmorales que habían surgido en el seno de la comunidad (cf. 1 Cor 7,1.25; 8,1;10,23; 11,2; 12,1; 15,1)

Cuatro cartas a los Corintios
Aunque se han conservado sólo dos epístolas de san Pablo a los Corintios, existe constancia de un total de cuatro cartas escritas por el apóstol.

Pablo escribe la 1 Cor (que, en realidad, sería la 2ª) desde Éfeso en el año 55 d.C.a través de Sóstenes, su amanuense (1 Cor 1, 1-2) y la envía a través de Tito y otro hermano cuyo nombre no se menciona (2 Cor 2,13; 8,6.16-18) en respuesta a las noticias sobre disputas y divisiones, celos y rivalidades entre los miembros de la iglesia que le habían llegado por "los de Cloe" (Cor 1,11) o por "los de Apolo" (Hch 19,1), seguramente, grupos o facciones de la comunidad. 
Antes de escribir esta 1 Cor y 2 Cor (que en realidad, serían la 2ª y la 4ª), Pablo hizo una 2ª visita a la iglesia de Corinto antes del 55 d.C. (​2 Cor 12,14; 13,1) para comprobar en persona los problemas existentes y los desórdenes crecientes de Corinto (2 Cor 2,1; 13,2), y les escribió dos cartas, hoy perdidas:
  • una 1ª carta, posiblemente escrita hacia el 53-54 d.C. y mencionada en 1 Cor 5,9; 7,1
  • una 3ª carta, posiblemente escrita hacia el 55-56 d.C., entre las dos que conocemos y mencionada en 2 Cor 2,3-4 
Contenido de la carta
  • División: Pablo exhorta a la uniformidad de enseñanzas y la unidad entre sus miembros, "sin divisiones y unidos en un mismo pensar y sentir" (1 Cor 1,10)
  • Desórdenes sexuales e inmoralescondena de forma clara la lujuria, la homosexualidad, la idolatría, la codicia, el robo, las borracheras, las calumnias y difamaciones, las estafas y el adulterio (1 Cor 6,9-10)
  • Celibato y Matrimonio: exhorta a la santidad y prefiere que los apóstoles sean célibes como Cristo, pero si carecen de autocontrol, es mejor que se casen. De hecho, incluye el matrimonio como práctica apostólica (1 Cor 9,5) corroborando el caso de Pedro (Mt 8,14). Sin embargo, los Padres de la Iglesia (Tertuliano, Jerónimo y Agustín de Hipona) afirman que el término griego utilizado es ambiguo, pues 'esposa' es la misma palabra para 'mujer' y que las mujeres a las que se refiere Pablo, servían a los Apóstoles como las mujeres que acompañaban a Cristo, le servían. No significaba que fueran esposas suyas, sino que habían dejado sus “oficios matrimoniales” para seguirlo (Mt 27,55; Lc 8,1-3)
  • Carnes sacrificadas a ídolos, cultos paganos y carismas: insta a no escandalizar a otros, a apreciar que cada carisma y talento es útil y necesario a la comunidad como "miembros de un mismo cuerpo", dando primacía al amor (1 Cor 8-10; 12-14)
  • Cultos paganos: realiza una catequesis sobre la Eucaristía en la que recuerda su institución por Jesús y pone de relieve las exigencias del misterio (1 Cor 11,1-34)
  • Resistencia a aceptar la resurrección de los muertos: ofrece una reflexión teológica sobre la resurrección de Cristo y de los cristianos ( 1 Cor 15,1-58)
  • Cristología de la cruz: ante el cristianismo de Corinto, que no quiere saber nada de la "locura de la cruz" (1 Cor 1,20-25), afirma que la salvación de Dios llega a través del misterio del misterio pascual, en el que crucifixión y resurrección son una única realidad
  • Antropología/Eclesiología de la cruz: ante el cristianismo egocentrista, insolidario e individualista que vive Corinto, que se vanagloria de los carismas y de la efusión del Espíritu, afirma que la comunidad cristiana está aún en camino y que debe construirse solidariamente en el amor entre sus miembros, a ejemplo de la entrega abnegada y sin reservas de Jesucristo en la cruz
Estilo literario 
La carta a los Romanos Corintios, escrita en griego, muestra un estilo limpio y un lenguaje vigoroso que traza el perfil humano y apostólico de Pablo con una gran variedad de tonos: sencillez, densidad, ironía, sarcasmo, explosiones de ternura o de indignación...

Algunos de sus pasajes, por ejemplo 1 Cor 13, toda una oda sobre el amor, la fe y la esperanza, son considerados un modelo en la literatura universal.

Estructura

Dada la variedad temática de la epístola, puede estructurarse en las siguientes partes:]

  • Saludo (1,1-3): Pablo afirma que su apostolado le fue otorgado mediante una revelación de Cristo. El saludo de la carta refuerza la legitimidad apostólica de Pablo
  • Acción de gracias (1,4-9): típica de la escritura epistolar helenística: da gracias a Dios por la salud, un viaje seguro, la liberación de un peligro o la buena fortuna. Introduce los carismas y la gnosis, temas de los que Pablo tratará con mayor extensión más adelante
  • División en Corinto (1,10-4,21)
    • Hechos de la división
    • Causas de la división
    • Solución de la división
  • Inmoralidad en Corinto (5,1-6,20)
    • Cómo disciplinar a un hermano inmoral
    • Cómo resolver disputas personales
    • Cómo afrontar el tema del celibato y la castidad
  • Dificultades en Corinto (7,1-14,40)
    • Sobre el Matrimonio
    • Sobre la Libertad cristiana
    • Sobre el Culto cristiano
  • Doctrina de la resurrección (15,1-58): importancia de la resurrección en el cristianismo: "si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe"
  • Conclusión (16,1-24): Los comentarios finales de Pablo en sus cartas suelen contener sus intenciones y esfuerzos por mejorar la comunidad. Concluye con:
    • les exhorta/amonesta sobre un comportamiento (parénesis)
    • les desea la paz
    • les pide oración
    • les saluda con su nombre y a sus amigos, con un beso santo
    • les desea la gracia
    • les da la bendición

viernes, 14 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (14)

"No son dos, sino una sola carne" 
(Mateo 19, 3-12)

Dios, en el principio, crea de dos seres, hombre y mujer, uno sólo, y de uno sólo hace dos, de forma que el uno descubre en el otro un segundo “yo-mismo”, un 'complemento", sin por ello, perder su personalidad, sin confundirse con el otro, sin superioridad del uno sobre el otro.

Este “principio” muestra cuál es la primera identidad humana, nuestra primera vocación y la voluntad inicial de Dios.

Sin embargo, los hombres de todos los tiempos han querido plantear la pregunta sobre el divorcio para poner a Dios a prueba, para rechazar la visión integral del hombre dada por el Creador en el "principio", para sustituirla por concepciones parciales y tendencias actuales, amparándose en su libertad de elección.

La respuesta que Cristo dio a los fariseos (y a nosotros hoy) exige que el hombre, varón y mujer, decida sobre sus propias acciones a la luz de la verdad integral y originaria para vivir una experiencia auténticamente humana: "Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre".

Es nuestra dureza de cerviz y nuestro corazón de piedra las que nos inclinan a "querer ser Dios" y a decidir cambiar esa idea original por una "nuestra", por una opinión propia de cada uno.

La Encarnación (y la redención que brota de ella) es también la fuente definitiva de la sacramentalidad del matrimonio (y del sacerdocio). Cristo se une a la Iglesia y la hace "Una, en un sólo cuerpo, un solo espíritu".

Sin embargo, de nuevo, el hombre quiere decidir, y "repudia" a la Esposa para ir a buscar otra que la satisfaga más.
¡Cuántas veces obviamos el significado esponsalicio del cuerpo, su dimensión plena y personal en el Sacramento del matrimonio! 

¡Cuántas veces, por conveniencia, egoísmo y utilitarismo, vaciamos el sacerdocio de su sentido sagrado y de su propósito original, cuestionando la virginidad y el celibato!

Cristo nos llama la atención para que comprendamos que el camino del sacramento del matrimonio y del sacerdocio es el camino de la “redención del cuerpo”, que consiste en recuperar la dignidad perdida y la comunión plena con Dios.

Dios jamás "da puntadas sin hilo".

JHR

jueves, 13 de septiembre de 2018

EL ARMARIO DE LA IGLESIA


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"No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros,
ni los afeminados, ni los invertidos, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los difamadores, ni los salteadores
heredarán el reino de Dios.
Huid de la lujuria.
Cualquier otro pecado cometido por el hombre
queda fuera del cuerpo,
pero el pecado de lujuria daña al propio cuerpo.
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
que habita en vosotros, y que habéis recibido de Dios?
Ya no os pertenecéis a vosotros mismos.
Habéis sido comprados a gran precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo."
(1 Corintios 6, 9-10; 18-20)
Seguimos estremeciéndonos por los nuevos casos de abusos y prácticas homosexuales dentro de la Iglesia y que salen a la luz día tras día. Es el "humo de Satanás", una negra y espesa oscuridad que se extiende por todos los rincones católicos, escandalizando, asfixiando y destruyendo almas.

Creo que existe un error de base por parte de la jerarquía eclesiástica a la hora de acometer estos casos, ya que se pretende (o al menos eso se nos da a entender) adoptar una solución en su fase final, es decir, cuando el daño está hecho o cuando el escándalo es público. Y lo hacen, bien aceptando una simple dimisión o asignando un impune cambio de aires.

En realidad, se trata de un problema de fondo que debería atajarse en su fase embrionaria, es decir, en los seminarios donde se origina. Es allí, donde, desgraciadamente, existen redes homosexuales que actúan con toda impunidad

El problema no se resuelve con la dimisión de cardenales y obispos ni tampoco con el traslado de sacerdotes a otras parroquias.

Janet Smith, teóloga estadounidense y catedrática en la Universidad de Notre Dame y en la de Dallas, experta en la Humanae Vitae y en las enseñanzas morales de San Juan Pablo II, denuncia la existencia de redes homosexuales, a las que denomina "la Mafia Lavanda”, a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa. 

Según Smith se trata de un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Son homosexuales con sotana, que se aprovechan de los seminaristas, de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de su situación de poder para obligar a otros miembros de la Iglesia a mantener relaciones con ellos”.



Los seminarios católicos guardan mucha similitud con el Ejército: son instituciones verticales, basadas en la ciega obediencia y en el absoluto secretismo

La formación de un sacerdote católico puede llegar a durar hasta catorce años y pueden ser expulsados en cualquier momento, sobre todo si contravienen a sus superiores. 

Ahí está la clave del problema: Silencio cómplice, temor a hablar. Silencio en los formadores, porque temen quedarse sin curas y silencio en los seminaristas, porque temen las represalias

Temores que se tr
asladan a la feligresía, que deja de confiar en la jerarquía y en la propia la Iglesia. Por eso es tan importante que se llegue hasta el final, que se denuncie y se erradique de una vez por todas esta "Mafia lavanda". A pesar de todo el bien que hace la Iglesia, es triste comprobar que sólo se habla de abusos sexuales por culpa de estos depredadores. Lo de menos es perder sacerdotes. Lo de más, es suscitar sacerdotes que, ante todo, sean santos.

Por eso,
 es vital denunciar públicamente todas estas conductas desordenadas. No vale "lavar la ropa sucia en casa". No vale "oler mal para ducharse". No vale callar. No vale sólo pedir perdón. No vale no hacer nada más...

Quienes callan, cobijan o defienden a estos sacerdotes y sus prácticas pecaminosas, escudándose en un ataque a la Iglesia, hacen un "flaco favor" al Cuerpo místico de Cristo, pues
pecan por omisión al permitir que esta corrupción depravada "campe a sus anchas".


El Santo Padre tiene una "dura papeleta" para erradicar las tendencias homosexuales profundamente arraigadas en el seno de la Iglesia. Sufre y pide perdón en nombre de la Iglesia. Debe ser caritativo con las personas pero firme con el pecado.

Aunque es un problema que supera y trasciende cualquier ámbito local, compete especialmente a los formadores de los seminari
os la responsabilidad de discernir estas tendencias en los candidatos y no permitir su ordenación. No, por el bien de todo el Pueblo de Dios

Con el Derech
o Canónico y el Catecismo en la mano, la Iglesia no puede permitir que un seminarista con tendencias homosexuales profundamente arraigadas sea, al mismo tiempo, emocional y afectivamente maduro, y esté capacitado para desempeñar un efectivo liderazgo pastoral y espiritual.

No se puede consentir que la instrucción dictada por el Vaticano sobre la homosexualidad esté siendo implementada, en muchos casos, por obispos, rectores de seminario y superiores religiosos homosexuales.

Los rectores y los
 miembros del cuerpo docente de los seminarios tienen la obligación de promulgar la enseñanza de la Iglesia con toda claridad: la orientación homosexual es intrínseca y objetivamente desordenada. Ahora bien, aunque la responsabilidad de nombrar a los candidatos es del obispo y del rector del seminario, compete al director espiritual y al confesor, desaconsejar que sigan adelante o reciban las sagradas órdenes a quienes presenten disturbios sexuales incompatibles con el sacerdocio.
Imagen relacionadaNo debemos olvidar que cada sacerdote hace presente a Jesús a través de la celebración de los sacramentos, de la predicación, de su servicio al pueblo de Dios. El sacerdocio no es una cuestión baladí.

Por tanto, el sacerdote debe ejercer su ministerio de manera correcta, ordenada, equilibrada, sana y con una integridad moral sin tacha.

Es preciso hacer discernir a las personas con tendencias homosexuales que su orientación les llama a llevar una vida de absoluta continencia sexual, de la misma manera que la Iglesia exhorta a la misma continencia sexual a todas las personas solteras o separadas, ya que todos los actos sexuales realizados fuera del matrimonio son objetivamente erróneos y constituyen pecado mortal. 

Tanto la Congregación para la Educación Católica como la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos rechazan la admisión a la ordenación sacerdotal a las personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o defiendan la llamada "cultura gay" y afirman que estas personas no están en condiciones de relacionarse correctamente con los demás al modo de Cristo. 

La Iglesia es clara. La teoría está clara. Ya es hora de llevarla a la práctica. Es hora de airear y ordenar el "armario de la Iglesia", lavar las "sotanas sucias", expulsar a estos "corruptos mercaderes sexuales", tal y como hizo Nuestro Señor en el templo de Jerusalén, y que han convertido la Casa de Oración en un nido de víboras cuyo veneno inunda y destruye todo.

Urge una "purificación de la Iglesia". No podemos permitir ni silenciar que los seminarios sean "semilleros homosexuales", "viveros de pecado" o "criaderos de perversión".

Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y por tanto, también lo es el cuerpo místico. No nos pertenecemos a nosotros mismos. Hemos sido comprados a un alto precio: la sangre de Cristo. Estamos llamados a dar gloria a Dios con nuestro cuerpo, estamos llamados a la castidad, estamos llamados a la santidad.

No podemos callar. El cielo y la tierra claman justicia.