¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta excelencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta excelencia. Mostrar todas las entradas

martes, 31 de julio de 2018

¿MEDIOCRES? NO, GRACIAS

Resultado de imagen de mediocridad
"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. 
Ojalá fueses frío o caliente. 
Pero porque eres tibio, 
y no eres ni frío ni caliente, 
te voy a vomitar de mi boca."  
(Apocalipsis 3, 15-16)

Mediocre, del latín “mediocris” , “medius” (“medio o intermedio”) y “ocris” (“montaña o peñasco escarpado”), es el que se queda a mitad de la montaña: Ni completamente abajo, ni totalmente arriba, sino en la mitad. 

Mediocre es el que no culmina el camino, el que no destaca ni se compromete porque se queda a medias, el que carece de mérito porque no llega donde debería llegar. Su tibieza le lleva a la indiferencia, al desafecto, a la falta de fervor y de entusiasmo.

El mediocre, moralmente, se encuentra por encima del pecado, pero espiritualmente, por debajo de la santidad. No llega a ser un cristiano porque se queda a mitad de camino; ha empezado a subir hacia Dios pero quizás, por temor o por pereza, decide parar en la mitad del camino, montar su "chiringuito", y quedarse allí cómodamente, sin querer alcanzar la cima. 

Es una persona conformista y cómoda, que no se esfuerza, que no quiere "líos", que prefiere  estar "a resguardo", alimentándose de leche, en lugar de crecer y madurar hacia el alimento sólido.

Dios es duro con la mediocridad. En su Palabra dice que le provoca nauseas (Apocalipsis 3, 15-16). Y es severo porque con todo lo que nos ofrece ¿por qué conformarnos con tan poco? Si nos quedamos permanentemente "a medio camino" no podemos honrar, complacer ni servir a Dios. Debemos caminar hacia la plena madurez en Cristo. Dios nos da libertad para subir o no, pero si le damos nuestro sí, es hasta el final.

Dios quiere nuestra santidad. Nos exhorta a ser perfectos como Él, es decir, a que lleguemos a la meta. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 3, 12-14: "No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

El tibio huye del compr
omiso radical y apela a erróneos planteamientos como "nada es blanco o negro sino que la vida es una zona de grises""los extremos son siempre malos". El tibio suele utilizar este tipo de frases que eleva a axiomas o principios fundamentales, cuando no son más que ideas "facilonas" que en el fondo y por sí solas, están vacías y no dicen nada. Realmente, el hecho de que una frase "suene" bien no la convierte en cierta.

Dios habla de los extremos. El agua hirviendo o el agua helada son extremos que, en sí mismas no son malos, pero tampoco significa que el agua tibia sea buena. El agua hirviendo sirve para cocinar pasta. El agua helada, para sofocar la sed.
Lo que ocurre es que el “tibio” prefiere ser ambiguo y se coloca equidistante, "en tierra de nadie". Se permite el lujo de juzgar y criticar ambos lados de la ecuación: se cree justo, ecuánime, centrado y "políticamente correcto", pero en realidad se ahoga en un "mar de buenismo". 

El tibio simplemente no quiere "definirse" ni adoptar una posición firme, lo que le conduce a la inacción y a la resistencia al compromiso.

El tibio no quiere ser levadura, "no quiere meterse en harina".

El tibio no quiere "mojarse" para pescar. 

El tibio no quiere ser grano de mostaza sino que prefiere ser semilla que cae aleatoriamente, sin preocuparse de si lo hace al borde del camino, en suelo pedregoso o entre zarzas.

El tibio se mantiene en su cómodo engaño, enmudeciendo su conciencia, convenciéndose de que, a medio camino, está bien con Dios. Se ve a sí mismo participando en el banquete de Dios, bebiendo del cáliz de vida eterna y comiendo del Cuerpo de Cristo, pero en realidad, está comiendo basura y algarrobas o bebiendo agua de alcantarilla, porque todavía no ha llegado a la meta.

Un cristiano no puede quedarse en un término medio: o es 100% cristiano o no lo es. Dios nos llama a "subir", a "nacer de nuevo", es decir, a comprometernos con Él diariamente y hasta el final. No un día si y un día no. Siempre.

Un cristiano no puede vivir una "fe de mínimos". Debe buscar la excelencia, la perfección, la santidad. "Dejar todo a la voluntad de Dios" es malgastar los talentos que Él nos regala. Un cristiano debe caminar con decisión y firmeza hacia la santidad que es un don y un regalo de Dios.

Un cristiano no puede empezar una carrera y distraerse por el camino. Tampoco el cansancio debe hacerle desfallecer si mira con decisión la meta. Si empieza la carrera, debe acabarla.

Un cristiano no puede pertenecer ni entrenar en un equipo y cuando llega el día del partido, ponerse la camiseta del equipo contrario. Un cristiano no puede conformarse con un "empate". Cuando se pone la camiseta cristiana, debe ser leal "al escudo" y "luchar hasta el final".


 "Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o bien despreciará a uno y se apegará al otro" 
(Mateo 6, 24)

"¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, 
pero sólo uno consigue el premio? 
Corred de modo que lo conquistéis. 
Los atletas se privan de muchas cosas, 
y lo hacen para conseguir una corona corruptible; 
en cambio, nosotros, por una incorruptible. 
Yo no corro sin ton ni son, ni peleo como quien da golpes al aire, 
sino que me impongo una disciplina y domino mi cuerpo, 
no sea que después de predicar a los demás, yo quede descalificado." 
(1 Corintios 9, 24-27)

viernes, 5 de agosto de 2016

¿POR QUÉ ALGUNAS PARROQUIAS SE VUELVEN MEDIOCRES?




El objetivo de mi artículo de hoy no busca ofender a ningún párroco o sacerdote. Pero me gusta ver como algunas parroquias se esfuerzan por buscar la excelencia y comprobar que todo lo que hacen es para la gloria de Dios

Sin embargo, muchas parroquias se conforman con la mediocridad. Han caído en el conformismo, en la desidia y la pereza. Dejan pasar el tiempo sin que nada cambie (para bien). Están en caída libre hacia la mediocridad. Y Dios no es mediocre ni tampoco le gusta la mediocridad. Dios siempre quiere la excelencia porque Él es perfecto.

Para conocer si una parroquia está en caída libre hacia la mediocridad, basta con analizar algunos puntos de su pastoral:

Programas de auto-evaluación 

Tener planes de auto-evaluación periódicos acerca de la eucaristía, forma del culto, duración y contenido de las homilías, caridad y comunidad, frecuencia y tipo de adoración, métodos de evangelización o escuela de discipulado nos facilitan el conocimiento del estado de salud de la parroquia. 

Muchas no los tienen o ni siquiera los han imaginado. 

Una Iglesia que no se evalúa continuamente se torna mediocre porque nunca busca la excelencia. 

Se conforma con poco. Se conforma con lo que hay.

Escuelas de discipulado 

Pocas iglesias tienen una estrategia definida para dirigir a los nuevos cristianos hacia el crecimiento y la madurez espirituales. Una parroquia sin una escuela de discipulado, puede que, al principio, atraiga a la gente pero luego resulta que no la ofrece gran cosa. 

Más temprano que tarde, acaba produciendo el estancamiento de los creyentes, el no-crecimiento o decrecimiento, la pereza y la desmotivación (a menudo incluso entre los líderes). Y eso es mediocridad.

Planes de pertenencia

Los miembros potenciales de una parroquia deben tener claro lo que significa la adhesión a la iglesia, antes de comprometerse. Deben saber lo que la parroquia ofrece y lo que pide de ellos. 

Las iglesias que no tienen claro esto, están invitando esencialmente miembros a unirse, pero no generan ninguna expectativa.

Números sin compromiso. Masa que llene el templo durante una hora a la semana. Y luego, nada más.

Visión

Declaraciones de la visión de la parroquia, lemas y frases anuales son comunes en muchas iglesias, pero muchos sacerdotes, líderes y laicos que pertenecen a ellas, no la conocen. O lo que es peor, no las ponen en práctica.

Las parroquias que no están impulsadas ​​por una visión clara y concisa, frecuentemente expresada y anunciada, y siempre en acción, se atascan en la mediocridad del "decir" y del "no hacer".

Propósitos de evangelización

Las iglesias que no tienen una pasión misionera tienden a centrarse en su interior, se vuelven endogámicas, "ensimismadas" y siempre buscan estrategias para la auto-protección y el mantenimiento

Rara vez empujan a nadie más allá de la comodidad y del perímetro de sus paredes.

Formación de líderes

Cuando los cristianos comprometidos y los líderes que pertenecen a una parroquia determina son, durante años, siempre los mismos, siempre los que "tiran del carro", algo anda mal. 

Significa que la parroquia está estancada, que no genera crecimiento. Es un síntoma evidente de que no está sana sino enferma.

No me cansaré de repetirlo: El crecimiento de una iglesia viene determinado por los líderes que forma y no por el número de personas que acuden a misa. 

Con el tiempo, la falta de nuevos "comprometidos" conducirá a la desmotivación y al desanimo de los que siempre "están a todas". Y la parroquia se vaciará, poco a poco o de repente.

¿Excelencia o mediocridad?