¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

domingo, 21 de junio de 2020

NO TENGÁIS MIEDO. NO ESTÁIS SOLOS

Jesus Christ y frase ilustración del vector. Ilustración de ...
"No tengáis miedo a los hombres, 
porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; 
ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. 
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, 
y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. 
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, 
pero no pueden matar el alma. 
No; temed al que puede llevar a la perdición 
alma y cuerpo en la “gehenna”... 
A quien se declare por mí ante los hombres, 
yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. 
Y si uno me niega ante los hombres, 
yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos".
(Mateo 10, 26-33)


Dicen que "el miedo es libre", pero yo creo que si es algo, es irracional, sistémico y crónico en el hombre, y con frecuencia, se convierte en una excusa para la inacción, en lugar de un estímulo para la acción. El miedo es una inseguridad causada por la falta de confianza en quien tiene el poder sobre las cosas. El miedo es la ausencia de Verdad, la falta de Dios.

Y desde luego, no es cristiano, porque el mismísimo Jesús nos exhorta a no tener miedo a los hombres; a no estar preocupados por quienes nos persiguen y acosan; y nos anima a proclamar la Verdad sin temor, a testificar por Él delante del mundo. Tener miedo es completamente contrario a ser cristiano.

Por desgracia, el miedo está presente también en la Iglesia. Un miedo irracional, desconfiado y poco cristiano a los hombres, expresado por algunos obispos y respaldado por un gran número de sacerdotes, que ha propiciado el cierre de iglesias y de capillas de adoración perpetua, la retirada del agua de las benditeras y la invención de mil pretextos e instrucciones para no darse la paz o para no comulgar en la boca. Algo que jamás había ocurrido en la historia de la Iglesia.
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Tristemente, por falta de fe, han cedido ante el Imperio, han escondido a Dios, han negado a Cristo ante los hombres, huyendo como los discípulos...

Desgraciadamente, por falta de confianza, han aceptado ese buenismo que les pierde, han tratado de congraciarse con el mundo sin resultado, en lugar de testificar y de defender al Señor, negándole como los discípulos...

Lamentablemente, por falta de esperanza, han intentado remediar las situaciones con las armas del mundo sin conseguirlo, han intentado colocarse en lugar de Dios y le han dado la espalda, traicionándole como los discípulos...

Luctuosamente, por falta de caridad, han negado la libertad a los fieles de recibir a Cristo eucarístico, de acudir a su presencia sacramental y de descansar en Él de sus agobios y angustias, siendo desleales como los discípulos...

Yo creo que lo han hecho porque, en el fondo, no creen en las promesas de Cristo. Temen encontrarse solos ante el mundo, recelan de la ayuda divina y sospechan haber sido abandonados por Dios. ¡No creen! ¡El miedo a los hombres les impide creer y se esconden de Dios y del mundo!

Nada nuevo sobre el cielo. Es la historia del pueblo de Dios, del infiel y traicionero Israel: ¡Nosotros! 

Y sin embargo, Dios no se cansa de perdonar nuestras continuas infidelidades y traiciones. Jesús nos repite una y otra vez en su Palabra: "No tengáis miedo" y nos invita a "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré" (Mateo 11,28).  Sigue abriendo sus brazos en la cruz y clamando al cielo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34)
Jesucristo es el remedio a todos nuestros temores y a todos nuestros males. Pero siempre que cumplamos la regla de las tres "P": fe en su Palabra, esperanza en su Providencia y amor a su Persona.

Caminar junto a Cristo es aceptar riesgos e incomodidades. Es asumir cansancios y luchas. Es admitir insultos y persecuciones. ¡Él lo hizo! ¡Pasó por todo ello para demostrarnos que sí se puede! Si lo hacemos, Dios nos asegura que no seremos abandonados. Él está con nosotros. Siempre. Hasta el final.

En varias ocasiones nos prometió que nos enviaría al Paráclito para defendernos y protegernos. En la barca zarandeada por la tempestad nos llamó "hombres de poca fe". En el Huerto de los Olivos quiso experimentar la soledad y la angustia extremas, precisamente para redimirnos también de este aspecto. 

Y en la misma cruz nos dijo: "Ahí tienes a tu Madre." Nos dejó a la Virgen Santísima, la mejor intercesora, no sólo para ampararnos sino para llegar más rápido a Él. No desperdiciemos todas las ayudas que el cielo nos envía para aceptar las que el mundo nos ofrece.
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Y sin embargo, nosotros seguimos sin creernos sus palabras. Seguimos sospechando y recelando. Seguimos pensando en un Dios lejano o ausente. Seguimos siendo infieles...


"Señor, concédeme serenidad 
para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia".
(Reinhold Niebuhr)

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