¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 25 de junio de 2020

LA AUTÉNTICA FE Y SU PROCESO

"Todo es posible para el que tiene fe"
(Marcos 9,23)

Nuestro mundo está literalmente invadido por productos falsos. Hoy no es difícil obtener falsificaciones de casi todo (ropa, relojes, bolsos, etc.), incluso noticias (fake news), que, a simple vista parecen originales y verdaderas pero que no lo son.

En nuestra sociedad global, accedemos a muchas versiones engañosas y aparentes. Con la fe ocurre lo mismo, muchas veces no es una fe auténtica sino falseada.

En tiempos de prueba como los que vivimos, la fe "aparente" no nos sirve de nada salvo para confundirnos. Es la fe auténtica la que nos vale de todo.

La auténtica fe

Entonces, ¿qué es la fe auténtica? No pretendo dar una definición, porque para eso tenemos la de la propia Sagrada Escritura: "La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve" (Hebreos 11,1) o la del diccionario de la Real Academia de la Lengua: "Virtud teologal del cristianismo que consiste en creer en la palabra de Dios y en la doctrina de la Iglesia." 

Más bien, mi propósito es añadir significados. Por tanto, la fe auténtica es:

Más que palabras

La auténtica fe no se basa en palabras sino en obras coherentes con lo que Cristo nos dice: "No todos los que me dicen: 'Señor, Señor' entrarán en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21). 
Hablar es gratis. Las palabras son baratas. Podemos usar mucha palabrería y adornar toda nuestra oratoria de espiritualidad, pero si nuestros actos no son coherentes con lo que decimos, rápidamente será evidente que se trata de una falsificación.

Más que emociones

La auténtica fe no se basa en emociones, deseos o sentimientos. Pero son nuestras acciones, no nuestros sentimientos, las que demuestran una fe verdadera. 
El apóstol Santiago nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: 'Id en paz, abrigaos y saciaos', pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro.” (Santiago 2,14-17). 

Si nos acercamos a alguien que tiene necesidades pero simplemente compartimos un lugar común o una relación de amistad, nuestra fe será una mera falsificación de la auténtica.

Más que ideas 

Para algunos cristianos, la fe es sólo unas cuantas buenas ideas que se exponen en el plano intelectual: una teología para estudiar y una doctrina para debatir. 
Podemos pasarnos el día hablando de Dios sin dejar que ello afecte a nuestras vidas. 
Podemos decir lo que hay que hacer pero si no lo ponemos en práctica, no sirve de nada. Podemos impactar a los demás con ideas y conocimientos pero si Dios no se ve en nuestras vidas, de nada vale.

Cuando Dios entra en nuestra vida se nota. La cambia y la transforma por completo. Y eso se ve.
 
Más que creencias

Podemos estar muy seguros de todo lo que creemos, pero también, podemos estar a años luz de la fe auténtica. 
El apóstol Santiago nos dice: “Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres enterarte, insensato, de que la fe sin las obras es inútil?" (Santiago 2, 19-20). Creer, por sí mismo, no es significativo. Te pone a la altura de los demonios. Ellos creen en Dios pero no siguen su voluntad.

La auténtica fe es más de lo que decimos, sentimos, debatimos o creemos. 

La auténtica fe es lo que hacemos. 

Pero, ¡cuidado! no es sólo eso, porque podemos caer en la tentación de convertir la fe en activismo. Es necesario que nuestras obras sean coherentes con la voluntad de Dios:“Si creéis, que os suceda conforme a vuestra fe” (Mateo 9,29). 

La coherencia es la clave de nuestra fe y de nuestro seguimiento a Jesucristo.

Pero la fe no es magia ni se consigue inmediatamente. Es necesario conocer y seguir un proceso:

El proceso de la fe

La fe es un proceso en nuestra vida. A veces, la pedimos y otras nos viene dada. La fe, cuando la recibimos de Dios, es como un músculo: tiene que desarrollarse. Se puede fortalecer o se puede debilitar, dependiendo de cómo y cuánto la pongamos en práctica. 

La fe que Dios nos da, suscita en nosotros:

- Imperiosa necesidad de Dios
- Discernimiento del sentido de nuestra vida
- Llamada a nuestra vocación
- Abandono de la necesidad de éxito y auto-referencialidad
- Pertenencia a la Iglesia (grupos, movimientos, parroquias, etc.) 
- Asistencia a los sacramentos
- Búsqueda de respuestas, de orientación y formación 
- Administración y Despliegue de los dones de Dios 
- Responsabilidad en el servicio por amor a Dios y a los demás
- Crecimiento personal y profundidad en la relación con Dios
- Aceptación, sometimiento y abandono en Dios
- Paso del “hacer” al “ser”  
- Preocupación por las cosas de Dios y por las de los demás
- Intensa vida interior y de oración
- Visión mística 
- Presencia de Dios en todo
- Paz profunda y Serenidad
- Obediencia y Confianza
- Misericordia y Perdón
- Desapego a las cosas materiales y a las tensiones del mundo
- Gratitud plena 
- Profunda alegría y felicidad

Todas estas cosas que Dios nos concede en el desarrollo de nuestra fe, lo realiza a través de un proceso muy sencillo de seis etapas:

1-Reconocimiento: Dios nos muestra el sueño para que se cumpla en nuestras vidas, bien porque se la hemos pedido o porque Dios se anticipa. Y le reconocemos a nuestro alrededor.
Es el momento del encuentro y el descubrimiento, del reconocimiento y de la aceptación. 

Pregunta: ¿Reconozco y necesito a Dios? 
Respuesta: ¡Te necesito, Señor!

La fe no es para indiferentes o insensibles. Requiere aceptación y apertura de corazón. Si queremos y necesitamos a Dios, tenemos que ser dóciles a lo que nos suscita y crecer en conocimiento de su persona y de su voluntad.
 
"Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; 
que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; 
de modo que así, con todos los santos, 
logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, 
comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. 
Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios 
(Efesios 3,17-19)

2-Decisión: Dios, por amor verdadero, deja que nuestra libertad actúe. Nunca la quebrantará, bajo ninguna circunstancia.
Es el momento de la verdad y del compromiso, del discipulado y la formación. 

Pregunta: ¿Qué me pide Dios? 
Respuesta: ¡Quiero saber más de ti, Señor!

La fe no es para dudosos o inconstantes. Requiere tomar una decisión y comprometerse: invertir tiempo, dinero y energía, y dejar de lado la seguridad y la comodidad. Si queremos caminar sobre el agua, tenemos que mojarnos los pies. 

"Y si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídesela a Dios, 
que da a todos generosamente y sin reproche alguno, 
y él te la concederá. 
Pero que pidas con fe, sin titubear nada, 
pues el que titubea se parece a una ola del mar agitada y sacudida por el viento. 
No se crea un individuo así que va a recibir algo del Señor; 
es un hombre inconstante, indeciso en todos sus caminos" 
(Santiago 1,5-8).

3-Espera: Dios obra según sus tiempos y concede lo que es mejor para nosotros, no siempre lo que esperamos.
Es el momento de la paciencia y el abandono en Dios, del servicio y la entrega activa a los demás. 

Pregunta: ¿Espero con confianza en Dios?
Respuesta: ¡Quiero servirte, Señor!

La fe no es para impacientes o ansiosos. Siempre se requiere algún tiempo antes que todo ocurra. Dios usa este período de espera, para enseñarnos a confiar en Él. Una espera no es una negación. 

El crecimiento y la madurez en nuestra fe es discernir la diferencia entre el “no” y el “todavía no.” Por eso, debemos pedirle a Dios que aumente nuestra fe, mientras servimos esperando.

" La visión tiene un plazo, 
pero llegará a su término sin defraudar. 
Si se atrasa, espera en ella, 
pues llegará y no tardará " 
(Habacuc 2,3).

4-Prueba. Dios prueba nuestra fe permitiendo que aparezcan obstáculos y problemas para que confiemos en Él.
Es el momento del discernimiento y la confianza, de la vida interior y del crecimiento espiritual. No es tanto preguntar ¡por qué? sino ¿para qué?

Pregunta: ¿Qué quieres de mí, Señor? 
Respuesta: ¡Hágase tu voluntad!

La fe no es para cómodos u oportunistas. Ahora es cuando parecen los problemas. ¡No tenemos que preocuparnos! Todo es parte del plan de Dios. ¡Confiemos en Dios!

"Por ello os alegráis, 
aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; 
así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, 
que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, 
merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; 
sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, 
creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, 
alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas" 
(1 Pedro 1,6-9)

5-Perseverancia: Dios permite que aparezcan tentaciones y dificultades mayores para que nos mantengamos firmes.
Es el momento de la perseverancia y la valentía, de conjugar la fortaleza de la vida interior con las dificultades de la vida exterior. 

Pregunta: ¿Me mantengo firme
Respuesta: ¡Hasta el final, Señor! 

La fe no es para cobardes o miedosos. Es posible que nuestra situación se deteriore y llegue a ser difícil y complicada. Puede, incluso, que nos venga persecución y acoso. La situación se torna desesperada pero está a punto de producirse el milagro. Esperemos con ánimo en Dios.

"Espera en el Señor, 
sé valiente,ten ánimo, 
espera en el Señor
(Salmo 27,14)

6-Recompensa: Dios cumple su palabra y realiza el milagro: transformados en el Amor, nos concede la corona de la vida
Es el momento de la transformación y el cambio definitivo, del amor y la alegría, del agradecimiento y la alabanza.

Pregunta: ¿He amado como Dios ama?
Respuesta: ¡Gracias, Señor!

La fe no es para desagradecidos o ingratos. Dios provee siempre una respuesta sobrenatural. Milagrosamente, ¡todo cambia! ¡todo se renueva! Dios transforma odio en amor, resentimiento en agradecimiento, crucifixión en resurrección, de modo que podamos alcanzar y ver Su gloria.

"Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida" 
(Salmo 27,13)

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