¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 8 de julio de 2015

AMOR FRENTE A ODIO, TOLERANCIA FRENTE A SECTARISMO


En los últimos tiempos, asistimos al resurgir de un odio radical y de una intolerancia desmedida, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, hacia lo religioso y en concreto, hacia la Iglesia católica y los cristianos.

Según cifras oficiales, en el mundo un cristiano es asesinado cada 5 minutos (105.000/año) por “odio a la fe”.

El odio y la intolerancia anti-cristianos surgen de un sectarismo ideológico planteado a propósito, difícil de digerir y quien se considera siempre en posesión de la verdad (pensamiento único) dictando unilateralmente lo que es correcto y lo que no, lo que se puede pensar y lo que no, lo que se debe hacer y lo que no.

Su objetivo parece no ser tanto la no-creencia o la no-relación con Dios, como una feroz y hostil reacción hacia los creyentes. 

Parece ser una ofensa, una afrenta o una osadía hacia su relativismo y subjetivismo, que les atemoriza, les ciega y les obliga a despreciar e insultar a quienes tienen fe.

Desgraciadamente, la intolerancia, el anticlericalismo y el secularismo se encuentran instalados en el odio: odio a lo que no les es propio, a lo que les incomoda o temen, odio a la Iglesia, al que es feliz, al que es creyente, al que va a misa, al que marca la “X” en la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta. Odian TODO lo religioso.

El odio es un rasgo característico del sectario y no es más que temor e ignorancia y sobre todo, ausencia de amor, ausencia de Dios. Ahí es donde muchos se justifican en el amparo de una ficticia defensa de principios progresistas o postmodernos.

Reconozco que nunca me gustaron los que odian por sistema, ni los anti…. pero no por una convicción personal (que también) sino porque el ser humano está pensado para ser capaz de argumentar, de razonar, de empatizar o cuando menos, de respetar. Sin embargo, hoy se trata de “o lo mío o nada”.

Para los cristianos, nuestra fe no es un argumento filosófico, ni una cosmología caprichosa y fabricada a medida de cada uno, ni tampoco una alternativa a la ciencia o a la no-fe.

Es más una experiencia, una vivencia, una certeza, una convicción personal, profunda y absoluta. La fe no se alcanza porque un día te levantas y dices que Dios existe; sino que es cuando empiezas a experimentar su amor, que pones tu fe y tu confianza en Él.

Todos sabemos que cuando una mujer tiene la certeza de estar embarazada, está segura; sería surrealista que nos dijera que está un “poco embarazada”. O está embarazada o no lo está.

O cuando alguien se casa, sería absurdo que dijera: “no estoy seguro, a veces, sí y a veces, no”. O está casado o no lo está.

Un cristiano tiene absoluta certeza de Dios; no trata de convencer ni de convertir y, mucho menos, de imponer a otros lo que experimenta, sino de expresar lo que siente, su felicidad, su alegría interior.

Una seguridad que le impulsa a transformar su entorno, a ser mejor persona, a demostrar el amor y la misericordia que experimenta frente a la intolerancia o el sectarismo por los que podría optar, prefiere el libre albedrío a la imposición, prefiere “no juzgar y no ser juzgado, no condenar y no ser condenado”. (Lucas 6, 37).

Nadie puede obligar a amar a nadie, ni a creer o confiar en él, si uno no quiere. Y Dios, mucho menos.

Ahora bien, cuando uno experimenta el amor de Dios, podrán desacreditarte pero nadie podrá convencerte de lo contrario. Y yo, doy fe.