¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

sábado, 14 de diciembre de 2019

EL REINO DE MARÍA, ESE GRAN DESCONOCIDO

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"Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; 
él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal". 
(Génesis 3, 15)

"El dragón se irritó contra la mujer, 
y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, 
a los que guardan los mandamientos de Dios 
y son fieles testigos de Jesús." 
(Apocalipsis 12, 17)

Hoy quiero hablar sobre el Reino de María, ese gran desconocido.

La Sagrada Escritura empieza y termina con la enemistad irreconciliable, interpuesta por Dios, entre la serpiente y la Mujer, entre su linaje y descendencia, entre el Dragón y la Iglesia de Cristo, entre María y el Diablo, entre los "hijos de la luz", servidores de la Santísima Virgen, y los "hijos de la oscuridad", secuaces de Lucifer, que durará y aumentará incluso hasta el fin de los tiempos.

María, Reina y Madre


La figura de la reina madre del Antiguo Testamento preanuncia proféticamente el título de la gran Reina Madre y Señora del Nuevo Testamento: María de Nazaret se convierte en la Reina y Madre en el Reino de Dios.

Resultado de imagen de beato angelico coronacion de la virgenMaría Santísima no es una madre cualquiera, dio a luz a Cristo, Rey de todas las naciones. Es Reina Madre de un Rey Salvador, que abre las puertas del Reino de Dios a todos los que escuchan Su Palabra y la cumplen.

El arcángel Gabriel anunció a María su título real en Lucas 1, 32-33 y en los siguientes versículos, su prima Isabel también lo reconoce (Lucas 1, 42-43).

La Iglesia de todos los siglos ha exaltado la Realeza de la Virgen y le ha aplicado el título de Reina de todo lo creado.

La Sagrada Liturgia, los Sumos Pontífices, los Santos y los fieles, en las letanías lauretanas han dado a la Santísima Virgen María el título de Reina y Señora de cielos y tierra.

Así, María, es Reina, Madre y Señora de todos los vivientes, supeditada a Cristo, que es Rey por naturaleza, porque todas las cosas fueron creadas por Él, en cuanto es Dios, y para Él, en cuanto es hombre. 

Por tanto, el Reinado de María demuestra por completo la unidad del Plan de Dios, la lógica de la economía de la gracia y de la economía de la salvación.

¿Por qué un reino de María?



Imagen relacionadaLa Santísima Virgen, en su Mensaje de Fátima, deja claro que la venida de su Reino traerá consigo una nueva plenitud y perfección para el mundo y para la Iglesia.

Después de una regeneración y purificación, el Reino de María será un acto de gran reconciliación y de clemencia de la Virgen, quien colmará al mundo de dones. 

El reino de María no es un reino aparte al de su Hijo. Es el mismo reino. Donde Jesús reina, María Su Madre reina también. Se trata de dos corazones eternamente unidos en el amor divino. 


Dios ha dispuesto que así fuese. María, lejos de usurpar el reinado de su Hijo, lo propicia. Ella es la más sumisa, la más fiel en el reino y por eso también la más exaltada.


¿Cómo será el reino de María?


San Luis María Grignion de Montfort explica en:

2.jpg- "El Secreto de Maríaque la santificación del alma sólo puede obtenerse por una gracia abundante, y para ello, por medio de la Santísima Virgen, Mediadora de la gracia.

-"El Tratado de la Verdadera Devoción" que el reino de Jesucristo sólo puede lograrse por el reino de María, es decir, por la práctica universalizada de una perfectísima devoción a la Santísima Virgen.

La tesis dogmática y profética de San Luis María Grignion de Montfort dice que "Si el reino de Cristo comenzó en el mundo por María, sólo por María llegará a ser real y llegará a su plenitud."

El reino de Cristo, por el reino de María 


Ut adveniant regnum Christi, adveniant regnum Mariae, 
(para que venga a nosotros el reino de Cristo, 
que venga el reino de María)
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Si el reino de Satanás comenzó con un árbol (del conocimiento), un hombre (Adán) y una mujer (Eva), el reino de Cristo triunfará sobre el de Satanás de la misma manera que se instauró el del demonio: por un árbol (la cruz), por el Nuevo Adán (Jesucristo), por la Nueva Eva (María).

María siempre prepara el camino a Su Hijo. La Virgen Santísima da a luz a Cristo en los corazones de todos sus hijos.

"Por la Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo, y también por Ella debe reinar en él." 

"Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del reino de la Santísima Virgen, que lo dio a luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda."

El reino de María, por la Consagración a Ella

El reinado temporal de María será un tiempo feliz,  una nueva era histórica en la que la gracia habitará en el corazón de la mayoría de los hombres, que serán dóciles a la acción del Espíritu Santo a través de la devoción a María.  
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Será el "tiempo de María", una representación de sus excelsas cualidades: un reino de humildad, de amor a Dios, de amor al prójimo, de fe, de esperanza, de pureza, de pobreza, de obediencia, de paciencia y de oración.

Junto al paulatino crecimiento de la devoción mariana, las continuas apariciones de la Santísima Virgen en los últimos siglos, se han convertido en una auténtica "sacudida espiritual" para el mundo. La Virgen nos avisa y nos prepara para la llegada de su hijo Jesucristo

Nunca antes, Nuestra Señora había ejercido, en tan poco tiempo, una influencia tan grande en la vida de los cristianos. 

Prueba de ello es que el 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII consagró oficialmente la Iglesia y el género humano a la Santísima Virgen, a su Corazón Inmaculado.

"María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo advenimiento de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo."

"Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maes­tra de sus manos, en estos últimos tiempos."

"Dios quiere que su santa Madre sea al presente más conocida, más amada, más honrada que nunca. "

"Brillará como jamás brilló, en misericordia, fuerza y gracia, lo que sucederá, sin duda, si los predestinados entran, con la luz y gracia del Espíritu Santo, en la práctica interior y perfecta que yo les descubriré en lo que sigue… "

"La Santísima Virgen tendrá más hijos, servidores y esclavos de amor que nunca, y que por este medio Jesucristo, mi querido Dueño, reinará en los corazones más que nunca."

"Se consagrarán enteramente a su servicio como sus súbditos y esclavos de amor…, y se entregarán a Ella con cuerpo y alma, sin reparto, para ser igualmente de Jesucristo".

El reino de María, por los apóstoles de los últimos tiempos 

San Bernardino de Siena dice: "Todos los dones, virtudes y gracias del Espíritu Santo son distribuidos por las manos de María a quien Ella quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere".

Para ello, dice San Luis que, en los últimos tiempos, el Altísimo y su Santa Madre, suscitarán un ejército de hombres y mujeres santos, de una santidad tal, que sobrepujarán a la mayor parte de los santos, como los cedros del Líbano aventajan a los pequeños árboles a su alrededor. 

100 ANIVERSARIOEstos "hijos de la luz", con sus palabras y con su ejemplo, llevarán a todo el mundo a la verdadera devoción y esto les habrá de atraer muchos enemigos, pero también victorias innumerables y gloria para el único Dios. 

Estos "apóstoles de los últimos tiempos" que, además de compartir su reino (sus cualidades), llenos del Espíritu Santo, serán instrumentos de la llegada del reino de Cristo.

"El reino de María será, en gran parte, realizado por 'los apóstoles de los últimos tiempos', los cuales, por la perfecta Devoción a la Santísima Virgen, realizarán su misión grandiosa."

Serán ellos como flechas agudas en las manos de María, purificados en el fuego de las grandes tribulaciones. Para los pobres y pequeños tendrán el buen olor de Jesucristo. Y para los orgullosos del mundo, un repugnante olor de muerte. Serán nubes atronadoras, sin apego a cosa alguna

El Señor de las virtudes les dará la palabra y la fuerza para hacer maravillas y alcanzar victorias gloriosas sobre sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y, lo que es mejor, sin preocupaciones. 

Tendrán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; en sus hombros ostentarán el estandarte ensangrentado de la Cruz; a la derecha, el crucifijo, a la izquierda, el rosario, en el corazón los nombres sagrados de Jesús y María.

En esa época, las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire. Y María reinará efectivamente en los corazones y en el mundo".

"Por fin, mi Inmaculado corazón triunfará"

jueves, 12 de diciembre de 2019

"SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR"

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"Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, 
que prefieren rezar de pie en las sinagogas 
y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. 
Os aseguro que ya recibieron su recompensa. 
Tú, cuando reces, entra en tu habitación, 
cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; 
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, 
que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. 
No hagáis como ellos, 
porque vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis 
antes de que vosotros le pidáis" 
(Mt 6, 5-8)


A menudo, me pregunto ¿cómo rezo? ¿es eficaz mi oración? ¿es sincera? ¿sé a quien me dirijo? ¿es escuchada por Dios? ¿me responde? ¿sé cómo debo rezar? ¿soy "resultadista"? ¿qué es la oración? ¿para qué sirve?

Creo que para responder a todas estas preguntas, primero tengo que pedirle a Jesús, como hicieron los discípulos: "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1). 

Entonces, al escucharle, medito sobre a quién me dirijo, cómo, dónde y cuándo lo hago, y qué digo.

¿A quién rezo?
Lo primero y lo más importante de todo, es que tengo que ser consciente de que cuando rezo, no me estoy dirigiendo a cualquiera. No estoy hablando de igual a igual. Estoy hablando con Dios Padre. Me dirijo al Creador de todo. 

Cristo, con la oración perfecta, el Padrenuestro, me enseñó cómo dirigirme a Dios como a un Padre que me ama, pero que, además, es mi mejor y más fiel amigo: "Padre nuestro que estás en el cielo" (Mt 6, 9-13).

La oración es una gracia que Dios me regala para comunicarme y relacionarme con Él, para que, a través de las inspiraciones de Su Espíritu, me suscite el conocimiento de su voluntad

Por tanto, es un privilegio que me concede, por el cual puedo hablar sincera y humildemente con Dios. Y siempre con sumo respeto, aunque con intimidad, familiaridad y espontaneidad. Como le habla un hijo a su padre.

Sabiendo a Quien rezo, tengo la certeza de que Dios siempre me escucha, como un padre escucha a su hijo amado. Aunque no siempre un padre concede todo lo que le pide su hijo, bien porque no es el momento o porque no es conveniente. 

Lo que sí sé es que un padre no le niega nada bueno a su hijo: "Todo lo que pidáis en la oración creed que lo recibiréis, y lo tendréis" (Mc 11, 24).

Otra cosa es cómo lo hago y qué digo.
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¿Cómo rezo?
Es importante que sepa que la oración no es una hoja de reclamaciones donde expongo mis quejas y peticiones. No es una lámpara mágica cuyo genio me concede todos mis deseos. Tampoco es una declaración de mis intenciones ni un manifiesto resultadista de mi voluntad.

Para que mi oración sea eficaz, debo rezar:
con una actitud de alabanza y obediencia: "Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino" (Mateo 6,10).  "Te alabo y te doy gracias, porque me has dado sabiduría y fuerza, me has manifestado lo que habíamos pedido" (Dn 2, 23).

- en acción de gracias: "Dad gracias en toda ocasión" (1 Tes 5, 18). "En toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias." (Flp 4,6).

en conformidad con Su voluntad"Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6, 10). "Ésta es la seguridad que tenemos en Dios: que si pedimos algo según su voluntad, nos escucha" (1 Jn 5, 14).

- con fe y confianza "Pedid con confianza, sin dudar nada" (Stg 1, 6). "Tened fe en Dios." (Mc 11,22-24).

en una disposición de súplica y arrepentimiento: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12)

- continuamente y sin desfallecer. San Pablo me exhorta a "Orad sin cesar" (1 Tes 5, 17). San Lucas me muestra "sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás" (Lc 18, 1).

- con un espíritu de perdón hacia los demás: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas" (Mc 11,25-26).

- en nombre de
Cristo: "Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el hijo. Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré" (Jn 14,13-14).

- en estado de gracia"Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder" (Stg 5,16). 

Es el poder de mi fe y de mi confianza en el Señor, y no la elocuencia ni la sabiduría o la longitud de mi oración, lo que agrada a Dios. 

Tratar de impresionar a Dios con mis palabras rebuscadas o con mi conocimiento de las cosas sólo es vanidad y no es eficaz ni correcto. 

Además, Dios sabe cuáles son mis necesidades y mis preocupaciones, incluso antes de que se las pida: "Vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis antes de que vosotros le pidáis" (Mt 6,8).

Otro impedimento que hacen mi oración ineficaz es pedir mal, con motivos equivocados y deseos egoístas: "Pedís y no recibís porque pedís para malgastarlo en vuestros caprichos" (Stg 4,3).

¿Qué pido?
Jesús me enseña a pedir por mis necesidades físicas y espirituales: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Mt 6, 12). "La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor lo restablecerá y le serán perdonados los pecados que haya cometido" (Stg 5, 15).

También, le pido a Dios que me ayude y me de fortaleza ante las dificultades y los problemas: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal" (Mt 6, 13).

Y sobre todo, le pido que aumente mi fe y mi perseverancia: "Yo creo. Ayúdame a creer más" (Marcos 9, 24). "Acrecienta nuestra fe"(Lc 17, 5).
Y
también pido siempre por los demás y por sus intenciones. 

Pido por los que sufren, por los que están angustiados, por las vocaciones, por los sacerdotes que conozco, por mi familia, mis amigos, mis hermanos y por todos los que llevo en mi corazón: 

"Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre celestial. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 19-20). 

"Pedid constantemente por todos los creyentes" (Ef 6, 18). 

"Si muchos piden a Dios por nosotros, muchos le darán gracias por los favores que nos concede" (2 Cor 1, 11).
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¿Dónde y cuándo rezo?
¿Cuál es el mejor momento y el mejor lugar para rezar? 
Lo ideal es orar ante el Santísimo Sacramento, en la Eucaristía, donde siempre me espera pacientemente.

Pero si estoy en cualquier otro lugar, basta con que disponga mi corazón y me concentre, para no distraerme. Por eso, es aconsejable que busque un lugar y un ambiente de recogimiento y de silencio.

El silencio es muy importante porque en él, habita Dios. Al Señor nunca le puedo encontrar en el tumulto, en el ruido, en la agitación. 

Por eso, debo imitar a Jesús, quien se retiraba siempre para orar al Padre: "Pero él se retiraba a los lugares solitarios para orar"(Lc 5, 16). "Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar"(Lc 22, 41). 

¿Cuál es el mejor momento para rezar? La Palabra de Dios me dice que "en todo momento"

Cuando estoy cansado, agobiado, preocupado o angustiado, descargo en Dios mis problemas, mis agobios y preocupaciones.

A Él se los dejo y, Él los acoge
con gusto y me alivia: "Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy afable y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11, 28-29).

P
ero también, cuando estoy bien y en paz, me acerco a Dios para darle gracias por todos los dones y regalos que me da, para alabarle y adorarle.

El Salmo 5 es una guía maravillosa para saber cómo dirigirme a Dios:

"Escucha mis palabras, Señor, atiende a mi gemido, 
oye la voz de mi lamento, Rey mío y Dios mío. 
A ti, Señor, te invoco; de mañana me escuchas, 
de mañana me dirijo a ti y me quedo esperando. 
Tú no eres un Dios que se complace en la injusticia, 
el malvado no puede ser tu huésped. 
Los soberbios no resisten delante de tus ojos, 
aborreces a todos los malhechores, 
llevas a la ruina a los mentirosos, 
al hombre explotador y fraudulento el Señor lo detesta. 
Mas yo, por tu infinita bondad, entro en tu casa, 
me postro hacia tu templo con toda reverencia. 
Guíame tú, Señor, por tu justicia, 
frente a mis opresores, allana tus caminos ante mí. 
Que se alegren en cambio los que en ti confían, 
que siempre estén alegres, porque tú los proteges; 
que se gocen en ti los que aman tu nombre. 
Pues tú, Señor, bendices al que es justo, 
como un escudo lo protege tu favor."

sábado, 7 de diciembre de 2019

EVANGELIZAR: ALGO MÁS QUE UN MÉTODO

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"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, 
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. 
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". 
(Mateo 28, 19-20)

Hoy quiero hablar sobre algunas claves en la evangelización. 

Dicen que "la fe se contagia por envidia" o "la fe se transmite por contagio". Lo cierto es que es un don de Dios que se transmite de persona a persona, por contacto, como una llama que enciende otra llama. Cuando vemos vidas transformadas, queremos transformar las nuestras tambiénEsto es lo que sucede en la evangelización. 

Pero la evangelización no es dar información, ni adoctrinar, ni hacer proselitismo. No es "hacer a otros de nuestro equipo". Evangelizar es transmitir la fe, no sólo con palabras, sino con "caricias".

Los cristianos estamos llamados a transmitir a otros lo que hemos recibido, a "contagiar" el amor de Dios, a través del amor que reflejamos a los demás en nuestra vida. 

Imagen relacionadaEs, primero, la fe vivida, un testimonio vivo de Dios en nuestra vida. Pero quizás tenemos un concepto desvirtuado de lo que es evangelizar. 

Evangelizar es dar a conocer a Jesús para que experimenten su amor y su misericordia. Pero a veces, damos por hecho que las personas conocen a Cristo.

Los nuevos métodos de evangelización (retiros de Emaús, Effetá, Amor Conyugal, las cenas Alpha, Anuncio, Lifeteen, Centinelas, etc.) son medios maravillosos y efectivos que Dios, a través de su Espíritu Santo, utiliza para derramar gracias abundantes sobre los corazones de los hombres.

Sin embargo, la evangelización, más que un método o estrategia, es un encuentro. Primero,  es un encuentro con Dios y, después también, con el prójimo.

La evangelización es, fundamentalmente, el anuncio (kerygma) del Evangelio, que por la gracia del Espíritu Santo, suscita la conversión de las personas a través del encuentro con Jesucristo Resucitado, quien nos conduce al Padre. 
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Una vez producido ese encuentro tras el anuncio de Jesucristo, la asignatura pendiente de la nueva evangelización es el post-kerigma. Es en este "después" donde existe algunos peligros o tentaciones que puede hacer ineficaz cualquier apostolado. 

Es la tentación que podríamos denominar "factor humano", es decir, los intereses personales, las vanidades humanas, las ansias de poder o las búsquedas de reconocimiento. Es cuando dejamos de reconocer la acción y el protagonismo del Espíritu de Dios, para apuntarnos nosotros las medallas.

Es el peligro de concebirla como un "modo de vida", un "montaje profesional de experiencias espirituales" o un "club de amiguetes cristianos". Es cuando la entendemos sólo como una actividad de "buenos propósitos", cuando hacemos “algo”, “a ratos”, “porque es lo que toca, pero que no nos interpela ni nos compromete. 

Es la tentación de hacer de la evangelización un "invento gaseoso", una "moda espiritual", una "fórmula mágica", una "montaña rusa" de sensaciones, vivencias o ilusiones "sentimentaloides". Es cuando la convertimos en efervescencia. 

Quizás deberíamos cambiar efervescencia por perseverancia, pasatiempo por compromiso, activismo por discipulado. Cambiar "factor humano" por "gracia divina".


Discipulado


La primer
a clave de toda evangelización es el discipulado. No podemos evangelizar eficazmente, si no hemos pasado antes por un proceso de discipulado. 

Resultado de imagen de dios camina con nosotrosNuestro ejemplo es siempre Jesús: Él formó a sus discípulos durante tres años antes de convertirles en apóstoles y enviarles a evangelizar el mundo.

Nadie puede mostrar a Cristo si no le conoce a fondo, si no es su amigo, si no tiene intimidad con Él, si no conoce sus palabras y sus obras, si no comparte mesa con Él.

Primero hemos de alimentarnos y formarnos de y en Cristo, para luego darlo a conocer a los demás.

Mediante el discipulado, la gracia de Dios sigue obrando en nosotros, aumentando
nuestra fe, alimentando nuestra esperanza y formándonos para servir a Dios y al prójimo.


Acogida


La segunda clave es la acogida. No podemos evangelizar sin imitar a Cristo, y no podemos imitarle, sin escuchar y acoger a otros.

La evangelización pierde todo su sentido si nos dedicamos al activismo, sin plantearnos si estamos preparados para acoger y recibir a las personas que han tenido un encuentro con Jesús pero no con la Iglesia.

Imagen relacionadaMuchas veces ocurre que las personas que han tenido una experiencia de Dios, buscan prolongar lo que descubrieron, lo que vieron y escucharon. Sin embargo, muchas veces, somos incapaces de ofrecérselo, ya sea por inacción o por omisión. 

Podríamos creer que nuestra labor evangelizadora finaliza con el anuncio del kerigma. Entonces, podríamos pensar que las personas que se acercan a Dios ya no son "cosa nuestra" para dedicarnos a preparar un nuevo ciclo. Grave error.

Las personas que han sido "evangelizadas" necesitan que un evangelizador las escuche, las acompañe y las apadrine. Así, cada evangelizador se convierte en padrino o una madrina espiritual, es decir, en apóstol que acompaña personalmente a otra persona en el camino hacia Dios.

Compromiso


La tercera clave es el compromiso. No podemos evangelizar sin comprometernos con Dios y con su Iglesia. Sin dar un "sí" definitivo y hasta el final.
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Evangelizar no es una tarea de "relleno", de "tiempo libre" o de "un rato". Es un rasgo identitario a tiempo completo de todo cristiano. Un cristiano es cristiano siempre y para siempre, pues asume un compromiso con Dios hasta el final. Lo demás, es tibieza.

Pero además, un cristiano no puede serlo el sólo. Necesita de una comunidad donde vivir y crecer en la fe. Donde desarrollar su amor y mantener su esperanza.

Evangelizar no es una labor de "francotiradores" que luchan en solitario. Por eso, el segundo compromiso de un cristiano es con la Iglesia, donde desarrollamos nuestra vocación de hijos de Dios y donde crecemos en el amor como familia cristiana.

viernes, 29 de noviembre de 2019

HOY TAMBIÉN NACES EN UNA GRUTA

“Habiendo nacido entonces el Niño en Belén, 
porque José no tenía en aquella aldea (kóme) donde alojarse, 
se alojó en una cierta gruta (spélaio) cercana a la aldea, 
y entonces, estando ellos allí, 
María dio a luz a Cristo 
y lo puso en un Pesebre, 
donde fue encontrado por los Magos provenientes de Arabia”.
(S. Justino de Nablús, 150 d.C.)

A principios del siglo I, Belén, Bet-Léjem, que en hebreo significa “casa del pan” (nombrada así por sus campos de trigo y cebada), era una aldea con poco más de mil habitantes que vivían de la agricultura y la ganadería. Fundamentalmente, rebaños de ovejas.

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En las afueras de Belén, existían cuevas naturales que los judíos aprovechaban como almacenes y establos para el ganado. 

La gruta en la que nació Jesús era una de ellas, ya que todos los alojamientos estaban completos debido al edicto de César Augusto, para que todos se empadronasen en sus lugares de origen: "Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada." (Lucas 2, 7).

Hoy, dos mil años después, finalizando el mes de novie
mbre, muchas ciudades del mundo engalanan sus calles con millones de luces, belenes y artículos decorativos que anuncian la Navidad.

Sin emb
argo, este signo externo y artificial sólo trata de recordarnos que es el momento de las compras, del viernes negro del consumo, del mes de los regalos, de la lotería, de la celebración de opíparas cenas familiares y de comidas de empresa. Para muchos, esto es la Navidad.

Hoy, com
o hace dos mil años, Jesús, no tienes sitio donde nacer. Vienes a un mundo que no te espera, que te ha dado la espalda y que te niega un sitio donde reclinar la cabeza. 

Hoy, como hace dos mil años, Señor, naces en una gruta, alejado del ruido y del tumulto materialista, tan sólo en la presencia de los pobres de espíritu y los humildes de corazón. 

Hoy, como hace dos mil años, Cristo, naces en silencio y te haces presente en la Adoración Eucarística, haciendo que nuestras capillas de Adoración repartidas por el mundo, se conviertan en grutas luminosas y alegres. 

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a los ángeles, queremos adorarte, alabarte y darte la bienvenida. 

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a tu Madre, la Bienaventurada, queremos meditar tu llegada y guardarte en nuestros corazones.

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a San José y el res
to de los Santos, queremos ser lámparas del Sagrario y darte gloria por los siglos de los siglos. 

Como pastores humildes, nos acercamos a tu gruta para ver tu rostro y tu divinidad.  Como magos fieles, nos acercamos a regalarte nuestras ofrendas. 

Aquí en la gruta del Santísimo, Jesús, Rey del Universo, el Hijo amado en quien el Padre se complace, queremos escucharte. No permitas que nos apartemos de ti. 

Aquí en la gruta del Santísimo, Jesús, nos presentamos ante tu poderosa presencia, para que nazcas cada día en nuestros corazones, sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
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Aquí en la gruta del Santísimo, nos postramos ante tu magnánima persona para decirte que nos basta con saber que estás aquí, encerrado en una urna de cristal.

Y aunque tardes un poco en regresar, haz que no nos cansemos de esperar.

Nos basta con saber que estás aquí, aunque no se te oiga respirar y ni siquiera el corazón latir, nos basta con tu nombre pronunciar.

Nos basta con saber que estás aquí, preparándonos una eternidad, aunque tengamos antes que morir, para poder después resucitar.

Nos basta con saber que estás en nosotros y que nada nos puede separar, ni la angustia, ni el hambre, ni el sufrir, ni el peligro, la espada o la precariedad.

Nos basta con saber que estás aquí y que eres el principio y el final, que te obedece el tiempo y el sol sale para Ti, que das orden al viento y deja de soplar.

Nos basta con saber que estás aquí y que pronto nos hemos de encontrar, que nuestra travesía tiene un fin y Tú estás esperando en la orilla del mar.

Nos basta con poder decir que sí, y darte nuestro permiso para entrar, que tu palabra se haga carne en nosotros y que se cumpla así en todo Tu voluntad.

Nos basta si al morir podemos decir que todo se ha cumplido y exhalar el último suspiro inclinándonos hacia Ti para rendir nuestro espíritu y luego volar.

Nos basta porque sabemos que si te basta a Ti, nos bastará aquel día poder escuchar que pronuncias nuestro nombre para bendecir y olvidas todo lo que pudimos hacer de mal.

Sólo Tú, nos bastas...