¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

viernes, 28 de septiembre de 2018

EL ARTE DE SER DERROTADO

"El que ama a los hombres, 
ha de amarlos 
o porque son justos
 o para que sean justos."
(San Agustín)

Amar a nuestros enemigos, a quienes nos persiguen, a quienes nos difaman y calumnian, a quienes nos hacen sufrir, es una exigencia muy difícil de cumplir. Ni siquiera es un "buen negocio", al menos dentro de la lógica del mundo ni de los criterios humanos.

Sin embargo,
 a los cristianos se nos exige mucho más que al resto del mundo, que ama a sus amigos. Amar a nuestros enemigos es el camino indicado y recorrido por Jesús"Amad a vuestros enemigos y no hagáis frente al que os ataca"(Mateo 5, 39).

No obstante, es cierto que no podemos ser tan ingenuos ni cándidos como para desechar la justicia para exigir nuestros propios derechos, los de nuestra Iglesia y, por supuesto, los de Dios.

Aún así, cualquier renuncia, sacrificio u ofrecimiento no debe parecernos excesivo en bien del prójimo, incluso en el de nuestros enemigos. Así, nos asemejamos a Cristo que nos dio un ejemplo de amor totalmente por encima de cualquier medida humana. 

El "arte de ser derrotado"

El arte de ser derrotados es ceder a nuestro orgullo, a nuestra ansia de justicia o venganza y "dejarse derrotar". La grandiosa novedad de Cristo fue que se dejó derrotar por amor, para obtener la victoria sobre la muerte.

El arte de ser derrotado supone que cuanto más daño y ofensa nos hagan, más amor debemos dar, más tenemos que negarnos a nosotros mismos, más debemos reflejar la actitud misericordiosa de Cristo en la cruz: "Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen". 

El arte de ser derrotados nos lleva a comprender a todos y a disculparlos, si bien este amor benigno no puede convertirse en indiferencia ante la verdad, la bondad y la belleza. Es necesario distinguir entre el error, que debe ser siempre rechazado, y el hombre que yerra, quien siempre conserva su dignidad aún cuando camine desviado por falsas ideas. Ningún pecador, en cuanto tal, es digno de amor pero todo hombre, en cuanto tal, es amable por Dios.Todos siguen siendo hijos de Dios, capaces de rectificar sus errores, de arrepentirse, de convertirse y alcanzar la gloria eterna
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El arte de ser derrotados implica no tratar jamás mal a una persona ni tener enemigos personales y considerar el pecado como el único mal verdadero, sin que ello esté reñido con la prudencia y la defensa justa, con la proclamación de la verdad ante la difamación, con la firmeza en defensa del Bien y la Verdad. 

Al error, lo llamará error y al mal, mal, pero al equivocado o al malvado, debe corregirlo con caridad y afecto para salvar su alma. San Agustín decía que debemos amar a todos, "no porque sean hermanos sino para que lo sean".

El arte de ser derrotados implica una disposición heroica de todo cristiano que mana de un corazón generoso y compasivo, benevolente y afable, bondadoso y apacible, benigno y complaciente, caritativo y misericordioso. Un esfuerzo audaz y valiente para ser capaces de comprender a nuestro prójimo y sus convicciones, aunque no las compartamos ni aceptemos.

Amar a nuestros enemigos no es nada fácil para nosotros pero, precisamente, es lo que nos diferencia de ellos, lo que nos configura en Cristo, lo que nos hace verdaderos cristianos: "Porque si amamos a los que nos aman, ¿qué mérito tendremos?" (Mateo 5, 46). 

Nada tiene el hombre tan divino como el amor. Nada tiene el cristiano tan de Cristo como la entrega al prójimo.

La fe en Cristo nos pide no sólo un comportamiento humano recto sino también virtudes heroicas y actos extraordinarios en nuestra vida ordinaria.

¿Por qué y cómo ejercer el arte de ser derrotados?

Jesús nos dice por qué: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mateo 5,48)Dios hace salir el sol sobre malos y buenos. Hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5,45). Su amor es para todos. La indicación de Jesús consiste en imitar al Padre en la perfección del amor, su misericordia perdona a sus enemigos. Él imitó al Padre muriendo por todos. Ejerció el arte de ser derrotado, sin enfrentarse a sus enemigos.

Y nos dice cómo hacerlo: "Rezad, rezad por vuestros enemigos". Rezar, no para que sean castigados, sino para que abran su corazón a Dios. Rezar para pedir la gracia necesaria para amarlos. Amar a nuestros enemigos supone edificar una profunda vida interior y de oración que obre el milagro. Sólo hay que pedir, pero debemos pedir bien.

El amor auténtico: Ágape

A diferencia del amor a los amigos, que proviene de un acto del sentimiento, el amor a los enemigos es un acto de la voluntad. Corresponde a nuestra libertad y albedrío decidir amar a quienes nos odian. Amándoles expresamos el auténtico amor, el amor "ágape". 
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Es el amor de servicio, el amor total, el amor incondicional, es un amor efectivo y no afectivo: hacer el bien a los demás, devolver bien por mal.

E
s el amor gratuito que no espera compensación, el amor abnegado que rechaza el orgullo y el egoísmo, el amor generoso que da hasta el extremo. 

Es el amor que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo tolera (1 Corintios 13, 4-8). Es el amor del Padre que, hagan lo que hagan sus hijos, los sigue amando.

El man
damiento de Cristo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 13, 34) significa "Daos los unos a los otros como yo me he dado a vosotros, servios los unos a los otros como yo os he servido". Cristo no nos habla de un amor de sentimiento sino de servicio, de entrega. "Darse", no como un sacrificio, sino como plenitud: cuanto más doy, menos tengo y más soy.

El ágape es el amor divino con el que Dios se anticipa a nosotros, la plenitud del amor que debemos imitar:

-Es donación al amadoDios nos lo ha dado todo con la Creación
- Es comunicación con el amado: Dios se nos ha comunicado con la Revelación
- Es semejanza al amado: Dios se ha hecho uno de nosotros en la Encarnación
- Es sacrificio por el amado: Dios nos ha dado su vida en la Redención
- Es obsequio al amado: Dios nos da el supremo bien de la Salvación.
San Pablo nos dice: "Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. (...) No devolváis a nadie mal por mal. (...) Estad en paz con todo el mundo. Amigos, no os toméis la venganza, dejad lugar al castigo, porque dice el Señor en la Escritura: Mía es la venganza, yo daré lo merecido. En vez de eso, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: así le sacarás los colores a la cara. No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza de bien" (Romanos 12, 14-21).

La enemistad es un signo de Satanás, el enemigo por excelencia (Génesis 3, 15). Adversario de Dios y de los hombres, siembra en la tierra la enemistad para destruirnos pero Jesús nos da poder sobre el enemigo al decir: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos." (Juan 15, 13). Jesús dio la vida por sus amigos porque Él no tiene enemigos entre los hombres. Y así, nosotros tampoco debemos considerar enemigos a ningún ser humano.

La falta de formación, la ignorancia de la doctrina, los defectos patentes, la indiferencia ante la Verdad e incluso la maldad no deben apartarnos de esas personas. Más bien al contrario, han de ser para nosotros "llamadas" positivas, "toques de atención" precisos, "alarmas" apremiantes y "luces" claras que nos señalan una mayor necesidad de ayuda espiritual hacia quienes los padecen, un estímulo para intensificar nuestro interés por ellos y, nunca un motivo para despreciarlos ni alejarnos de ellos. 

El mandamiento de Jesús no deja lugar a ninguna duda: "amad a vuestros enemigos" y "dad la vida por ellos". Sin embargo, suscita en nosotros tres interrogantes: 

¿lo entiendo?
¿lo acepto?
 ¿lo vivo?




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