"Una parroquia de chismosos y chismosas
es una comunidad incapaz de dar testimonio"
(Papa Francisco)
es una comunidad incapaz de dar testimonio"
(Papa Francisco)
Murmurar o chismorrear es hablar mal de una persona ausente de cosas que, tanto el que habla y el que escucha, conocen, pero que no debieran comentar de una manera "envenenada”. Es más, que no debieran comentar de ninguna manera.
El chisme o murmuración entre cristianos es una bomba terrible y un daño gratuito que resquebraja toda la Iglesia, porque envenena y hiere al que habla, al que escucha, y del que se murmura.
El Papa Francisco nos advierte de lo desgraciadamente comunes que son los chismorreos dentro de la Iglesia: "Uno de los pecados más frecuentemente cometidos en parroquias y grupos cristianos son las críticas y el apuñalamiento al prójimo, los cuales no sólo dividen nuestra comunidad, sino que alejan a las personas que vienen en busca de Dios".
Y explica cómo los chismes son obra del Enemigo: "El demonio disfruta cuando nos lanzamos piedras entre nosotros, unos contra otros. Sabe cómo debilitar los esfuerzos de las personas para servir a Dios y salvaguardar la presencia del Espíritu Santo dentro de ellos. Él hará todo para que no seamos tiernos y respetuosos. Una comunidad cristiana que no protege al Espíritu Santo con ternura y respeto es como la serpiente de lengua larga que es representada en estatuas aplastada bajo el pie de María."(Papa Francisco, Roma 21/5/18).
Y explica cómo los chismes son obra del Enemigo: "El demonio disfruta cuando nos lanzamos piedras entre nosotros, unos contra otros. Sabe cómo debilitar los esfuerzos de las personas para servir a Dios y salvaguardar la presencia del Espíritu Santo dentro de ellos. Él hará todo para que no seamos tiernos y respetuosos. Una comunidad cristiana que no protege al Espíritu Santo con ternura y respeto es como la serpiente de lengua larga que es representada en estatuas aplastada bajo el pie de María."(Papa Francisco, Roma 21/5/18).
El chisme destruye
El chisme se propaga como la pólvora provocando desunión y división, destruyendo todo a su paso, como un fuego voraz. Tergiversa deliberadamente la dignidad y la reputación de una persona, le pone en vergüenza ante los demás, señala sus errores, exagerándolos.
Dañar el buen nombre del prójimo o manifestar sus pecados o defectos, aunque sean verdad no tiene ninguna justificación y además, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es un pecado mortal, si con él dañamos gravemente el honor del prójimo, aunque sea en un ámbito local y aunque no se entere del daño que le hemos causado:
"El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (CIC can. 220). Se hace culpable:
Dañar el buen nombre del prójimo o manifestar sus pecados o defectos, aunque sean verdad no tiene ninguna justificación y además, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es un pecado mortal, si con él dañamos gravemente el honor del prójimo, aunque sea en un ámbito local y aunque no se entere del daño que le hemos causado:
"El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (CIC can. 220). Se hace culpable:
— de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo;
— de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran (Si 21, 28);
— de calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos ( CIC 2477).
"Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve" (San Ignacio de Loyola, Exercitia spiritualia, 22).
La Biblia nos dice: "no habléis mal de nadie, sed pacíficos, comprensivos y sumamente amables con todo el mundo." (Tito 3,1-2).
¿Qué debemos hacer?
Debemos ser enérgicos ante el chisme. Cuando un hermano cometa una falta, debemos corregirle en privado, con caridad y cara a cara. Por supuesto, no debemos exagerar la falta cometida, ni hablar por detrás en su contra y menos en público. Como hijos de Dios, no debemos atacar a quienes formamos el cuerpo de Cristo, pues Dios mismo saldrá en defensa de los suyos.
Habitualmente, el chismoso utiliza palabras dichas o escritas, haciendo mal uso de las virtudes que Dios le ha concedido, pues ni habla con amor ni para el bien, sino para su propia satisfacción, conveniencia, vanidad, o acaso, manipulado por propósitos perversos.
Debemos hacer ver a otros que Dios odia el chisme y al chismoso y por tanto, rechazarlo de plano. Por ejemplo, si alguien viene a nosotros y nos dice: “Tengo que contarte algo”, deberíamos preguntarle: “¿De algo o de alguien?”. Si dice: “de alguien”, decirle entonces: “¿Has hablado ya con ese 'alguien'?”.
No debemos permitir que nos hablen mal de alguien si ese alguien no lo ha oído primero, ni permitir que nos metan en un problema de un hermano con otro, enredándonos en una lucha que no tiene vencedores.
No debemos permitir que nos hablen mal de alguien si ese alguien no lo ha oído primero, ni permitir que nos metan en un problema de un hermano con otro, enredándonos en una lucha que no tiene vencedores.
Cuando intenten contarnos un chisme, debemos hacerle ver al chismoso que se está dañando a si mismo, a nosotros y a su hermano, un hijo de Dios, y explicarle cómo eso violenta el plan de Dios y perjudica a todo Su pueblo.
Debemos cuidar, vigilar y controlar las "malas lenguas". Estamos obligados a evitar las conversaciones malintencionadas que solo dañan, haciéndoselo saber a quien "chismorrea", critica o murmura, incluso, reprendiéndole.
Debemos recordar al chismoso que Satanás fue el primer chismoso al hablar mal de Dios, mostrándole que si murmuran o chismorrean en la casa de Dios, están pecando contra Él.
Debemos hacerle ver al chismoso que si tiene un problema con alguien, en lugar de escucharle, debemos instarle a ir y hablarlo con él. Si ha hecho algún daño a la dignidad de esa persona, entonces debe pedirle perdón. Esto cierra el círculo. Asunto terminado.
Conclusión: El chisme es desagradable, destructivo y dañino. Por tanto, obra de Satanás y debe ser despreciado por todos los que aman a Cristo y su Iglesia. En lugar de ser pasivos y tolerantes ante un chisme que se propaga, debemos cortarlo de raíz. Nunca permitir que nos lo cuenten y, mucho menos, propagarlo.
Nosotros podemos y debemos corregirnos entre nosotros pero el único que puede juzgar es Dios. ¡Fuera chismes!
Nosotros podemos y debemos corregirnos entre nosotros pero el único que puede juzgar es Dios. ¡Fuera chismes!