¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 27 de abril de 2020

LA RADICALIDAD DE SER PERFECTO


"Sed perfectos,
como vuestro Padre celestial es perfecto"

(Mateo 5,48)

Algunas personas intentan vivir una vida cristiana sustentada sólo con fe: creen en Dios, creen en los sacramentos, acuden regularmente a misa, se confiesan, creen en sus mandamientos, no matan, no roban... Y, por su puesto, la fe es el primer paso pero por sí sola, no basta.

Si bien es muy cierta la frase que le dice el mismo Jesucristo a San Pablo: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Corintios 12,9), la Palabra de Dios me muestra continuamente cómo Jesucristo me exhorta a una radicalidad que me cuesta entender: "ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,48).

Jesús no me dice: "Haz lo que puedas" ni tampoco "Inténtalo". Me "mira fijamente a los ojos" y me dice: "Sé perfecto".

Y yo pregunto ¿qué es ser perfecto? Ser perfecto no es hacerlo siempre todo bien, no es la ausencia de defectos, debilidades, manías o equivocaciones. Ser perfecto como nuestro Padre significa amar, porque Dios es amor (1 Juan 4,8). 

De acuerdo, pero ¿cómo ser perfecto? Ser perfecto requiere pedirle a Dios que me llene de Su Amor, para así, poder amarle y amar a los demás. Ser perfecto implica desear el Amor, supone aprender a amar y exige llegar hasta el extremo del amor. 

Jesucristo es la prueba de la perfección en el amor

Realizó milagros "imposibles" para el pensamiento humano, demostrando que para Dios no hay nada imposible. Su mayor "imposible" fue amar hasta el extremo de dar la vida por mí. Sin embargo, yo, reconociéndome imperfecto e incapaz de amar, trato de excusarme y ¡cuántas veces pienso que es imposible lo que Dios me pide! Ese es mi primer error, pensar que Dios me pide "imposibles". ¡Concédeme Tu gracia, Señor, para que con amor, todo sea posible para llegar a Ti!

Jesucristo es el modelo de la perfección en la obediencia

Vino al mundo para demostrarme que "sí, se puede" cumplir la voluntad de Dios. Su obediencia al Padre quedó fuera de toda duda, cuando acudía siempre a Él para pedirle fuerzas. Sin embargo, ¡cuántas veces digo: "no puedo, me rindo"! Este es mi segundo error, pensar que dependo de mis fuerzas y capacidades. ¡Ayúdame a reconocer mi dependencia de Ti y desde mi pequeñez, obedecerte siempre para ir hacia Ti!

Jesucristo es el camino de la perfección en la perseverancia

Abrió la puerta de la esperanza para que yo empiece a caminar hacia la meta. Su perseverancia fue hasta el final con s
u Pasión y Muerte. Sin embargo, ¡cuántas veces pienso: "estoy agotado, no puedo más! Ese es mi tercer error, pensar que caminar hacia la meta es fácil y cómodo. ¡Ayúdame, Señor, a recorrer con paciencia y perseverancia el camino de la cruz hasta Ti!

¡Señor, ayúdame a entregarme del todo, a no guardarme nada, a renunciar a todo y a dar la vida por los demás! (Génesis 22,16).

¡Concédeme la gracia de aumentar mi fe para dar fruto y ser luz para otros! (Mateo 3,8-10; 5,16; 2 Juan).

¡Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos, a responderte siempre "sí" a tu voluntad! (Mateo 19,17; Marcos 10,17-19; Lucas 18,28-20; Romanos 2,13; Santiago 1,22; 2,10).

¡Ayúdame a tener una conciencia limpia para servirte de buena gana y trabajar sin renuncias
hacia la santidad! (Colosenses 3,23; Hechos 24,16; Romanos 6,22; 1 Corintios 15,58).

¡Infúndeme tus dones para vivir la pureza, el apego por las cosas espirituales y la perfección de Tu amor para reflejarlo en el prójimo! (Efesios 5,5; Gálatas 5, 21; Hebreos 10,24).

¡Enséñame a ser diligente, generoso, decente y justo para vivir dignamente (Romanos 12,9-13; 13,13; 1 Corintios 6,9; Colosenses 1,10).

¡Ayúdame a perseverar con paciencia en la prueba y a obrar siempre con coherencia en la vida! (2 Tesalonicenses 1,11; Hebreos 11,17; Santiago 2,14-26; 1 Pedro 1,17; 1 Juan 3,18; Apocalipsis 2,23; 20,12;22,12).

¡Concédeme tu paz, tu amor y tu misericordia para que pueda ayudar a los necesitados, acercarme a los que sufren y socorrer a los abandonados! (Hebreos 12,14; Santiago 1,27; 2,13).

¡Dame un corazón humilde para dar testimonio de tu verdad, un corazón benigno para hacer el bien y un corazón modesto para darte gloria! (1 Pedro 2,12; Romanos 2,10;11,22; Gálatas 6,9; Efesios 6,8; 1 Timoteo 6,18-19; Tito 3,8; Hebreos 13,16).

domingo, 25 de noviembre de 2018

CREADOS... ¿PARA QUÉ?

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“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, 
con toda tu alma y con todo tu espíritu 
y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22, 37,39)

La mayoría de las personas nos hemos preguntado alguna vez en nuestras vidas ¿por qué estoy aquí? ¿tiene mi vida algún sentido? ¿cuál es el propósito de mi vida? ¿para que he sido creado?

Los cristianos sabemos que Dios, que es Amor, nos ha creado por amor, para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas.

No hemos sido simplemente puestos por Dios en este “satélite solar” llamado tierra, como si fuera una "casita de muñecas" para su entretenimiento. Tampoco hemos sido creados porque Dios se sintiera solo o nos necesitara. Dios no necesita nada. Si no nos hubiera creado, seguiría siendo Dios.

Dios nos ha creado para ser santos (como Él), para ser perfectos (como Él), para ser felices (como Él), para ser amor (como Él). El amor de Dios es generosidad, bondad, pureza, humildad, entrega...
San Ignacio de Loyola nos dice en su Principio y Fundamento“El hombre es creado para amar, alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma…”

Dios nos ha creado para amarle, es decir, para conocerle porque no se puede amar lo que no se conoce.

Dios nos ha creado para alabarle, es decir, para reconocerle en la creación, en el día a día, en lo cotidiano, cualquier situación, circunstancia, persona, gesto, etc.).

Dios nos ha creado para reverenciarle, es decir, para acoger el don, el sueño que tiene para nosotros, que nos dará plenitud.

Dios nos ha creado para servirle, es decir, para poner en marcha todas aquellas decisiones cotidianas que hagan realidad ese sueño de DiosSolo así podremos “salvar nuestra alma”, llenar de sentido esa sed y completar ese anhelo impreso en nuestro corazón.

Ese sueño de Dios se concreta en una llamada suya para hacer algo o cumplir una misión específicas. Unos la cumplen con alegría, generosidad y confianza en Dios, otros no.

Todos hemos sido creados incompletos para que, a imagen de Dios, podamos terminarnos, y ayudados de su divina Gracia, descubrir la vocación para la que hemos sido creados.
Por eso la pregunta es ¿qué quiere Dios de mi en particular? ¿para que he sido creado específicamente? ¿a qué estoy llamado? ¿cuál es mi vocación como cristiano? ¿percibo su voz? ¿identifico su mensaje?

Porque nos ama, Dios nos llama a cada ser humano a un fin exclusivo, una vocación única,  un plan específico, que debemos descubrir.

La vocación es una llamada por y para Dios, es decir, que tiene su origen en Dios y su destino en Dios. Es una manera concreta y profunda de comprender, orientar, ordenar y vivir nuestra vida, que no emana de nosotros mismos sino como un don de Dios. Para ello, debemos:

Escucharla (Atención)
Para recibirla la llamada de Dios, debemos estar atentos porque no es tan evidente como lo que vemos y oímos a diario.  Dios viene silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad, y puede que no le oigamos si estamos pendientes de "nuestras cosas", de nuestras preocupaciones y necesidades.

Discernirla (Formación)
Para poder comprender, discernir y meditar esa llamada debemos estar preparados, salir de nosotros mismos y prestar atención a los detalles de nuestra vida cotidiana, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, mantenernos abiertos a las sorpresas del Espíritu y discernirlos a la luz de su Palabra.

Responderla (Vivencia)
Para vivir esa llamada personal debemos dar una respuesta libre, responsable y comprometida, aquí y ahora, sin dejarlo para más adelante, sin esperar a ser santos o perfectos. Dios no nos llama para el futuro sino para hoy, para el presente.
Escuchemos la vocación a la que Dios nos llama, meditémosla y vivámosla.

martes, 31 de julio de 2018

¿MEDIOCRES? NO, GRACIAS

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"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. 
Ojalá fueses frío o caliente. 
Pero porque eres tibio, 
y no eres ni frío ni caliente, 
te voy a vomitar de mi boca."  
(Apocalipsis 3, 15-16)

Mediocre, del latín “mediocris” , “medius” (“medio o intermedio”) y “ocris” (“montaña o peñasco escarpado”), es el que se queda a mitad de la montaña: Ni completamente abajo, ni totalmente arriba, sino en la mitad. 

Mediocre es el que no culmina el camino, el que no destaca ni se compromete porque se queda a medias, el que carece de mérito porque no llega donde debería llegar. Su tibieza le lleva a la indiferencia, al desafecto, a la falta de fervor y de entusiasmo.

El mediocre, moralmente, se encuentra por encima del pecado, pero espiritualmente, por debajo de la santidad. No llega a ser un cristiano porque se queda a mitad de camino; ha empezado a subir hacia Dios pero quizás, por temor o por pereza, decide parar en la mitad del camino, montar su "chiringuito", y quedarse allí cómodamente, sin querer alcanzar la cima. 

Es una persona conformista y cómoda, que no se esfuerza, que no quiere "líos", que prefiere  estar "a resguardo", alimentándose de leche, en lugar de crecer y madurar hacia el alimento sólido.

Dios es duro con la mediocridad. En su Palabra dice que le provoca nauseas (Apocalipsis 3, 15-16). Y es severo porque con todo lo que nos ofrece ¿por qué conformarnos con tan poco? Si nos quedamos permanentemente "a medio camino" no podemos honrar, complacer ni servir a Dios. Debemos caminar hacia la plena madurez en Cristo. Dios nos da libertad para subir o no, pero si le damos nuestro sí, es hasta el final.

Dios quiere nuestra santidad. Nos exhorta a ser perfectos como Él, es decir, a que lleguemos a la meta. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 3, 12-14: "No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

El tibio huye del compr
omiso radical y apela a erróneos planteamientos como "nada es blanco o negro sino que la vida es una zona de grises""los extremos son siempre malos". El tibio suele utilizar este tipo de frases que eleva a axiomas o principios fundamentales, cuando no son más que ideas "facilonas" que en el fondo y por sí solas, están vacías y no dicen nada. Realmente, el hecho de que una frase "suene" bien no la convierte en cierta.

Dios habla de los extremos. El agua hirviendo o el agua helada son extremos que, en sí mismas no son malos, pero tampoco significa que el agua tibia sea buena. El agua hirviendo sirve para cocinar pasta. El agua helada, para sofocar la sed.
Lo que ocurre es que el “tibio” prefiere ser ambiguo y se coloca equidistante, "en tierra de nadie". Se permite el lujo de juzgar y criticar ambos lados de la ecuación: se cree justo, ecuánime, centrado y "políticamente correcto", pero en realidad se ahoga en un "mar de buenismo". 

El tibio simplemente no quiere "definirse" ni adoptar una posición firme, lo que le conduce a la inacción y a la resistencia al compromiso.

El tibio no quiere ser levadura, "no quiere meterse en harina".

El tibio no quiere "mojarse" para pescar. 

El tibio no quiere ser grano de mostaza sino que prefiere ser semilla que cae aleatoriamente, sin preocuparse de si lo hace al borde del camino, en suelo pedregoso o entre zarzas.

El tibio se mantiene en su cómodo engaño, enmudeciendo su conciencia, convenciéndose de que, a medio camino, está bien con Dios. Se ve a sí mismo participando en el banquete de Dios, bebiendo del cáliz de vida eterna y comiendo del Cuerpo de Cristo, pero en realidad, está comiendo basura y algarrobas o bebiendo agua de alcantarilla, porque todavía no ha llegado a la meta.

Un cristiano no puede quedarse en un término medio: o es 100% cristiano o no lo es. Dios nos llama a "subir", a "nacer de nuevo", es decir, a comprometernos con Él diariamente y hasta el final. No un día si y un día no. Siempre.

Un cristiano no puede vivir una "fe de mínimos". Debe buscar la excelencia, la perfección, la santidad. "Dejar todo a la voluntad de Dios" es malgastar los talentos que Él nos regala. Un cristiano debe caminar con decisión y firmeza hacia la santidad que es un don y un regalo de Dios.

Un cristiano no puede empezar una carrera y distraerse por el camino. Tampoco el cansancio debe hacerle desfallecer si mira con decisión la meta. Si empieza la carrera, debe acabarla.

Un cristiano no puede pertenecer ni entrenar en un equipo y cuando llega el día del partido, ponerse la camiseta del equipo contrario. Un cristiano no puede conformarse con un "empate". Cuando se pone la camiseta cristiana, debe ser leal "al escudo" y "luchar hasta el final".


 "Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o bien despreciará a uno y se apegará al otro" 
(Mateo 6, 24)

"¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, 
pero sólo uno consigue el premio? 
Corred de modo que lo conquistéis. 
Los atletas se privan de muchas cosas, 
y lo hacen para conseguir una corona corruptible; 
en cambio, nosotros, por una incorruptible. 
Yo no corro sin ton ni son, ni peleo como quien da golpes al aire, 
sino que me impongo una disciplina y domino mi cuerpo, 
no sea que después de predicar a los demás, yo quede descalificado." 
(1 Corintios 9, 24-27)

viernes, 27 de abril de 2018

DISPOSICIONES DE LA VOLUNTAD: LOS TRES BINARIOS

"Señor, concédeme conocerte íntimamente. 
Que todo mi ser y proceder 
sea siempre orientado a tu alabanza y servicio".


San Ignacio, en la parábola de las "Dos Banderas", nos muestra el modo de obrar de Jesús y las artimañas de que se vale el enemigo, planteándonos una prueba de sabiduría para medir nuestra aptitud y disposición para seguir a Cristo, exigente en renuncias y sacrificios, mientras que seguir a Satanás es fácil y cómodo.

Con la parábola de los "Tres Binarios", nos plantea una prueba de voluntad, para medir nuestra capacidad de corregir el rumbo que llevamos en nuestra vida, y de renunciar a las conductas y apegos desordenados.


Este proceso de “elección y decisión” no es sólo cuestión de ideas... siempre interviene la voluntad. Un apego de la voluntad a algo, puede echar por tierra las grandes ideas y los altos conceptos, por muy buenos que sean. 

Si queremos que una decisión sea eficaz y duradera debemos tener en cuenta cómo funcionan los afectos de la voluntad: los afectos condicionan a la voluntad en sus decisiones. Si hay afectos desordenados de cualquier clase (cosas, personas, situaciones…), éstos impedirán que haya decisiones serias, eficaces y duraderas. Aunque la persona diga que “decide”, esa decisión es en vano y se engaña a sí misma.

San Ignacio, nos invita a ponernos en presencia de Dios nuestro Señor y de todos sus santos, para desear y conocer lo que es más grato a su divina bondad, y pedir la gracia de elegir lo que más gloria dé a Su Divina Majestad.

La parábola nos habla de tres clases de hombres que han adquirido un patrimonio por unos medios que, aunque lícitos, son imperfectos en sí mismos: Su afección a ellos es un impedimento para alcanzar la paz, pues están avocados a mantener ese apego o a renunciar a él, para asegurar su salvación. Cada uno de ellos toma una decisión distinta:



1º Binario: "ahora no; paso…."

Son aquellos que dejan para mañana lo que pueden hacer hoy. Dejan toda para más tarde. Aquellos que, conociendo sus apegos (materiales, personales, sociales, intelectuales), desean dejarlos pero no ponen los medios necesarios, hasta el final.

Voluntad: nula, aparente y cobarde. Son aquellos que, para hallar a Dios y poderse salvar, querrían quitar el afecto que tienen a la cosa adquirida pero, sin poner ningún medio ni acto eficaz, hasta el punto, quizás, de llegar la hora de la muerte sin haber decidido ni elegido nada. Su voluntad está anclada, paralizada e inmovilizada por sus afectos. 

Comportamiento: cómodo, perezoso y contradictorio. Quieren, pero… en general. Son aquellos que viven en contradicción entre su conciencia, que ve claro lo que han de hacer porque se lo pide Dios y su voluntad, que no quiere hacerlo. 

Actitudevasiva y dilatoria: todo lo dejan “para mañana”. En el fondo es un rechazo al llamado que les hace Dios. Todo queda en un “quisiera…querría...” Pretenden una especie de milagro: conseguir el fin sin poner los medios adecuados. Usan sólo palabras vacías.

Ejemplos bíblicos: el rico necio que se preocupaba sólo en guardar bienes para muchos años (Lucas 12, 13-21); Excusas (Lucas 14, 15-24); Niños en la plaza (Lucas 7, 31-35);Judas que no pidió perdón; El pueblo judío respecto a Jesús.

Aplicaciones: Cuando Dios nos pide cambiar algo que va mal en nuestra vida (por ejemplo: oración, servicio a los demás, austeridad, humildad…), y lo sentimos, y querríamos remediarlo… pero nunca nos resolvemos a poner los medios eficaces para ello.


2º Binario: "así no, eso no: quiero negociar…."

Son aquellos que quieren jugar a dos bandas: quieren estar "en misa y repicando". Aquellos que anhelan la posibilidad de tener dos señores: a Dios y al ídolo. Quieren tener las dos cosas a la vez, aunque saben que son irreconciliables y que eso así no funciona.

Siempre están en continua lucha interior consigo mismos, a la “defensiva” y al “resguardo”. Son personas “instaladas” que buscan la vida cómoda, una fe fácil, racionalizando todo, de tal forma, que encuentran cualquier "excusa razonada" con tal de quedarse con aquello a lo que están apegados sus afectos. 

Se auto-justifican, defienden su postura poniendo parches a todo y tienen muchas “zonas acotadas”.  Ofrecen algo a Dios y al mismo tiempo, tratan de ocultar alguna “trampita”, como si Dios no la viera. 

Dan a condición de recibir. Buscan que Dios se acomode a su parecer y no quieren abandonarse totalmente a la voluntad divina.

Voluntad: hipócrita, tramposa y mezquina. Son aquellos dispuestos a todo con tal que no perder aquello a que están apegados. Su voluntad es débil e ineficaz.

Comportamiento: egoísta, cómodo y negociador. Desean desprenderse del afecto desordenado a la cosa adquirida, pero lo quieren hacer de tal forma que, en definitiva, se queden con la cosa adquirida.

Pretenden “que Dios vaya allí donde ellos quieren”, y no toman la determinación de abandonarla para así, tener el camino libre para ir a Dios. No se desprenden del afecto. Suelen lamentarse diciendo “esto no es fácil”, poniendo excusas y cortinas de humo porque no quieren desprenderse de algo que les pide Dios.

Actitud: contradictoria, perezosa y condicionante. "Quieren y no quieren". "Quieren pero sin renunciar". Ponen condiciones: ¡ Dejo todo, menos… lo que yo quiero! Buscan excusas para huir de lo que Dios les pide. Colocan sus gustos, preferencias y afectos por encima de todo, incluso de Dios.

Ejemplos bíblicos: el joven rico que no fue capaz de dejar sus bienes para ir en pos del Señor (Mateo 19, 16-30; Marcos 10, 17-31; Lucas 18, 18-30): Pilato que se lavó las manos (Mateo 27, 24); los seguidores a medias (Lucas 9, 57-62); los invitados a la cena (Lucas 14, 16-24); Ananías y Zafira que se guardaron ocultamente parte del dinero (Hechos 5, 1-11); Nicodemo en su visita nocturna a Jesús (Juan 3, 1-2); los tibios (Apocalipsis 3,16).

Aplicaciones: Cuando pretendemos ser comprometidos y estar disponibles pero "a nuestro modo": hacer oración sin mortificación, pobreza sin carecer de nada, castidad sin custodia de los sentidos, humildad sin humillaciones, obediencia sin disponibilidad, servicio a los demás sin sacrificio propio, etc.


3º Binario: "a todo, sí: arriesgo todo"

Son aquellos que están dispuestos a renunciar a cualquier apego. Y lo quieren quitar de tal modo que tampoco están apegados a tener la cosa adquirida o a no tenerla; solamente quererla o no quererla según lo que Dios se lo haga sentir en su interior, y perciban que es para servicio y alabanza Suya.

Mientras llega el momento de la elección, en su afecto han renunciado ya a todo, poniendo toda su voluntad en no querer aquello, ni ninguna otra cosa, mientras no sea sólo aquello que sea para mayor gloria y servicio del Señor


Voluntad: comprometida, desprendida, generosa. Su voluntad se amolda a la voluntad de Dios, de manera que ésta sea lo que les mueva a tomar la cosa o dejarla. Tienen una "determinada determinación" (Santa Teresa) a tener o no cosa alguna, y no tienen apego a nada material o mundano.

Su voluntad es completamente libre y despegada del todo y de todo afecto. Libres de to
do interiormente y resueltos a desprenderse de todo: "nada, nada, nada…" (San Juan de la Cruz) para después elegir lo que Dios quiere y los medios que Dios quiere que elija

Comportamiento: libre, dispuesto e incondicional. Se liberan de todo afecto (aunque lo sigan sintiendo) y ponen todo a disposición de Dios. Son personas comprometidas, incondicionales y con total disponibilidad a lo que el Señor les pida. Aunque sienten la atracción de las cosas, están “desatadas” de todo. 

Actitud: Superan el afecto con otro afecto mayor, único y definitivo: el afecto al Señor, a su Voluntad. Un amor menor se supera con un amor mayor. Quieren lo que Dios quiere de ellos, de tal forma que antes de saber qué le pide Dios, está dispuesto a darle todo, incluso lo más difícil, en el caso de que se lo pida.

Se trata de “ser peregrinos”: el peregrino no se apega a nada del camino, sólo mira a la meta y sacrifica todo por llegar a la meta. Se trata de tener desapego y pobreza radicales.

Ejemplos bíblicos: Abraham (Génesis 22, 1-18); María Lucas 1, 38); Zaqueo (Lucas 19, 1-10); Leví (Mateo 9,9); los apóstoles que lo dejaron todo (Mateo 19, 27-29; Lucas 5, 11); María Magdalena en Betania (Marcos 14, 3); el apóstol Tomás (Juan 11, 16); el apóstol Juan (Juan 19, 26); Nicodemo y José de Arimatea (Juan 19, 38-39).

Aplicaciones: Cuando elegimos oración y vida interior frente al activismo y la vida exterior, cuando elegimos la abnegación frente al egoísmo; pobreza estando dispuestos a vivir sin nada, si fuera necesario; castidad con decisión de sacrificar lo que sea; obediencia con total disponibilidad, etc.
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Los modelos perfectos de este tercer binario son nuestro Señor Jesucristo, que desposeído de todo, vivió las Bienaventuranzas y acató la voluntad de su Padre hasta la cruz, y nuestra Madre la Virgen María, que sin comprender la voluntad de Dios, se puso a su disposición hasta en lo inesperado: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su Palabra."

Conclusiones: 
El Tercer Binario es el paradigma de la “indiferencia” y la “disponibilidad”: ser y estar disponible hasta en lo inesperado.

El Tercer Binario, tomado en serio, pone “la vida en riesgo”.
 
El Tercer Binario le pide a Dios l
o contrario de aquello a lo que siente afecto, para así conseguir y mantener la “voluntad libre” y la "disponibilidad incondicional", a fin de elegir sin impedimentos ni "peros" lo que Dios le pida.

El agua hierve a los 100 grados, si me sacrifico sólo hasta los 99..., no hierve. 

El Tercer Binario cultiva la virtud de la valentía, el compromiso incondicional y la disposición de la propia libertad para dominar la voluntad y asemejarla a la de Dios, para darle gloria.

El Tercer Binario renuncia a la posesión de todoa la codicia de los ojos y de los sentidos, al deseo de los primeros puestos, para dar una respuesta generosa al amor y la voluntad de Dios, y a las necesidades del prójimo.

El Tercer Binario tiene abierto el corazón y sabe que vivir no significa simplemente "ir", significa aceptar "ser mandado y llamado"; no significa contestar a la pregunta "qué me satisface", sino amar y elegir lo que le agrada a Dios, lo que es bueno, justo y verdadero.

El Tercer Binario es consciente del riesgo de creerla fe es una prueba, una tremenda y radical prueba, que tiene como propósito la muerte misma, y nadie puede evitárnosla, ni siquiera Dios...

El Tercer Binar
io sabe que creer (y aquí está lo difícil) significa morir. Morir a todo: al propio razonamiento, a los propios planes, al pasado, a los deseos, al apego a las cosas del mundo y también, a la propia vida. Sabe que es morir; y cuando nos toca a nosotros, nadie puede sustituirnos.

Imagen relacionadaEl Tercer Binario tiene la certeza de que Dios llena todo espacio, que lo sabe todo y que anhela nuestra entrada definitiva en su reino. 

El Tercer Binario realiza el acto de amor más puro: dejar morir lo que más ama, porque sólo el amor es más fuerte que la muerte, como hizo Abraham en el monte Moria y como hizo el propio Dios en el monte Calvario: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Juan 3,16).

El Tercer
 Binario da un "salto al vacío" en la confianza de que Dios no dejará que nada malo le suceda.  Es un acto difícil, valiente y exclusivamente personal. Ni Dios mismo puede sustituirnos en nuestro "salto de fe". Debemos darlo nosotros mismos, como hizo nuestro Señor Jesucristo: "No hay amor más grande que el que entrega la vida por sus amigos" (Juan 15, 13).


Para meditar:

En lo más profundo de mi corazón ¿qué es aquello de lo que no quiero desprenderme y, consciente o inconscientemente, lo disimulo? 

¿Tengo problemas dominantes a mi voluntad? ¿Cuáles? 

¿Estoy libre de afectos que me impiden discernir y elegir limpiamente? 

¿Hay algún apego (ídolo) desordenado del que no quiero desprenderme y al que me agarro? 

¿Es Cristo mi único afecto absoluto? ¿ Le amo por encima de todo?

¿Estoy atrapado o paralizado en algunos de los dos primeros binarios? 

¿Dejo todo para mañana?

¿Digo "sí" pero con condiciones?

¿Busco mi gloria en lugar de la de Dios?

¿Sirvo a mis apegos o a Dios?