¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 5 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (6): GLORIA A TI, SEÑOR

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo 
a Pedro, a Santiago y a Juan, 
subió aparte con ellos solos a un monte alto, 
y se transfiguró delante de ellos. 
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, 
como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús:
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! 
Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, 
otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.
Se formó una nube que los cubrió 
y salió una voz de la nube: 
«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, 
no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban del monte, 
les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto 
hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello 
de resucitar de entre los muertos.
(Mc 9, 2-10)

La transfiguración manifiesta la pedagogía divina con la que Jesús muestra a sus discípulos su identidad y su misión. Y lo hace porque sabe que todos los indicios apuntan a que su vida va acabar de manera violenta, pero sus discípulos no se enteran, no se lo creen o no lo entienden. 

Cristo escoge a sus discípulos más íntimos, Pedro, Santiago y Juan para subir al Monte Tabor (el monte, lugar de la presencia de Dios, según la mentalidad judía), y para volver a subir a otro monte, el Monte de los Olivos (cf. Mc 14, 33). 

A lo largo de la Escritura, podemos ver la vida pública de Jesús a través de diversos montes: el de la tentación, el de su gran predicación, el de la oración, el de la transfiguración, el de la angustia, el  de la cruz y el de la ascensión, que evocan también el Sinaí, el Horeb, el Moria, los montes de la revelación del Antiguo Testamento...Todos son montes de la pasión y montes de la revelación.

Allí, en el Tabor, Jesús les muestra su victoria, su gloria, manifestada en sus vestiduras (Ap 7, 9.13; 19, 14), en la presencia de dos personajes importantes de la historia de Israel, en la nube que les cubrió (Ex 13,21-22;16,10; Lev 16,2; Nm 16,42; 1 Re 8,10-12; Ap 14,14) y en las palabras del Padre: “Es mi hijo. Escuchadlo” (Mt 3,17; 12,18; Mc 1,11;9,7; Lc 9,35; 2 Pe 1,17).
La aparición de Moisés y de Elías (Ex 3; 1 Re 17-2 Re 1) muestran que Cristo es el cumplimiento de toda la Ley y de todas las profecías del Antiguo Testamento. En el Tabor, los dos profetas veterotestamentarios son testigos de la verdadera humanidad de Jesús, de la misma forma que los tres apóstoles neotestamentarios son testigos de su verdadera divinidad. 

Jesús escoge a la "tríada" humana (Pedro, Santiago y Juan) para que contemplen la Trinidad divina y para que entiendan que no es un maestro cualquiera, sino el Hijo de Dios. El mismísimo Dios les dice directamente que tienen que escuchar a Jesús, saber quién es y cómo actúa porque en Él se ha revelado su amor y su voluntad en plenitud. 

La transfiguración representa el punto culminante de la revelación de Jesús pero es también un acontecimiento de oración del Hijo con el Padre a través del Espíritu Santo en íntima compenetración, en unión hipostática, que se convierte en luz pura, que anticipa la retirada del velo que separa la tierra del cielo y nos hace partícipes de su naturaleza divina (2 Pe 1,4). 

Esto es también lo que experimentamos cuando contemplamos y escuchamos al Señor en la Eucaristía y en la Adoración del Santísimo Sacramento del Altar.
Cristo es el conocimiento íntimo y pleno de Dios. El pueblo ha escuchado a Moisés y Elías, ahora debe escuchar a Jesús para comprender el mensaje definitivo de Dios culminado en Cristo. 

Dios Padre nos dirige hacia la figura de su Hijo amado para que le escuchemos. Y escuchándole, demos testimonio de Él, porque no podremos dar testimonio de Jesucristo Resucitado si no le conocemos, si no le escuchamos, si no leemos su palabra, si no "subimos" con Él al Tabor y contemplamos su gloria. 

Sólo en la visión gloriosa de Cristo Resucitado, nuestra fe tiene sentido y razón de ser, como dice san Pablo:
"Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe; más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado… si es que los muertos no resucitan. Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido. Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad. Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto" 
(1 Co 15,14-20)
Sin embargo, como también dice san Pablo, la fe en Cristo necesita testigos que lo invoquen, que sean enviados y que lo anuncien: 
"¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 15y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien! Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo" 
(Rom 10,14-17)
Más tarde san Pedro confirmará que los apóstoles fueron testigos oculares de la gloria de Cristo: 
"No nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido». Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada"
(2 Pe 1,16-18)
Visión y escucha, contemplación y misión son los caminos que nos llevan al monte santo en el que la Trinidad se revela en la gloria del Hijo. 

Contemplar al Señor glorioso es, al mismo tiempo, fascinante porque nos atrae hacia sí y arrebata nuestro corazón hacia lo alto, hacia la santidad; y tremendo, porque pone de manifiesto nuestra debilidad, nuestra incapacidad de alcanzarla por nosotros mismos. 

Escuchar a Cristo victorioso cada día en la Eucaristía o en la Adoración del Santísimo nos muestra nuestra misión, nos llena de estímulo y fortaleza para bajar al mundo y anunciar que Jesucristo ha resucitado. 


¡Gloria a ti, Señor!

JHR

miércoles, 11 de noviembre de 2020

NOCHES DE SANTÍSIMO

"Es bueno dar gracias al Señor 
y tocar para tu nombre, oh Altísimo; 
proclamar por la mañana tu misericordia 
y de noche tu fidelidad"
(Salmo 91, 2-3)

¡Qué bien se está junto a ti, Señor! ¡Qué reconfortante es saber que estás a mi lado! ¡Qué alegría oirte susurrar en mi corazón!

¡Me basta con saber que estás ahí, encerrado en una urna de cristal! ¡Me basta con saber que estás ahí, preparándome una eternidad! 

Gracias Señor, por descubrime tu divina presencia en la Adoración del Santísimo Sacramento del Altar, en aquel primer viaje a tierras bosnias. 

Allí, en Medjugorje, de la mano de Tu Madre, mi Madre, me sorprendiste, delante de miles de personas arrodilladas, que te contemplaban en silencio y que te adoraban, alabándote en distintas lenguas. ¡Gracias Señor, por regalarme tu gracia en aquel maravilloso "Pentecostés"!
Allí  aprendí a darte culto por el día, por tu misericordia, y a adorarte por la noche, por tu fidelidad. A darte gracias por la mañana y por la noche, mi "sí". A ofrecerte mi trabajo por el día y mi descanso por la noche. Allí aprendí a contemplarte, a escucharte. ¡Allí te descubrí!

Gracias Señor, además, por conducirme a una parroquia con Adoración Perpetua, donde Tú permaneces, esperándonos, las veinticuatro horas del día. Sin duda, una gracia especial para quienes saben apreciarla... 
Gracias por suscitarme la necesidad de estar junto a tí, de día y de noche. Gracias Señor, por tus miradas llenas de ternura, por nuestros diálogos nocturnos... 

Gracias Señor, por tantas gracias que me regalas. Gracias Señor, por tanto amor que derrochas conmigo. Gracias Señor, por tu santa paciencia conmigo. 

¡Gracias Señor, por llevarme de la mano hacia Tí!

domingo, 19 de enero de 2020

ADORACIÓN AL SANTÍSIMO: SIGNO DE AMOR

"La visita al Santísimo Sacramento 
es una prueba de gratitud, 
un signo de amor
y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor" 
(Beato Pablo VI: Mysterium fidei, CEC 1418)

Descubrí la gracia de la Adoración al Santísimo en mi primer viaje a Medjugorje, hace cuatro años. Hasta entonces, desconocía tanto cuál era su propósito como en qué consistía. 

Fue allí, en ese pueblo bosnio tan bendecido por Nuestra Señora donde, Ella me mostró la importancia de acudir a Su Hijo. 

Una multitud de más de cinco mil personas arrodilladas, de todas las nacionalidades y razas, adoraban y daban gracias al Señor, cada una, en su idioma, ante una custodia de gran tamaño en la explanada trasera de la parroquia. 

Aquella escena de comunión y fraternidad, de gratitud y amor, de fervor y devoción produjo en mí una imagen que jamás había visto y que jamás olvidaré. Tanto fue así, que no pude contener las lágrimas de gozo y sentir mi corazón salirse del pecho. 

Desde entonces, intento acudir al Santísimo, ya sea en un retiro de Emaús, en un retiro de silencio, en unos ejercicios espirituales o en una capilla de Adoración Perpetua.
Son momentos ante el Santísimo son realmente sobrenaturales, donde la gracia se derrama y sientes al mismo Cristo a tu lado....

Son "ratitos" llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... 

Son encuentros "cara a cara" con el Señor, para dejarnos "tocar" por su misericordia... 

Son "citas de enamorados" comunicándose y declarándose su amor... 

Son ocasiones para las peticiones que albergamos en nuestros corazones... 

Son momentos de júbilo para ofrecer canciones de alabanza al Señor...


Historia


La palabra "vigilia" se menciona en la Biblia para expresar cada una de las partes en las que se divide la noche (Salmos 63,6, 90,4, 119,148, Lucas 2,8, 12,38). 

También se llamó vigilia a la acción de velar, es decir, a mantenerse despierto durante toda la noche (o parte de la noche). 

También se llamó así, a la acción de hacer centinela o guardia por la noche.

Los primeros cristianos, siguiendo la enseñanza de Cristo ("vigilad y orad"), rezaban varias veces al día, costumbre que dio lugar a la Liturgia de las Horas.

Siguiendo el ejemplo de Cristo de orar por la noche (Lucas 6,12; Mateo 26,38-41), se reunían a celebrar vigilias nocturnas de oración, en las que alternaban oraciones, salmos, cantos y lecturas de la Sagrada Escritura. 

Así es como esperaban en la noche la hora de la Resurrección, y llegada ésta al amanecer, terminaban la vigilia con la celebración de la Eucaristía. Como ejemplo, la vigilia celebrada por San Pablo con los fieles de Tróade (Hechos 20, 7-12).


En el Antiguo Testamento, los judíos dividían la noche en 3 vigilias

-1ª "al comenzar las vigilias", (18:00-22:00) desde la puesta del sol hasta las diez de la noche (Lamentaciones 2,19). 

-2ª "guardia de la medianoche" (22:00h- 02:00) (Jueces 7,19). 

-3ª "de la mañana" (02:00- 06:00) hasta la salida del sol. (Exodo 14,24; 1. Samuel 11,11). 

En el Nuevo Testamento, se usó el sistema romano de 4 vigilias: 

-1ª "del anochecer" (18:00-21:00) (Marcos 13,35, Juan 6,16-17). 

-2ª "de medianoche" (21:00-00:00) (Lucas 11,5, Hechos 16,25). 

-3ª "del canto del gallo (00:00-03:00) (Marcos 13,35, 14,72, Juan 13,38). 

-4ª "amanecer" (03:00-06:00) (Mateo 14,25, Marcos 6,48, 3,35). 

Dios, a través de su Palabra, nos insta continuamente a velad (Mateo 24,42-3; 25,13; 26,41;Marcos 13,33-37;14,38; Lucas 12,37-38;21,36; 1 Tesalonicenses 5,6; 1 Pedro 4,7; Apocalipsis 3,3; 16,15)

Vigilia de Adoración Nocturna

La Adoración Nocturna, tal y como la conocemos hoy, se inició en Francia por Hermann Cohen y dieciocho hombres el 6 de diciembre de 1848 (en España en 1877), con el fin de adorar en una iglesia, con turnos sucesivos, al Santísimo Sacramento en una vigilia nocturna.

La Adoración Nocturna consiste un grupo de fieles que, normalmente, reunidos en grupos, y una vez celebrado el Sacrificio eucarístico, permanecen durante la noche por turnos ante el Sacramento, rezando la Liturgia de las Horas y haciendo oración silenciosa, en representación de la humanidad y en el nombre de la Iglesia.

Los objetivos de una vigilia de Adoración Nocturna son los mismos de la Eucaristía:

- adorar y alabar con amor a Cristo y, con Él, al Padre "en espíritu y en verdad"
-ofrecerse con Él para la salvación del mundo y para la expiación del pecado
- permanecer amorosamente atentos en la presencia de Aquel que nos ama
- orar por el mundo y por la Iglesia
- interceder por las necesidad personales y colectivas

Todos deberíamos tener la necesidad imperiosa de acudir al "Santísimo Sacramento del Amor", donde Cristo nos espera para darse hasta el extremo, para adorarle y contemplarle llenos de fe, para darle gracias por todo cuanto ha hecho por nosotros, para pedir por nuestras necesidades e interceder por las de otros y para reparar los agravios del mundo.

viernes, 29 de noviembre de 2019

HOY TAMBIÉN NACES EN UNA GRUTA

“Habiendo nacido entonces el Niño en Belén, 
porque José no tenía en aquella aldea (kóme) donde alojarse, 
se alojó en una cierta gruta (spélaio) cercana a la aldea, 
y entonces, estando ellos allí, 
María dio a luz a Cristo 
y lo puso en un Pesebre, 
donde fue encontrado por los Magos provenientes de Arabia”.
(S. Justino de Nablús, 150 d.C.)

A principios del siglo I, Belén, Bet-Léjem, que en hebreo significa “casa del pan” (nombrada así por sus campos de trigo y cebada), era una aldea con poco más de mil habitantes que vivían de la agricultura y la ganadería. Fundamentalmente, rebaños de ovejas.

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En las afueras de Belén, existían cuevas naturales que los judíos aprovechaban como almacenes y establos para el ganado. 

La gruta en la que nació Jesús era una de ellas, ya que todos los alojamientos estaban completos debido al edicto de César Augusto, para que todos se empadronasen en sus lugares de origen: "Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada." (Lucas 2, 7).

Hoy, dos mil años después, finalizando el mes de novie
mbre, muchas ciudades del mundo engalanan sus calles con millones de luces, belenes y artículos decorativos que anuncian la Navidad.

Sin emb
argo, este signo externo y artificial sólo trata de recordarnos que es el momento de las compras, del viernes negro del consumo, del mes de los regalos, de la lotería, de la celebración de opíparas cenas familiares y de comidas de empresa. Para muchos, esto es la Navidad.

Hoy, com
o hace dos mil años, Jesús, no tienes sitio donde nacer. Vienes a un mundo que no te espera, que te ha dado la espalda y que te niega un sitio donde reclinar la cabeza. 

Hoy, como hace dos mil años, Señor, naces en una gruta, alejado del ruido y del tumulto materialista, tan sólo en la presencia de los pobres de espíritu y los humildes de corazón. 

Hoy, como hace dos mil años, Cristo, naces en silencio y te haces presente en la Adoración Eucarística, haciendo que nuestras capillas de Adoración repartidas por el mundo, se conviertan en grutas luminosas y alegres. 

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a los ángeles, queremos adorarte, alabarte y darte la bienvenida. 

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a tu Madre, la Bienaventurada, queremos meditar tu llegada y guardarte en nuestros corazones.

Aquí en la gruta del Santísimo, junto a San José y el res
to de los Santos, queremos ser lámparas del Sagrario y darte gloria por los siglos de los siglos. 

Como pastores humildes, nos acercamos a tu gruta para ver tu rostro y tu divinidad.  Como magos fieles, nos acercamos a regalarte nuestras ofrendas. 

Aquí en la gruta del Santísimo, Jesús, Rey del Universo, el Hijo amado en quien el Padre se complace, queremos escucharte. No permitas que nos apartemos de ti. 

Aquí en la gruta del Santísimo, Jesús, nos presentamos ante tu poderosa presencia, para que nazcas cada día en nuestros corazones, sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
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Aquí en la gruta del Santísimo, nos postramos ante tu magnánima persona para decirte que nos basta con saber que estás aquí, encerrado en una urna de cristal.

Y aunque tardes un poco en regresar, haz que no nos cansemos de esperar.

Nos basta con saber que estás aquí, aunque no se te oiga respirar y ni siquiera el corazón latir, nos basta con tu nombre pronunciar.

Nos basta con saber que estás aquí, preparándonos una eternidad, aunque tengamos antes que morir, para poder después resucitar.

Nos basta con saber que estás en nosotros y que nada nos puede separar, ni la angustia, ni el hambre, ni el sufrir, ni el peligro, la espada o la precariedad.

Nos basta con saber que estás aquí y que eres el principio y el final, que te obedece el tiempo y el sol sale para Ti, que das orden al viento y deja de soplar.

Nos basta con saber que estás aquí y que pronto nos hemos de encontrar, que nuestra travesía tiene un fin y Tú estás esperando en la orilla del mar.

Nos basta con poder decir que sí, y darte nuestro permiso para entrar, que tu palabra se haga carne en nosotros y que se cumpla así en todo Tu voluntad.

Nos basta si al morir podemos decir que todo se ha cumplido y exhalar el último suspiro inclinándonos hacia Ti para rendir nuestro espíritu y luego volar.

Nos basta porque sabemos que si te basta a Ti, nos bastará aquel día poder escuchar que pronuncias nuestro nombre para bendecir y olvidas todo lo que pudimos hacer de mal.

Sólo Tú, nos bastas... 

martes, 8 de enero de 2019

¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA MÚSICA EN UNA ADORACIÓN?

"Vive Jesús, el Señor,
vive Jesús, el Señor. 
Él vive, Él vive, Él vive,
vive, vive Jesús el Señor. "
(Lucas Casaert)

Hace ya algunos años, en Medjugorje descubrí la Adoración Eucarística. Fue realmente una experiencia sobrenatural, encontrarme en medio de cinco mil personas, contemplando, orando, cantando y meditando en distintos idiomas. Sin lugar a dudas, Dios se hace presente y manifiesta su Amor en cada Adoración.

Antes, no sabía ni que existía la Adoración. Ahora, sé que es una continuación de la Eucaristía, en la que ante su presencia le damos gracias, le contemplamos y le alabamos. Estoy convencido de que el mundo la necesita, desesperadamente. Necesitamos primero, contemplar a Dios, para después reconocerle, amarle y servirle en esta sociedad que camina perdida en oscuridad.

Jesús nos espera en el Santísimo Sacramento del Altar, yo diría, que hasta con un ansia, una pasión y un amor desmedidos. Y con un anhelo de derrocharse, derramarse, desbordarse en nuestros corazones. 

De un tiempo a esta parte, son muchas las parroquias que ven sus comunidades transformadas al recuperar e impulsar la Adoración Eucarística. Los coros y grupos musicales cristianos se han vuelto omnipresentes en las Adoraciones Eucarísticas de nuestras parroquias. 

Las notas de un teclado, de un violín o de una guitarra se funden con las voces armónicas del grupo musical o del coro para "elevarnos al cielo" y así, resonar suavemente en nuestros corazones, tras cada meditación, tras cada pausa, tras cada silencio.  Y eso es bueno. Muy bueno.

Pero, realmente, ¿la música es, en sí misma, lo más importante en una Adoración? 

Sinceramente, no. Podríamos decir que los aspectos más importantes de una Adoración son, primero, desear estar en presencia de Dios; segundo, prepararnosutilizando medios que nos ayuden a ponernos en situación, abriendo nuestro corazón a la Gracia y al Amor de Dios; y tercero, hacer silencio

El deseo debe partir de nosotros. Los medios para ponernos en situación pueden ser varios: la meditación, la oración o la música. Todos son vehículos de la gracia. La música, también, es un medio que nos ayuda a tomar mayor conciencia de su cercanía, pero no es el fin. El fin último es encontrar a Dios. En el silencio. En la contemplación.

Medio y Fuente

La Palabra de Dios nos muestra, en numerosos pasajes, que existe una conexión entre la música y la actividad del Espíritu Santo, es decir, la presencia de Dios. Los profetas y los Salmos, utilizan la música y los instrumentos musicales para alabar y glorificar a Dios. Dios mismo, utiliza a menudo la música y los instrumentos para manifestarse y hacerse presente al ser humano.

La música es, por tanto, un medio. Dios es la fuente. Dios a menudo usa medios físicos para hacer su trabajo. Pero cuando comenzamos a ver un medio de la gracia como una "necesidad" imperiosa, podemos caer en el riesgo de desviarnos de la Fuente.

A través de la música, el Espíritu Santo puede manifestar la presencia de Dios o dar indicaciones para conocer la presencia de Dios o construir un escenario donde proclamar su presencia, pero la música no es el actor principal ni el objetivo final. Hay una diferencia entre ver la música como algo que Dios usa y verla como algo que Él necesita. 

Dios no necesita nada de nosotros. Pero quiere "necesitarnos" para acercarse a nosotros. Cuando nos abrimos al Señor, su Poder se derrama, su presencia se manifiesta. Y la música es un excelente medio, pero sólo eso.

Perspectiva y Enfoque

La música nos afecta emocionalmente, suaviza nuestros corazones para escuchar los susurros de Dios, nos inspira un sentido de expectativa y de espera, crea una atmósfera de paz y serenidad. Hace que las transiciones entre meditación y silencio sean menos bruscas. Establece un tono reverente y un ambiente orante. Pero eso no significa necesariamente que Dios nos esté haciendo conscientes de su presencia a través de la música.

Debemos ser extremadamente cautelosos para no pretender dar la impresión de que Dios está más presente cuando hay música que cuando no; debemos ser muy cuidadosos para no querer dar la sensación de que la adoración es mejor o más favorable con música que sin ella; debemos ser excesivamente prudentes para no interpretar que la presencia de Dios en una Adoración dependa de que haya o no música.

La música pone la perspectiva en la emotividad. El Espíritu Santo se enfoca en Cristo. 

La música es un lenguaje emocional que nos conmueve (con o sin palabras) iluminando la presencia de Cristo en nuestros corazones, distribuyendo los dones espirituales y abriendo nuestros ojos y nuestros labios para adorar y alabar a Dios. El Espíritu Santo es un lenguaje sobrenatural que habla, incluso, en el silencio.

La música conecta nuestra cabeza con nuestro corazón. El Espíritu Santo conecta nuestra alma con Dios. 

Dios nos llama a la Adoración, no para que estemos en un ambiente cómodo, agradable y relajado, donde la música nos embargue y, así, facilitarle al Espíritu Santo su acción. No, o no sólo. Dios se nos manifiesta en Cristo, nos hace tomar conciencia de que somos templo de su Espíritu. Y para ello, utiliza todo tipo de medios: las meditaciones, el canto, la música, la luz tenue, etc.

La música no es lo que nos une, ni el medio por el cuál nos acercamos a Dios, ni por el que Dios se acerca a nosotros. Lo que nos une y acerca a Dios es Jesús, nuestro Salvador y Mediador.

Agradezcamos a Dios por el don de la música que fomente Adoraciones apasionadas y fervorosas pero también asegurémonos de no otorgar a la música un poder que nunca tuvo, tiene ni tendrá.

En la Adoración, todos nuestros sentidos deben estar puestos en Jesucristo, presente y manifestado en el Santísimo Sacramento del Altar.