¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 23 de septiembre de 2025

LA FE: DON GRATUITO Y RESPUESTA LIBRE

"Bendito quien confía en el Señor 
y pone en el Señor su confianza"
(Jr 17,7)

Los cristianos (los creyentes) confesamos nuestra fe en el Credo y afirmamos "creo en Dios" pero... ¿Qué significa realmente para nosotros esta afirmación"? 

La carta a los Hebreos (Hb 11,1-40) nos muestra el significado de la fe y cómo se ha desarrollado a lo largo de la historia de la salvación: "La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve".

La fe es un don gratuito, un regalo que Dios hace al hombre y que el hombre puede recibir o rechazar, en el uso de su libertad. Es un acto personal de la voluntad, una respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios, una confianza puesta en las promesas divinas aunque no se hagan realidad en la vida terrenal (Hb 11,39).

Santo Tomás de Aquino (Summa Teológica Pt. II-II, q. 1 sobre la fe) nos muestra tres tipos de fetres maneras de creer: 

Credere Deum: creer que Dios existe. Es la fe sensitiva que recibimos a través de los sentidos y por la que creemos que Dios existe. Es la fe impresa en nuestros corazones y de la que el apóstol Santiago nos habla: “Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan” (Stg 2,19).

Credere Deo: creer a Dios. Se trata de la fe intelectiva que recibimos a través de la razón y por la que creemos que lo que Dios dice en su Palabra es verdad. Es la fe revelada a la que se refiere el apóstol san Pablo: "La fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo" (Rom 10,17).

Credere in Deum: confiarse a Dios. Se trata de la fe auténtica que recibimos a través de la gracia divina, que engloba y supera a las dos anteriores. Es la fe como don gratuito para participar de la vida divina que nos mueve a realizar, con el asentimiento de la inteligencia y el consentimiento de la voluntad, un acto libre por el que nos comprometemos, nos entregamos y nos abandonamos a Dios. 
Santo Tomás de Aquino nos enseña que la fe es una virtud infundida por Dios en el alma, pero también presupone la libertad y la razón humanas: creer no es renunciar al entendimiento, sino elevarlo para que conozca la Revelación. 

San Agustín (Confesiones) y san Anselmo nos muestran que la fe abre la inteligencia del creyente a la verdad divina: “Creo para comprender”, "La fe que busca entender(“fides quaerens intellectum”). Es decir, dejarnos primero atraer por Dios (aceptar su palabra) y luego poner la inteligencia a trabajar para profundizar, explicar y vivir esa verdad.

Es la fe vivida con obras, a la que se refiere el apóstol Santiago: "¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? La fe: si no tiene obras, está muerta por dentro" (Stg 2,14. 17.26).

Es la fe confiada de Abel y de Henoc, de Noé y de Abrahán, de Isaac y de Jacob, de José y de Moisés, de los jueces y de los profetas, de los mártires y de los santos (Hb 11,4-37) que involucra toda la persona: "Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; cuenta con él cuando actúes, y él te facilitará las cosas" (Prv 3,5-6); "Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará" (Sal 37,5).

Es la fe obediente de María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá" (Lc 1, 38. 45).

martes, 28 de enero de 2025

LA ORACION CRISTIANA

"Pedís y no recibís, porque pedís mal, 
con la intención de satisfacer vuestras pasiones"
(Stg 4,3)

Hoy reflexionamos sobre la oración cristiana porque muchas veces no entendemos exactamente lo que es o la utilizamos de modo incorrecto. A veces, incluso, nos quejamos porque no obtenemos resultados o porque tratamos de "convertir" a Dios en un garante de nuestros deseos. 

Dice el apóstol Santiago que "no recibimos porque pedimos mal". Por eso, para "rezar bien", para "pedir bien", lo primero que tenemos que saber es qué es y qué no es la oración, y cómo dirigirnos a Dios.

Lo que la oración no es...

La oración no es un monólogo donde le digo y le pido a Dios cualquier cosa que me preocupa o me inquieta, de forma, que le instrumentalizo, es decir, "lo utilizo" para mis fines cuando le necesito y luego, me olvido. 

La oración no es una lista de exigencias a Dios para que se cumpla mi voluntad y, así, "recompensarlo" creyendo en Él. Si cumple mis deseos, creo. Si no, dudo o no creo...

La oración no es una hoja de reclamaciones en la que le expongo mis quejas a Dios, en la que exijo resultados. Tampoco es una lámpara maravillosa que garantiza y cumple todos mis deseos. 

La oración no es, como dice el Papa Francisco, una varita mágica con la que convierto lo que no me gusta o no quiero en lo que deseo y quiero. 

Por supuesto, la oración no es ni mucho menos una interpelación dirigida a un "ser cósmico" ni una "conexión kármica" para que se cumplan mis intenciones y propósitos.

Lo que la oración es...

La oración cristiana es la respuesta del hombre a la manifestación de Dios en su vida, que hunde sus raíces en la experiencia de oración del pueblo de Israel, enriquecida y transfigurada por el ejemplo y la enseñanza de Jesús, a través de su constante contacto con el Padre.

La oración es escucha activa y atenta del Pueblo de Dios: "Escucha, Israel" (Dt 6,4); es relación cercana, diálogo confiado con un Padre que me quiere y que sabe lo que necesito: "A ti te suplico, Señor. Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando" (Sal 5,3-4)

La oración es encuentro, comunión e intimidad con el Dios del Universo, a quien me dirijo con fe, respeto, humildad, sinceridad y confianza (CIC 2753) por medio del Hijo en la unidad del Espíritu Santo.

La oración es alabanza y acción de gracias a Dios en reconocimiento de todos los dones recibidos. Es ofrecimiento de todo mi ser, de todas mis capacidades y talentos a mi Creador. Es súplica por mis errores y fragilidades; es petición de ayuda; es intercesión por otros en el nombre de Cristo (Jn 14,13).

La oración es el anhelo del alma que busca respirar el aire puro de Dios; es alimento para el espíritu que supone un esfuerzo y una lucha contra mi mismo y contra el Enemigo (CIC 2752); es un hábito que debo realizar en todo tiempo y lugar: "Sed constantes en orar" (Tes 5,17)
Para reflexionar:

¿Qué le pido a Dios? 
¿Pido lo que me conviene o lo que deseo? 
¿Pido correctamente o interesadamente?  
¿Pido con un corazón humilde o con un corazón endurecido? 
¿Pido o exijo?
¿Doy gracias por todo lo que Dios me concede o sólo me "acuerdo de Santa Bárbara cuando truena"? 
¿Alabo y suplico al Dios Todopoderoso? 
¿Pido e intercedo por otros? 
¿Hablo o también escucho?