"Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros,
os abstengáis de las apetencias carnales que combaten contra el alma.
Tened en medio de los gentiles una conducta ejemplar a fin de que,
en lo mismo que os calumnian como malhechores,
a la vista de vuestras buenas obras den gloria a Dios en el día de la Visita."
1 Pedro 2, 11-12
Un sacerdote amigo mío siempre dice que "si todo nuestro propósito en la vida está basado en estudiar durante nuestra juventud para conseguir un trabajo, para sufrir problemas y jefes durante nuestra madurez, para ganar dinero y pagar comida, ropa e hipotecas hasta nuestra vejez y, en definitiva, vivir una vida llena de preocupaciones e inquietudes, la vida no tiene sentido".
Y estoy de acuerdo: si todo se reduce a esto, ¿para qué vivir? ¿Cuál es nuestro verdadero propósito?
Y estoy de acuerdo: si todo se reduce a esto, ¿para qué vivir? ¿Cuál es nuestro verdadero propósito?
Nuestra vida en la tierra es corta y breve. Los cristianos estamos de paso en este mundo.
Nuestro objetivo es la vida eterna y por tanto, debemos vivir esta etapa finita, sin preocupaciones excesivas, sin apegos enfermizos a las cosas materiales que no nos llevaremos a la tumba y con la mente puesta en nuestro objetivo final: la vida plena.
El apóstol Pedro, en su primera carta, nos da las pistas de cómo debemos vivir los cristianos:
Vivir como forasteros
Un forastero es una persona que está de viaje, está de paso, en tránsito hacia un destino final y que hace una pausa temporal en un lugar que no es su tierra natal.
La eternidad es nuestra morada. Pero en ocasiones, nos acomodamos en nuestro domicilio temporal y lo idealizamos como si fuera permanente.
Nos atrae el materialismo y las "cosas de este mundo" y nos olvidamos de cuál es de verdad nuestro hogar.
Por ello, debemos vivir como extranjeros. Eso no significa ser antisocial o vivir aislados, sino tener la mente puesta en unos valores diferentes a los que sí son de esta tierra y pensar a más largo plazo.
Vivir como soldados
Un soldado es una persona que lucha en el campo de batalla por defender unos valores y unas creencias, en definitiva, lucha por la libertad: "La verdad os hará libres" (Juan 8, 32)
Eso somos los cristianos, soldados.
Cada día, cuando nos levantamos, nos enfrentamos a una lucha, ya sea en casa, en el trabajo, en el vecindario o en cualquier otro lugar, donde nos enfrentamos a una elección: sucumbir y someternos al pecado o luchar contra él.
Si queremos vivir como verdaderos cristianos, debemos vivir como soldados. No se trata de ser beligerantes, agresivos ni violentos, sino de luchar contra el mal y derrotar al pecado.
Vivir como embajadores
La tarea de un embajador es representar a una persona de mayor rango o superior que no está físicamente presente o visible.
El propio Jesucristo nos mostró el camino: vino a la tierra durante un corto espacio de tiempo para darnos plenitud.
La tarea de un embajador es representar a una persona de mayor rango o superior que no está físicamente presente o visible.
De la misma manera, nosotros debemos estar siempre alerta, "de guardia": "Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes" (1 Corintios 16, 13).
No hay un momento en la vida, ya sea de vacaciones, en el trabajo, en el vecindario o donde sea, en el que no estemos llamados a vivir con una mentalidad y una actitud de embajadores. Representamos a Alguien superior a nosotros: a Dios, y debemos ser ejemplo suyo.
Estamos motivados por una sola pasión: el amor de Dios y de alguna manera, Dios nos regala su Gracia y usa nuestras vidas para que le representemos, basándonos en la verdad y alegría del Evangelio.
No hay un momento en la vida, ya sea de vacaciones, en el trabajo, en el vecindario o donde sea, en el que no estemos llamados a vivir con una mentalidad y una actitud de embajadores. Representamos a Alguien superior a nosotros: a Dios, y debemos ser ejemplo suyo.
Si queremos vivir como verdaderos cristianos, tenemos que vivir como embajadores. Ya que no actuamos en representación propia, hablaremos con palabras que honren a Dios, viviremos de manera admirable y actuaremos siempre para dar gloria al Rey de Reyes.
El propio Jesucristo nos mostró el camino: vino a la tierra durante un corto espacio de tiempo para darnos plenitud.
El Señor vivió como extranjero en la tierra y sin apegos a las cosas materiales: "las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza "(Lucas 9,58).
Jesús luchó como soldado contra la hipocresía y la vanidad del mundo judío y contra las tentaciones del Diablo, sacrificando su vida valientemente para vencer al pecado y a la muerte: "Les quitó su poder a las autoridades del mundo superior, las humilló ante la faz del mundo y las llevó como prisioneros en el cortejo triunfal de su cruz." (Colosenses 2, 15).
Jesús luchó como soldado contra la hipocresía y la vanidad del mundo judío y contra las tentaciones del Diablo, sacrificando su vida valientemente para vencer al pecado y a la muerte: "Les quitó su poder a las autoridades del mundo superior, las humilló ante la faz del mundo y las llevó como prisioneros en el cortejo triunfal de su cruz." (Colosenses 2, 15).
Cristo fue un perfecto y obediente embajador de Dios, que cumplió siempre la voluntad de Aquel a quien representaba: "porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado".(Juan 6, 38).
Por tanto, igual que nuestro Maestro y Señor, los cristianos... estamos de paso.