¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 4 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): NO TEMÁIS, NO ESTÁIS SOLOS

"Después que la gente se hubo saciado, 
enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca 
y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. 
Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, 
sacudida por las olas, porque el viento era contrario. 
A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. 
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, 
se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo: «Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; 
pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, 
empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. 
Y lo hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, 
pregonaron la noticia por toda aquella comarca 
y le trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. 
Y cuantos la tocaban quedaban curados"
(Mt 14,22-36)

Como siempre ocurre cuando entramos de nuevo en un pasaje de la Escritura, el Espíritu Santo nos suscita reflexiones distintas en momentos distintos para situaciones distintas.

Hoy, Mateo quiere dejar claro que el Señor está siempre presente cuando la fe de sus discípulos decae o se tambalea. Aunque escribe su evangelio para fortalecer la fe de la Iglesia de Jerusalén en plena persecución romana, también está exhortando a la Iglesia de todos los tiempos. 

En este relato, el evangelista nos muestra:
  • la pasión, muerte y resurrección de Cristo: "Subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo"
  • la misión de la Iglesia y sus apariciones como Resucitado: "Apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente"; "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). 
  • el fin de los tiempos y su segunda venida: "A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar".
  • los peligros de las herejías y los falsos profetas: "Se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma".
  • las dudas y las controversias dentro de la Iglesia: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua"; "Yo, yo soy el Señor,  fuera de mí no hay salvador (...) Vosotros sois mis testigos: yo soy Dios (...) Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas" (Is 43,11-12.16).
  • las consecuencias de ser discípulos de Cristo: persecuciones, calumnias, martirios, herejías, pruebas y dificultades que la Iglesia tendrá que hacer frente hasta su regreso glorioso ("La barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario").
  • la necesidad de la fe en Cristo para la salvación ("Señor, sálvame"; ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?"; "Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios").
  • su promesa de que estará siempre para animarlos y ayudarlos ("¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"; "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos", Mt 28,20).
Cristo nos advierte cómo debemos "navegar" en el "mar" de este mundo, cómo tenemos que   "faenar" con el oleaje, el viento contrario y las tempestades que se desataran durante el trayecto hacia la otra orilla (el cielo).
Lo importante es saber que debemos estar en la barca, porque si en la barca existe peligro cuando azotan las olas (las tentaciones), las tempestades (los sufrimientos y las pruebas) y el viento contrario (Satanás), fuera de ella, estaremos a merced del mar (el mal), nos hundiremos y nos ahogaremos. 

La barca sufre sacudidas por nuestras propias tempestades cuando no está el Señor, cuando olvidamos que Él es quien maneja la Iglesia y nuestras vidas, cuando ponemos nuestra confianza en nuestras autosuficiencias como "marineros" experimentados, o en nuestros méritos como "pescadores" veteranos, como le ocurrió a Pedro. 

También cuando nos salimos de la barca pensando que fuera de ella podemos seguir al Señor sin que Él nos llame, cuando dejamos de mirarlo y nos volvemos hacia nosotros o hacia las cosas del mundo, nos hundimos, como le ocurrió a Pedro.
Jesús nos dice que podemos "caminar sobre el mar", que podemos vencer las pruebas si tenemos fe y perseverancia en Él. Pero es mejor "permanecer" en la barca para no hundirnos.
 
El Señor está en el cielo, intercediendo por nosotros ("subió al monte a orar"), manejando la "barca" desde la gloria, pero cuando le necesitemos, Él se "aparecerá" para socorrernos y para animarnos

Junto a Él, el viento amaina y vuelve la suave brisa del Espíritu Santo, que nos calma y nos da paz.

Con Él a nuestro lado en la barca, tenemos la plena certeza de que "el poder del infierno no la derrotará" (Mt 16,18).

¡Realmente eres Hijo de Dios!

JHR