¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 13 de noviembre de 2022

¿QUIEN SOY YO...?

"No soy yo el que vive, 
es Cristo quien vive en mí" 
(Gal 2,20)

Los cristianos, a menudo, somos acusados, atacados y criticados, incluso por nuestros seres queridos más cercanos. Pero es importante comprender que nuestra labor no es defendernos de esos ataques, como Jesús tampoco se defendió de quienes le acusaban. 

Si me defendiendo con mis medios naturales y con argumentos humanos, evito que Dios me defienda con sus medios sobrenaturales y con sus argumentos divinos. ¿Quién soy yo para tratar de limitar la obra de Dios?

Porque además, defenderme supone renunciar a la purificación que Dios quiere hacer en mi vida. Él quiere configurarme, modelarme y asemejarme a su Hijo, pasando por la oscuridad del Calvario y de la Cruz para llegar a la gloria de la Resurrección.

Dios en su infinita misericordia, me purifica y me humilla, como Él mismo asumió en su hijo Jesucristo. Yo no puedo buscar la gloria, que sólo a Él pertenece. Por eso, Dios ha querido compartirla conmigo gracias a la redención. ¿Quién soy yo para buscar la gloria que no me corresponde?

Nuestra vida cristiana se desarrolla como los misterios del Rosario: en ella hay gozosos, dolorosos, luminosos y gloriosos pero todos terminan con “gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Cada día vivimos un misterio. He comprendido que toda mi vida no puede ser siempre alegría, sufrimiento o claridad sino que se entremezcla con gozo, dolor y luz... para la gloria de Dios.

Mi vocación como cristiano es ser portador de Cristo. Estoy llamado a irradiar a mi Señor, de forma que sea como un espejo en el que le reflejo para el mundo. No me reflejo yo ni mis méritos. La gloria y los reconocimientos son para Aquel que murió por mi. Y como Juan el Bautista, disminuyo para que Cristo crezca en mí. O como Pablo, muero a mi mismo para que Jesús viva en mí.

Jesús no envió a sus apóstoles a enseñar ideas o teorías abstractas, ni siquiera doctrinas. Les envió a testificar lo que habían visto y oído: la fe en Cristo. Sin embargo, a veces, yo estoy más preocupado en enseñar doctrina, en mostrar ideas, en "hacer" cosas, que en testimoniar a mi Señor y comunicar vida. ¿Quién soy yo para enseñar doctrina?

Para crecer en la vida de Dios, antes debo haber nacido del Espíritu Santo. Para evangelizar y testificar la muerte y resurrección de Cristo, debo presentar a una persona que da vida en abundancia y no una doctrina a cumplir.

Nadie puede cumplir los mandamientos de Dios sin antes conocer al Dios de los mandamientos. Nadie puede ser cristiano si antes no ha experimentado el amor hasta el extremo que ofrece Cristo. ¿Quién soy yo para hablar de oídas, para hablar de Alguien sin haberlo experimentado?

Lo esencial al proclamar a Jesús no es tanto hablar bien de Él, sino dejarle actuar en todas las circunstancias de mi vida con el poder de su Espíritu. El Evangelio no es un conjunto de palabras, ideas o doctrina, es una persona, es “poder y fuerza que vienen de lo alto” y se manifiesta entre nosotros. No sirve de nada hablar maravillas de Él si luego no le dejo actuar a través mío en mi día a día. ¿Quién soy yo para actuar y dirigir según mi razón y mi lógica humanas?

Evangelizar significa proclamar con valentía y eficacia que "Jesucristo vive" con el testimonio de mi propia experiencia y sustentado por el poder del Espíritu Santo.

Toda la lógica y la pedagogía de la fe consiste en aceptar que yo no soy quien dirige la acción, ni controlo la situación ni analizo los resultados. Es Dios quien hace todo.

Toda metodología evangelizadora eficaz consiste en que sea lo suficientemente permeable y dócil para que el Espíritu de Dios actúe y vivir en un Pentecostés constante, en lugar de una racionalización permanente. El mundo está cansado de racionalismos y de teorías literarias. Tiene hambre de palabras vivas y eficaces, tiene sed de Dios.

Es lo que les ocurrió a los dos de Emaús: empezaron a darle una conferencia teológica y cristológica al propio Jesús, a quien ni siquiera reconocían. Le contaron los hechos, palabras y milagros que realizó durante su vida en la tierra. Le narraron su pasión y muerte en la cruz. 

Pero cuando llegaron a la resurrección, no pudieron contar su propia experiencia, su propio testimonio sino que se limitaron a repetir lo que unas mujeres decían que unos ángeles habían dicho.

En la vida de un creyente ocurre algo parecido. Oímos a otros repetir lo que los hagiógrafos han escrito, lo que teólogos han definido, lo que los santos han dicho o lo que aprendieron en sus clases, pero no su experiencia real de la resurrección de Cristo. 

Todos los cristianos estamos llamados a ser testigos de lo que predicamos, a experimentarlo en nuestras propias carnes, en nuestras propias vidas, porque si no ¿Qué sentido tiene repetir como papagayos lo que hemos aprendido, oído o leído pero no hemos vivido?

Muchas veces trabajamos a la luz de las velas del altar en lugar de hacerlo con la luz poderosa de quien se encuentra en el centro del altar: Jesucristo, la “luz del mundo”.

Un verdadero cristiano, un verdadero evangelizador testimonia personalmente su propia experiencia de salvación, y da fe de que Jesucristo ha resucitado y está vivo porque ha tenido un encuentro personal con Él y por eso, “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20).

Un verdadero cristiano, un verdadero evangelizador no habla de Jesús sino que lo presenta vivo ante los que le escuchan, alumbra a otros con su testimonio de vida para que Cristo les deslumbre con su gloria y así le reconozcan. ¿Quién soy yo para intentar equipararme a mi Maestro?

No se trata de lucirme ante los demás ni de mostrarme a mí para deslumbrar al mundo sino de mostrar a Cristo para que Él ilumine el camino. Y para ello, debo dejar que Él viva en mí, dejar que se haga presente y actúe en mí vida.

¿Quién soy yo? 

"Siervo inútil, he hecho lo que tenía que hacer
(Lc 17,10)

"Esclavo que obedece a Cristo y a mis jefes con respeto y temor, 
con la sencillez de mi corazón. 
No por las apariencias, para quedar bien ante los hombres, 
sino como esclavos de Cristo que hacen, de corazón, lo que Dios quiere, 
de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres"
(cf. Ef 6,5-7; Col 3,22-23)

domingo, 31 de julio de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): DADLES VOSOTROS DE COMER

"Dadles vosotros de comer"
 (Mt 14,13-21)

Jesús deja perplejos a sus discípulos (y a nosotros) cuando les pide que alimenten a cinco mil personas con tan sólo cinco panes y dos peces. Contrariados, los discípulos se debieron mirar unos a otros sin entender nada, quizás pensando que el Señor no era consciente de la situación o que se quitaba de en medio: "¿Por qué nos habrá dicho esto el Maestro, si él sabe perfectamente que nosotros no somos capaces de hacer lo que nos pide?...." ¿O quizás sí? 

"Dadles vosotros de comer"... es la gran misión que el Señor les (nos) encomienda: la primera palabra que les (nos) dice es "dadles", es decir, servidles, compartid con otros lo poco que tenéis (tenemos).

Cuántas veces, como los discípulos, le he dicho a Dios en alguna ocasión: pero ¿Cómo voy a hacer eso?, ¡es imposible! Y es que ahí esta el quiz de la cuestión. La pedagogía divina es perfecta: justa y compasiva. Jesús nos dice: "Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Sin Cristo, evangelizar es imposible. Sin Dios, no hay milagro posible.

En Mateo 28,19-20 nos repite (de otra forma) "Dadles vosotros de comer"... cuando nos encarga ir y hacer discípulos, enseñándoles a guardar todo lo que nos ha mandado. Pero además, nos asegura que estará con nosotros "todos los días, hasta el final de los tiempos". Si no estuviera, poco podríamos hacer...

Tampoco es casualidad que el Salmo 118 nos recuerde "Instrúyeme, Señor, en tus decretos". Los discípulos siguieron a Jesús durante casi tres años para instruirse en las palabras del Maestro, para entender e interiorizar su mensaje...con un objetivo: llevarlo hasta los confines de la tierra.

Para dar de comer a otros, para mostrar a Cristo a los demás, primero tengo que saber quién es y qué quiere; tengo que conocerlo; mantener una relación íntima y estrecha de amistad con Él; instruirme en sus mandamientos. Esa es la pedagogía de Dios. Sólo escuchándole para conocer su voluntad, sólo sabiendo qué quiere de mí...podré "dar de comer" a otros.
Es mi fe en Cristo (y no mis medios) la que me da acceso a los recursos ilimitados de Dios. Jesús quiere, en primer lugar, corregir mi tendencia (más bien, mi mala costumbre) a quitarme de en medio (o a quitar a otros de en medio) y que otros se hagan cargo de asumir y solucionar los problemas. 

Y en segundo lugar, quiere que sea coprotagonista con Él y no mero espectador de la escena: me pide que ponga mi voluntad, mi (in)capacidad, mi pobreza, a Su servicio; que de lo que tenga, aunque sea poco. Él hará el resto. 

Por eso, Dios como buen Padre que es, me desafía, me pone a prueba continuamente (como a los apóstoles) para que entienda que sus proyectos no se consiguen con medios humanos, ni gracias a mis fuerzas o capacidades, sino por la acción del Espíritu Santo. 

Dios quiere siempre que busque en Él, en sus mandamientos, en su Palabra, en su voluntad, los recursos que yo no posee. Sólo así, sucede el milagro, y yo podré ser testigo de ello.


JHR

viernes, 25 de junio de 2021

EVANGELIZAR "A LA MANERA DE CRISTO"

"Así nos lo ha mandado el Señor: 
Yo te he puesto como luz de los gentiles, 
para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" 
(Hechos 13,47)

El mundo se halla inmerso en una gran transición sociocultural, económica, política e ideológica. En definitiva, nos hallamos ante una transformación a todos los niveles (globalización) que se nos "vende" como luz pero que es oscuridad. 

La vivencia espiritual ha dejado paso a una experiencia secularizada en la que los valores morales han quedado arrinconados en favor de la permisividad, el individualismo, el pragmatismo, el laicismo, el materialismo y el relativismo. Dios apenas entra en ningún plan humano y el cristianismo parece haber perdido toda su relevancia.

Mientras, muchos cristianos se han "fosilizado", asumiendo un complejo de inferioridad social y transformando su experiencia religiosa en una vivencia privatizada, íntima y personal en sus "guetos parroquiales". La catolicidad de la Iglesia ha dejado de ser una de sus principales características en favor de una introspección temerosa de "ir y hacer discípulos".

Por tanto, urge, más que nunca, la re-evangelización del mundo. Y por ello, los Papas, durante más de setenta años, vienen exhortando sobre la imperiosa necesidad de la "Nueva Evangelización", recordando que es un compromiso que debe asumir todo bautizado con la ayuda del Espíritu Santo. 

Sin embargo, es comprensible que nos preguntemos ¿Cómo podemos evangelizar a un mundo completamente descristianizado y que rechaza a Dios?

Para responder a este gran reto, la actitud evangelizadora no puede estar basada en métodos obsoletos que causan rechazo o en esquemas desfasados que ya no funcionan. No podemos seguir desgastándonos con una apologética que no convence, ni con un proselitismo que no llega, ni tampoco "imponer doctrina a golpe de martillo en forma de cruz". 

Se trata de evangelizar a "la manera de Cristo":
La "manera de Cristo" implica una renovación pastoral que coloque al Señor en el centro, que pase del mantenimiento y la conservación, de la nostalgia y la seguridad, del intimismo y de la subsistencia a una dimensión orgánica, misionera, global, aperturista, atractiva y comprometida de cada parroquia con las necesidades del mundo que la circuncida.

La "manera de Cristo"  significa una renovación estructural que mantenga las puertas de la Iglesia siempre abiertas de par en par: puertas giratorias...para salir y entrar, para enviar y recibir, para ir y acoger; parroquias que actualicen sus catequesis, métodos, lenguajes y voluntariados para hacerse mucho más cercana a las realidades existenciales del siglo XXI.

La "manera de Cristo" supone una renovación personal que evangelice "de persona a persona", "de corazón a corazón", no tanto por lo que decimos o hacemos, sino por lo que somos; que ofrezca un testimonio vital y una escucha atenta; que muestre una acogida cálida y auténtica; que manifieste una coherencia y una corresponsabilidad en todo.

La "manera de Cristo"  comporta una renovación conceptual que proclame que la fe no es creer en algo, sino en Alguien: Jesucristo; que la fe no es cumplir normas sino hacer una realidad cotidiana a Dios amor; que la fe no es asistir a misa sino vivir en coherencia; que la fe no es sentimentalismo sino vitalidad y pasión; que la fe siempre está en búsqueda, alimentada por dudas y certezas; y sobre todo, que la fe es gratuita y es para todos, como dice San Pablo a los Romanos:

"En efecto, no hay distinción entre judío y griego, 
porque uno mismo es el Señor de todos, 
generoso con todos los que lo invocan, 
pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. 
Ahora bien, ¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; 
¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?;
¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 
y ¿Cómo anunciarán si no los envían?" 
(Romanos 10,12)

jueves, 24 de junio de 2021

VÍCTIMAS DEL RESULTADO


"Por nosotros precisamente se escribió 
que el que ara debe arar con esperanza 
y el que trilla con la esperanza de tener parte en la cosecha."
(1 Corintios 9,10)

Nuestro mundo mercantilista y competitivo nos impone la obtención de resultados inmediatos y nos exige la rendición de cuentas. Lo que importa son las cifras, los números, los beneficios... en definitiva, el éxito/triunfo. 

A menudo, se nos impone la máxima resultadista de que "el fin justifica los medios", y además, la cortoplacista del "aquí y ahora". Sin embargo, buscar resultados sin fijar un contexto de tiempo y un sentido de lo que hacemos, no conduce a alcanzar la meta verdadera, pues nuestra búsqueda insaciable del resultado nunca llegará a ser "ni suficiente ni perfecta". 

Los cristianos también nos hemos convertido (quizás, a la fuerza y sin darnos cuenta) en víctimas del resultado, sobre todo, cuando acometemos actividades evangelizadoras:
¿Cuántas veces estamos más pendientes de los frutos de un retiro o de los resultados de una catequesis que del propio sentido evangelizador y misionero?
¿Cuántas veces estamos más pendientes de "hacer" que de "ser"? 
¿Cuántas veces estamos más pendientes de la conversión de otros que de la nuestra?
¿Cuántas veces estamos más pendientes de "lo accesorio" que de "lo importante"?
¿Cuántas veces estamos más pendientes de "ser Dios" que de "dejar a Dios ser Dios"?
Lo que hacemos, ¿lo hacemos por amor a Dios y a los demás o lo hacemos por egoísmo, por gula espiritual o por afán de reconocimiento?
Esta tentación del resultadismo/cortoplacismo nos impide concentrarnos en el proceso del servicio humilde y obediente al que todo auténtico cristiano debe aspirar, para enfocarnos en un estado orgulloso y vanidoso, cuando todo sale de acuerdo a nuestro plan, o en un estado frustrado y colérico, cuando no sale cómo habíamos proyectado.
Entonces… ¿Cómo podemos los cristianos dejar de ser “resultadistas” y "cortoplacistas"? 

Es cierto que no es tarea fácil superar esta tendencia tan humana, pero lo que sí podemos hacer es plantearnos las preguntas adecuadas sobre nuestra actitud evangelizadora, en lugar de dejarnos condicionar por el resultado final:
¿Amo de verdad a los demás o me transformo en un autómata de la conversión? ¿Sirvo a los demás como debo o fuerzo situaciones para conseguir "mis" objetivos? 
¿Miro a los demás con la mirada de Cristo o con la mía? ¿Confío en Dios o en mis capacidades? 

Cuando las cosas no suceden como yo quiero o deseo ¿me abandono en la voluntad del Señor o me frustro? ¿Comprendo y acojo a los demás o les impongo mis razones, mis creencias, mis convicciones...?  
¿Escucho y perdono a otros o les exijo y obligo que acaten mis ideas? ¿Soy consciente de los problemas y las circunstancias de los demás o intento que asuman mis imposiciones a toda costa?
¿Acepto a los demás o pretendo que me acepten? ¿Comprendo y acojo a otros o les prejuzgo y etiqueto? ¿Proclamo la Verdad o impongo "mi" verdad moralista e interesada?

¿Me abro al corazón de otros o me encierro en mi circunstancia? ¿Contagio mi amor o exijo mi autoridad? ¿Soy ejemplo de coherencia cristiana o de doble rasero? ¿Me dejo amar por Dios y por mi prójimo o impongo mi "dignidad superior"? ¿Siembro o intento cosechar?

 

Cristo nos da todas las respuestas en su Palabra y lo hace, a menudo, con parábolas. En la parábola de la vid y los sarmientos de Juan 15,1-8 nos dice que Él es la verdadera vid y el Padre, el labrador. Nosotros, sarmientos que debemos permanecer en Él. Sólo así daremos fruto abundante porque sin Jesús no podemos nada. Sólo así, lo que pidamos se nos concederá. Sólo así, seremos discípulos suyos.

En la parábola del hijo pródigo de Lucas 15,1-32 vemos que el Padre no lleva cuentas de todo lo que ha hecho mal su hijo menor, como tampoco de todo lo que ha hecho bien el mayor. Dios no calcula los méritos de cada uno porque todos nuestros dones y capacidades nos los ha dado Él. Tan sólo desea que estemos a su lado, para abrazarnos, para que nos dejemos amar por Él, para celebrar una fiesta y para que seamos felices a su lado. 

El amor de Dios depende poco (nada) de lo que nosotros hagamos. El Señor nos quiere porque somos sus hijos amados, no por lo que hacemos o por lo que dejamos de hacer. Nada de lo que hagamos o de lo que dejemos de hacer, bueno o malo, podrá separarnos de Su amor.

Por tanto, a nosotros nos toca ser creyentes confiados y no resultadistas, discípulos esperanzados y no cortoplacistas, cristianos enamorados y no interesados. Somos sarmientos unidos a la vid, que es Cristo.


JHR

lunes, 22 de marzo de 2021

EVANGELIZACIÓN: DE "GASOLINERAS" A "ÁREAS DE SERVICIO"

"Así nos lo ha mandado el Señor: 
Yo te he puesto como luz de los gentiles, 
para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" 
(Hechos 13,47)

Seguimos afrontando el mismo y, a la vez, siempre nuevo desafío de la Iglesia Católica: la evangelización. A pesar de que hay un gran impulso del Espíritu Santo para llevar almas a Dios, en general, seguimos teniendo poco espíritu misionero, poco deseo evangelizador.

Haber nacido cerca de la meta no presupone que hayamos ganado la prueba. La Iglesia existe para evangelizar y si no lo hace, no es Iglesia. Los católicos existimos no para esperar a otros, sino para ir a buscarlos, ponerles en carrera y ayudarles a cruzar la meta.

Evangelizar no es un "entrenamiento" de los sacerdotes ni un "ejercicio" de unos pocos "locos". Es la misión de todo seguidor de Cristo y no valen los pretextos: "no estoy en forma", "no estoy preparado" o "no estoy capacitado". Tampoco vale guardarla en el "cajón de las cosas pendientes y difíciles" ni "dejarla para mañana". A Cristo no le valen nuestras excusas.

Yo creo que el reto de muchos católicos es precisamente ese, que ven la evangelización como un trabajo penoso y duro, sólo para los que están en forma. Sin embargo, la evangelización es algo mucho más sencillo y bonito: es pasión y alegría por el descubrimiento de Jesucristo. 

La evangelización es ese "amor primero" que hace palpitar el corazón de forma acelerada, que hace tener una sonrisa continua en los labios y que impulsa a contárselo a todo el mundo. La evangelización es "sentir mariposas en el estómago".

Conversión personal
Como deciamos, evangelizar es una idea que no entusiasma a los católicos en general, es una asignatura pendiente que se nos "atranca" y nos cuesta aprobar, debido a varias razones:

-al "santo titubeopor el que pensamos que la fe es algo personal y que no debe imponerse a nadie. 

-al "temor acomplejado" ante un mundo que nos impone bajo amenaza "encerrar la fe" y nos impide la distinción entre cristianos y agnósticos.

-a la pérdida de entusiasmo y de pasión por Cristo ante una "fe cultural, complaciente y puntual" que cubre las necesidades espirituales más básicas y que nos impide pensar más allá de nosotros.

-a la falta de "mentalidad evangelizadora", que está perdida, olvidada o anestesiada por la comodidad, el materialismo y el relativismo.

Sin embargo, para acabar con los titubeos, temores y complejos, con la falta de entusiasmo y pasión, y construir una mentalidad evangelizadora, no es suficiente con establecer planes, métodos o retiros que favorezcan la conversión (o re-conversión) de otros. Antes de nada, es necesaria la conversión del evangelizador.

Ocurre que en muchas ocasiones, los evangelizadores somos "personas espejo" que nos miramos y sólo nos vemos a nosotros mismos reflejados, cuando deberíamos ser "personas cristal" que miran a través y ven un mundo más amplio, un gran campo de actuación.
Las "personas cristal" que evangelizan, ven más allá de sus propias necesidades, contagian su entusiasmo y animan a unirse a ellas, a un mundo que mira hacia el suelo, que está desesperanzado, que está perdido y a oscuras.

Las "personas espejo" que no evangelizan o que "creen" evangelizar, quieren que todos se parezcan a ellas, piensen como ellas, actúen como ellas y se "nieguen" a cambiar como ellas. En realidad, no tienen pasión porque les falta fe, no creen "del todo" en Dios.

Conversión comunitaria
Las personas están configuradas según la identidad de sus parroquias. Y, por tanto, también es precisa la conversión de la parroquia. Las "personas espejo" suelen acomodarse (aunque no por mucho tiempo) en "parroquias gasolinera", es decir, "parroquias de mantenimiento" a las que se va a repostar, a consumir en la tienda en "productos de impulso", pagar y marcharse para, quizás, no volver a pasar nunca más por allí, por lo que muchas, son cerradas y abandonadas.
Sin embargo, las "personas cristal", junto con el "encargado", replantean esas "parroquias gasolinera" para convertirlas en mucho más, en "parroquias área de servicio". Estas parroquias misioneras ofrecen muchos más "servicios extra" que el simple repostaje o mantenimiento: centro de información, "take away", supermercado, farmacia, parque infantil, lavadero de coches, taller de chapa y pintura, concesionario de coches, restaurante y hasta hotel. 
Estas parroquias son "zonas de servicio y de descanso", donde sus empleados muestran un deseo sincero de acoger y servir con una sonrisa a todo aquel que se acerque pero que también salen de "su área" para buscar nuevos clientes. Los clientes se sienten queridos y atendidos y se quedan ellas para volver a hacer lo mismo que han visto hacer a los empleados.

Es urgente y necesario que nos replanteemos qué modelo de parroquia tenemos y qué modelo queremos. Si nos conformamos con cubrir nuestras necesidades o si, por el contrario, queremos cubrir las de otros. Si elegimos este último, comprobaremos de primera mano que al dar recibimos mucho más de lo que aportamos, y que al servir cubrimos a la vez nuestras propias necesidades.

Del "mantenimiento" a la "evangelización"
Evangelizar es convertir parroquias de mantenimiento institucional (necesidades de la comunidad) y personal (necesidades de la individualidad) en parroquias misioneras (necesidades del mundo). Es pasar de la "prisión" a la "misión".

Evangelizar es salir de nuestras zonas de confort, de nuestros egoísmos personales, de nuestros hábitos rutinarios y de nuestras comodidades para "implicarnos" en la vida de los demás. Es "ensancharse" en lugar de "encogerse".

Evangelizar es abrir las puertas de par en para para recibir y para salir, no para "llenar bancos" sino para hacer discípulos. Es "complicarnos" la vida para "simplificar" las de otros. Es vivir para otros y no para nosotros. Es dar sin esperar recibir a cambio.

Evangelizar es establecer una "mentalidad evangelizadora de máximos" y no de mínimos. Es enseñar y compartir la fe. Es vivir el Evangelio en la práctica y no sólo en la teoría. Es una conversión del corazón y de la mente.

Evangelizar es pasar de personas espejo a personas cristal, de parroquias gasolinera a parroquias área de servicio. Es cambiar de actitud, no de doctrina. Es cambiar de corazón, no de cuerpo. Es "mirar hacia afuera y no hacia adentro".
Evangelizar es adoptar una cultura de invitación y no de rechazo: primero por parte del liderazgo y después, extendido a toda la comunidad. Es salir del "intimismo" a la "universalidad", de la "individualidad" a la "catolicidad".

Evangelizar no es organizar eventos sociales sino llevar a los hombres a Cristo. No es "hacer cosas por hacer" sino con un propósito más hondo; no es un servicio social de "comedores sociales o supermercados parroquiales" sino con una caridad más profunda: mostrar el amor de Dios a través de la unión a su Iglesia, a la comunidad cristiana, a la parroquia.

Evangelizar no es esperar a estar capacitado y preparado para ponerse "en acción" sino salir al mundo para descubrir lo que Dios quiere que hagamos. Es "activarse" con los "inactivos". Es formarse mientras se discipula, es crecer en la fe mientras se comparte.

Evangelizar es dejar de discutir con otros por lo que nos separa y ver lo que nos une. Es ir al encuentro del hijo pródigo para que regrese a la casa del Padre. Es abrir los brazos para fundirse en el amor y celebrarlo juntos.

Evangelizar es un modo de vivir, de interesarse de verdad por los demás, de "jugársela" y "desgastarse" por ellos. Y es, en último término, es obedecer una orden directa de Jesús: "Id al mundo y enseñarles lo que yo os he enseñado".



JHR

lunes, 5 de octubre de 2020

DESDIBUJANDO LA EVANGELIZACIÓN

"¡Qué necios y torpes sois 
para creer lo que dijeron los profetas!"
(Lucas 24,25)

Me preocupa ver cómo muchos díscipulos de Emaús, conversamos y discutimos el modo de revertir la situación que vivimos, con el propósito de seguir organizando retiros, cueste lo que cueste y pese a quien pese. 

Los métodos de nueva evangelización, cuando no se entienden o se tergivesan, suelen desdibujar la fuerza evangelizadora y mundanizar el poder del anuncio salvador al intentar evangelizar sin docilidad a la gracia, al rebelarse a la voluntad de Dios, al negar el protagonismo del Espiritu Santo, al dar más valor al medio que al fin, al pensar que todo es válido o al querer hacer las cosas "por nuestra cuenta"

Recurrimos a la "voluntad propia" para convencernos de que servir a Dios implica estar en un frenético activismo (que resulta "poco evangelizador"), con el que intentamos aplacar un desordenado ansia de espiritualismo que no conduce a ningún fruto. 

Apelamos a la "creatividad humana" como un elemento generador de resultados a nuestro gusto, como si Dios necesitara de nuestra originalidad para que sus "cepas" den uvas y buen vino. 

Si algo he aprendido en estos años sirviendo a Dios, labrando en su viña, es que yo me limito a trabajar cuando el Dueño me lo dice y lo único que está en mis manos es regar, abonar y cuidar la viña. El Señor es quien "crea", quien hace florecer y quien produce fruto. Dios no me pide estrategias empresariales ni campañas creativas...lo único que me pide es ¡Confianza! ¡Fe!
Por tanto, tratar de ser "creativos", tratar de ser "originales" se convierte en una peligrosa tentación que nos puede arrastrar a "querer ser como Dios" y a tratar de "crear cosas" al "modo del mundo". Nos puede llevar a que, queriendo evangelizar al mundo, terminemos "mundanizando el Evangelio". Y nosotros no somos "empresarios del Evangelio", ni "vendedores de cielo", ni "filántropos de la fe". Ni tampoco los "dueños de la viña". 

Por todo ello, Cristo nos recrimina nuestra actitud desconfiada, llamándonos ¡hombres de poca fe! ¡torpes y necios! Nos reprende porque no quiere "creativos" sino "cristianos santos". Nos llama la atención porque quiere motivarnos pero, sobre todo, quiere hacernos ver que su voluntad no siempre coincide con la nuestra.

En los momentos dificiles o de prueba, es importante que los cristianos mantengamos un diálogo constante con Dios Padre, una cercanía estrecha con Dios Hijo y una docilidad con Dios Espíritu Santo, para distinguir los signos de los tiempos y ver los problemas como nuevas oportunidades divinas.

Es entonces cuando Jesús nos dice: "Seguidme". Él va a la cabeza, Él es el Maestro y nosotros, sus seguidores: “No es el siervo más que su amo” (Juan 15,20). Por eso nos invita a ser dóciles al Parácito, a mirar todo con sus ojos,  a realizar su misión con una perspectiva más amplia, para darnos cuenta que su Gracia nos basta

Cristo no quiere que "hagamos la guerra por nuestra cuenta", como si fueramos "francotiradores". No se puede construir vida de Iglesia alrededor de un método o de un retiro, se construye alrededor de la Palabra, es decir, Jesucristo, presente en la Iglesia.
Por tanto, a lo que nos llama es a hacer comunidad, a "hacer Iglesia", a vivir lo que hemos visto y oído con nuestros hermanos, como hicieron los dos de Emaús, al volver a Jerusalén para contárselo a los apóstoles. 

En la comunidad es donde podremos establecer una relación más íntima con el Dueño de la viña y con el resto de los "sarmientos", dejándonos cuidar, y si hace falta, dejándonos "podar". 

En la Iglesia es donde podremos animarnos unos a otros, mantener la llama de la fe encendida, seguir creciendo y madurando, aunque no haya retiros, para que, cuando Dios quiera, demos fruto. 

En la comunidad es donde podremos discernir la voluntad de Dios, sin dudas ni malentendidos, lo que nos permitirá dar respuesta a nuestras ansiedades y desesperaciones. 

En la Iglesia es donde podremos formarnos como discípulos y así, convertirnos en apóstoles, para a evangelizar, de momento, en nuestros ámbitos más cercanos (familia, amigos, compañeros de trabajo, etc). 
En ocasiones, el viajero debe hacer un alto para tomar aliento, 
entrar en la "posada" para "beber y alimentarse",
"mirar el mapa" para tener una apropiada "visión del viaje"
y sólo así, volver a ponerse en camino,
con una mayor motivación, con una clara idea y con un renovado ánimo. 
Sólo así, los cristianos podremos ser luz y sal para el mundo, inspirando con nuestro ejemplo de vida, iluminando con nuestra fe coherente y con nuestro amor auténtico. 

Es momento para aprender, para formarnos, para preparnos. Y para eso debemos ejercitar lo que hemos aprendido: Escuchar...a Dios y a los demásLa escucha activa genera relación, confianza, amor...cuando confiamos, amamos. Y cuando amamos, nos motivamos. Y cuando estamos motivados rendimos más y mejor. Descubrir los talentos que Dios nos ha regalado a cada uno de forma individual y colectiva nos permitirá rendir más y mejor, es decir, amarle y darle mayor gloria

Ese es nuestro reto, esa es nuestra motivación: glorificar a Dios con nuestras vidas y así, santificarlas. Sólo así alcanzaremos nuestra máxima aspiración, nuestra más alta expectativa: el cielo.

La "empresa" de Dios requiere la mejor versión de sus trabajadores para cosechar éxitos en la edificación del Reino de los Cielos. 

Y nuestra mejor versión es la que Dios ha pensado, no la que nosotros creemos.

JHR

sábado, 28 de diciembre de 2019

¿CÓMO EVANGELIZAR?

Imagen relacionada
"La evangelización es una cooperación en la obra Dios, 
fundamentada en la oración 
y dependiente de nuestra voluntad para comprometernos con Dios 
y de nuestra capacidad para estar cerca de Él." 
(Cardenal Robert Sarah)

Evangelizar es una cooperación en la obra salvífica de Dios. Es una misión y una función propia de los cristianos, por la cual compartimos nuestra fe y damos testimonio de la presencia de Dios en nuestras vidas. 

Evangelizar es anunciar a Jesús pero, además, es vivir y obrar como Él. Es hacer nuestra la Palabra de Dios. 

El papa Francisco dice que evangelizar es estar en salidapartir de una situación, no de una teoría” y demostrar cercanía a la gente, para “observar qué es lo que sucede”.

Sin embargo, en ocasiones, nos preguntamos cuáles son las claves de la evangelización, cómo llegar a otros, cómo evangelizar. 

La mejor manera para saber cómo evangelizar es mirar a Jesús. Cristo es a la vez el mensaje y el mensajero. Jesús evangeliza uno a uno y a las muchedumbres:

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A veces, haciéndose el encontradizo y escuchando, mientras camina hacia Emaús. 

Otras veces, con una sola mirada, mientras Pedro le niega. 

Otras veces predicando, mientras proclama las Bienaventuranzas.

Otras, sanando y curando a enfermos, mientras perdona sus pecados. 

Otras, incluso, durmiendo, mientras la barca con los apóstoles parece zozobrar en la tempestad.


Un evangelizador es un mendigo indicándole a otro mendigo donde conseguir pan. 

Entonces, ¿cómo puedo yo decirle a otro donde encontrar alimento? ¿cómo  puedo evangelizar? He aquí algunas sugerencias:

Con amor

La evangelización no es activismo, ni marketing, ni proselitismo, ni hablar intelectualmente sobre temas espirituales.
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Evangelizar es amar sinceramente a las personas. 

Es un mandamiento directo de Jesús: "Amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 12-13).

Sin embargo, no podemos hablar del Amor sin estar enamorados. Un evangelizador ama, ante todo, a Dios.

Es porque amamos a Dios y a los demás, que somos discípulos de Cristo, que queremos comunicar y compartir con los demás el Amor más grande. 

"En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, 
en que os amáis unos a otros" 
(Juan 13, 35).

Con fe

La evangelización no trata de sentimientos, sensaciones o experiencias conmovedoras. Tampoco de compartir valores o principios. 
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La evangelización está sustentada por la gracia. Es el Espíritu santo quien nos otorga el don de la fe y nos lleva a caminar incluso cuando no sentimos ni vemos nada. 

El apostolado nace del encuentro con Jesucristo, que incendia nuestro corazón, que no puede guardar para sí la noticia de que Está vivo, y que necesita comunicarla imperiosamente.

"Sin la fe es imposible agradar a Dios; 
porque aquel que se acerca a Dios debe creer que existe 
y que recompensará a aquellos que lo buscan." 
(Hebreos 11, 6)


Con oración


Vivimos en un mundo agitado, ruidoso y convulso. Necesitamos silencio. 

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Un silencio de dos enamorados, de miradas cómplices, de paz y recogimiento. Un silencio orante.

Sólo es posible evangelizar mediante la oración. Sólo en oración estamos cerca de nuestro Señor y sólo así conocemos cuál es la voluntad de Dios. 

Sólo en comunicación con Dios, hallaremos respuestas a las necesidades evangelizadoras que nos surjan.


"En toda oración y plegaria presentad al Señor 
vuestras necesidades con acción de gracias. 
Y la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, 
guardará vuestros corazones 
y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." 
(Filipenses 4, 6-7)

Con visión 

La visión es el objetivo hacia dónde vamos, el propósito que queremos alcanzar.

Resultado de imagen de visionCristo tenía muy clara su visión, su propósito en la tierra. Y lo cumplió hasta sus ultimas consecuencias.

También nosotros, debemos tener un objetivo, una visión, un sueño.

La visión exige de nosotros un compromiso y un deber para hacerlo realidad. 


""El hombre proyecta muchos planes, 
pero sólo se realiza el que quiere el Señor." 
(Proverbios 19, 21)

Con pasión 

Un apóstol es fervoroso, se apasiona y se entusiasma por la visión, para ofrecérsela al mundo, que la ha perdido. 
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Un evangelizador necesita reavivar continuamente la gracia del celo apostólico, de la pasión evangelizadora, pidiéndosela a Dios.

La sociedad ha perdido de vista a Dios. Incluso, muchas parroquias también han perdido la visión. En ellas, tan sólo existe la repetición de una tradición, de una rutina, de lo de siempre. Pero no hay pasión evangelizadora.


"Por eso te recomiendo que reavives la gracia de Dios, 
que te fue conferida por la imposición de mis manos." 
(2 Timoteo 1, 6)

Con cercanía

Jesús, durante su vida pública, estuvo tres años acompañando, acogiendo y escuchando. No sólo a sus discípulos sino a todo el que se le acercaba.
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Un evangelizador ha de acoger, acompañar, escuchar... en un mundo individualista y egoísta.

Crear espacios de encuentro con las personas donde se sientan queridos. 

Acompañar a otros con bondad, amabilidad y empatía.


"Es nuestro deber acoger a estos hombres, 
para ser así cooperadores de la verdad." 
(3 Juan 1,8)


Con humildad

La evangelización es una obra de Dios y no depende de nosotros. Somos siervos inútiles. Sin Cristo, nada podemos.
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Evangelizar no es la búsqueda de un reconocimiento público de nuestra fe. Es dejar la soberbia, la vanidad y orgullo a un lado.

Cuando afrontamos nuestro servicio a Dios con humildad, el Espíritu Santo se encarga de transformarnos y de convertirnos. 

Es entonces cuando nuestro humilde ejemplo se convertirá en  la evangelización que Dios desea que realicemos.

"Así también vosotros, 
cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: 
Somos siervos inútiles; 
hemos hecho lo que debíamos hacer".
(Lucas 17,10)


Con la comunidad

Resultado de imagen de imagen de comunidad cristianaLa evangelización no se realiza de forma individual sino en equipo, en comunidad. 

Jesús formó una comunidad de discípulos. Fundó una Iglesia para proclamar el mensaje hasta los confines de la tierra. 

Es su autenticidad, su fraternidad y su unidad las que transmiten el mensaje, provocando que las personas quieran adherirse a esa comunidad. 

"Todos los creyentes vivían unidos 
y lo tenían todo en común;
Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación." 
(Hechos 2, 44-47)

Con coherencia

Resultado de imagen de coherenciaLa luz de Cristo se irradia al mundo si nuestra vida es ejemplar, si nuestra existencia es coherente. 

Un cristiano "vive lo que dice", como Jesús vivió lo que decía, hasta la muerte. 

Nuestra vida debe ser un lenguaje testimonial, vivencial. 

La evangelización debe ser nuestra propia experiencia de Jesucristo y de cómo Él actúa en nuestra vida.

"No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, 
ni de mí, su prisionero. 
Al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el evangelio, 
con la ayuda del poder de Dios." 
(2 Timoteo 1,8)


Con talentos 

Imagen relacionadaDios nos regala dones y talentos propios a cada uno para evangelizar. Nadie puede ampararse en decir que "no puede". 

El Espíritu Santo no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos.

Y, a la vez, suscita ese des
eo de comunicar la nueva noticia y nos descubre los carismas propios de cada uno.

"Todo don excelente y todo don perfecto viene de lo alto, 
del Padre de las luces, 
en el que no hay cambio ni sombra de variación." 
(Santiago 1, 17)


Con alegría 

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Dice el Papa Francisco que "La tristeza no es una actitud cristiana. Un cristiano no puede tener cara de pepinillo en vinagre."

Un cristiano es un evangelizador alegre. Proclama la alegría del Evangelio con alegría, como un don de Dios que nos colma y nos da la seguridad de que está con nosotros, aún en las dificultades y las adversidades.

"Alegraos en el Señor siempre; 
lo repito: alegraos." 
(Filipenses 4,4)

Con perseverancia


Jesús nos dijo que seguirle no sería fácil, que nos insultarían y nos perseguirían por causa de su nombre: "El criado no es más que su amo. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; y si han rechazado mi doctrina, también rechazarán la vuestra" (Juan 15, 20).
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Hablar de Cristo no siempre es fácil. Anunciar su amor no es sencillo en un mundo egoísta. 

Un evangelizador es consciente de que no siempre tendrá respuestas satisfactorias. Aún así, debe ser irreprochable an su obrar, constante ante los retos y perseverante en las pruebas.

"Tened como suprema alegría 
las diversas pruebas a que podéis ser sometidos, 
sabiendo que la fe probada produce la constancia. 
Pero que la constancia vaya acompañada de obras perfectas, 
para que seáis perfectos, irreprochables, sin dejar nada que desear." 
(Santiago 1, 2-4)


Con valentía

Resultado de imagen de valentiaLa valentía no surge de la confianza en uno mismo, sino de las mismas palabras de Cristo, que nos invita a no tener miedo, a confiar, a salir al mundo a proclamar la buena nueva.

Jesús nos invita a tener audacia y valentía para ir a periferias, donde se encuentran las personas con problemas. 

Evangelizamos con ánimo y con coraje, porque Dios está de nuestro lado.

"Sé fuerte y ten ánimo. 
No temas ni te asustes, 
porque el Señor, tu Dios, 
estará contigo dondequiera que vayas" 
(Josué 1, 9)