¿QUIÉN ES JESÚS?
viernes, 9 de agosto de 2024
MEDITANDO EN CHANCLAS (10): DAR FRUTO
jueves, 10 de agosto de 2023
MEDITANDO EN CHANCLAS (10): "MORIR PARA DAR FRUTO"
martes, 19 de julio de 2022
DECEPCIÓN: ENTRE LA EXPECTATIVA Y LA REALIDAD
sábado, 16 de abril de 2022
RECONCÍLIATE PRIMERO CON TU HERMANO
jueves, 28 de enero de 2021
HIJO PRÓDIGO Y BUEN SAMARITANO
El camino de Jericó a Jerusalén era conocido en tiempos de Jesús como el "Camino de sangre" por el grave peligro de ser asaltado y asesinado por los ladrones que lo acechaban. Esto mismo ocurre hoy en el "camino de maldad" que caracteriza nuestro mundo actual, donde el egoísmo y el individualismo nos convierten en hombres indiferentes y codiciosos que buscan su propio interés, que matan al prójimo, y por otro lado, nos convierten en cristianos teóricos, sin caridad ni misericordia ante la desgracia ajena.
Cuántas veces pensamos que el mal ajeno no "va" con nosotros, que "no es asunto nuestro". Cuántas veces damos un rodeo, mirarmos hacia otro lado y pasamos de largo. Cuántas veces nos consideramos cristianos pero ante la prueba de nuestra fe, no pasamos de la teoría a la práctica, de los dichos a los hechos. Cuántas veces somos "indiferentes" al prójimo, en lugar de ser "diferentes" al mundo.
Lo que realmente precisa y determina nuestra fe no es su definición, no es la teoría, ni la literalidad de la Ley, sino su puesta en práctica. "La fe sin obras está muerta" (Santiago 2,17). Y eso es precisamente a lo que Cristo nos invita: a poner por obras todo aquello que nos dice.
miércoles, 12 de agosto de 2020
MEDITANDO EN CHANCLAS (13)
En la Biblia, el número "siete" significa perfección, plenitud. También es descanso ("Y al séptimo día, descansó"). "Setenta veces siete" equivale a decir la perfección de la perfección...
Cristo, que nos llama a ser "perfectos como el Padre es perfecto" (Mateo 5, 38), nos invita a perdonar siempre, a mostrar compasión, a tener misericordia, a tener paciencia. Eso es la máxima expresión del Amor.
Sin embargo, ¡cuánto me cuesta perdonar! ¡cuánto me cuesta amar de verdad¡ ¡cuánto me supone mirar a quien me ofende con los mismos ojos de Dios! ¡cuánto me cuesta mostrar paciencia y misericordia con quien me hace daño o me traiciona!
Perdonar no es fácil... requiere mucho amor. Pero si no perdono ¿cómo voy a ser perdonado? Si no doy confianza ¿cómo voy a ser digno de confianza? Si no soy compasivo ¿cómo voy a ser compadecido? Si no amo ¿cómo voy a ser amado?
Jesús, en la cruz, pidió compasión por todos nosotros: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".
Esa es la actitud del amor: perdonar a otros ¡siempre! porque, muchas veces, no sabemos lo que hacemos. Debo perdonar, incluso aún sabiendo lo que me hacen...
Cuando perdono, mi mente descansa. Mi corazón queda en paz. Mi espíritu se llena de amor. Mi alma se perfecciona.
viernes, 21 de junio de 2019
GLOBOS QUE SE DESINFLAN...
Cualquier herida, dolor o sufrimiento, cualquier circunstancia adversa, cualquier tentación puede llevarnos a que nuestra debilidad se agujeree y dejemos escapar a Dios.
Y entonces, recuerdo la parábola del sembrador, descrita en los evangelios de Mateo 13, 3-9, Marcos 4, 3-9 y Lucas 8, 5-8 y veo los distintos tipos globos existentes.
El amor propio, el orgullo, el resentimiento, las pasiones desordenadas, la fascinante atracción del mundo y la acción maligna del Enemigo desinfla por completo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, cuando nos deshacemos de Cristo. La Gracia se escapa y la gravedad nos arrastra al suelo, alejándonos de Dios.
miércoles, 27 de marzo de 2019
UN LIBRE ACTO DE AMOR
(Mateo 6, 12)
En este tiempo de Cuaresma en el que Dios nos llama a la conversión, nos conmina también al perdón. Pero, ¿realmente perdono a los demás? ¿pido sinceramente perdón a Dios y a los demás? ¿me perdono a mi mismo?
Existen dos cosas que me impiden recibir la Gracia, el Amor y la Misericordia de Dios: el rencor y la culpa. Y la forma de superarlos es el perdón.
Perdonar a otros
Perdonar no significa quitarle importancia a lo ocurrido, sino sanar mi corazón y mis recuerdos, permitiendo recordar lo que me causó dolor o daño sin experimentar odio o rencor hacia quien me ofendió.
Perdonar no significa olvidar, sino transformar heridas de odio y rencor, en amor. Si olvido, programo mi mente para no recordar aquellos sucesos que me han herido. Pero es una “programación” ficticia porque, en el fondo, ese recuerdo permanecerá siempre en mi memoria.
Perdonar es comprender la importancia que tiene para Dios la persona que me ofendió y así, amarla libre y voluntariamente. “Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás.” (Lucas 17, 3-4).
Perdonar es permitir que Jesús entre en mi corazón y me llene de paz. Jesús siempre me da primero, aquello que me pide. Ayudado de su Divina Gracia, podré perdonar y amar a quien me hirió. Tan sólo tengo que pedírselo, ponerlo a los pies de la Cruz, entregárselo y dejar que sea Él quien se lo presente al Padre.
Perdonarme a mí
Pero, para saber perdonar a los demás, lo primero que debo hacer es empezar por perdonarme a mí mismo, algo a veces que me puede resultar mucho más difícil que perdonar a otros. A veces, los remordimientos y culpabilidades ahogan mi capacidad de abrirme al amor de Dios.Pedir perdón a Dios
Dios, grande en misericordia y generosidad, me vuelve a demostrar lo mucho que me quiere y me hace otro regalo: el sacramento de la confesión.Sólo Dios puede liberarme de mis pecados, pero necesito pedirle perdón a Él porque su infinita misericordia se pone de manifiesto en este sacramento: “Dios nunca se cansa de perdonarnos; somos nosotros los que, a veces, nos cansamos de pedir perdón” (Papa Francisco 17/03/13).
Pedir perdón a otros
viernes, 30 de marzo de 2018
COMBATIR EL BUEN COMBATE
Dios hace grande lo pequeño
Dios obra así: hace grande lo pequeño, enaltece al humilde y fecunda lo estéril. Y es que Dios siente predilección por lo pequeño, lo humilde, lo pobre. Entonces derrama toda su gracia. A Dios creemos darle todo pero en realidad, le damos nuestra pequeñez, para que obre grandezas; le damos nuestra nada para que Él la convierta en Todo.
Yo lo tengo claro, el propósito de esta vida es tener un encuentro con Cristo, conocerle y tomar una decisión: elegirle o rechazarle. Amar u odiar.
Si le elegimos, nos hará vivir una vida plena. Viviremos en Cristo, moriremos en Cristo, resucitaremos en Cristo.
La conversión implica un cambio de mentalidad y de pensamiento pero, aún más importante, un cambio de comportamiento, de actitud, de vida.
Misericordia
Todo...absolutamente todo es perdonado por Dios. No existe ningún pecado que no pueda ser perdonado por Dios.
Él jamás nos dice: "culpa", "vergüenza","venganza", "justicia", vete y muere. Dios sólo te dice: "Te amo, te quiero, ven a mi y vive". Dios nos ama antes de nuestro pecado, durante nuestro pecado y después de nuestro pecado. Dios tiene un corazón de misericordia inagotable, un corazón de amor infinito.
Amor
Una maldad terrible reina en este mundo. Este mundo no sabe nada del amor. La oscuridad se propaga por todos lados. Nosotros tenemos el imperioso mandato de Cristo de llevar la luz, el amor y la paz a este mundo en tinieblas.
Ese amor, ese camino no es otro que Cristo. Sufrió, escuchó y sirvió a los demás. Jamás se jactó o vanaglorió sino que siempre esperó y confió en el Padre. No buscó nunca su interés ni su voluntad sino la del Padre. Se regocijó siempre en la verdad y nunca llevó cuenta del mal. Todo lo perdonó, todo lo excusó, todo lo creyó y todo lo soportó.