¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 7 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (8): SAL Y LUZ, GUSTO Y SENTIDO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. 
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. 
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, 
sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, 
para que vean vuestras buenas obras 
y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: 
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra 
que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes 
y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos
(Mt 5,13-19)

El evangelio de hoy se enmarca dentro del sermón de la montaña y como continuación de las bienaventuranzas de los versículos anteriores (v. 1-12), Jesús compara a sus discípulos, a nosotros los cristianos, con la sal de la tierra y con la luz del mundo. Nos invita a todos a poner las bienaventuranzas en práctica.

Y al final del pasaje, el Señor nos remarca que la fe cristiana es una continuación de la judía. La voluntad de Dios sigue siendo la misma...Él sigue siendo el mismo...justo y misericordioso. Por eso, Jesús resume la Ley en el amor, a Dios y al prójimo, y nosotros debemos cumplirla (con la mente)...pero más aún...debemos vivirla (con el corazón).

Sal de la tierra
La sal se utiliza para dar sabor pero en la antigüedad, se utilizaba para evitar que los alimentos se pudrieran o se estropearan, para evitar la descomposición. Es un símbolo de “permanencia”, de "conservación". En definitiva, de "fidelidad" o de "alianza". 

Por tanto, Jesús nos invita a ser los que demos sabor a la tierra, a evitar que el mundo se "descomponga" y se "corrompa", permaneciendo fieles a Dios, viviendo las bienaventuranzas que son la esencia del cristiano, que son su DNI.

Pero si la sal se vuelve sosa...si no vivimos las bienaventuranzas, perdemos nuestra "esencia"...perdemos nuestro "sabor" a Cristo, y la gracia recibida es pisoteada...y se pierde. La sal ya no sirve para la función encomendada y por eso hay que tirarla, prescindir de ella.
Luz del mundo
La luz sirve para iluminar y dar calor. En la antigüedad, la luz del mundo se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, la ciudad de la presencia de Dios. Además, alrededor de la luz se compartía la sabiduría de los mayores, y también, la luz señalaba el rumbo de los viajeros por la noche. 

Por tanto, Jesús se refiere a la comunidad cristiana, a la nueva Jerusalén, a la Iglesia...que “no se puede ocultar”, que debe guiar y enseñar. Los cristianos no podemos vivir las bienaventuranzas en solitario ni la fe como una experiencia íntima y personal o en secreto. 

Pero si la lámpara deja de alumbrar y de brillar...dejamos de ser cristianos, dejamos de testimoniar a Jesús, dejamos de aprender la sabiduría de Dios y perdemos el sentido de nuestra vida. El sabor (sal) y el saber (luz) son la esencia y la vocación verdaderas del cristiano: dar testimonio de Cristo viviendo las bienaventuranzas, dar  gusto (sal) y sentido (luz) a la vida (mundo).  

Vivir con sabor es vivir con gusto, saber qué y cómo vivo.
Vivir con saber es vivir con sentido, saber por qué y para qué vivo.

JHR

viernes, 31 de mayo de 2019

EL VERDADERO SERVICIO ES SACRIFICO, NO COMODIDAD

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"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios, al encontrarme cara a cara con Él, ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de caminar junto a mí, "colocando" en mi camino personas y situaciones, y de recibir muchas "llamadas perdidas", que siempre rechacé, un día descolgué el teléfono y...se me abrieron los ojos y los oídos. 

Fue en un retiro de Emaús cuando escuché, cuando vi, cuando supe... que Dios me llamaba para amarle, para servirle. Aquel fin de semana, tuve una experiencia de conversión "tumbativa", muy similar a la de San Pablo, cuando iba camino de Damasco, porque yo iba con muchas dudas, quejas y preguntas sobre el servicio a Dios.

Yo iba camino de Emaús, escuchando la conversación que el Señor mantenía con los dos discípulos (uno de ellos era yo) y, en cierto modo, se entremezclaba con la conversación que, en otro pasaje, Jesús mantenía con Pablo, camino de Damasco, relatada en el libro de los Hechos. 

Fue un autentico "shock" para mí. Ambas conversaciones estaban dirigidas a mí: me llamaba a servirle, a pesar de mis quejas, a pesar de mi desánimo, a pesar de mis pérdidas. 

Hoy quiero centrarme en la conversación que narra el libro de los Hechos, desarrollada en 6 puntos:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús).

Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Por eso, para conocer el plan de Dios en mi vida fue necesario encontrarme, lo primero, con Jesús. 

Si no me hubiera puesto a caminar en la fe, nunca hubiera podido encontrarme con Él ni escucharle nunca. 

Si no le hubiera invitado a entrar en mi casa (en mi vida), nunca hubiera podido reconocerle. 

El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo: encontrarnos con Él, escucharle y, finalmente, invitarle.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte ..."

Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión y un propósito: amarle y servirle (y vicerversa). Nos ha dado un papel protagonista (a cada uno de nosotros) en su plan divino de salvación.  

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros. Aquí es donde entra nuestro amor y nuestro servicio a Dios.

Resultado de imagen de encuentro con dios en la oracionQuizás algunos de nosotros hayamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 

Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Aparta un rato diario de tu agenda y ponte frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo te lo dirá. 

Escuchar su llamada es discernir qué y dónde me quiere Dios. Invitarle a nuestra vida es usar los dones, talentos y medios que nos proporciona, para su gloria. 

A mí me ocurrió exactamente esto (y me sigue ocurriendo). Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas, que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que Jesús me ha asignado?

3. Servicio personal: "...ministro..."

Un ministro (o servidor) es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús nos llama a ser sus ministros, sus servidores, sus instrumentos de amor. 

Desgraciadamente, no todos respondemos afirmativamente a Jesús, porque el servicio no es un privilegio sino un sacrificio. 

Para muchos, el servir a otros es una forma de éxito y reconocimiento. A veces, la Iglesia se convierte en un lugar de privilegio donde sólo hay "señores" que reciben, pero no hay "servidores" que den.

Sin embargo, el verdadero ejemplo de servicio, servicio como sacrificio, no como privilegio, es el mismo Jesús
Nos lo deja muy claro cuando:

- nos advierte contra los líderes políticos y religiosos, que utiliza a la gente para su propio beneficio, en lugar de servirles (Mateo 20, 25-28; Marcos 10, 42-45).

Resultado de imagen de servir a jesus- nos llama a tener una perspectiva cristiana clara sobre el servicio, cuando la noche antes de su muerte, se puso de rodillas y lavó los pies a todos sus discípulos (Juan 13, 14-15).

- nos exhorta a servir a Dios y a los demás “no por obligación, sino voluntariamente, de buena gana, como Dios lo quiere; no por vil ganancia, sino con generosidad, no como dictadores, sino como modelos para otros” (1 Pedro 5, 2–3).

Para un cristiano, el servicio no se define por la cantidad de cosas que hacemos, la cantidad de almas que ganamos, o la cantidad de veces que servimos, ni por las personas que tenemos a nuestro cargo... sino por el amor y los sacrificios personales que mostramos para atender las necesidades de los demás. 

Servir es sacrificio, es costoso y nada cómodo. Requiere oración, amor, obediencia y humildad para conocer y aceptar la voluntad de Dios. 

El servicio cristiano tiene que ver fundamentalmente con dar, no con recibir. Significa entregarse por completo, vaciarse de amor y mostrar alegría al procurar el bien de los demás. 

La esencia y el corazón del servicio es tomar la iniciativa que de otra manera, no tomaríamos, y asumir los sacrificios que de otra manera, no haríamos, para llevar a otros a Dios, que de otra manera no irían. 

Servir es abrazar las dificultades personales a corto plazo para obtener ganancias a largo plazo

Servir es encontrar nuestra alegría, no en la facilidad de atendernos o satisfacernos a nosotros mismos, sino en la incomodidad y el sacrificio en beneficio de los demás. Sin buscar recompensa. Sin buscar nada a cambio.

Si buscamos nuestra propia satisfacción o reconocimiento... si buscamos sólo "recibir"... algo estamos haciendo mal. Desde luego, no estaremos sirviendo a Dios...

El servicio cristiano, en el hogar, en la familia, en el trabajo, en la Iglesia y en otros lugares, no es para los que buscan honor y reconocimiento, sino para los que están dispuestos a arrodillarse e incomodarse por el bien y las necesidades de los demás. 

Dios nos llama al servicio, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio personal: "... y testigo ..."

Un testigo es alguien que da testimonio de lo que ha visto, de lo que ha experimentado, de lo que ha escuchado. 

Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

Cuando testimonias tu amor por Jesús al mundo con hechos y palabras, tu fe crece y se fortalece. Y sientes gozo interior difícil de explicar. Es porque sirves realmente a Dios, porque amas realmente a Dios.

¿Asumo el papel de un testigo? ¿Busco el modo y el lugar de contar lo que Dios hace en mi vida?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación personal: "... de lo que has visto de mí ..."


Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros? Si no le hemos escuchado, ¿qué vamos a contar de Él?

Resultado de imagen de encuentro con jesusEs posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se escondan detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal, que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y de su entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. 

Ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verle. Debemos experimentarle. Debemos escucharle. Y después...ya no puedes callártelo.


Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento personal: "y de lo que te voy a mostrar"


Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe y servicio cambia, porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.


Imagen relacionadaNuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre su plan y su voluntad divina.

Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios al servicio, a la misión. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vamos a contestar a Jesús?



domingo, 25 de noviembre de 2018

CREADOS... ¿PARA QUÉ?

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“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, 
con toda tu alma y con todo tu espíritu 
y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22, 37,39)

La mayoría de las personas nos hemos preguntado alguna vez en nuestras vidas ¿por qué estoy aquí? ¿tiene mi vida algún sentido? ¿cuál es el propósito de mi vida? ¿para que he sido creado?

Los cristianos sabemos que Dios, que es Amor, nos ha creado por amor, para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas.

No hemos sido simplemente puestos por Dios en este “satélite solar” llamado tierra, como si fuera una "casita de muñecas" para su entretenimiento. Tampoco hemos sido creados porque Dios se sintiera solo o nos necesitara. Dios no necesita nada. Si no nos hubiera creado, seguiría siendo Dios.

Dios nos ha creado para ser santos (como Él), para ser perfectos (como Él), para ser felices (como Él), para ser amor (como Él). El amor de Dios es generosidad, bondad, pureza, humildad, entrega...
San Ignacio de Loyola nos dice en su Principio y Fundamento“El hombre es creado para amar, alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma…”

Dios nos ha creado para amarle, es decir, para conocerle porque no se puede amar lo que no se conoce.

Dios nos ha creado para alabarle, es decir, para reconocerle en la creación, en el día a día, en lo cotidiano, cualquier situación, circunstancia, persona, gesto, etc.).

Dios nos ha creado para reverenciarle, es decir, para acoger el don, el sueño que tiene para nosotros, que nos dará plenitud.

Dios nos ha creado para servirle, es decir, para poner en marcha todas aquellas decisiones cotidianas que hagan realidad ese sueño de DiosSolo así podremos “salvar nuestra alma”, llenar de sentido esa sed y completar ese anhelo impreso en nuestro corazón.

Ese sueño de Dios se concreta en una llamada suya para hacer algo o cumplir una misión específicas. Unos la cumplen con alegría, generosidad y confianza en Dios, otros no.

Todos hemos sido creados incompletos para que, a imagen de Dios, podamos terminarnos, y ayudados de su divina Gracia, descubrir la vocación para la que hemos sido creados.
Por eso la pregunta es ¿qué quiere Dios de mi en particular? ¿para que he sido creado específicamente? ¿a qué estoy llamado? ¿cuál es mi vocación como cristiano? ¿percibo su voz? ¿identifico su mensaje?

Porque nos ama, Dios nos llama a cada ser humano a un fin exclusivo, una vocación única,  un plan específico, que debemos descubrir.

La vocación es una llamada por y para Dios, es decir, que tiene su origen en Dios y su destino en Dios. Es una manera concreta y profunda de comprender, orientar, ordenar y vivir nuestra vida, que no emana de nosotros mismos sino como un don de Dios. Para ello, debemos:

Escucharla (Atención)
Para recibirla la llamada de Dios, debemos estar atentos porque no es tan evidente como lo que vemos y oímos a diario.  Dios viene silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad, y puede que no le oigamos si estamos pendientes de "nuestras cosas", de nuestras preocupaciones y necesidades.

Discernirla (Formación)
Para poder comprender, discernir y meditar esa llamada debemos estar preparados, salir de nosotros mismos y prestar atención a los detalles de nuestra vida cotidiana, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, mantenernos abiertos a las sorpresas del Espíritu y discernirlos a la luz de su Palabra.

Responderla (Vivencia)
Para vivir esa llamada personal debemos dar una respuesta libre, responsable y comprometida, aquí y ahora, sin dejarlo para más adelante, sin esperar a ser santos o perfectos. Dios no nos llama para el futuro sino para hoy, para el presente.
Escuchemos la vocación a la que Dios nos llama, meditémosla y vivámosla.

domingo, 26 de noviembre de 2017

LÁPICES EN MANOS DE DIOS

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"Y sabemos que Dios ordena todas las cosas para bien de los que le aman,
de los que han sido elegidos según su designio."
(Romanos 8, 28)

Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con un propósito. Nos ha creado para servirle y hacer grandes cosas, cosas extraordinarias. 

La madre Teresa de Calcuta se definía a sí misma como un simple instrumento en las manos del Señor, “un lápiz en sus manos”.

El mérito nunca es del lápiz, sino de quien escribe: Dios. Es nuestra confianza en la gracia divina, no en nuestras propias fuerzas, la que nos hará escribir en el papel de nuestra vida.

Todos somos lápices en manos de Dios que escribiremos lo que Él quiera que escribamos y dibujaremos lo que Él quiera que dibujemos.

Unas veces estaremos en el plumier y otras, en Su mano. Borrará lo que hemos dibujado si no ha sido con su mano.

En ocasiones, nos romperemos, nos quebraremos pero siempre dejaremos nuestro trazo y nuestra marca.

Dios mueve el lápiz por donde quiere, no se guía por los renglones, ni por los márgenes porque el amor no tiene fronteras.

Dios nos elige una y otra vez para escribir el milagro.

El Plumier


Algunas veces estaremos guardados en el plumier, con el resto de pinturas e instrumentos.

Quizás pensemos que prefiere utilizar las pinturas de colores, que no servimos para nada o que nuestra vida no tiene sentido.

Nosotros sólo debemos esperar a que Dios nos saque del plumier y nos utilice según su voluntad.

El plumier es la Iglesia, nuestra comunidad.


La Mano


Sólo si nos dejamos sostener por su mano, dibujaremos, porque por nosotros mismos no podemos.

Muchos querrán que pintemos en la mesa o en la pared, pero no fuimos creados para eso. 

Dejemos que quién nos creó nos tome en su mano y nos use.

La mano es la Palabra de Dios, su Voluntad.


El Sacapuntas


Cada vez que quiera hacer algo nuevo con nosotros, Dios nos sacará punta con Su sacapuntas

Experimentaremos el dolor o el sufrimiento cada vez que lo haga y pensaremos que nos está dañando o castigando. 

Son nuestras pruebas de santificación con las que dibujaremos algo grande.

Nuestro lápiz debe tener la punta afilada punta para que haga los mejores trazos, líneas y bocetos.

El sacapuntas es la Eucaristía, la Adoración.


La Goma de borrar


Cometeremos muchos errores, mucho borrones en la vida. 

Sin embargo, Dios tiene una goma de borrar con la que borrará todos los errores que cometamos.

Simplemente, los borrará y volveremos a escribir.

La goma de borrar es la Confesión.



La Mina


La parte más importante de nosotros como lápices que somos, es lo que llevamos dentro de nosotros: la mina.

Por fuera nos pueden rallar, quitar la pintura o morder, pero eso no es lo importante. 

Lo mas valioso está dentro de nosotros. Aquello que puede dibujar en el papel.

La mina es el don de la fe que nos da el Espíritu Santo.



El Trazo


En cualquier superficie que seamos usados por Dios dejaremos nuestro trazo, nuestra marca.

No importan las circunstancias o las condiciones, deberemos seguir escribiendo y dibujando.

Todos sabrán que pasamos por allí, todos verán nuestro dibujo.

La marca es el amor, el distintivo de un discípulo de Cristo.



La Rotura

Habrá momentos en la vida en los que personas o circunstancias nos partirán en uno o en varios pedazos.

Cuando eso suceda, podríamos pensar que no vale la pena seguir escribiendo o dibujando porque nuestra vida se ha roto.

Entonces, recordemos que con el sacapuntas podemos sacarle punta a los pedazos rotos de nuestra vida. y así, estaremos listos para escribir o dibujar más cosas con esos pedazos que cuando eramos de una sola pieza.

La rotura es la enfermedad, la muerte, el sufrimiento.






"Señor, hazme instrumento de tu paz
donde haya odio ponga amor
donde haya ofensa perdón
donde haya error ponga yo verdad

Donde haya tinieblas ponga luz
donde haya duda ponga fe
donde haya tristeza alegría

Oh mi Señor, ponga yo tu amor
Porque dando, yo recibiré
olvidándome te encontraré
comprendiendo al hombre te seguiré

Oh mi Señor, enséñame a querer
Porque dando, yo recibiré
olvidándome te encontraré
comprendiendo al hombre te seguiré

Oh mi Señor, enséñame a querer"

(San Francisco)

sábado, 22 de julio de 2017

¿RECONOZCO LA LLAMADA DE DIOS?

"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.

Pero ¿Cómo estar seguro de haber sido llamado por Dios?

Lo primero que quiero decir es que todos somos llamados por Dios. Todos recibimos su llamada. El apóstol Pablo escribe, animando a todos: "Os pido que caminéis de una manera digna de la vocación que habéis recibido." (Efesios 4, 1). Todos somos llamados a una vocación. Podemos huir de ella, pero no podemos escondernos de ella.

La conversación entre Pablo y Jesús, relatada en el libro de los Hechos, es bastante útil para conocer si hemos sido llamados por Dios. Pablo comparte su testimonio con el rey Agripa: Es una frase sencilla en la que podemos ver seis aspectos de cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús). 
Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Para conocer el plan de Dios para mi vida es necesario encontrarme con Jesús. Si no descuelgo y acepto la llamada, no puedo escucharle. El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte..."

Dios nos ha creado a cada uno con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión para servirle. Nos ha dado un papel protagonista a cada uno en su plan divino de salvación. Dios quiere que seamos santos como Él y se ha asegurado en ofrecernos todos los medios para conseguirlo. 

Cuando un soldado se alista en el ejército, se le da un rango y una función. 

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros.
Quizás algunos de nosotros hallamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 
Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Apartemos un rato diario de nuestra agenda y pongámonos frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo nos lo dirá. 

A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que me ha asignado?

3. Servicio: "...ministro..."

Un ministro es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús quiere que seamos sus ministros, sus servidores, sus instrumentos. Incluso hasta ser esclavos suyos.

Desgraciadamente, no todos los cristianos colocan a Jesús como el Señor de sus vidas, porque posiblemente piensan que es su Salvador, pero no su Señor. La Iglesia se ha convertido en un lugar de privilegio, en un club privado donde sólo hay "señores" que reciben pero no hay "servidores" que den.

Dios nos llama, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

¿Has entregado y consagrado, en calidad de esclavo, tu cuerpo y tu alma, tus bienes interiores y exteriores, tus buenas acciones pasadas, presentes y futuras, tu familia y todo lo que tienes, sin reservas ni excepciones a Jesús? 

Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio: "... y testigo..."

Un testigo es el que da testimonio. Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

¿Hemos asumido el papel de un testigo? ¿Nos molesta el hecho de que tantos en el mundo están luchando por encontrar esperanza? ¿Estamos buscando maneras de dar audazmente un relato de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación: "... de lo que has visto de mí..."

Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros?

Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se esconden detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. Pero ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verlo. Debemos experimentarlo. Y después no puedes callártelo.

Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento: "y de lo que te voy a mostrar"

Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe cambia porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.

Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre el plan y la voluntad divina. Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vas a contestar a Jesús?

miércoles, 28 de septiembre de 2016

TU TESTIMONIO NO TRATA DE TI





Vivimos en la época del narcisismo. Es la era de la auto-realización, la era de una carrera incesante hacia la perfección personal, la era de mostrarse al mundo uno mismo: redes sociales, tele-realidad, selfies… 

La sociedad actual se ha vuelto egocentrista, y con ella, también nuestra Iglesia. La Iglesia se ha vuelto auto-referencial, de mantenimiento y sólo se mira a sí misma, en lugar de hacia el exterior. En lugar de hablar de la existencia de Dios, de la verdad objetiva del Evangelio y la fiabilidad histórica de la Resurrección, muchos sacerdotes han pasado a sustituir las homilías por testimonios personales: lo que denomino "el yoismo"

Esta contextualización no es necesariamente mala. En una era posmoderna, los testimonios son, a menudo, muy poderosos a la hora de alcanzar almas para Dios, de acercarnos a los alejados. Los testimonios pueden ser una forma valiosa para compartir las buenas nuevas de Jesús. Pero en una sociedad en la que incluso los cristianos están sumidos en el individualismo, el hedonismo y la egolatría, nuestros testimonios pueden también sonar fácilmente como una historia de autobombo, de búsqueda de aceptación social. 

Incluso, algunos testimonios personales se reducen a esto: "¡Mira! Dios es grande, porque yo yo yo… ". No se trata de verdaderos “caminos a Damasco”, sino más bien, selfies espiritualmente polarizados, disfrazados de una pobre espiritualidad. 

"Testimonios selfies" 

Una caricatura exagerada de un testimonio auto-promocional podría ser: 

"Mi vida era un desastre. Era un completo caos. Solía ​​hacer esto, lo otro y lo de más allá. No te creerás algunas de las cosas que yo hacía. Ahora, he encontrado el significado de mi vida en la religión. Porque Jesús murió en la cruz para cambiar mi vida. Gracias a Dios ya no soy como antes. Ahora vivo una vida correcta. Me despierto con el propósito todos los días de amar al prójimo. Estoy en una ONG ayudando a los niños de África y eso da sentido a mi vida. No paro de trabajar, de viajar, estoy agotado..." 

Sinceramente, ¿esto es el Evangelio? ¿esto es hablar de Dios? Yo creo que no. Más bien, son experiencias de auto-ayuda narcisista que buscan la auto-promoción y la alabanza de otros y que se pueden encontrar en cualquier librería de unos grandes almacenes. 

No basta con añadir un toque de Dios. No basta con realizar actividades buscando nuestra propia satisfacción (material o espiritual) o nuestra gloria personal. Hace falta algo más. 

Narcisismo y Postmodernismo 

A medida que nuestra sociedad ha centrado el foco más en las vivencias y en los testimonios personales que en la verdad y en la alegría del Evangelio, la iglesia adaptándose al momento, los ha declarado correctos y los ha alentado. 

Pero las historias que a veces se cuentan, a menudo están cada vez menos centradas en Jesús y en su mensaje de amor. Con el fin de evitar el debate, nuestros testimonios habitualmente, se centran menos en la vivencia, experiencia y gloria de Dios y más en nuestras vidas exitosas y dignas de elogio. 

El problema es el cambio sistemático en el énfasis: alejado de Dios y más hacia nosotros mismos. "Dios es grande porque ... yo, yo, yo…" 

No. Dios es grande, porque es Dios. A Él le debemos toda la gloria y alabanza. 

Evangelio "light" 

Este nuevo "evangelio" de vidas aparentemente "transformadas" es un evangelio light con un mensaje descafeinado, fabricado a la medida porque está centrado en el hombre, que no es sino un planeta sin sol y los planetas no brillan por si solos. 

Parece que el mensaje es: "Compartir tu fe es fácil! Sólo debes contar tu historia. No necesitas saber mucho acerca de la Biblia, ni de Dios, ni de la Iglesia. Dios está para transformar vidas. Jesús vino a cambiar vidas". 

Esto es peligroso, y aunque es sólo parcialmente cierto, nos convierte en el centro del Evangelio. Ninguna de las afirmaciones anteriores es necesariamente mala, pero la auto-promoción repetida hasta la saciedad, separados de la gloria de Dios, que sustituye el Evangelio de Dios por una experiencia centrada en el hombre, no es correcta. 

Del verdadero mensaje a la idolatría 

Hemos sido creados para el culto, para adorar a Dios. Si no es a Dios a quien adoramos, adoramos a alguien o algo. O en muchos casos, nos adoramos a nosotros mismos. Damos testimonio al mundo acerca de cómo este o aquel método, retiro, circunstancia nos ha transformado y ha llenado todo nuestro ser. 

Parece que todos tenemos una historia que contar sobre nuestra vida, y nos parece única y especial. Seleccionamos y perfilamos los detalles que nos interesan, cortamos el resto y lo pegamos en nuestro testimonio. Pintamos una novela y conformamos una versión al más puro estilo "muro de Facebook". Exponemos sólo lo que nos hace ser admirados. 

¿Queremos que nuestro testimonio mueva al mundo a imitar a Jesús o a nosotros? ¿Queremos llegar al mundo? Entonces, ¿por qué jugamos su propio juego? ¿Por qué disminuimos el verdadero mensaje del evangelio hacia un evangelio testimonial, particular y luego tratar de vendérselo al mundo? 

Vidas transformadas en apariencia

Muchas religiones, filosofías, espiritualidades e incluso nuevas costumbres sociales cambian nuestras formas de actuar. Pero muchas de nuestras actividades o experiencias personales sólo buscan la propia auto-realización, esa que todos idolatran. 

Si nuestra vida ha cambiado, está bien, pero eso no es todo. 

El fin último de nuestra existencia es la gloria de Dios vivo, la cual nos debe hacer diferenciar claramente entre un testimonio secular de cambio de actitudes o costumbres y un cristiano que testifique realmente de Jesucristo. 

El testimonio mundano se centra en la propia forma y en el modo en que uno llega a cambiar, a pesar de los obstáculos en el camino, pero no en Dios. 

El testimonio cristiano se centra en la persona de Cristo: Una luz que nos hace caer de nuestro caballo, nos ciega y nos llama al arrepentimiento. Una verdad que nos libera de las esclavitudes y ataduras de este mundo. Un camino que nos conduce a ser testigos vivos suyos, a cargar con nuestra cruz y sufrir por su causa. Una vida que nos configura con Él: "Ya no vivo yo en mí. Es Cristo quien vive en mí".