No es ningún secreto que muchas parroquias están cerradas por falta de afluencia o por escasez de sacerdotes. Otras, al borde del cierre. Es una triste realidad.
Las parroquias son faros de luz necesarios en un mundo cada vez más oscuro. Necesitamos parroquias fuertes, con laicos comprometidos y con sacerdotes entregados, a la cabeza.
Es de todos conocida la necesidad de vocaciones sacerdotales pero creo que más que faltar vocaciones, faltan comunidades cristianas que las susciten. La realidad es que nuestras parroquias, en general, están débiles y enfermas, y así, es muy difícil suscitar vocaciones.
Ante este panorama tan sombrío ¿existen razones suficientes por las que algunas parroquias debieran cerrar sus puertas? ¿Es necesaria la re-unificación de algunas comunidades parroquiales? Lamentablemente, creo que sí. Necesitamos cerrar las puertas de algunas parroquias para abrir, de par en par, las puertas de otras.
Comencé mi vida cristiana activa y comprometida en una parroquia bastante cercana al cierre, al borde del abismo. Ya lo he escrito en otros artículos. Por la gracia de Dios, el Espíritu Santo se derramó abundantemente, produciendo un gran cambio en la mentalidad de los miembros y en el paradigma de la parroquia. Y así, se abrieron las puertas que llevaban décadas cerradas y comenzaron a llegar a nuevas personas para Cristo.
Lo que se necesitaba en la parroquia era un trasplante de corazón. No es que no tuviera un buen corazón, sino más bien, había perdido fuerza en el bombeo de la sangre. Las arterias se habían obstruido.
La parroquia tenía el "colesterol por las nubes": no existía el necesario y ardiente sentido misionero, seña de identidad de la Iglesia de Cristo.
Una vez que re-descubrimos la misión de la parroquia, las cosas comenzaron a cambiar drásticamente para bien.
Y ese es mi deseo para todas las parroquias españolas, que re-descubran su misión. Pero lamentablemente, en muchas de ellas no ocurre lo necesario para que se genere el cambio. Mi visión es que deberían plantearse algunas fusiones de parroquias para que, desde un punto de partida eficiente vuelvan a ser lo que eran. Mejor dicho, a lo que Dios quiere que sean.
Entonces, ¿cómo saber que el fin de una parroquia está cerca? ¿Cuándo se debe cerrar una parroquia?
Desde mi punto de vista, existen razones por las que algunas parroquias deberían cerrarse o fusionarse con otras:
Pérdida de la misión evangelizadora
Una vez que una parroquia empieza a perder impulso evangelizador, entra en "modo de supervivencia", en "modo de mantenimiento".
Y es comprensible. Se mantienen las puertas cerradas, la gente sólo va a consumir sacramentos, se sobrevive pero no se "progresa adecuadamente" porque se pierde el enfoque cristiano de "ir, evangelizar y hacer discípulos".
Y cuando eso ocurre, las arterias por las que fluye la sangre se obstruyen y el corazón de la parroquia corre un serio riesgo de infarto.
Se comienza a ver a cada persona nueva como alguien que viene a revolucionar la vida cómoda de los asistentes, en lugar de como alguien que viene a dar y a servir.
Se comienza a ver cada nueva aportación y posterior decisión a través de un filtro de costes y de problemas.
Se comienza a ver cada iniciativa como una pérdida del confort al que se habían habituado.
Se produce una mentalidad de supervivencia en lugar de un sentido de servicio, un planteamiento de estancamiento en lugar de un objetivo de avance.
Cuando la supervivencia y el estancamiento (colesterol) se convierten en los hábitos de una parroquia, es que ha perdido la misión y su fin está cerca.
Endogamia
Es muy triste comprobar que una parroquia se preocupa más por sí misma que por la gente a la que está llamada a llegar. Es el efecto endogámico de ensimismarse, de mirarse el ombligo.
Muchas parroquias están tan pendientes por las preferencias, gustos y apetencias de sus miembros que no tienen ojos para los "no miembros". Y sin embargo, la Iglesia existe para el bienestar de sus "no miembros".
En muchas parroquias, se desoye la enseñanza de Jesús de ir en busca de la oveja perdida. Muy al contrario, se centran en las otras noventa y nueve ovejas y se ignora a la que se ha perdido. Así es como muchas parroquias funcionan hoy.
Si todo el mundo en nuestro barrio fuera a nuestra parroquia excepto una sola persona, estaríamos llamados a dejarlo todo para ir en busca de esa persona. Desgraciadamente, hoy pocos católicos creen esto.
Tal vez tendría más sentido si lo viéramos desde una perspectiva familiar: Si en una familia hay cuatro hijos y sólo tres están en casa a medianoche, ningún padre o madre decentes diría: "Bueno, eso es el 75 por ciento. Es suficiente. Podemos acostarnos". No, un buen padre o madre se olvida de acostarse a dormir plácidamente, llama a todos los amigos de su hijo, a la policía, sale a buscarle y nadie duerme hasta que el hijo desaparecido está en casa.
¿Y si los cristianos se comportaran así? Cuando una iglesia sólo se preocupa por los miembros que están dentro, es una mala señal de que ha perdido su alma, y de que no cumple con su deber de madre. Si los cristianos no descansáramos hasta que encontráramos a cada persona, otro gallo cantaría (con todos en casa).
Odio al mundo
Muchos cristianos temen el mundo. Es entendible.
La moral está cambiando, la cultura está cambiando y nos movemos rápidamente en un mundo post-cristiano. Es lógico que no nos guste lo que vemos.
Sin embargo, este sentimiento de temor ha llevado a muchos cristianos a comportarse con odio hacia el mundo y prefieren amarse a sí mismos.
Pero Dios ha establecido su plan de salvación para el mundo, incluidos nosotros. Y por que nos ama tanto, envió al mundo a su único Hijo. Si Dios ama tanto al mundo, los cristianos realmente no tenemos permiso para odiarlo.
Es cierto que el mundo nos persigue, nos arrincona, nos odia. Pero los cristianos no debemos actuar igual. Más que odiar al mundo, tenemos que amarlo aunque no estemos de acuerdo con él. Nadie se va a acercar a nuestra parroquia si se siente odiado, si no se siente amado.
Cuando una parroquia se comporta con odio hacia el mundo, no debería sorprenderle que el mundo no se acerque para abrazarla.
Anhelo del pasado
Cuando las cosas no van bien, es fácil pensar que el pasado fue siempre mejor que el presente. Y mucho más que el futuro.
Si visitamos algunas parroquias, descubriremos que continuamente están mirando hacia atrás, no hacia adelante; anhelan el pasado y no desean ver el presente.
Esta es una de las trampas del Diablo: pensar en el pasado nos bloquea para actuar en el presente y nos impide vislumbrar el futuro.
Cuando nuestra preferencia por ser y hacer lo que solíamos hacer, es mayor que nuestra pasión por lo que debemos ser y hacer, la parroquia está en problemas.
Cuando todo el entusiasmo está focalizado en el pasado, la parroquia no tiene mucho futuro.
Administración de las parroquias
La manera en que las parroquias administran el dinero que reciben, a menudo es un tema controvertido. Por supuesto, las parroquias tienen gastos y son responsables ante la Iglesia y ante Dios, pero la gente quiere saber en qué y cómo usamos los euros donados.
Cuando una parroquia tiene clara su visión y su misión, prospera. Las personas que no conocen a Cristo se acercan y se comprometen con la parroquia. Ésta llega a toda la comunidad y se invierte dinero en las necesidades tangibles de las personas, no de los edificios.
Cuando una parroquia ha perdido su visión y su misión, enferma. Los recursos se destinan sólo en una dirección: tanto si los fondos son escasos como abundantes, casi todo se invierte en mantener las necesidades de los sacerdotes, de los edificios y de la logística de la parroquia. No se invierte en personas. Sólo se atiende a los gastos y el impulso de toda la vida parroquial se vuelve hacia la preservación, en lugar de hacia el objetivo.
Una de las grandes ironías de este siglo XXI es que las parroquias con dinero y con buenos templos, a menudo, no tienen gente, y las parroquias con gente, a menudo, no tienen ni dinero ni edificios.
¿No sería un enfoque más cristiano que las parroquias con magnificas iglesias pero con poca gente, acogieran a las personas de otras parroquias con gente pero sin edificios?
Este hecho está sucediendo más de lo que imaginamos y se ha convertido en una tendencia universal, no sólo en nuestra ciudad o en España.
Mi sueño como cristiano y como católico es ver a mi Iglesia viva y apasionada; mi visión es ver sana a cada parroquia; mi deseo es ver crecer el número de personas que se acerquen a Jesucristo. Si ese sueño se hiciera realidad, ninguna parroquia cerraría; todas serían eficientes y capaces de llegar a ese mundo que Dios ama tan profundamente.
La actual situación de nuestras parroquias no tiene por qué ser así. Las razones por las que la mayoría de las parroquias nunca llegan a llenar sus bancos no son razones espirituales, son razones vivenciales; son razones prácticas; son razones estratégicas.
¿Qué opinas? ¿Estás de acuerdo o no?