¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 13 de septiembre de 2018

EL ARMARIO DE LA IGLESIA


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"No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros,
ni los afeminados, ni los invertidos, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los difamadores, ni los salteadores
heredarán el reino de Dios.
Huid de la lujuria.
Cualquier otro pecado cometido por el hombre
queda fuera del cuerpo,
pero el pecado de lujuria daña al propio cuerpo.
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
que habita en vosotros, y que habéis recibido de Dios?
Ya no os pertenecéis a vosotros mismos.
Habéis sido comprados a gran precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo."
(1 Corintios 6, 9-10; 18-20)
Seguimos estremeciéndonos por los nuevos casos de abusos y prácticas homosexuales dentro de la Iglesia y que salen a la luz día tras día. Es el "humo de Satanás", una negra y espesa oscuridad que se extiende por todos los rincones católicos, escandalizando, asfixiando y destruyendo almas.

Creo que existe un error de base por parte de la jerarquía eclesiástica a la hora de acometer estos casos, ya que se pretende (o al menos eso se nos da a entender) adoptar una solución en su fase final, es decir, cuando el daño está hecho o cuando el escándalo es público. Y lo hacen, bien aceptando una simple dimisión o asignando un impune cambio de aires.

En realidad, se trata de un problema de fondo que debería atajarse en su fase embrionaria, es decir, en los seminarios donde se origina. Es allí, donde, desgraciadamente, existen redes homosexuales que actúan con toda impunidad

El problema no se resuelve con la dimisión de cardenales y obispos ni tampoco con el traslado de sacerdotes a otras parroquias.

Janet Smith, teóloga estadounidense y catedrática en la Universidad de Notre Dame y en la de Dallas, experta en la Humanae Vitae y en las enseñanzas morales de San Juan Pablo II, denuncia la existencia de redes homosexuales, a las que denomina "la Mafia Lavanda”, a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa. 

Según Smith se trata de un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Son homosexuales con sotana, que se aprovechan de los seminaristas, de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de su situación de poder para obligar a otros miembros de la Iglesia a mantener relaciones con ellos”.



Los seminarios católicos guardan mucha similitud con el Ejército: son instituciones verticales, basadas en la ciega obediencia y en el absoluto secretismo

La formación de un sacerdote católico puede llegar a durar hasta catorce años y pueden ser expulsados en cualquier momento, sobre todo si contravienen a sus superiores. 

Ahí está la clave del problema: Silencio cómplice, temor a hablar. Silencio en los formadores, porque temen quedarse sin curas y silencio en los seminaristas, porque temen las represalias

Temores que se tr
asladan a la feligresía, que deja de confiar en la jerarquía y en la propia la Iglesia. Por eso es tan importante que se llegue hasta el final, que se denuncie y se erradique de una vez por todas esta "Mafia lavanda". A pesar de todo el bien que hace la Iglesia, es triste comprobar que sólo se habla de abusos sexuales por culpa de estos depredadores. Lo de menos es perder sacerdotes. Lo de más, es suscitar sacerdotes que, ante todo, sean santos.

Por eso,
 es vital denunciar públicamente todas estas conductas desordenadas. No vale "lavar la ropa sucia en casa". No vale "oler mal para ducharse". No vale callar. No vale sólo pedir perdón. No vale no hacer nada más...

Quienes callan, cobijan o defienden a estos sacerdotes y sus prácticas pecaminosas, escudándose en un ataque a la Iglesia, hacen un "flaco favor" al Cuerpo místico de Cristo, pues
pecan por omisión al permitir que esta corrupción depravada "campe a sus anchas".


El Santo Padre tiene una "dura papeleta" para erradicar las tendencias homosexuales profundamente arraigadas en el seno de la Iglesia. Sufre y pide perdón en nombre de la Iglesia. Debe ser caritativo con las personas pero firme con el pecado.

Aunque es un problema que supera y trasciende cualquier ámbito local, compete especialmente a los formadores de los seminari
os la responsabilidad de discernir estas tendencias en los candidatos y no permitir su ordenación. No, por el bien de todo el Pueblo de Dios

Con el Derech
o Canónico y el Catecismo en la mano, la Iglesia no puede permitir que un seminarista con tendencias homosexuales profundamente arraigadas sea, al mismo tiempo, emocional y afectivamente maduro, y esté capacitado para desempeñar un efectivo liderazgo pastoral y espiritual.

No se puede consentir que la instrucción dictada por el Vaticano sobre la homosexualidad esté siendo implementada, en muchos casos, por obispos, rectores de seminario y superiores religiosos homosexuales.

Los rectores y los
 miembros del cuerpo docente de los seminarios tienen la obligación de promulgar la enseñanza de la Iglesia con toda claridad: la orientación homosexual es intrínseca y objetivamente desordenada. Ahora bien, aunque la responsabilidad de nombrar a los candidatos es del obispo y del rector del seminario, compete al director espiritual y al confesor, desaconsejar que sigan adelante o reciban las sagradas órdenes a quienes presenten disturbios sexuales incompatibles con el sacerdocio.
Imagen relacionadaNo debemos olvidar que cada sacerdote hace presente a Jesús a través de la celebración de los sacramentos, de la predicación, de su servicio al pueblo de Dios. El sacerdocio no es una cuestión baladí.

Por tanto, el sacerdote debe ejercer su ministerio de manera correcta, ordenada, equilibrada, sana y con una integridad moral sin tacha.

Es preciso hacer discernir a las personas con tendencias homosexuales que su orientación les llama a llevar una vida de absoluta continencia sexual, de la misma manera que la Iglesia exhorta a la misma continencia sexual a todas las personas solteras o separadas, ya que todos los actos sexuales realizados fuera del matrimonio son objetivamente erróneos y constituyen pecado mortal. 

Tanto la Congregación para la Educación Católica como la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos rechazan la admisión a la ordenación sacerdotal a las personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o defiendan la llamada "cultura gay" y afirman que estas personas no están en condiciones de relacionarse correctamente con los demás al modo de Cristo. 

La Iglesia es clara. La teoría está clara. Ya es hora de llevarla a la práctica. Es hora de airear y ordenar el "armario de la Iglesia", lavar las "sotanas sucias", expulsar a estos "corruptos mercaderes sexuales", tal y como hizo Nuestro Señor en el templo de Jerusalén, y que han convertido la Casa de Oración en un nido de víboras cuyo veneno inunda y destruye todo.

Urge una "purificación de la Iglesia". No podemos permitir ni silenciar que los seminarios sean "semilleros homosexuales", "viveros de pecado" o "criaderos de perversión".

Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y por tanto, también lo es el cuerpo místico. No nos pertenecemos a nosotros mismos. Hemos sido comprados a un alto precio: la sangre de Cristo. Estamos llamados a dar gloria a Dios con nuestro cuerpo, estamos llamados a la castidad, estamos llamados a la santidad.

No podemos callar. El cielo y la tierra claman justicia.


domingo, 9 de octubre de 2016

UN SACERDOTE NO ES UNA "CELEBRITY" NI UN SÚPER HÉROE

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"Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres 
y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios 
para ofrecer dones y sacrificios por los pecados;
y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, 
por estar también él envuelto en flaqueza.
Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer
 por los pecados propios igual que por los del pueblo".
Hebreos 5, 1-3

La Biblia dice que, antes que nada, el sacerdote es un hombre. Un hombre que siente, que llora, que tropieza, que ríe. Un hombre con su historia personal, con sus dones y carismas, con sus capacidades y limitaciones, con sus  “afectos y defectos”. 

Un hombre que decidió decir “Sí” a la llamada del Señor, que decidió “dejar todas las cosas” para seguir a Jesús, ocupándose de sus hermanos “a tiempo completo”. Un hombre configurado con Cristo, Cabeza de la Iglesia, Pueblo de Dios, en cuyo nombre actúa: es “otro Cristo”.

Esta realidad sobrenatural reclama, en el sacerdote, un “nuevo estilo de vida” (Mateo 11, 28-29). El sacerdote está comprometido, de una manera especial, en buscar la perfección moral y la santidad.

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Sin embargo, una tentación habitual en las parroquias suele ser elevar al sacerdote como si fuera un súper-héroe, una celebridad o un director general de una empresa, creando una cultura de encumbramiento del sacerdote.

Cuidado. La tendencia de muchas personas les lleva a idolatrar al sacerdote, haciéndose un flaco favor así mismas y a él. Querer a un sacerdote es comprensible, adorarle, no. 

La actitud que debemos adoptar con los sacerdotes debe alejarse del halago y de la adulación continuados. Cristo nos enseñó la actitud correcta cuando les dijo a sus discípulos que había venido a servir y no a ser servido.

Aún así, nuestros sacerdotes no son súper-héroes ni deben ni pueden serlo, porque "también están envueltos en flaqueza". Aunque, a veces, lo parezca por todo lo que "tienen encima"

Mientras que un director general o una celebridad son encumbrados deliberadamente en una empresa o en la sociedad, un sacerdote debe humillarse deliberadamente en su parroquia o comunidad. 

Ningún sacerdote es más importante para Dios que cualquier otra persona 

Existe un aura de importancia en este tipo de sacerdotes famosos que, en muchos casos, les hace nada accesibles. Dios les ha dotado de alma de líderes pero no son más importantes que cualquier otra persona en la iglesia. Su labor, sí.

Ningún sacerdote es infalible

No importa cuán capacitado sea el sacerdote para comprobar que también puede equivocarse y cometer errores.

Esta idea de que una sola persona está capacitada para evaluar todo lo que pasa en la iglesia es bastante errónea. Es necesario aprender a delegar y diferir asuntos a personas más capacitadas, según qué temas.

La idea de "celebridad" es contraria al papel de un sacerdote

Una celebridad es encumbrada deliberadamente en la sociedad, a veces, casi hasta el punto de darle culto. Un sacerdote debe humillarse para modelarse en la misma actitud de Jesús. Jesús fue a la cruz y murió por toda la humanidad. Se humilló hasta lo sumo. No vino para ser famoso sino para servir.

Pablo les dice a los corintios que la sabiduría de Dios es "locura para el mundo". Se puede poner en práctica todos los principios empresariales del mundo que desee en la dirección de la iglesia, pero muchos de esos principios han sido diseñados para progresar en el mundo, y a los individuos se les permite construir tanto poder terrenal como poder económico. Pero Jesús no atesoró ni riqueza ni poder terrenal.

Nuestras iglesias necesitan un cambio cultural: una transformación que, en lugar de elevar a los sacerdotes en un pedestal, éstos sirvan y se humillen delante del personal a su cargo, de la comunidad y, sobre todo, delante de Dios. Igual que hizo Jesucristo.

Eso sí, recemos por nuestros sacerdotes continuamente. Y por que haya vocaciones.


domingo, 18 de septiembre de 2016

¿QUÉ Y CÓMO ES UN BUEN SACERDOTE?



"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas "
(Juan 10,11)

El mejor ejemplo para comprender qué es un buen sacerdote es nuestro Señor, Jesucristo: Él es el buen pastor.

El apóstol Juan describe a la perfección lo que es un buen pastor: un buen sacerdote es aquel que actúa como un pastor que cuida a las "ovejas" que tiene a su cargo y aquel que da la vida por ellas.

Cuando Jesús se refiere a nosotros como "ovejas", no está hablando en términos afectuosos. En realidad, el rango de ovejas, en medio de los animales, es de los más tontos en la creación. 

Una oveja perdida se desorienta, se confunde, se asusta. Es incapaz de encontrar su camino de regreso al rebaño ni de defenderse de los depredadores hambrientos. Perderse es quizás el punto más débil de las ovejas. Nos guste o no, cuando Jesús nos llama “sus ovejas”, se refiere a que si no tenemos pastor, no somos capaces de hacer nada.

Un buen pastor, un buen sacerdote es aquel que tiene varias funciones en lo que respecta a sus ovejas: conduce, alimenta y nutre, consuela, corrige y protege. 

“Conduce”

Un buen pastor conduce el rebaño mediante el ejemplo de bondad y justicia en su propia vida y anima a otros a seguir su ejemplo

Nuestro gran ejemplo, y Aquel a quien debemos seguir es Cristo mismo. El apóstol Pablo lo entendió así: "Sigue mi ejemplo, como yo sigo el ejemplo de Cristo" (1 Corintios 11, 1). 

El buen sacerdote es aquel que sigue a Cristo e inspira a otros a seguirlo también.

“Alimenta y nutre”

El buen pastor es también quien alimenta, nutre y sustenta a las ovejas a través de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de la tradición de la Iglesia

Así como el pastor lleva a su rebaño a los pastos más ricos y extensos para que crezcan y desarrollen, el buen sacerdote nutre a su rebaño con un alimento que producirá fuertes y sanos cristianos, y que a su vez, se desarrollarán, crecerán y se multiplicarán. 

La sabiduría de Dios en su Palabra y no de la del mundo es la única dieta que puede producir cristianos sanos. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deuteronomio 8, 3).

“Consuela”

El buen pastor consuela a las ovejas, venda sus heridas y aplica el bálsamo de la compasión y el amor. Como el gran Pastor de Israel, el Señor mismo se comprometió a "vendar a los heridos y fortalecer a los débiles" (Ezequiel 34,16). 

Como cristianos en el mundo de hoy, sufrimos muchas heridas espirituales y necesitamos sentirnos amados.

Por ellos, un buen sacerdote escucha y comparte nuestras cargas, se compadece de nuestras circunstancias y nos ayuda, muestra paciencia con nosotros, nos anima a través de la Palabra, nos ama con ternura, eleva nuestras preocupaciones al Padre, nos sana y nos perdona, en su nombre.

“Corrige” 

Al igual que el pastor usa su silbido o su cayado para llevar de nuevo a una oveja errante de vuelta al redil, el sacerdote corrige fraternalmente y desde el amor a las ovejas a su cargo, cuando van por mal camino. 

Sin rencor, ni espíritu dominante, ni soberbia, sino con un "espíritu de mansedumbre" (Gálatas 6, 2). 

Un sacerdote debe corregir y, aunque nunca es una experiencia agradable para cualquiera de las partes, si no corrige, no está mostrando amor por aquellos a su cuidado. "El Señor disciplina a los que ama" (Proverbios 3,12), y el líder cristiano debe seguir su ejemplo.

“Protege”

Un pastor debe proteger a su rebaño o perderá ovejas, de manera periódica y regular, por causa de los depredadores que merodean. A veces, incluso dentro de su propio rebaño. 
Los depredadores de hoy son los que tratan de atraer a las ovejas lejos con doctrinas falsas, descartando el Evangelio por pintoresco y pasado de moda, insuficiente, poco claro, falso o insignificante. 

Estas mentiras las propagan aquellos contra los que Jesús nos advirtió: "Guardaos de los falsos profetas. Ellos vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces"(Mateo 7,15). 

Un sacerdote debe protegernos de las falsas enseñanzas de aquellos que nos llevan por mal camino de la verdad de la Escritura y del hecho de que Cristo es el único camino de salvación: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí "(Juan 14: 6).

Un buen pastor "huele" a oveja porque siempre está junto a ellas, comparte su tiempo y su amor con ellas, nunca las abandona ni se separa de ellas. Se "impregna de su olor". Es cercano.


domingo, 3 de julio de 2016

EL SACERDOTE PERFECTO. ¿EXISTE?


Cualquier cristiano que se precie quiere encontrar un sacerdote ideal, que cumpla unas serie de requisitos que, sin duda, no están al alcance de cualquiera. El sacerdote perfecto es aquel que:

- Da una homilía enriquecedora y cercana en 12 minutos.
- Tiene 28 años pero una experiencia de 30.
- Trabaja 16 horas diarias y además es el vigilante nocturno también.
- Condena el pecado, pero nunca molesta ni juzga a nadie.
- Viste ropa buena, compra buenos libros y conduce un buen coche
- Da generosamente a los pobres aunque tiene un salario bajo.
- Hace quince llamadas diarias a sus feligreses, les visita en sus casas y en los hospitales.
- Invierte todo su tiempo evangelizando personas sin parroquia o sin fe.
- Siempre está dispuesto cuando se le necesita.

- Y además...es muy guapo!

Por supuesto, todos sabemos que no existe tal "sacerdote perfecto", y si alguna vez existió, seguro que "descansa en paz"

La tarea de un sacerdote es ser pastor de rebaño de Dios: "...pastorear la Iglesia de Dios" (Hechos 20,28), siguiendo el ejemplo de Jesús, que dijo: "Yo soy el buen pastor" (Juan 10,11). O como dice el Papa Francisco: "llamados a ser pastores con olor a oveja".

Sin embargo, hay siete características que todo buen sacerdote, como líder que es, posee:

Integridad y Habilidad

En general, el liderazgo es una rareza. Si miramos a nuestro alrededor hoy en día, podemos asegurar que los buenos líderes escasean. No hay más que mirar por la ventana de la política. ¿Son íntegros o hipócritas?

Integridad es lo opuesto a hipocresía. Proviene del latín "integritas" que significa "entero", "todo". Un gran líder tiene una vida indivisa, una "totalidad" que le viene dada por cualidades como la honestidad y la coherencia, que actúa de acuerdo a los valores, creencias y principios que dice sostener.

La labor pastoral del sacerdote con el pueblo de Dios debe hacerse con integridad de corazón. Esta es la característica más importante. 

"La calidad suprema para el liderazgo es la integridad incuestionable. Sin él, el verdadero éxito no es posible, sin importar si se desarrolla en un campo de fútbol, ​​en un ejército, o en una oficina. "(Eisenhower, ex presidente estadounidense) 

Pero además un buen líder debe poseer habilidad, tener "manos hábiles", como el Rey David (Salmo 78, 56-72) que siendo pastor de ovejas, era hábil, pues sabía proteger al rebaño con su honda. Más tarde, dirigió al pueblo de Israel con gran habilidad y capacidad. 

Aprender estas habilidades necesarias para liderar consiste en ver y seguir los buenos ejemplos, escuchar la sabiduría de los demás, haciendo preguntas a las personas que admiramos, aprendiendo junto a nuestros compañeros y, sobre todo, a través de la práctica.

Amor, Servicio y Sensibilidad

Si un sacerdote ama de verdad a su rebaño obtendrá, estando lo suficientemente cerca de ellos ese "olor a oveja" del que habla el papa Francisco. Pablo fue un ejemplo de un buen pastor. Dondequiera que iba, se reunía con sus discípulos y oraba con ellos (Hechos 21, 4-7). Le gustaba tanto estar con ellos que cuando llegó el momento de dejarles tuvieron que obligarlo.


Jesús estableció un modelo de liderazgo en el servicio (Marcos 10,45). Pablo estaba dispuesto a seguir a Jesús, "El buen pastor [que] da su vida por las ovejas" (Juan 10,11). Un sacerdote ante todo, está al servicio de los demás.

Sin duda, Pablo poseía un carácter pionero y audaz. Sin embargo, también se mostró sensible a la cultura de Jerusalén. Se purificó a sí mismo y a sus compañeros, de acuerdo con las leyes ceremoniales, con el fin de que nada se distrajera de lo que Dios les decía (Hechos 21, 24-26).

Del mismo modo, el sacerdote debe ser sensible a la procedencia, cultura, edad, estado civil, carácter, etc de su rebaño.

Compasión y Oración

En 2 Reyes 4 vemos un ejemplo de compasión de un buen pastor con la viuda y sus hijos que están a punto de ser tomados como esclavos. Eliseo viene al rescate. 

Al igual que un buen pastor, que ama y se preocupa por su rebaño, él dice: "¿Cómo puedo ayudarte?". Él rescata a esta viuda de la terrible carga de una deuda excesiva y de la esclavitud potencial que estaba a punto de ser el resultado de la misma.

Eliseo, este "hombre santo de Dios" tiene compasión por la mujer sunamita, que era incapaz de concebir. Ella descubrió que Dios honra a los que le brindan una cálida acogida. Él le muestra la palabra del Señor a ella y, como resultado, se produce la concepción. Cuando su hijo muere, Eliseo ora al Señor y con una sobrenatural respiración le reaviva.

Compasión y oración son parte de  la vida de un sacerdote.