¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 1 de junio de 2024

¿A DÓNDE VOY CUANDO VOY A MISA?

"Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; 
pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios" 
(1 Cor 1,18)

Esta semana, un hermano de fe me ha enviado un vídeo de un sacerdote americano que habla sobre lo que es y lo que significa la Eucaristía, y en la que nos plantea discernir sobre cuál es el sentido de ir a misa (https://www.youtube.com/watch?v=cUNkocjtA4w), y que quiero transcribir en esta reflexión de hoy:

¿A qué voy a misa? ¿voy para encontrarme con amigos? ¿voy para escuchar una buena homilía? ¿voy para cantar porque pertenezco al coro? ¿voy para rezar? ¿voy para escuchar la Palabra de Dios? ¿voy para recibir el cuerpo de Cristo? ¿voy porque es un precepto de la Iglesia?

¿Qué es para mí la Eucaristía? ¿Qué representa? ¿Qué ocurre allí?

La Eucaristía ha sido denominada con muchos nombres a lo largo de la historia de la Iglesia: cena del Señor (san Pablo), fracción del pan (Didaché, san Justino), eucaristía (san Ignacio de Antioquía), sinaxis ("asamblea reunida"), dominicum ("domingo"), actio ("celebración"), sacrificium (memorial de la Pasión), officium ("oficio"), missa ("envío"), eucharistia ("acción de gracias")....

Y, dentro del septenario de los sacramentos, ha sido definida por la Iglesia de muchas maneras: "fuente y cima de la vida del cristiano", como "signo de unidad" "sacramento de la fe", misterio de la caridad", "celebración del misterio pascual"...Sin duda, es el principal de los sacramentos y hacia el que todos se orientan.

Pero ante todo, la Eucaristía es el sacrificio del Calvario. Es el lugar donde todos nos trasladamos al pie de la cruz de Cristo, junto a la Virgen María y a san Juan, el discípulo amado; donde escuchamos las siete frases de Cristo; donde le vemos ofrecer su vida como sacrificio perfecto por nuestros pecados; donde le vemos morir para resucitar. 

En realidad, la Eucaristía es el lugar donde Jesús está siempre con nosotros: "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20).

Allí, en el Calvario estoy junto a mi Señor, para ser testigo y, a la vez, partícipe de su ofrenda por mí. 

Allí, en la Eucaristía, deposito todas mis miserias, todas mis faltas, todos mis pecados. 

Allí, en el Gólgota, quedo liberado de mis pecados por la obra redentora de Cristo, que los recoge y se los entrega al Padre en oblación perfecta. 

Allí, en la Eucaristía, es donde la promesa de la resurrección se me hace accesible, donde se me abre la puerta del cielo y, como san Juan en su Apocalipsis, "arrebatado en espíritu", soy capaz de degustar las primicias eternas.
Pero además, en la Sagrada Escritura encontramos, al menos, catorce prefiguraciones del sacramento de la Eucaristía (algo que niegan o al menos, evitan mencionar algunos de nuestros hermanos protestantes):

Abel (Gn 4): el primero que ofrece la sangre de un cordero inocente y sin defecto en sustitución de sus pecados (como el Cordero de Dios).

Melquisedec (Gn 14; Sal 110): rey y sacerdote, ofrece pan y vino. Su origen no es del linaje de Aarón (tribu de Levi). Es desconocido (no es de este mundo, como el Señor).

Abraham (Gn 22): un cordero enredado en una corona de espinas es sacrificado en sustitución de su hijo Isaac (como Cristo).

Pascua (Ex 12): los panes ázimos y la sangre del Cordero rociada sobre el dintel de las puertas (que prefigura el vino en nuestros labios) nos libera de la esclavitud de Egipto (que simboliza el pecado y la injusticia) y nos preserva de la muerte por el paso del ángel exterminador del Señor (que simboliza la muerte segunda, la del alma): "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Jn 6,54). La Pascua de la Última Cena es la representación del Calvario por la que entramos en la sagrada comunión y resucitamos a la vida eterna con Jesucristo. 

Maná (Ex 16): el pueblo de Israel (muerto de hambre) debía comer el pan del cielo todos los días para sobrevivir en el desierto. Jesús fue muy explícito ante las tentaciones del diablo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4) en una clara referencia a la petición del Padrenuestro: "Danos hoy el pan nuestro de cada día" (Mt 6,11). Igual que el pueblo de Israel necesitaba el pan del cielo cada día para vivir (físicamente), los cristianos necesitamos el pan de vida para vivir (espiritualmente).

Arca de la Alianza (Ex 37): Dios creó un lugar especifico para hacerse presente al hombre, porque los seres humanos necesitamos un sitio físico donde tener la certeza de la presencia de Dios para refugiarnos en Él, para estar junto a Él y para darle culto. En el AT, era la tienda del Encuentro (Mishkán"morada de Dios") donde estaba el arca de la alianza; desde el NT hasta hoy, es el altar eucarístico y también el sagrario o la custodia de la adoración eucarística.

Belén (Miq 5; Mt 1; Lc 2): significa "casa de pan". Cristo nace allí porque es el pan vivo que baja del cielo. Nace en un pesebre (comedero para animales=nosotros). Cada iglesia particular es un "Belén" donde podemos adorar al pan vivo del cielo.

San Juan Bautista (Mc 1; Lc 3): en el Jordán, Juan ve a su primo Jesús y pudo haber dicho cualquier cosa: por ejemplo, "mi primo Jesús"...pero dijo: "Contemplad, este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Es la misma frase que proclama el sacerdote antes de la comunión eucarística.

Bodas de Caná (Jn 2): Una boda donde se produce el primer milagro de Jesús. La Virgen le dice a su Hijo: "No tienen vino"... y a los servidores: "Haced lo que Él os diga". En Caná, Jesús ofrece el mejor vino y en cantidad infinitamente generosa (600 litros) a los que participan en la boda. De igual manera, Cristo, en la Eucaristía, transforma el vino en su sangre para lavar los pecados de toda la humanidad.

Multiplicación de los panes y los peces (Jn 5; Mt 14; Mc 6; Lc 9): Cristo no sólo tiene el poder de transformar sustancias, sino de multiplicarlas (sacia a más de 5.000 hombres; en total, posiblemente, 20.000 personas entre hombres, mujeres y niños). Cristo, en la Eucaristía se multiplica así mismo de forma infinitamente generosa para alimentar a toda la humanidad.

Discurso del pan de vida (Jn 6): Jesús dice: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre...lo resucitaré en el último día". El pan eucarístico (el mismo Cristo) es el verdadero pan que da la vida por el mundo (puesto que el maná no evitó que los judíos murieran al final de sus días) y ofrece la vida eterna.

Última Cena (Mt 26; Mc 14; Lc 22; Jn 13): "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía. Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros". Separa deliberadamente el pan del vino, para diferenciar el cuerpo del espíritu, para diferenciar su humanidad de su divinidad, su vida terrenal de su misión: ofrecer el único, verdadero y perfecto sacrificio de Cristo, al que nos da acceso en el misterio eucarístico.

Camino a Emaús (Lc 24): como los dos de Emaús. vamos a misa entristecidos y apesadumbrados por los problemas cotidianos, nos quejamos del sufrimiento y la injusticia de nuestras vidas. Entonces, Jesús nos explique las Escrituras (desde el ambón se revela a través Liturgia de la Palabra y nos cuenta el plan de salvación de Dios) y nuestro corazón arde, aunque no le reconocemos. Es cuando parte el pan cuando le reconocemos (Liturgia de la Eucaristía): cuando el sacerdote parte el pan y deja caer un pequeño pedazo en el cáliz está representando la re-unión del cuerpo y el espíritu. Es entonces cuando desaparece de nuestra vista y le reconocemos: por la resurrección.

La cena de las bodas del Cordero (Ap 19): Cristo se desposa con la Iglesia. Dios quiere ser uno con nosotros ("Enmanuel"). Quiere tener con nosotros una comunión esponsal: ser con su esposa, la Iglesia, "una sola carne",. El Cordero está degollado (crucificado) pero está de pie (resucitado) y nos muestra el plan de Dios: verle cara a cara...en el cielo

¿A qué voy a misa? Escuchar una buena homilía, encontrarme con mi comunidad, cantar, rezar, escuchar la Palabra o comulgar es lo que hago cuando voy a la Eucaristía. Pero lo principal es acercarme al Calvario para estar junto al Cordero de Dios, degollado por mis pecados para darle gracias y glorificarle.



martes, 27 de junio de 2023

QUÉ Y CÓMO "CELEBRO" EN MISA

"El cáliz de la bendición que bendecimos, 
¿no es comunión de la sangre de Cristo? 
Y el pan que partimos, 
¿no es comunión del cuerpo de Cristo? 
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, 
formamos un solo cuerpo, 
pues todos comemos del mismo pan"
(1 Cor 10,16-17)

Hoy quisiera meditar sobre un tema que parece muy obvio pero que, sin embargo, está repleto de malinterpretaciones, de equivocaciones o incluso de desconocimientos en cuanto al "qué" y al "cómo" un cristiano debe comportarse en misa. Hablamos de la liturgia.

¿Qué es la misa?

La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía, acción de gracias), llamada también santo sacrificio, cena del Señor, fracción del pan, misa, comunión, santísimo sacramento, santos misterios o santa cena es un sacramento de la Iglesia instituido por Cristo en la Última Cena.

La liturgia es el modo en el que toda la Iglesia (cabeza y cuerpo místico) entramos en contacto y comunicación con Dios, le rendimos culto y le damos gracias, nos santificamos, nos purificamos y nos perfeccionamos

Pero el sacramento de la Eucaristía no es sólo una tradición o costumbre para hacer pública nuestra fe, ni tampoco un mero acontecimiento social donde nos reunimos. Es el lugar de encuentro entre Dios y los hombres. 

Por eso, los católicos más que "ir" a misa o "estar" en misa, "celebramos", "vivimos" y experimentamos de una forma especial nuestra comunión con Dios.

Siempre me ayuda mucho a ser plenamente consciente de lo que ocurre en misa cuando distingo entre lo que veo y lo que realmente sucede: la misa es "espacio sagradodonde se unen el cielo y la tierra, donde entro en la vida íntima de Dios, y por tanto, tengo la obligación de saber cómo comportarme ante Su presencia omnipotente.

¿Qué y cómo celebro en misa?

La liturgia se celebra a través de gestos, palabras, ritos y acciones con los que Dios nos hace partícipes de Su gracia: signos y símbolos que se refieren a la creación -luz, agua, fuego-, a la vida humana -lavar, ungir, partir el pan- y a la historia de la salvación -los ritos de la Pascua-, que se hacen portadores de la acción salvífica y santificadora de Cristo (CIC 1189).

Es a través de estos gestos y símbolos, signos y ritos que Dios se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo a través del Espíritu Santo (CIC 1145). 

Sin embargo, ¡cuántas veces se me olvida que en misa está presente Dios y todo el cielo reunido en torno a Él, aunque mis ojos no puedan verlo! ¡cuántas veces caigo en la rutina y "me abstraigo" de lo que estoy haciendo, y de lo que significa! ¡cuántas veces "salgo de misa" igual que entro!

Ocurre también que, a veces, en misa me fijo más en lo "externo" y me olvido de lo "interno", me fijo en los gestos de otros pero "no estoy a lo que estoy", me quedo en los ritos pero no los interiorizo, veo los signos pero quizás no los comprendo.

Por eso, debo estar muy atento y tener muy presente el qué y el cómo celebro cada momento de la Liturgia y para ello, es necesario que sepa cuáles son sus símbolos y cómo se estructura.
¿Cuáles son los símbolos ornamentales en el altar?
Para comprender plenamente el significado de la Eucaristía, primero necesito saber qué significan los símbolos y objetos ornamentales que hay en el altar durante la misa:
  • Velas/Cirios: preferiblemente de cera blanca y de abeja (luminaria cerea). Simbolizan la carne pura de Cristo recibida de su Madre Virgen, la mecha significa el alma de Cristo y la llama representa su divinidad. Se encienden antes de la celebración y se apagan después de ésta. La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, deben colocarse en todas las celebraciones por lo menos dos (ferias o memorias), cuatro (fiestas), seis (domingos y solemnidades) o incluso siete (misa pontifical - nº 7= perfección, y plenitud del sacerdocio episcopal-). Simbolizan también la fe, la esperanza y la caridad que iluminan a la vez que se consumen. 
  • Crucifijo: situado en el centro del altar, simboliza el sacrificio redentor de Cristo.
  • Misal Romano: guía de la celebración que contiene los textos litúrgicos y las oraciones que proclama el sacerdote. Se coloca sobre un atril
  • Vasos sagrados:
    • Cáliz: vaso donde se vierte el vino, que representa a Jesús y unas gotas de agua que nos representan a nosotros. Símbolo de la paz entre los pueblos.
    • Píxide/Copón: recipiente con tapa que contiene las sagradas formas.
    • Patena: platillo de metal donde se coloca la sagrada hostia (forma grande)
  • Purificador: lienzo utilizado por el sacerdote para enjugar y purificar el cáliz, la patena y el copón, así como sus dedos después de la comunión.
  • Corporal: lienzo que se extiende sobre el altar, donde se coloca la patena, el copón y el cáliz durante la misa. Simboliza la pureza.
  • Palia: lienzo cuadrado reforzado de cartón o almidón con el que se cubre el cáliz
  • Vinajeras: dos jarras o recipientes con tapa que contienen el vino y el agua para la consagración
  • Lavabo: jarra que contiene el agua para purificar las manos del sacerdote. Tomado del Salmo 26,6: "Lavo en la inocencia mis manos".
  • Manutergio: lienzo o toalla con las que el sacerdote se seca las manos, una vez purificadas
  • Turibulo/IncensarioBrasero pequeño con cadenillas y tapa con incienso que porta el acólito o monaguillo (turiferario o navetero) y con el que el sacerdote inciensa los dones con tres movimientos dobles, antes de incensar la cruz y el altar (sólo en determinadas celebraciones litúrgicas).
¿Cuáles son las partes de la misa?

Para una mayor comprensión de la misa, fundamentalmente, necesito saber en qué consiste. 

Según el Misal Romano, la misa consta de 4 partes fundamentales: ritos iniciales, liturgia de la Palabra, liturgia Eucarística y rito de conclusión. 

Las letras indican la posición que debo tener en misa (P: de pie, disponible a la llamada de Dios; S: sentado, atento a lo que el Señor me dice R: arrodillado, en actitud de respeto y adoración).

1. Ritos iniciales
Nos preparamos para comenzar la celebración.
  • Entrada (P): El canto de entrada fomenta la unión de los reunidos y nos eleva a la contemplación del misterio litúrgico. La entrada del sacerdote da comienzo a la misa.
  • Saludo inicial (P): El sacerdote hace la venia al altar y lo besa. Desde la sede, hace la señal de la cruz  y saluda a la asamblea. 
  • Acto penitencial (P): El sacerdote y la asamblea piden humildemente perdón al Señor por sus faltas.
  • Señor, ten piedad (P): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos ("Kyrie eleison"). Con esta súplica, le pedimos a Dios su misericordia.
  • Gloria (P): Himno preferiblemente cantado, o al menos, recitado por todos con el que alabamos y glorificamos a Dios, reconocemos su santidad y nuestra necesidad de Él.
  • Oración colecta (P): El sacerdote eleva a Dios todas las intenciones de la comunidad y la asamblea, que la hace suya diciendo: "Amen".
2. Liturgia de la Palabra
Escuchamos a Dios y respondemos cantando, meditando y rezando.
  • 1ª Lectura (S): Tomada del Antiguo Testamento: Dios nos habla a través del pueblo de Israel y de sus profetas. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "primera lectura".
  • Salmo Responsorial (S): Preferiblemente cantado, o al menos, recitado. El salmista proclama las estrofas del salmo, mientras toda asamblea escucha y responde. No se lee lo escrito en rojo ni se dice: "salmo responsorial"
  • 2ª Lectura (S): Tomada del Nuevo Testamento: Dios nos habla a través de los apóstoles. El lector no lee lo escrito en rojo ni dice: "segunda lectura". Tras la lectura se canta (preferiblemente) el Aleluya, en recuerdo de la Resurrección. 
  • Evangelio (P): Tomado de los cuatro Evangelios y lo proclama el sacerdote o el diácono: Dios nos habla a través de Jesús. Al finalizar, la asamblea aclama: "Gloria a ti, Señor Jesús". 
  • Homilía (S): Explicación que realiza el sacerdote de las Lecturas o del Propio texto de la Misa del día. 
  • Profesión de fe (P): Con el Credo, toda la asamblea profesamos nuestra fe.
  • Oración de los fieles (P): Con las "preces", el Pueblo intercede por todos los hombres con una invocación común (te rogamos, óyenos), pronunciada tras cada intención.
3. Liturgia Eucarística 
Actualizamos la muerte y resurrección de Jesús.
  • Preparación de los dones/ofrendas (S): Se presenta el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo (el agua que se vierte en el cáliz nos representa a todos nosotros). Realizamos el canto del ofertorio y la colecta en favor de toda la Iglesia. Oramos sobre las ofrendas.
  • Plegaria eucarística (P): Este el centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración que consta de:
    • Prefacio (P): Oración de acción de gracias.
    • Santo (P): Aclamación cantada preferiblemente o al menos, recitada, con la que toda la asamblea alaba a Dios, al tres veces santo.
    • Epíclesis (R): El sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que los transforme en el cuerpo y la sangre de Jesús.
    • Consagración (R): Con las palabras y gestos de Cristo, el sacerdote "hace memoria" de la última cena. Es el momento más solemne de la Misa; en él ocurre el misterio de la transubstanciación o transformación real del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo: Dios se hace presente y nos acerca a Él. 
    • Anámnesis (R): Aclamación con la que la Iglesia realiza el memorial del mismo Cristo, recordando su pasión, resurrección y ascensión al cielo.
    • Oblación/Intercesión (P): Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena. Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos nosotros.
    • Doxología final (P): El sacerdote ofrece a Dios el cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo. La asamblea responde: "Amén".
  • Comunión: la celebración eucarística es un convite pascual en el que recibimos el Cuerpo y la Sangre como alimento espiritual. Significa "común unión". Recibimos y abrazamos a Jesús y nos unimos a toda la Iglesia en alegría y amor.
    • Padrenuestro (P) se pide el pan de cada día (también el pan eucarístico), y se implora el perdón de los pecados. Consta de una invocación y siete peticiones.
    • El gesto de la paz (P): los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la humanidad, expresándose mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
    • El gesto de la fracción del pan (P): realizado por Cristo en la última Cena, significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17).
    • Inmixión o mezcla (P): el sacerdote deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz como signo de comunión entre las diversas comunidades cristianas.
    • Cordero de Dios (P): el sacerdote y la asamblea cantan el "Cordero de Dios".
    • Preparación (R) privada del sacerdote, tras la cual, muestra el pan eucarístico.
    • Comulgar (R/P): al recibir el Cuerpo de Cristo, participamos en el sacrificio que celebramos.
    • Durante la comunión, se canta el canto de comunión (P), que expresa la unión espiritual  y la alegría del corazón de los que avanzan para recibir el Cuerpo de Cristo.
    • Terminada la comunión, con recogimiento y en silencio, el sacerdote y los fieles pueden orar un rato.
    • Oración después de la comunión (P): el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación “Amén.”
4. Rito de conclusión (P)
Salimos renovados, perdonados, bendecidos y dispuestos a la misión.

Consta de saludo y bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, alabando y bendiciendo al Señor.

¿Cuáles son las dones y frutos que obtengo de la misa?

Soy plenamente consciente de que en la misa sucede un milagro: Dios se hace presente y se queda con nosotros. Por ello, debo:
  • mantener una actitud de respeto y silencio durante la celebración
  • poner atención durante las lecturas y la homilía
  • expresar devoción y adoración durante la consagración
  • tener disposición a cumplir la voluntad de Dios durante el ofertorio y la comunión
Entonces y sólo entonces, recibo las gracias y los dones que el Señor me ofrece y obtengo los frutos que su Espíritu me suscita:
  • Mi corazón se enardece al escuchar y entender la palabra de Dios 
  • Mi fe crece y reconozco al Señor al partir el pan
  • Mi alma se llena de alegría y de paz interior
  • Mi voluntad se compromete a cumplir la misión que Cristo me encomienda
JHR

miércoles, 31 de agosto de 2022

¿QUÉ OCURRE EN MISA?

Matrimonios.
"Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el final de los tiempos"
(Mt 28,20)

A menudo nos quejamos de que nuestras iglesias se vacían de personas, de que cada vez "va" menos gente a misa, de que las parroquias se vacían, pero nunca nos preguntamos el por qué o qué hacer para revertir la situación, más bien la criticamos o miramos hacia otro lado. 

Y yo creo que es porque nunca nos hemos planteado o comprendido lo que realmente ocurre en misa...y por eso, "dimitimos", tanto si dejamos de ir como si "vamos"...

San Juan Pablo II nos explica paso a paso qué ocurre en misa:

Agradecer
"En cada Santa Misa recordamos y revivimos 
el primer sentimiento expresado por Jesús 
en el momento de partir el pan, el de dar gracias" 
(Carta del papa a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, n. 2)

Jesús nos enseña lo principal de la misa: dar gracias a Dios. No porque Él lo necesite sino porque nosotros le necesitamos a Él. Ser agradecidos implica confesarnos débiles y frágiles, reconocer nuestra dependencia de un Dios Padre Todopoderoso. Supone sabernos infinitamente amados por un Dios Padre que nos mira con ojos comprensivos y corazón misericordioso.

Sin embargo, con frecuencia, cuando "vamos" a misa, estamos más preparados para criticar que para agradecer, más dispuestos a mostrar rencor que a amar, más pendientes de "ir" que de "vivir" la Eucaristía. Estamos más atentos a "lo físico" que a lo "místico".

¡Cuántas veces voy a misa con un corazón resentido en lugar de agradecido! ¡Cuántas veces voy deprisa y corriendo, en el último minuto! ¡Cuántas veces voy sin estar preparado para comprender lo que allí ocurre!  ¡Cuántas veces voy para que ser visto y no para agradecer!

Actualizar

"La Eucaristía es el 'memorial', pero lo es de un modo único:
no sólo es un recuerdo, sino que actualiza sacramentalmente
la muerte y resurrección del Señor.
Jesús ha dicho: 'Haced esto en memoria mía'.
La Eucaristía no recuerda un simple hecho; ¡recuerda a Él!"
(Carta del papa a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, n. 5)

La Eucaristía es recordar, rememorar...nuestra fe en Cristo resucitado, pero no sólo eso: es compartir y renovar nuestra esperanza, actualizar a Cristo diariamente en nuestra vida. ¡No está muerto! ¡Ha resucitado! ¡Es real!... y nos llama a "vivir eucarísticamente", en comunión con Él y con toda su cuerpo místico.

¡Cuántas veces dudo y asisto sólo por tradición! ¡Cuántas veces "voy" por costumbre! ¡Cuántas veces pierdo mi memoria y dejo volar mi imaginación!

Presenciar

"La representación sacramental en la Santa Misa 
del sacrificio de Cristo, 
implica una presencia 'real': 
Por la consagración del pan y del vino 
se realiza la conversión de toda la sustancia del pan 
en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, 
y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre [Concilio de Trento]. 
 Verdaderamente la Eucaristía es 'mysterium fidei'
misterio que supera nuestro pensamiento 
y puede ser acogido sólo en la fe" 
(Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia, 2003, n. 15)

Además, digamos que, en realidad, solemos partir de un concepto erróneo, porque nuestras iglesias nunca están vacías, aunque no haya gente; nunca están desiertas, aunque sólo esté "físicamente" el sacerdote: Cristo se hace presente en cada Eucaristía, se "actualiza" en cada Liturgia. Es misterio de fe. Es Palabra del Señor (Mt 28,20).

Pero es que además... el cielo al completo se reúne en torno a Él para dar gloria a Dios: los santos, los mártires, los ángeles, la Virgen María, los apóstoles, los profetas... Y me pregunto ¿no es motivo suficiente para acercarme a presenciar la Gran Liturgia que une cielo y tierra? ¿Cómo puedo pensar que estoy solo en misa? ¿Quién dice que no va nadie?

¡Cuántas veces pienso que no ocurre nada! ¡Cuantas veces dejo de presenciar, de ver y reconocer que Dios está siempre a mi lado!

Comprender

"Es significativo que los dos discípulos de Emaús,
oportunamente preparados por las palabras del Señor,
lo reconocieran mientras estaban a la mesa
en el gesto sencillo de la 'fracción del pan'.
Una vez que las mentes están iluminadas
y los corazones enfervorizados, los signos 'hablan'.
A través de los signos,
el misterio se abre de alguna manera
a los ojos del creyente"
(Carta Apostólica Mane nobisbum Domine para el Año de la Eucaristía, octubre 2004/2005, n. 15)

De la misma manera que Jesús resucitado se acerca a los discípulos de Emaús, cuando estos se volvían a su aldea tristes y decepcionados por su muerte, les explica Escrituras y arde su corazón, parte el pan y sus ojos se abren, ven y comprenden, nosotros tenemos que escuchar, ver y comprender a través de estos signos, que Cristo resucitado está realmente en la Eucaristía, que camina y se hace presente a nuestro lado.

Necesitamos tener una actitud agradecida y abierta a la gracia para dejarnos acompañar por el Señor. Necesitamos ponernos las "gafas de la fe", es decir, meditar y discernir los "signos que hablan", de la mano de María. Necesitamos abrir nuestra mente a la luz para que nuestro corazón arda de pasión. 

¡Cuántas veces no escucho ni veo ni comprendo! ¡Cuántas veces mi corazón es "piedra" en lugar de "fuego"! ¡Cuántas veces soy "duro de cerviz"!

Celebrar

"El aspecto más evidente de la Eucaristía es el de banquete
La Eucaristía nació la noche del Jueves Santo 
en el contexto de la cena pascual. 
Por tanto, conlleva en su estructura el sentido del convite: 
'Tomad, comed... Bebed de ella todos...". 
Este aspecto expresa muy bien la relación de comunión 
que Dios quiere establecer con nosotros" 
(Carta Apostólica Mane nobisbum Domine para el Año de la Eucaristía, octubre 2004/2005, n. 15)

El Banquete es el tiempo, el lugar donde toda la comunidad se reúne.  Tiempo festivo y alegre donde reímos y compartimos nuestra vida y nuestra fe. La Cena Pascual es, en definitiva, el paso de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad, del odio al amor.

¡Cuántas veces me convierto en un cristiano triste, apocado y con "cara de acelga"! ¡Cuántas veces parece que voy a un entierro en lugar de a un banquete! ¡Cuántas veces me niego a compartir mi vida y mi fe, mis alegrías y mis penas con mis hermanos! 
 

Comprometerse

Pero además, el Señor nos llama a todos a participar con Él. No dice: "Tú sí y tú no", sino "Todos", colectivamente, en comunión. Tampoco nos pregunta, sino que dice: "Tomad, comed y bebed" (Mt 26,26-27). Nos invita a participar, a comprometernos con Él. No podemos ignorar la llamada de Dios, no podemos excusarnos ante su invitación, no podemos "dimitir".

¡Cuántas veces me dejo llevar por la "dimisión" para no aceptar la "misión"! ¡Cuántas veces me refugio en mi comodidad en lugar de salir corriendo a anunciar que Jesucristo está vivo! ¡Cuántas veces temo participar y evito comprometerme! ¡Cuántas veces pienso: "conmigo no cuentes"! 

La Misa es mucho más que un evento al que asistimos los cristianos. Es mucho más que un acto social al que vamos o al que acudimos por costumbre o tradición. La Misa es un motivo de agradecimiento y recuerdo, de actualización y compromiso, de reconocimiento y apasionamiento, de celebración y comunión.

Cristo está presente en y con cada uno de nosotros, de muchas maneras: en cada sacramento eucarístico, en cada oración personal o comunitaria, en cada sonrisa o saludo, en cada palabra de nuestros hermanos. 

¡No podemos obviar lo que ocurre en misa! ¡No podemos pensar ni por un segundo que Cristo no es real o que es invisible! ¡No podemos dejar de reconocer, agradecer y celebrar su presencia en nuestras vidas! 

Eso es lo que ocurre en misa...¿te lo vas a perder?



JHR

domingo, 22 de agosto de 2021

¿TAMBIÉN VOSOTROS QUERÉIS MARCHAROS?

"Entonces Jesús les dijo a los Doce:
'¿También vosotros queréis marcharos?'.
Simón Pedro le contestó:
Señor, ¿a quién vamos a acudir? 
Tú tienes palabras de vida eterna; 
nosotros creemos y sabemos 
que tú eres el Santo de Dios".
(Juan 6, 67-69)

El mensaje de Jesús es duro, contundente y chocante para los judíos...y también para nosotros. No todos quieren o aceptan seguirlo; muchos deciden abandonar, incapaces de asumir la exigencia del seguimiento a Cristo; y como muchos discípulos judíos, piensan: ¡Es muy duro! ¡Lo dejo!

La Verdad Revelada, el Verbo Encarnado, la Palabra de Dios, el Pan de Vida, es decir, el mismo Jesucristo es difícil de entender sin fe, sin la gracia que nos da el Espíritu Santo. Nadie puede llegar a creer en Él si Dios no se lo concede, porque la fe nos es algo que adquiero por méritos propios sino que es un don que generosamente me ofrece.

Aunque halla visto Sus milagros o incluso reconozca Su divinidad, ocurre que, en ocasiones, no quiero profundizar, no quiero moverme más allá de mis deseos, de mis comodidades o de mis necesidades materiales... y por eso, muchos le abandonamos

El propio Jesús nos interpela a cada uno de nosotros: “¿También vosotros queréis marcharos?” Nos pregunta si también nosotros queremos rendirnos y abandonarlo. Y yo... ¿quiero marcharme?

La Palabra de Dios es una espada de doble filo: tanto en el evangelio como en la primera lectura del libro de Josué, me da la libertad de elegir a Dios o a otros dioses, porque el Amor nunca obligaMe coloca ante una elección: buscarlo con sinceridad, querer entender más y seguirlo, o rechazarlo porque no me gusta lo que oigo ni a lo que me compromete.

Para Jesús, lo importante no es el número de gente que estemos a su alrededor porque busquemos oír lo que queremos oír. Cristo no es políticamente correcto ni cambia el discurso para agradar o para quedar bien, sino que habla para revelar al Padre y no para darme gustoPrefiere quedarse solo a estar acompañado de personas que no se comprometan con Él, que no creen, que no lo siguen. Para Jesús, no existen términos medios.

En su estilo directo e impetuoso, Pedro responde por todos nosotros diciendo que no hay otro camino“¿A quién iremos? ¡Tú sólo tienes palabras de vida eterna!” Aun sin entenderlo todo, Pedro acepta a Jesús y cree en Él. A pesar de todas sus limitaciones, Pedro "cree sin entender", como la Virgen María. Y yo...¿creo aún sin entender?

Muchas personas hoy en día se han alejado de Cristo. Otros se quedan y creen de verdad. Otros, como Judas, fingen seguirlo pero en realidad tratan de utilizarle en beneficio personal. Asisten a la Iglesia por una cuestión social o de tradición, o para recibir aprobación y reconocimiento, o por cumplimiento hipócrita. Pero en realidad solo hay dos respuestas posibles: acepto a Jesús o lo rechazo.
A pesar de que existen muchas ideologías y “verdades” humanas, únicamente Jesús tiene palabras de vida eterna. La gente busca la vida eterna por todas partes pero no ven a Cristo, la única fuente. Buscan donde no pueden encontrar.

En la homilía de hoy, escuchaba al sacerdote decir: "Si os ofrecieran una pastilla que os diera la posibilidad de ser inmortales y de ser siempre jóvenes, ¿la rechazaríais?". En efecto, eso es lo que Dios nos ofrece en la Eucaristía, la vida eterna a través de la donación de su propio Hijo. Y yo... ¿me lo creo o lo rechazo?

Jesús me enseña a asimilar a Dios como asimilo la comida que ingiero para crecer y desarrollarme. Se trata de que Dios viva en mí y yo en Dios. Lo que da vida no es celebrar el maná del pasado, sino comer este nuevo pan que es Jesús, su carne y su sangre, participando en la Eucaristía, asimilando su vida, su entrega, su donación. Y yo...¿cargo mi cruz y le sigo?

Jesús me pide creer en Él como Hijo de Dios y enviado por el Padre para rescatarme y liberarme del pecado, para salvarme y darme vida eterna. Pero no basta con creer. Es necesario que asimile e interiorice a Cristo: comer su carne es alimentarme, crecer y desarrollarme en la voluntad de Dios, y beber su sangre es aprender a cargar la cruz y seguirlo.

domingo, 8 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (8): EL CUERPO DE CRISTO

"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; 
el que coma de este pan vivirá para siempre" 
(Juan 6,51)

Las lecturas que hoy nos propone la Iglesia nos conducen de regreso al discurso eucarístico del capítulo sexto de Juan, que parece desarrollarse en un ir y volver continuo sobre el mismo tema, el pan de vida, y cuyo propósito es que entendamos el significado del signo sacramental.

El pan es el único alimento que se come a diario y que "marida" con todos los alimentos. Pero cuando este pan llega al altar y es consagrado por el sacerdote, se produce la transubstanciación, por la cual la substancia del pan cede el puesto a la substancia, a la persona divina que es Cristo vivo y resucitado, aunque las apariencias externas (en lenguaje teológico, los "accidentes" o atributos físicos, es decir, lo que puede ser visto, tocado, saboreado o medido) siguen siendo las del pan.

Transformación no es lo mismo que transubstanciación. Transformar significa pasar de una forma a otra, es decir, cambiar su apariencia manteniendo su esencia. Transubstanciar significa pasar de una substancia a otra, es decir, cambiar su esencia manteniendo su apariencia. 

En la Eucaristía, el pan es transubstanciado, no transformado; su forma, su sabor, su color, su peso siguen siendo los mismos de antes, lo que cambia es su realidad profunda: se convierte en el cuerpo de CristoPor eso es tan importante prepararse y comprender lo que sucede en la Eucaristía para vivirla con devoción, reverencia y respeto. 

El sacerdote no realiza un "signo simbólico", ni un "show religioso", ni un "rito metafórico" sino que es el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo, los que se hacen real y auténticamente presentes en el altar. Tampoco reparte "galletas" que se cogen con la mano como en la fila del patio del colegio, sino al mismísimo Jesucristo, que se da al hombre. 
Si realmente creyéramos que estamos ante el cuerpo de Cristo, no lo recibiríamos de cualquier modo (sin gracia, sin respeto, sin deseo sincero, sin dignidad, sin cuidado, sin delicadeza...). Si realmente creyéramos que Cristo está allí, no saldríamos de la Iglesia nunca. Pero, como vienen repitiendo las lecturas de toda esta semana, el problema es que a muchos nos falta fe

Juan utiliza el término teológico "judíos" para referirse a los "incrédulos", a los faltos de fe, a los murmuradores, a los criticadores. Los judíos decían conocer al hijo de José y María pero desconfiaban, negaban y murmuraban sobre el hecho de que fuera el Hijo de Dios. Ellos se alimentaban de la Ley y no entendían que tuvieran que alimentarse de Cristo, el Mesias, aquel que esperaban desde siglos. Jesús se hace "familiar", se acerca al hombre, y éste le rechaza precisamente por que cree conocerle humanamente.

Yo también soy "judío", formo parte de una "generación incrédula y perversa", que afirma que lo que ven mis ojos no es más que una oblea redonda de pan y no el cuerpo de Cristo. Lo que hago cuando me acerco a comulgar de cualquier manera es: desconfiar (aunque cumpla con la tradición), negar (aunque asienta con la cabeza) y murmurar (aunque guarde silencio). 
El Señor me dice "no critiquéis, nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado", para hacerme saber que la fe es un don de Dios que me da y que sólo está condicionada por mi libertad, por la apertura de mi corazón, por la escucha atenta de su Palabra y por la docilidad a su Gracia. 

"Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí": Jesús vuelve a utilizar el verbo "escuchar" pero añade "aprender", para hacerme saber que el encuentro con Él es una gracia, no una elección mía. Por ello, en la Eucaristía, primero escucho la Palabra de Dios y aprendo de Ella, para después recibir a Cristo en la comunión. En realidad, recibo a Cristo desde el ambón y desde el altar.

"El que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida": Jesucristo me dice que si creo en Él como Hijo del Dios vivo, si confío en su revelación divina y si me apoyo en la Roca de la que brota agua de vida, viviré para siempre. Dios me regala la vida divina por medio de Jesucristo, que cumple su promesa de estar con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

lunes, 2 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): "TRAEDMELOS"

"Comieron todos y se saciaron 
y recogieron doce cestos llenos de sobras. 
Comieron unos cinco mil hombres, 
sin contar mujeres y niños."
(Mateo 14,13-21)

El evangelio de Mateo nos muestra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que también relatan los otros evangelios (Juan 6, 1-15, Marcos 6,30-44, Lucas 9,10-17), enfatizando que se trata de un signo de excepcional importancia: la Eucaristía, en la que Jesús se compadece de la gran multitud porque los ve como ovejas sin pastor (Marcos 6,34), porque los ve hambrientos y enfermos, es decir, nos mira con misericordia, nos alimenta y nos perdona los pecados.

A diferencia del evangelio de Juan, que comienza con la iniciativa de Jesús para probar la fe de Felipe y Andrés, y que sólo son capaces de aportar soluciones humanas del todo insuficientes, Mateo, Marcos y Lucas optan por darles la iniciativa a los discípulos que, viendo que se hace tarde y el día declina, le dicen al Señor que se deshaga de la gente y los mande a sus casas. Es decir, se desentienden de la gente.

Sin embargo, Jesús les dice a los discípulos que sean compasivos, que les acojan, que les atiendan en sus necesidades y que les den de comer. Ellos le ponen objeciones por la escasez de alimentos y por su incapacidad para cubrir las necesidades de tantas personas... y quizás también por egoísmo y por pereza. 

Es cuando el hombre, con humildad, ve que no puede, que Jesús toma las riendas y entra en acción. Y, refiriéndose a los cinco panes y a los dos peces, les dice: "Traedmelos", es decir, les pide que le lleven una ofrenda para obrar el milagro. Es el ofertorio eucarístico por el que Cristo quiere “lo poco” de nosotros para darnos “lo mucho” de Él. De nuestra pobreza, saca abundancia. 
Ese "traedmelos"  también nos interpela a llevar a Cristo a todos los que están necesitados, a todos los que tienen hambre y sed de Dios.

A continuación, "Mandó a la gente que se recostara en la hierba"evocando el Salmo 23,1-2: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar” y el libro del Éxodo 14,1: “Acampad allí, mirando al mar”. Pero para que Jesús obre el milagro, aunque tenemos poco que ofrecer, a Él le basta sólo con nuestra fe. Sólo pide nuestra confianza en Dios y que lo que ofrezcamos, lo hagamos con amor y generosidad.

"Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos". Jesús utiliza la plegaria eucarística de acción de gracias y de consagración que utilizará en la última cena y que el sacerdote realiza en la Eucaristía para, a continuación, repartirla entre toda la asamblea.

"Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños"Cristo, en la comunión, se entrega generosamente y nos sacia, se revela como el Dios de la abundancia y de la generosidad, que no del despilfarro y el derroche. Su corazón está pendiente de nuestras necesidades. Toma lo que le ofrecemos (tiempo, dinero, habilidad o recursos) y lo multiplica más allá de nuestras expectativas.

Mi cuerpo necesita alimento pero mi espíritu también. ¿Cómo satisfago el hambre de mi espíritu? ¿Busco a Cristo en la Eucaristía? ¿Me doy cuenta de su generosidad, que colma cualquier expectativa? ¿Soy consciente que se me da a sí mismo hasta el extremo? 

Mis hermanos necesitan de mí pero, sobre todo, necesitan de Dios ¿Soy generoso y compasivo con los demás o me desentiendo de ellos? ¿Se los llevo a Jesús o trato de monopolizarlo?