¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

martes, 9 de junio de 2020

EQUIPOS DE PROTECCIÓN ESPIRITUAL

"El principal reto de la evangelización de la Iglesia 
es luchar contra la 'apostasía silenciosa' 
y proporcionar a las personas la oportunidad 
de experiencias íntimas de encuentro con Dios."
(Cardenal Robert Sarah)

Antes del Covid, es indudable el hecho de que en todos los ámbitos de nuestra sociedad actual ya existía una pandemia espiritual. El hombre hace mucho que ha decidido que no necesita a Dios y vive de espaldas a Él. Se ha contagiado de un virus apóstata y mortal.

Pero es más preocupante observar cómo este virus ha penetrado con saña dentro de nuestras comunidades parroquiales y las ha devastado, llenándolas de enfermos y víctimas espirituales. 

Bastaría con realizar unos simples tests espirituales masivos en cada comunidad parroquial para encontrar una realidad evidente, un resultado preocupante: "positivo" en apostasía y relativismo. 

Quizás algunos traten de negar la existencia de este virus o de minimizar sus efectos y consecuencias. O quizás quieran falseen las cifras de contagiados o de muertos (espirituales). O quizás nos quieran contar un "relato" que nada tiene que ver con la realidad. Pero, a pesar de todo eso, el resultado no cambiará. El hecho es que nuestras "residencias espirituales" se encuentran llenas de enfermos infectados que transmiten y contagian el virus a todos los que allí conviven. 

Este fatal resultado "positivo" en muchos entornos católicos nos demuestra que nos hallamos ante un perverso germen, sutil e invisible, que va agrediendo, erosionando y destruyendo poco a poco, los pulmones espirituales de la Iglesia. 

Se trata de una lenta, constante y silenciosa apostasía que penetra en la Iglesia imperceptiblemente, sin darnos cuenta, sin saber de dónde o de quién viene el contagio. Sus claros síntomas son "doctrinas" novedosas o interpretaciones "actualizadas" sobre la fe católica, con la única intención de "amoldar" a los cristianos al mundo. 

Nos encontramos ante una ideología disfrazada de "nueva visión" de los principios cristianos y de la doctrina de la Iglesia, difundida de una manera constante por el "Imperio" y sus medios de comunicación propagandista (la Bestia), y que aboga por un hombre sin Dios, un subjetivismo exacerbado y un relativismo agudizado cuyo objetivo inicial es "negociar" la fe, para después, acabar con ella. 

Medidas de protección espiritual

Para contrarrestar este virus apóstata, los cristianos debemos adoptar una serie de medidas de protección espiritual. Y para ello, se me ha ocurrido hacer una analogía con elementos de plena actualidad:

En primer lugar, es urgente desenmascarar este mal, informando a la población católica de una forma clara, rotunda y veraz, del riesgo letal de esta pandemia, que puede conducir a la muerte espiritual, a la destrucción del alma. A la vez,  debemos formarnos en la sana doctrina de la Iglesia, como primer paso en el crecimiento en la fe. 

En segundo lugar, es imprescindible hacer comprender la necesidad de un "confinamiento interior del alma" basado en una intensificación de la oración y el sacrificio, y en un aumento de la lectura y meditación de la Palabra de Dios, para el fortalecimiento y la perseverancia de nuestra vida interior.

En tercer lugar, es preciso dotar a los cristianos de protección espiritual con "equipos de protección individual" (EPI), contra el virus de la falsedad y así, poder ejercer su servicio a Dios y a los demás, sin necesidad de buscar aplausos ni menciones heroicas. 

Hablamos de los sacramentos. Estos EPI espirituales deben estar "homologados" por la Iglesia Católica para garantizar la máxima protección espiritual, de tal forma, que para cada alma es necesario escoger la talla, diseño o tamaño que mejor se adecue a su estado espiritual o a su situación de riesgo de contagio. 
Su reparto comienza por los sacerdotes y el personal pastoral, quienes están en primera línea de batalla y para quienes este agente mortal es una amenaza real, que puede llegar a cercenar toda posibilidad de lucha contra éste; y continúa por el resto de la población de fieles para evitar su posible contaminación o rebrotes infecciosos.

Los EPI espirituales deben administrarse de una manera correcta, según las indicaciones del Fabricante, es decir, según la enseñanza de Cristo, y atendiendo a las distintas características o especificaciones de la Iglesia para cada uno de ellos, con el objeto de evitar posibles vías de entrada del peligroso agente anti-cristiano.

Los EPI espirituales tienen su mayor ventaja en el hecho de que no son desechables y pueden reutilizarse una y otra vez, siempre que sean necesarios y ante cualquier situación de riesgo potencial.

Para conocer cada rasgo específico de cada uno de los distintos EPI, es necesario realizar una breve descripción de los mismos y de su indicación adecuada a un entorno espiritual potencialmente expuesto a la infección. 

La evaluación del riesgo de exposición permitirá precisar la necesidad del tipo de protección más adecuado en cada caso o, preferiblemente, el uso conjunto de todos ellos. 

Mascarillas litúrgicas

Recomendable para todo el personal en general: Con el fin de evitar contagios, los casos confirmados con sintomatología respiratoria y aquellos en investigación, deberán llevar, preferentemente, mascarillas litúrgicas semanales, al menos, todos los domingos. Se trata de una primera medida necesaria de protección. Presentan un 78% de eficacia de filtración mínima y un 22% de fuga hacia el exterior. 
Recomendable para el personal especializado: La protección respiratoria es especialmente indispensable para el personal sanitario especializado (sacerdotes, diáconos, consagrados) y/o para el personal auxiliar (voluntarios, formadores, catequistas, fieles comprometidos, etc.), que puedan estar en contacto a menos de 2 metros de casos en investigación o confirmados, es de una mascarilla litúrgica diaria. Presentan entre un 92 y un 98% de eficacia de filtración mínima, y entre un 8 y un 2% de fuga hacia el exterior. 

Ropa de protección cristiana

La ropa de protección espiritual es el revestimiento de Cristo y está compuesta por la "bata" del bautismo, las "vestiduras blancas" de la comunión eucarística y las "botas" de la confirmación.
Todos ellos tienen un alto grado de resistencia a la penetración de microorganismos pecaminosos, una espesa capa de impermeabilización contra la salpicadura de fluidos malignos y secreciones ateas, a la vez que proporcionan una gran libertad de movimiento gracias a la "Verdad".

Guantes del Espíritu

Los guantes del Espíritu, también llamados dones, son siete: sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza, temor de Dios, a los que se añaden otros tres de apoyo: humildad, servicio y pureza de intención. 
Recomendables para todos y especialmente indicados para los sacerdotes encargados de: 

-actividades de atención y servicio al paciente: dirección espiritual, formación, etc. 

-tareas de laboratorios: grupos y actividades pastorales, catequesis, evangelización, etc. 

-trabajos de limpieza y desinfección, tanto de superficies generales como de espacios concretos, utilizados en la confesión o la unción de enfermos. 

Gafas conyugales/Pantallas de castidad 

Los cristianos casados deben usar la protección ocular del sacramento del matrimonio, compuesto de gafas integrales de amor, mientras que los no casados o separados disponen de pantallas de castidad, cuando haya riesgo de contaminación ocular y/o carnal por salpicaduras o gotas de impureza. 
Se recomienda no tocarse los ojos de la fe con las manos de la injusticia y realizar una higiene intensiva, antes y después de cada uso o acto de caridad, mediante el lavado con agua y jabón, o mediante gel hidro-alcohólico. 

Agua y jabón penitencial/Gel de unción

La exposición constante a la contaminación del pecado de la ropa, los guantes, las gafas o las pantallas requiere, imprescindiblemente, su limpieza y desinfección, mediante el lavado con agua y jabón o gracia santificante mediante el sacramento de la Reconciliación o Penitencia, al menos, una vez al mes, sin menoscabo de hacerlo más regularmente, por ejemplo, semanalmente. 
                              
En caso de estancia en la UCI y con respiración asistida, se recomienda, además, el uso del gel hidro alcohólico o sacramento de unción de enfermos

Cuando sea necesario, puede hacerse un uso conjunto de más de un equipo de protección individual, dado que está asegurada la total compatibilidad entre ellos, y probada su idoneidad conjunta y simultánea. 

Los EPI deben colocarse antes de iniciar cualquier actividad susceptible de causar contaminación, para así, garantizar la protección adecuada en función de la forma y nivel de exposición y que ésta se mantenga durante la realización de toda actividad espiritual. 

Esto debe tenerse en cuenta cuando se colocan los distintos EPI, de tal manera que no interfieran y/o alteren las funciones de protección específicas de cada equipo. En este sentido, deben respetarse siempre y sin excepción las instrucciones del Fabricante. 

Se debe evitar que los EPI sean una fuente de contaminación ulterior, por ejemplo, exponiéndolos, sin vigilancia o con desidia, a superficies infectadas o entornos contagiosos.

Protejámonos contra el virus del pecado y viviremos eternamente.

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