"Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante;
el Señor es mi fuerza y mi escudo:
en él confía mi corazón;
me socorrió, y mi corazón se alegra
y le canta agradecido"
(Sal 28,6-7)
Querido Padre eterno,
Hoy, en este día tan especial en que celebro mis 60 años de vida, quiero expresarte mi más profundo agradecimiento por tu amor inmerecido y gratuito.
Gracias por el don precioso de la vida que me has regalado, por cada día que me has permitido experimentar, aprender y crecer.
Gracias por tu constante presencia en mi vida. A menudo, en medio de la rutina diaria, de las distracciones del mundo y de las dificultades, no he sido consciente de tu cercanía y amor incondicional. Sin embargo, al reflexionar sobre mi camino, me doy cuenta de que siempre has estado ahí, guiándome y sosteniéndome, incluso cuando no te veía. Tú has sido el faro que me guiaba en los momentos de dolor y sufrimiento.
Reconozco que, a veces, he estado tan concentrado en mis preocupaciones que no he visto tus pequeñas y grandes obras a mi alrededor. Pero hoy elijo abrir mi corazón y mis ojos para reconocer tu mano en cada bendición y en cada lección, en cada encuentro significativo y en cada instante de paz que he experimentado y que viene de ti.
Gracias por tu paciencia infinita, por el amor que nunca me abandona y por la fuerza que me brindas para seguir adelante. Espero seguir siendo consciente de tu presencia en mi vida y aprender a vivir cada día con gratitud y amor.
A lo largo de estos seis decenios, he vivido momentos de alegría, amor y también desafíos que me han fortalecido. Cada experiencia positiva o negativa ha sido una lección, y en cada paso del camino, he sentido tu presencia guiándome y apoyándome.
Gracias por todas las bendiciones con las que has colmado mi vida: por el don precioso de la fe, por mi maravillosa familia, por mi mujer y mis tres hijos, por mis padres, por mis amigos y hermanos de fe, por las sonrisas compartidas y las manos que me han sostenido en los momentos difíciles. La bondad y el amor que me brindan reflejan tu luz en el mundo.
Hoy celebro no solo mi vida, sino también tu amor eterno y tu misericordia. Te pido que continúes guiándome en los años venideros, que me des la sabiduría para enfrentar lo que está por venir y que siempre me recuerdes ser un instrumento de tu paz y amor.
Gracias, Dios, por este viaje y por cada día que me regalas. Espero vivirlos plenamente y con gratitud.
Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad
(Sal 40,8-9)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Tienes preguntas o comentarios?
Este es tu espacio libre y sin censura