"Nadie puede servir a dos amos,
porque odiará a uno y amará al otro,
o se apegará a uno y despreciará al otro."
(Lucas 16,13)
El Evangelio nos implica en una guerra espiritual, una lucha contra el mal (Satanás), contra nosotros mismos (Carne) y contra lo que nos rodea (Mundo).
Una lucha espiritual que sólo es visible en su dimensión sobrenatural, pero es absolutamente real. Es una imagen que muchos prefieren obviar y rechazar. Sin embargo, los cristianos debemos estar firmes, vigilantes y adecuadamente preparados para esta batalla tan real.
Una lucha espiritual que sólo es visible en su dimensión sobrenatural, pero es absolutamente real. Es una imagen que muchos prefieren obviar y rechazar. Sin embargo, los cristianos debemos estar firmes, vigilantes y adecuadamente preparados para esta batalla tan real.
El apóstol San Pablo nos habla de ella: "Porque nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que moran en los espacios celestes."(Efesios 6,12).
San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, también nos presenta el mundo como un gran campo de batalla donde se enfrentan dos ejércitos, dos banderas…
Una batalla espiritual que nos incumbe y compete a todos...el cristiano no puede permanecer indiferente ante esta lucha…no puede ser neutral... debe saber escoger cuál es su lugar… en qué ejército luchará... bajo qué bandera combatirá… la de Cristo o la de Satanás…
El desafío
El Hombre se haya ante un desafío en el que probar su valía y demostrar su compromiso a un propósito superior, en lugar de a su propia comodidad.
Y así lo hacen los "Hijos de la Luz", no a pesar de ser difícil, sino exactamente porque es difícil... porque confían plenamente en las promesas de su Señor.
Hombres llamados a "alabar, reverenciar y servir a Dios y así alcanzar la santidad y la salvación de su alma" .
Hombres consagrados a la Santísima Virgen María, que jamás caen en el desánimo, que no se dejan vencer por la dificultad, ni por el miedo ni el dolor, pues su Señora está con ellos.
Hombres inasequibles al desaliento que anuncian a Cristo Rey, y con su ejemplo, atraen a otros a Dios: son los "Apóstoles de los últimos tiempos".
El campo de batalla
Es noche cerrada...no hay luna...todo es oscuridad y tinieblas...
Desde lo alto de una ladera, se divisa un valle en el que hay dos ejércitos formados, uno frente al otro… cada uno tiene su bandera, sus seguidores, sus armas, sus estrategias…
Suenan los tambores de guerra...el ambiente está tan cargado que corta la respiración...
Suenan los tambores de guerra...el ambiente está tan cargado que corta la respiración...
Una bandera blanca
Un ejercito fatigado y penitente espera en calma... en silencio… en oración...
Su Capitán, Jesucristo, expresa y contagia paz, felicidad y amor a todos sus hombres …
Su bandera, blanca e inmaculada, es la de la humildad y la mansedumbre…
Su arenga es: ¡Viva Jesús, muera el pecado!...
Sus seguidores, desapegados de las riquezas, los honores y los placeres del mundo, aman la pobreza, la humildad y la obediencia…
Sus armas son la confianza y la valentía...
Sus promesas: Breve penar, eterno gozar…
Su propósito: Vida plena, muerte buena… felicidad eterna en el cielo, viendo, amando y alabando a Dios…
Un bandera negra
El otro ejército está agitado y en movimiento… hay tumulto... griterío… confusión… sus hombres cabalgan indisciplinados y desordenados… todos quieren mandar y ninguno quiere obedecer ni dejarse dirigir…
Desde su campamento, emerge una gran columna de fuego que parece querer tocar el cielo.
Su bandera negra es la de la rebelión y el odio contra Dios...poderosa para convencer y obligar a todos...
Su arenga: ¡Viva el pecado, muera Jesús!…
Sus secuaces, apegados a las conductas desordenadas, los honores, las riquezas, los placeres, las comodidades que los arrastran a la perdición eterna...
Sus armas: la burla y el escarnio...
Sus promesas: Breve gozar, eterno penar…
Sus secuaces, apegados a las conductas desordenadas, los honores, las riquezas, los placeres, las comodidades que los arrastran a la perdición eterna...
Sus armas: la burla y el escarnio...
Sus promesas: Breve gozar, eterno penar…
Su propósito: Vida amarga, muerte pésima, fuego eterno en el infierno, sufriendo y lamentándose, sin Dios…
De entre sus huestes, surge una figura oscura y abominable, de aspecto horrible y terrible, más grande e imponente que el resto, a quienes tiene encadenados: un gran Dragón que, alzándose sobre ellas y con una mirada fulminante, les grita y les ordena callar…
Sus hordas, obedeciendo más por temor que por devoción, se organizan por grupos: por un lado, la soberbia, disfrazada de dignidad… por otro, la lujuria, disfrazada de libertad… más allá, la envidia, disfrazada de prosperidad… en otro, la avaricia, disfrazada de igualdad… en otro, la pereza, disfrazada de comodidad… también, la gula, disfrazada de necesidad… y por último, la ira, disfrazada de justicia…
La mirada del Dragón es fría y penetrante... sus ojos negros y brillantes, están llenos de maldad y odio indescriptibles…su aliento hiela los huesos… “Es Satanás", dice una voz a mi lado, “pero no te preocupes, no podrá tocarte mientras estés conmigo”… miro y veo a Jesús, junto a mí… y por primera vez me doy cuenta que no estoy solo…
Satanás se dirige hacia el otro ejército… “Aprovecha la oscuridad de la noche y el cansancio de la espera para tentar a mis guerreros”, dice Jesús… Se acerca a los guerreros de Cristo...uno por uno…escucho lo que les susurra al oído… las ilusiones que vende a sus corazones… a cada uno le embauca, según su debilidad...y a todos los que se sientes atraídos, los encadena... los esclaviza...
Muchos permanecen firmes y fieles al Señor… pero algunos (incluso, consagrados al Corazón de Jesús a través de María) se dejan seducir por las palabras del Padre de la Mentira: fama… dinero… pasiones… poder… son las tentaciones que les hacen alejarse de la luz y perderse en las tinieblas...
Satanás esboza lo que parece una sonrisa en sus labios y nos mira a Jesús y a mí…“No es una sonrisa”, dice Jesús, “ese es incapaz de sonreír o de sentir alegría o de cualquier sentimiento bueno y digno… al contrario, su sonrisa es una mueca, se burla de nosotros porque sabe que cada alma que me roba me causa un dolor indescriptible… fíjate, él no seduce las almas por el daño que les hace, en realidad desprecia a todo el género humano… pero vuelca en los hombres todo el odio que siente por mí y por mi Padre…”
Entonces, le pido a Jesús que no permita a Satanás hacer eso, y me responde: “Pídeselo a mi Padre y Él te lo concederá”… dirijo mi vista a la gran columna de fuego que subía de la montaña hasta el cielo y digo: “Padre, no permitas que esas almas puras tuyas, se pierdan… protégelas, dales la fortaleza y la perseverancia para vencer la tentación”…
Entonces un rayo de Gracia inunda sus corazones con el Amor de Dios… abren los ojos y, aterrados, ven como Satanás trata de abalanzarse sobre ellos con rabia… pero San Miguel jefe de la milicia celestial, interponiéndose ante él y ellos, los protege… para que María Santísima los cubra con su manto y lo acompañe de vuelta a su posición, en la formación del ejército blanco…
Mientras Satanás se retuerce de rabia, ira y odio, viendo cómo se le escapan almas de sus afiladas garras, Jesús sigue diciéndome: “La batalla entre el bien y el mal ya está ganada… aunque Satanás quiere hacer creer lo contrario… y si lo hace, es porque mi Padre se lo permite… eso incrementa el odio en él… saber que su existencia y actuación se las debe a Aquel a quien tanto aborrece… es incapaz de amar o de sentir agradecimiento… más aún, se odia a sí mismo porque sabe que él es el único culpable de su condena…”
“Ahora mismo está impaciente y rabioso… él quisiera lanzarse contra mi ejercito con toda su furia, pero no puede… mi Padre no lo permite...así que trata de arrastrar a tantas almas como le es posible, porque sabe que la batalla final ya se luchó… y él fue el perdedor…”
Amanece y el primer rayo de luz ilumina el valle… Satanás y sus demonios se retiran a toda prisa hacia la oscuridad de su campamento... la luz deja ver su verdadero rostro y pone al descubierto sus engaños… su horrible apariencia queda revelada a todos… ya no tratan de seducir con mentiras… sino que maldicen e injurian, gritando amenazantes desde el otro lado del valle…
Entonces, Jesús muestra su ejercito…al que pertenezco... somos un pequeño grupo de valerosos soldados… vestidos con túnicas blancas... montados sobre caballos blancos...llevamos puesta la Armadura de Dios… el Cinturón de la Verdad… la Coraza de la Justicia… los pies calzados con el Celo por el Evangelio… el Yelmo de la Salvación… en una mano el Escudo de la Fe… y en la otra, la Espada del Espíritu…
Miro a Jesús sorprendido por los pocos que somos… pero Jesús me invita a mirar de nuevo… y veo que detrás nuestro viene una gran multitud que se pierde en el horizonte… en el flanco derecho, nuestra Señora, los santos, los mártires y las almas del Purgatorio, que unen sus oraciones a las de toda la Iglesia… en el flanco izquierdo, a San Miguel Arcángel, capitaneando a todas las legiones de ángeles y coros celestiales que entonan cánticos y alabanzas a Dios…
Jesús abre su pecho y tomando una pequeña chispa del fuego inmenso que arde en su Corazón, extiende su mano y la pone en el mío, como ha hecho antes con los demás soldados… es un fuego abrasador que crece y aumenta... y que me insta a "combatir el buen combate"…
Ha llegado el momento
Jesús me mira y nos dice: “Ha llegado el momento”… entonces el Padre, desde lo alto de la Columna de Fuego, da la orden y la batalla final comienza…"
Ha llegado el momento de definir nuestra adhesión a uno de estos dos ejércitos.
Ha llegado la hora de decidir seguir a Cristo, el humilde, o a Satanás, el orgulloso.
Ha llegado el tiempo de hacer la voluntad del Padre, o la propia, como el Diablo.
Fuentes:
-Ejercicios Espirituales Ignacianos, Heraldos del Evangelio, Mota del Marqués, 2018.
-Romualdo Olazábal y Noemí Cotto, tengoseddeti.org, 2018.
Ha llegado el tiempo de hacer la voluntad del Padre, o la propia, como el Diablo.
No podemos...no debemos... dejarnos seducir por las artimañas del Enemigo, que nos fascina con los afanes pasajeros de este mundo, que nos tienta con los apegos a las conductas desordenadas y nos hechiza con todos los vicios que nos conducen inexorablemente hacia nuestra muerte.
¡Cuidado! Debemos estar vigilantes porque Cristo, nuestro Capitán y Señor, nos ha alertado de que el demonio, cuando le resulta difícil el combate, se disfraza de "ángel de luz", trata de engañarnos, de confundirnos, de generar la duda en nuestro corazón, desvirtuando el poder del ejército blanco, para que renunciemos a él y así, conducirnos hacia el suyo.
¡Estamos en guerra!
Fuentes:
-Ejercicios Espirituales Ignacianos, Heraldos del Evangelio, Mota del Marqués, 2018.
-Romualdo Olazábal y Noemí Cotto, tengoseddeti.org, 2018.