Hoy nos enfrentamos a una crisis de la iglesia, de fe, de vocaciones, de matrimonio, de valores, económica, etc. pero la fundamental es una crisis de identidad.
La iglesia de Cristo no tiene simplemente una misión, sino que la misión de Jesús tiene una iglesia. No es una opción: somos una misión. El principal problema es que hemos olvidado quienes somos.
Las iglesias están llenas de actividades lejanas de su identidad: reuniones seglares, scouts, clases para niños, etc. que rara vez conducen a formar misioneros.
Isaías 56,7: “Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos”. Hoy, la Iglesia tampoco es una casa de oración y ha olvidado su principal misión: ser misioneros.
No es la primera vez que ocurre. Marcos 11,17: “¿No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes la han convertido en una guarida de ladrones!”.
Allí se relata la expulsión de los mercaderes del templo por Jesús, que no fue un acto de repentina ira, sino deliberado pues ya había ocurrido antes: “¿En cueva de bandoleros se ha convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre?” (Jeremías 7,11).
Misión de la Iglesia
Mateo 28, 19-20 indica cuál es la misión de la Iglesia: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.”
El evangelio marca 4 tareas: Ir - Hacer- Bautizar - Enseñar
La confusión de la Iglesia es que ha ido a todos, ha bautizado a todos y ha enseñado a todos pero NO HA HECHO DISCÍPULOS y NO HA PRODUCIDO FRUTOS.
Que es un discípulo
Es alguien que aprende, que está comprometido en un proceso de aprendizaje que dura toda la vida, que crece, que madura y esto ocurre cuando nos encontramos con Cristo, cuando le amamos, cuando nos enamoramos de él.
El objetivo de la evangelización es hacer discípulos. Son los que renuevan la Iglesia, los que dan, sirven, se convierten en apóstoles, en discípulos misioneros que hacen nuevos discípulos, que renuevan la Iglesia, que dan, que sirven y que se convierten en apóstoles…..Es un círculo continuo.
Es como una fotocopiadora: coge el papel desde fuera, lo procesa, lo imprime y lo lanza fuera de nuevo.
Pero ahora la fotocopiadora no funciona. Nada se mete, está atascada, nada se imprime y nada sale.
Une continentes y lleva a personas de un sitio a otro. Pero ahora se hunde aun habiendo pensado que era todopoderosa.
Las parroquias son los botes salvavidas y hay gente en el agua muriendo de hipotermia. Pero no vamos a buscarlos. Decimos: “que naden ellos hacia aquí”.
Pero Jesús nos dice: “Id”, pero no vamos. Hay una gran diferencia entre decir “Venid” y decir “Id”. Hemos olvidado nuestra identidad: “Id”.
Cuando la Iglesia es auto-referencial, sólo se mira a sí misma, ha cerrado sus puertas y sólo espera que la gente venga, está enferma, es un lugar oscuro, no hay luz. Ha olvidado su identidad.
Dos grandes tentaciones en la Iglesia:
Pelagianismo
Pelagio era un monje celta del siglo V que decía que no existía el pecado original, que el acto salvífico de Jesús era un acto de amor y un ejemplo para lo que debemos hacer: que solo tenemos que querer y elegir hacer el bien.
Pero San Agustín decía que no podemos salvarnos sin la Gracia de Dios, estamos rotos y no hay salvación fuera de la Gracia de Dios.
Hoy en la iglesia existe un neopelagianismo. Muchos piensan que la salvación es solo el resultado de lo que hacemos y no mediante Jesús.
Esta actitud nos impide recibir la buena noticia pues según este pensamiento, no hay malas noticias, no tenemos pecado, somos buenos.
Esto produce una cultura de minimalismo, todo lo que necesito saber es qué hacer, cumplir los mínimos requisitos. Pretendemos pagar lo menos posible. Pero esto no es la fe de Cristo.
Si no hay buena noticia, no hay deseo de compartirla con otros. No hay nada.
Clericalismo
Es la apropiación por parte del clero de aquello que es propio de los bautizados.
La primera tarea del sacerdocio es proclamar la palabra de Dios. La segunda es administrar los sacramentos (sobre todo, la eucaristía) y la tercera, ser líderes del pueblo de Dios.
Las consecuencias del clericalismo son el aislamiento del clero y la inmadurez del laicado. La cultura de la Iglesia acepta la inmadurez de los laicos como algo bueno. Los laicos creen que no es su misión hacer nada sino sólo recibir.
Para que los sacerdotes sean líderes del pueblo de Dios, primero tienen que ser cristianos con los cristianos para ser luego sacerdotes de los cristianos,
Para renovar la iglesia debemos analizar la cultura de la Iglesia. Lo que es posible y lo que no, lo que es y lo que puede ser.
A lo que Jesús nos llama es a escuchar su Palabra y actuar.
Uno de los problemas actuales de la iglesia es la tendencia a sobre-espiritualizar, que no es sino una forma de quietismo: Todo lo que debemos hacer es escuchar la Palabra y orar, nada de acción. Pero la acción sin oración tampoco da fruto. San Agustín decía: “Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti”.
La oración tiene que llevarnos a la acción. Nuestras acciones demuestran aquello que valoramos.
Diez valores para la renovación
1. Trabajar para el fin de semana.
2. Hospitalidad y acogida.
3. Música que eleve.
4. Homilías transformadoras, no sólo informativas.
5. Comunidad llena de sentido. No vale el cristianismo individual.
6. Claras expectativas. ¿Qué se espera de nosotros?
7. Ministerio basado en las fortalezas: las personas que sirven con talentos.
8. Comunidad de comunidades: grupos pequeños o medianos de conexión.
9. Experiencia del Espíritu Santo.
10. Cultura de invitación.
P. James Mallon, “Pasión por la renovación de las parroquias”, ENE 2014