La Iglesia de Cristo es una empresa misionera de autobuses diseñados para llevar a las personas a un destino.
La flota está dotada de distintos tipos de autobuses: de un piso o de dos pisos, con TV y baño, microbuses, limusinas, etc. aunque siempre con un uso común: viajar.
Durante mucho tiempo, la mayoría de los autobuses han estado aparcados en la terminal porque nadie quería subirse a ellos y viajar.
Todos se han mantenido cuidados y limpios para que la gente viniera y se subiera en ellos durante una hora a la semana, para rápidamente, bajarse, sin tiempo que perder y sin intención de encender el motor.
Entonces llega un conductor, traza la ruta, coloca el cartel de destino y arranca el motor. Y la gente de visita se sobresalta.
Los encargados de expender los billetes invitan a la gente a subir y viajar con ellos a un feliz destino.
Cada uno ocupará su asiento, según sus dones. Unos delante y otros detrás, pero todos bien sentados.
El conductor traza la ruta y con el motor en marcha, quita el freno de mano, suelta embrague y acelera suavemente.
En el camino, asesorado por su equipo, sabe cuando acelerar, cuando frenar o cuando doblar una esquina.
Cada tramo, cada kilómetro será sentido por los pasajeros y cuando el autobús se detenga en una parada, algunos puede que decidan que ya han tenido suficiente y se bajen. Otros continuarán y otros nuevos se subirán al autobús.
El conductor traza la ruta y con el motor en marcha, quita el freno de mano, suelta embrague y acelera suavemente.
En el camino, asesorado por su equipo, sabe cuando acelerar, cuando frenar o cuando doblar una esquina.
Cada tramo, cada kilómetro será sentido por los pasajeros y cuando el autobús se detenga en una parada, algunos puede que decidan que ya han tenido suficiente y se bajen. Otros continuarán y otros nuevos se subirán al autobús.
Pero el autobús debe seguir su ruta.