¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 7 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (7): SOY YO (YO SOY)

Después que la gente se hubo saciado, 
enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca 
y se le adelantaran a la otra orilla, 
mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. 
Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, 
sacudida por las olas, porque el viento era contrario. 
A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. 
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, 
se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo: «Ven».
Pedro bajó de la barca 
y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús;
 pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, 
empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. 
Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, 
pregonaron la noticia por toda aquella comarca 
y le trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. 
Y cuantos la tocaban quedaban curados.
(Mt 14, 22-36)

Tras la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retira al desierto, a Betsaida, seguido de sus discípulos y de una gran multitud. Allí realiza el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, y a continuación, envía a sus discípulos en barca hacia Cafarnaún (según san Juan), mientras Él sube al monte a orar (quizás para interceder por el Bautista).

Es noche cerrada y los discípulos están en medio del mar a una distancia de unos 5 o 6 kilómetros de la orilla cuando se levanta una tempestadJusto antes de amanecer, entre las 3 y las 6 de la mañana (cuarta vela, la misma franja horaria de la resurrección de Cristo), los discípulos, que son pescadores experimentados, se asustan y gritan de miedo, pero no lo hacen por la tempestad sino porque ven a un hombre caminando sobre las aguas y piensan que es una aparición, un fantasma, igual que dirán los dos de Emaús (Lc 24,22-23). (Ver símbolos en ¿Por qué has dudado? y No temáis, soy yo).

Entonces, Jesús dice: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!". El Señor nos da fuerzas y nos señala la importancia de reconocerle y de confiar en Él sin miedo, que es lo que nos dice continuamente en la Escritura (365 veces). Cuando Dios aparece en nuestras vidas, llega la calma.

La expresión "Soy yo", para el pueblo hebreo es literalmente la pronunciación del nombre de Dios: YHWH (Tetragrammaton) Ehyeh-Asher-Ehyeh contraído Acerca de este sonido (escuchar) que aparece en Éxodo 3,13-14 (el evangelio de Juan recoge esta expresión en siete ocasiones: Jn 6; 8,12.28; 10,7; 10,11-14; 11,25; 14,6; 15,1-5).
Sin embargo, para los judíos estaba prohibido pronunciar este nombre en voz alta, ya que lo consideran absolutamente sagrado. En su lugar, utilizaban el término Adonai, que significa "Señor". Por ello, cuando oían pronunciar su santo nombre, caían rostro a tierra, se postraban en actitud de sumo respeto, reconociendo su divinidad.  Además, es la razón principal por la que el Sanedrín condena a muerte a Jesús (atribuirse el nombre de "Dios").

Dios nos muestra su divinidad para que confíemos en Él porque nos ocurre tantas veces que "si no vemos no creemos" (Jn 20,24-29). Pero también, al revelar su nombre, revela, al mismo tiempo, su fidelidad (el Fiel) que es de siempre y para siempre (CIC 207), su eternidad u omnipresencia (es el Alfa y Omega, el Principio y Fin), su omnipotencia (el Todopoderoso, nada hay imposible para Él), su verdad omnímoda (Verdad absoluta, fuente de toda verdad), su unicidad (el único Dios verdadero, no hay otro como Él)su misericordia (el Justo), su gloria (el digno de toda alabanza) y su santidad (el Santo de los santos).

La revelación de Dios a través de su nombre y de sus signos (como el del pasaje de hoy) no buscan impresionarme, ni dejarme con la boca abierta, sino ganar mi confianza para que convierta mi corazón y crea en Él sin temor, a pesar de las dificultades de este mundo y de los problemas cotidianos. La fe es confianza en Jesús. Si no le reconozco, si no confío en él, si no dejo mi vida en sus manos, no puedo ser cristiano, no puedo salvarme. 

Pedro se hace el valiente (la reacción de Pedro sólo lo narra Mateo) y le responde a Cristo con una frase "condicional": "Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua"! ¡Cuántas veces le pongo condiciones a Dios, cuando le pido algo: "Si me concedes esto, yo... Si me das esto, yo..."! ¡Si Tú haces esto, yo...!"

¡Cuánto me cuesta tener plena confianza en Dios, creyendo que yo solo puedo! 
¡Cuántas veces me enfoco en mí mismo y pierdo de vista al Señor! 
¡Cuántas veces respondo a su llamada "Ven", pero cuando no domino la situación, me asusto y me hundo porque no soy capaz de dejarle el control de mi vida a Dios!

¡Señor, enséñame a no dudar, a confiar en ti y a no temer a nada ni a nadie porque tú estás conmigo!


JHR

lunes, 1 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): ¿POR QUÉ HAS DUDADO?

¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
(Mt 14,22-33)

El evangelio de hoy está lleno de simbolismos que merece la pena meditar (No temáis, soy yo), pero hoy vamos a reflexionar sobre lo que podríamos titular como "Las tempestades del cristiano". 

Ocurre que los cristianos, que hemos sido enviados por Jesús en la barca (la Iglesia) al mar (el mundo) sumido en las tinieblas (falta de Dios) y tempestades (tentaciones) y con viento contrario (maldad), tenemos que ser conscientes de nuestra misión y de lo que la sustenta, porque tenemos poca fe y solemos dudar.  Necesitamos pedirle a Dios: "Auméntanos la fe" (Lc 17,5).

Volvamos al pasaje: parece que los discípulos no se asustan por el viento o por las olas, sino porque ven a un "fantasma" caminar sobre las aguas. La escena nos muestra la divinidad inequívoca de Cristo, nos anticipa su resurrección y, como comprobamos a lo largo de los evangelios, nos enseña la dificultad que tenemos los hombres para reconocer al Resucitado en medio de las dificultades o de las decepciones, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (Lc 24,21). 

Incluso puede que cuando, como Pedro, reconozco a Cristo, que me dice "ven" y me llama a seguirlo, tomo la decisión (a veces impetuosa) de lanzarme al agua sin fe, sin pensar a qué me enfrento. Lo mismo que hizo Pedro cuando se levantó y fue corriendo al sepulcro (Lc 24, 12). Un gran amor me impulsa hacia nuestro Señor... pero no es suficiente. 

Y es que cuando pierdo de vista a Jesús (como Pedro que duda), aunque sea sólo por un instante, me hundo. Aunque estoy seguro de mi amor a Dios, necesito edificar una fe sólida, una vida interior de oración y sacramentos que me haga perseverar y no vacilar jamás. Necesito confiar en el poder divino para que, cuando sienta la fuerza del viento o de las olas, no tenga miedo y me hunda, sabedor de que "todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis" (Mc 11,24).

Necesitamos pedir, necesitamos rezar a nuestro Dios: "Señor, sálvame" (Lc 14,33). Es el poder de la oración confiada y de la vida eucarística, que nos ayuda siempre en nuestras tempestades, en nuestras dificultades porque Dios está en nuestra barca, todos los días, hasta el fin de los tiempos" (Mt 28,20).

La pedagogía de Dios utiliza el mal para sacar bien de él. Nuestras dudas, junto a nuestras certezas, son parte de nuestro camino de seguimiento a Cristo que nos hacen dar grandes saltos de fe cuando nos abandonan nuestras seguridades humanas. Entonces, somos capaces de reconocer a nuestro Señor y decir: "Realmente eres Hijo de Dios".

                             JHR