¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 1 de julio de 2019

DICHOSOS Y ELEGIDOS POR DIOS



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"Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Dios. 
Dichosos los mansos, porque ellos heredarán la tierra. 
Dichosos los afligidos, porque ellos serán consolados. 
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. 
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 
Dichosos los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el reino de Dios. 
Dichosos seréis cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros 
toda suerte de calumnias por causa mía."
(Mateo 5, 4-11)

Dios nos ha creado a todos los hombres y nos llama a ser santos, a ser sus hijos adoptivos; a servirle y amarle; y en última instancia, a estar con Él en el cielo, adorándole, por toda la eternidad. 

Pero además de esta llamada universal, nos llama a cada uno de nosotros de forma particular. Dios nos elige: "No me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros" (Juan 15, 16). Y siempre lo hace sin quebrantar nuestra libertad, que es la única condición que Dios mismo se ha auto impuesto. No quiere y no puede obligarnos a amarle.

La conocida frase de San Agustín "Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos" nos exhorta a vencer al miedo y a responderle siempre, a dejar de lado nuestros temores, nuestras excusas y pretextos con los que pretendemos escapar de la responsabilidad.

Dios nos ha dado dones y talentos para que los ejerzamos cada uno de nosotros, si aceptamos su llamada. Entre ellos, la fe. Y para conocer estos dones y talentos, Dios nos ha dado el discernimiento a través de la oración.

La fe es siempre un don de Dios, quien por medio de Su Espíritu, suscita las gracias, condiciones y los medios necesarios para llamar a sus elegidos. 

Resultado de imagen de frases gracias dios"Sin fe, es imposible agradar a Dios; porque aquel que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensará a aquellos que lo buscan." (Hebreos 11, 6).

"
Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se trasladaría; nada os sería imposible"  (Mateo 17, 20).

Dios, a través de su Palabra, nos muestra que elige siempre a personas con fe: Abel, Henoc, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, Esaú, José, Moisés, Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, Amós, la Virgen María, los apóstoles, los mártires, etc. (Hebreos 11).

El discernimiento es un proceso de búsqueda activa e individual con el objetivo de conocer la voluntad de Dios en nuestra vida. Discernir es preguntar y después, escuchar. A esta comunicación entre Dios y nosotros la llamamos oración.

Resultado de imagen de oracion"Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, que prefieren rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. Os aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. No hagáis como ellos, porque vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis antes de que vosotros le pidáis." (Mateo 6, 5-8)

Dios nos llama constantemente. Pero quizás, somos nosotros, quienes no siempre escuchamos. A nosotros nos corresponde escuchar y, en nuestra libertad, responder a su llamada. 

Escucharle no es siempre fácil. El mundo es muy ruidoso y convulso.

Responder a su llamada supone siempre un desafío. 

Seguirle nos compromete, exige valentía y abandono a su voluntad, incluye renuncias, dificultades, persecuciones e incluso el martirio y la muerte.

Sin embargo, ser elegidos por Dios implica de nuestra parte cumplir algunas premisas que Jesús nos enseñó en el Sermón de la Montaña. Son las Bienaventuranzas.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica: "Las Bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las dificultades; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos." (CIC 1716-1717).


"Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Dios"

Los "pobres" no son los que no poseen cosas materiales, sino aquellos que no tienen puesto su corazón en ellas, que no las anhelan, que dan la espalda a la codicia y la avaricia.

Son aquellos que se desprenden de lo superficial, que se privan de ellos mismos para darse a los demás, que ponen su corazón en Dios, que le aman y que sólo le necesitan a Él.

"Dichosos los mansos, porque ellos heredarán la tierra"

En este mundo violento donde prima el poder, la prisa, la maldad y la "ley del más fuerte", no es fácil ser manso. 

"Manso" no significa blando, indiferente, apático o pusilánime, sino más bien, humilde, afable, bondadoso, tranquilo y paciente. La mansedumbre es una virtud que implica firmeza de carácter y fortaleza, que no severidad.

"Dichosos los afligidos, porque ellos serán consolados"

Los que "lloran" son aquellos que ofrecen a Dios sus sufrimientos, sus pérdidas, sus dolores y sus heridas, con paciencia y confianza plena.

Aquellos que sonríen en la adversidad, que resisten el dolor y el duelo, o sencillamente, soportan las miserias cotidianas.

Aquellos que no se entristecen porque comprenden, porque aceptan, porque se abandonan al Padre que sabe y que decide.


"Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados"

Aquellos que tienen hambre de santidad y sed de justicia, de ser unos sólo con Él, que desean conformar sus pensamientos con los Suyos, que identificar su voluntad con la Suya.

Aquellos que están unidos a Cristo, que están resueltos a parecerse a Él en todas sus obras y actos, que tienen un hambre que sólo se saciará definitivamente con la unión eterna a Dios en el cielo.


"Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" 

La misericordia es un acto de justicia para con nosotros mismos. Sólo se destruye el mal cuando se perdona. Perdonar es un poder divino.

"Misericordiosos" son lo que perdonan, los que no llevan cuenta del mal, los que aman y rezan por sus enemigos. Son el reflejo del amor misericordioso de Dios

"Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"

"Los limpios de corazón" son aquellos que actúan siempre como cristianos, en todo momento, en toda circunstancia. Aquellos, cuyas actitudes y decisiones los “caracterizan” como cristianos.

Aquellos que son fieles a su palabra, que son íntegros a sus convicciones y que no se doblegan al "espíritu del mundo", que no se dejan arrastrar por el mundo.

Aquellos que no tienen doblez, que son auténticos, sinceros y honestos, que no engañan ni mienten.

"Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios"

Una vez liberados de las pasiones humanas con las anteriores bienaventuranzas, de lo material y del orgullo, ofrecido el sufrimiento y desechada la mediocridad, con un corazón 
limpio y sin doblez, entonces la paz de Cristo puede desarrollarse ya en nosotros e irradiarse a nuestro alrededor.

Probablemente, nuestra paz no encontrará reciprocidad en el mundo, pero como dice San Pablo: "A ser posible, y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos (Romanos 12,18), de nosotros depende...afrontar todo con valentía, a intentarlo todo, a atrevernos a todo, incluso aún a riesgo de fracasar...para
 ser llamados hijos de Dios.

Los cristianos debemos buscar siempre la paz y trabajar por ella, evitando la confrontación, la división, la lucha. Incluso, amando a nuestros enemigos.

"Dichosos los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de Dios"

Dios nos pide valentía, decisión y compromiso para buscar la justicia y el reino de Dios.

Pero no sólo a buscarla, sino a defender los derechos de Dios y de los demás, a luchar y oponernos al mal, incluso a estar dispuestos a sufrir y ser perseguidos por ello.

"Dichosos seréis cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros toda suerte de calumnias por causa mía"

Como seguidores de Cristo, seremos injuriados, calumniados y perseguidos. "El criado no es más que su amo. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; y si han rechazado mi doctrina, también rechazarán la vuestra." (Juan 15, 20; Mateo 10,20; Marcos 13,13).

Pero Je
sús no nos ha dejado solos. Nos ha enviado al Paráclito, al Espíritu Santo, para que, como los apóstoles, proclamemos sin miedo todo aquello de lo que hemos sido testigos: "Cuando venga el defensor, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí." (Juan 15, 26).

Después de Pentecostés, vanas fueron las amenazas a Pedro y a Pablo y a los demás
apóstoles para que callasen porque "nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hechos 4, 20).

En conclusión, las Bienaventuranzas son el "ABC" del católico, el verdadero "carnet" del cristiano. Son las propias cualidades de Dios. Son las respuestas a una vida feliz.

Jesús nos llama a cultivarlas, porque así seremos discípulos suyos y porque así obtendremos recompensa: la felicidad.

viernes, 2 de noviembre de 2018

LA CLAVE DE LA FELICIDAD

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"Busca en el Señor tus delicias, y él te dará lo que tu corazón desea" 
(Salmo 37,4)

La búsqueda de la felicidad es el mayor deseo del hombre. Sin embargo, la busca donde no puede encontrarla, en el exterior, porque la felicidad no está basada en poseer cosas, ni en éxito ni triunfar socialmente, ni en disfrutar de los placeres del mundo. 

Dios ha puesto en el corazón del hombre un profundo anhelo de felicidad, de plenitud, de sed de infinito. La felicidad está dentro de nosotros, es la presencia misma de Dios en nosotros y en nuestra vida lo que nos produce gozo y alegría.

La felicidad consiste en ver a Dios a nuestro lado y cómo interviene en todos los acontecimientos de nuestra vida. Consiste en ver todos los maravillosos regalos que Dios nos ofrece cada día, en cada situación, en cada persona que se cruza en nuestro camino y agradecérselo. Consiste en aceptar al voluntad de Dios aun a pesar de las dificultades y confiar plenamente en su Providencia. Consiste en estar en paz y en gracia, abandonados a la acción del Espíritu Santo.

Pero la felicidad completa va más allá de esta vida. La felicidad plena la encontraremos en el cielo, destino al que todos estamos llamados. Nuestra recompensa está allí.

Imagen relacionadaEn el capítulo 5 del Evangelio de Mateo Jesucristo nos da la clave de la felicidad: "Felices los pobres en el espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos... Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo".

El Señor nos muestra el camino que, a pesar de todas las dificultades, conduce a la verdadera felicidad. Sólo Él puede satisfacer nuestras expectativas, muchas veces frustradas por las falsas promesas mundanas, por el conformismo, por el relativismo, por las máscaras que falsean la vida.

Es Jesús quien suscita en nuestros corazones el deseo de hacer de nuestra vida algo grande, cuya culminación está en el cielo, junto a Dios. 

Es Cristo quien nos da un motivo de verdadero gozo y esperanza para descubrir y celebrar la fuerza y ternura de Dios, abrirnos a su amor, dejarnos moldear por Él y convertirnos en santos, en bienaventurados.

Es en Dios donde está la clave de la felicidad.