¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 19 de septiembre de 2020

LA ABOMINACIÓN DE LA DESOLACIÓN

"Serán tiempos difíciles como no los ha habido 
desde que hubo naciones hasta ahora. 
Entonces se salvará tu pueblo: 
todos los que se encuentran inscritos en el libro. 
(...)
Pregunté al hombre vestido de lino: 
¿Cuándo se cumplirán estos prodigios?  
(...)
Le oí jurar por el que vive eternamente: 
(...)
'Cuando acabe la opresión del pueblo santo, 
se cumplirá todo esto'.
Yo oí sin entender y pregunté: 
Mi Señor, ¿cuál será el desenlace? 
Me respondió: 
Las palabras están guardadas y selladas 
hasta el momento final. 
Muchos serán limpiados, blanqueados y purificados; 
los malvados seguirán en su maldad, 
sin que ninguno de los malvados entienda; 
los maestros comprenderán. 
Desde que supriman el sacrificio cotidiano 
y coloquen la abominación de la desolación, 
pasarán mil doscientos noventa días. 
Dichoso el que aguarde 
hasta que pasen mil trescientos treinta y cinco días"
(Daniel 12, 1-13)

El título de este artículo, "la abominación de la desolación" nos recuerda, a quienes somos admiradores de J.R.R Tolkien, la película "el Hobbit, la desolación de Smaug"...y no le anda a la zaga.

Suena fuerte pero no son palabras humanas. Está escrito en la Palabra de Dios, en el libro profético de Dn 9, 1-45 y 12,1-13, en el evangelio de Mt 24,15-44, en el evangelio de Lc 21,7-36, y en Ap 13,1-18... 

Palabras que nos hablan del cumplimiento de las profecías bíblicas de los últimos días, en las que "a buen entendedor, bastan las palabras". Porque nos encontramos inmersos en "una gran tribulación como jamás ha sucedido ni la volverá a haber", en los "mil doscientos noventa días" entre la supresión del sacrificio cotidiano y la abominación de la desolación de las que habla el libro de Daniel, es decir, la profanación del Templo de Dios, y en nuestro caso, de la Iglesia.

El Enemigo ha iniciado su ataque final suscitando una "tentación universal", con la que conmina al mundo impío y pagano a realizar una furibunda y definitiva persecución a la Iglesia Católica, atacándola desde fuera, y a la vez, infiltrándose en ella, para dividirla, desde dentro. 

El Diablo ha establecido en el mundo la gran apostasía, ha promovido el gran sacrilegio blasfemo de la Bestia que surge del mar, "a quien el dragón le ha dado su poder, su trono y gran autoridad" (Apocalipsis 13,2).
La Bestia ha provocado la profanación de la Iglesia y de la fe (el santuario y la ciudadela)la abolición de la Eucaristía (el sacrificio cotidiano), el establecimiento de la idolatría (la abominación de la desolación) y el abandono de Dios (la alianza) profetizadas en Daniel 9,31-32.

Satanás, el "príncipe del mundo y de las tinieblas" ha comenzado una desoladora ofensiva final en una guerra que sabe perdida, pero con la que pretende impedir la adoración a Dios o, cuando menos, llevarse por delante a la mayor cantidad posible de almas, antes de ser arrojado al "lago de fuego eterno".

Es un ultraje que aumenta en cantidad y en gravedad, que se agudiza con matices específicos en los diferentes países del mundo, y que se realiza por oleadas: 

-una primera oleada directa, sanguinaria y despiadada: persecución y matanzas de cristianos, asaltos, sacrilegios y profanaciones de templos y sagrarios, incendios y destrucción de iglesias, basílicas y catedrales, etc. 

-una segunda oleada, más sutil pero igual de cruel: atacando a la Iglesia desde el poder político con la creación de leyes y normas referentes a la limitación de aforos para el culto, prohibición de culto, cierre de basílicas, parroquias y capillas de adoración. 

-una tercera oleada, infiltrándose en la Iglesia de Cristo ara provocar su división y cisma. Una confrontación entre los "moderados o liberales" (en realidad, apóstatas), subyugados al poder demoníaco y pagano del mundo que defienden un "acomodo" de la fe a los nuevos tiempos y al mundo, y los cristianos leales (a quienes llaman tradicionalistas o rigurosos) que mantienen su fidelidad a Cristo y a la Tradición de la Iglesia.

Y no va a parar...tiene que ocurrir...porque está escrito...

El "amo del mundo" mueve y dirige a todos los gobiernos del planeta hacia su único fin: abolir la Eucaristía y borrar todo vestigio católico en el ámbito público….en definitiva, crucificar y dar muerte a Cristo

Y lo hace suscitando en las mentes de los dirigentes del mundo oscuras excusas y sibilinos pretextos como libertad de expresión, democracia, memoria histórica, seguridad, salud, etc., que se traducen en leyes humanas de obligado cumplimiento para todos y en contra de Dios.
Los cristianos, como le ocurrió al profeta Daniel, padecemos calumnias y persecuciones,  y somos arrojados a la fosa de los leones para ser devorados, por haber adorado a Dios en lugar de al rey de este mundo. 

Pero Dios nos insiste: "No temáis. Perseverad hasta el final, con confianza, fidelidad y paciencia, porque no pereceréis. Yo acortaré los días para que podáis salvarnos". Así lo asegura el Señor (cfr. Ex 14,13; Dt 31,6-8; Jn 14,27; Mt 10,16-23...).

Como los discípulos, queremos saber y le preguntamos a Jesús ¿Cuándo sucederán estas cosas y cuál será el signo de tu venida y del fin de los tiempos?

El Señor no nos dice cuando será pero si nos da las señales para que estemos atentos y que nadie nos engañe en Mt 24,15-44 porque habrá guerra y odio, división y crispación... hambre, epidemias y terremotos... persecución y muerte, deserción y traición... falsos profetas, maldad y falta de amor... apostasía, idolatría y blasfemia... angustia y una gran tribulación...signos y portentos en el cielo...

Mientras todo esto sucede, el mundo seguirá como en los días anteriores al diluvio, dándole la espalda a Dios, "yendo a lo suyo" y con una maldad que clamará al cielo. Pero, como en el momento en que Noé entró en el arca y comenzó a llover, cuando menos se lo esperen, vendrá Cristo con gran poder y gloria. Entonces "será el llanto y el rechinar de dientes."

Para los cristianos fieles, todos estos desastres que nos anticipa Jesús antes de su venida no son una causa para el miedo ni el temor (porque todo eso tiene que ocurrir antes del fin, tan sólo es el comienzo de los dolores, Mt 24,4-8) sino una advertencia para que estemos atentos y preparados, en oración y con la esperanza puesta en su promesa: "El que persevere hasta el final se salvará" (Mt 24,13). 



JHR

lunes, 27 de mayo de 2019

PRIMERAS Y ÚLTIMAS COMUNIONES

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"Jesús entró en el templo y echó a todos los que estaban allí ... 
y les dijo: Está escrito: Mi casa es casa de oración; 
pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones" 
(Mt 21, 12-13)

Como cada mes de mayo, nuestras iglesias se llenan para celebrar las primeras comuniones de cientos de niños. Pero yo me pregunto ¿de qué se llenan? Desde luego, no de personas con una fe viva, que acuden habitualmente y siguen la Eucaristía con el respeto y fervor necesarios.

El pasado sábado acudí con ilusión a la primera comunión de mis sobrinos. Por desgracia, la experiencia lejos de ser alegre, fue esperpéntica. Jamás he asistido a una misa parecida. Y lo digo con mucho dolor y tristeza debido, fundamentalmente, a la absoluta falta de respeto y de comprensión por lo que allí estaba ocurriendo. No era tanto por mi, ni por la imposibilidad de seguir las lecturas y la Eucaristía, sino por la grave ofensa a Dios mismo.

La Iglesia era un espectáculo que se asemejaba a un mercado de abastos o a una lonja de pescado. La gente no paraban de hablar y de gritar como si subastasen algo... a pesar de que el sacerdote pidió amablemente, en cuatro ocasiones, que se guardase silencio. ¡Como quien tiene tos y se rasca...! ¡Qué papelón el del abnegado y joven sacerdote! 

El templo parecía un desfile de moda extravagante. Algunos vestían camiseta, pantalones cortos, deportivas y "gafas mosca"; otros trajes ajustados, "pesqueros" y zapatos sin calcetines; otras, desfilaban "modelitos" difíciles de aceptar por el buen gusto, dada su ajustada, marcada e impúdica silueta. 

En plena celebración, la gente no cesaba de saludarse con grandes aspavientos, de tomar fotos y vídeos, de levantarse y de caminar por toda la iglesia, incluso delante del altar, para ver el tocado de la angelical niña o el traje de "marinerito" . 

Durante toda la Eucaristía, aparte del bullicio ensordecedor y del continuo paseo de personas de un sitio a otro, algunos de los que estaban sentados en las primeras filas..., es decir, familiares de los niños protagonistas que tomaban su primera comunión, comentaban las fotos y vídeos que iban haciendo con sus teléfonos inteligentes (desde luego mucho más que ellos), bebían agua, mascaban chicle e incluso chateaban en sus móviles por whatssapp y por Facebook. 
Esto no me lo ha contado nadie. Lo vi con mis propios ojos.

Nadie seguía la celebración. No sabían si debían estar de pie o sentados, de rodillas o tumbados. Les faltó aplaudir y sacar sus pañuelos. Solo cuatro personas contestábamos y seguíamos la liturgia. Nadie se sabía siquiera el Padrenuestro ni lo que debían decir o hacer. A excepción de la veintena de niños, casi nadie comulgó, y quienes se acercaron al sacerdote, lo hicieron motivados más por inercia que por fe.
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Quizás sería porque estaban completamente ausentes; o porque no entendían qué celebraban; o seguramente, porque ansiaban que todo terminase rápido para ir a lo verdaderamente importante: el convite...¿?

Y yo me pregunto...¿qué mensaje está dando la Iglesia Católica al permitir tal espectáculo? 

¿No debería exigir la Iglesia unas mínimas premisas de comportamiento y de respeto? ¿acaso la catequesis no debería ser también para los padres? 
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¿Qué mensaje reciben esos pequeños corazones llenos de inocencia, felicidad e ilusión? ¿es el sacramento de la Eucaristía un objeto de consumo, de usar y tirar? 

¿No acaso es este el día del pistoletazo de salida para una vida de fe y no la meta? o quizás ¿es el día de la primera y ultima comunión?

En estos tiempos que vivimos de relativismo y frivolidad, donde "todo vale", muchos padres no ven inconveniente alguno en no profesar la misma fe que están obligando a "abrazar" a sus hijos (incluso se jactan de ello), con tal de hacer unas buenas fotos, hacer una gran fiesta o tener un recuerdo para la posteridad (o para el cajón de la mesilla). 
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Pero para quienes sí somos creyentes, para quienes comprendemos lo que en la Eucaristía ocurre, cuando menos, observamos una grave incoherencia y falta de respeto el hecho de convertir la celebración de Cristo en un monumento al despilfarro, en una alabanza al chavacanismo y en una loa a la ausencia total de sentido común y de respeto.

¿Por qué a los laicos católicos, a los obispos y a los sacerdotes nos avergüenza reclamar austeridad, sencillez, compostura y respeto en estas celebraciones? ¿quizás por el qué dirán? o ¿por ser políticamente correctos? o ¿acaso tememos que no venga nadie a las iglesias? Y yo me pregunto...venir así, ¿para qué? ¿con qué propósito?

En esta sociedad "light" y "descafeinada", todo vale, cualquier celebración "pasa el corte", incluso para los que se denominan cristianos. Es un hecho grave que nosotros, los católicos, permitamos que partir el pan con el Maestro no nos conduzca a un momento de intimidad y de cercanía...de COMUNIÓN...para reconocerle, para asumir un compromiso, para seguir su ejemplo de entrega y amor.

Con estos grotescos eventos sociales de consumismo ¿les estamos contando la importancia de la Eucaristía a los niños que ese día se acercan al altar para recibir su Primera y Última Comunión? ¿estamos dándole el valor que tiene? No me lo parece, desde luego. Yo diría que es un abuso contra la caridad.

¿No sería mejor recomendarles a quienes no creen, a quienes no esperan y a quienes no aman a Jesús, optar por otros eventos o ritos civiles paralelos, en lugar de por los sacramentos de la Iglesia? 

¿No sería mucho más razonable celebrar estos bochornosos "montajes" al margen de la Iglesia Católica, en la que no creen, a la que no asisten, a la que no respetan o incluso, ridiculizan?

¿No merecería la pena recomendar desde la misma Iglesia vías alternativas a quienes, solo quieren hacer uso puntual de los sacramentos como un espectáculo social, pero ni tienen fe ni van a tenerla nunca?

¿No es esto un abuso contra la Liturgia? ¿no es todo esto una grave ofensa a Dios? ¿no es un sacrilegio? ¿no se ha convertido la Casa de Oración en una cueva de ladrones?

¿Porqué se permiten todos estos abusos y se mantiene una "pasividad pastoral" ante los mismos? ¿por qué y para qué lo permitimos? A mi me parece absurdo...

¿Es acaso una pretensión de ofrecer una "nueva fe" acorde con los gustos y preferencias de esta sociedad mundanizada? ¿asumimos la Eucaristía como un simple símbolo pero despojada de presencia real, sin fondo sobrenatural alguno? 

¿Es así como pretendemos reevangelizar nuestra España descristianizada? ¿es así como pretendemos suscitar comunidades cristianas comprometidas? ¿es así como pretendemos suscitar vocaciones sacerdotales y religiosas? Me parece que ese no es el camino. Desde luego, no el camino que marcó Nuestro Señor.

Y mi última pregunta...¿qué haría Jesús en situaciones como estas? ¿qué haría María?