El Libro de las Lamentaciones o "Lamentaciones de Jeremías" es una colección de 5 poemas o lamentos poéticos que muestran la conmoción y el llanto del pueblo de Israel por la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor.
Forma parte de los libros proféticos de la Biblia cristiana, tras Jeremías, ya que tradicionalmente atribuye a éste, aunque probablemente su autor fuese Baruc o uno desconocido y su composición se realizase tras la caída de Jerusalén. Es utilizado en las liturgias de Cuaresma y Semana Santa.
También forma parte de los Ketuvim ("Escritos") de la Biblia hebrea y de los cinco Megillot ("rollos") que se recita cada año en el día de ayuno de Tisha B'Av (el 9º día del mes de Av) (julio-agosto), en duelo por la destrucción tanto del 1º Templo (por los babilonios en 587 a. C.) como del 2º Templo (por los romanos en 70 d. C.).
Estructura
Las 5 lamentaciones o súplicas se corresponden con los 5 capítulos del libro y tienen un sentido de dolor muy vivo e intenso por la caída de Jerusalén y de la fe de Israel. Su tono es sombrío y oscuro: Dios no habla, el grado de sufrimiento es abrumador y las expectativas de redención futura, mínimas.
Las 4 primeras lamentaciones utilizan el acróstico alfabético, cada estrofa comienza con una palabra cuya primera letra es una letra del alfabeto hebreo (alefato) que se sucede progresivamente expresando un principio de exhaustividad, desde Alef (primera letra) hasta Tau (22.ª letra) que equivaldría a "de la A a la Z", y la métrica de la "kinah", compuesta de 22 versos:
- 1ª lamentación (c. 1). Asedio de Jerusalén (598-597 a.C.): personificada en una princesa abandonada, castigada y sumida en el dolor a causa de sus muchas transgresiones.
- 2ª lamentación (c. 2). Caída y ruina de Jerusalén (587-586 a.C.): el hambre, los niños que desfallecen, los cadáveres que inundan las calles. Su desolación no es tanto por causa de los invasores extranjeros como por la "ira de Dios". "El Señor se volvió enemigo".
- 3ª lamentación (c. 3). Destierro: el lamento surge en primera persona y da testimonio de lo que sufre como un camino interior de conversión y de maduración espiritual: la experiencia de la ruina lo lleva a dirigir su mirada hacia el Señor, a revisar su propia vida, a hacer un acto de contrición con dolor y arrepentimiento, a confesar los pecados, a tener propósito de enmienda e implorar el perdón divino.
- 4ª lamentación (c. 4). Desolación: el pueblo que añora la gloria pasada del templo de Jerusalén, ahora destruido, llora por el abandono en que se encuentra la ciudad. El dolor no recae únicamente en las causas de la desgracia (como ocurría en la 2ª lamentación), sino en la responsabilidad de quienes han conducido al pueblo a este estado de ruina: los dirigentes y los sacerdotes.[
La 5ª lamentación (c. 5), aunque no es acróstica, tiene la métrica de la kinah (22 versos) y es un canto a la esperanza, un desgarrador grito de socorro y súplica de todo el pueblo que implora que el Señor se acuerde de él, intervenga, lo perdone y lo ayude.
Contenido
Las lamentaciones combinan el cantos fúnebre por la pérdida de la ciudad y el lamento comunitario por la restauración de su pueblo.
Son similares a los lamentos de la literatura sumeria del 2ª milenio a.C. que se recitaban con motivo de la reconstrucción de un templo ("Lamento por la destrucción de Ur", "Lamento por Sumer y Ur" y el "Lamento de Nippur"). Sin embargo, el libro de Lamentaciones, escrito antes del regreso/reconstrucción, solo contiene lamentos desgarradores y súplicas a Dios sin respuesta y sin consuelo... con la amarga posibilidad de que Dios haya rechazado y abandonado a Israel.[
La esperanza de Israel surge del recuerdo de las acciones pasadas de Dios en favor de su pueblo: "La bondad y la misericordia del Señor no se agota ni se acaba, sino que se renueva cada mañana (3,22).
La pregunta que recorre todo el libro es ¿Cómo y por qué nos ha llegado esta desgracia? pero no da respuesta alguna sino que se desahoga con el lamento: es el grito de dolor de Sión y, en el fondo, de Dios mismo (inspirador de estas lamentaciones) que vive el sufrimiento de su pueblo, quien lo expresa a través de diferentes sentimientos:
- confusión y crisis espiritual por la caída de Jerusalén (1,9) y la pérdida de sus tres pilares inquebrantables y unidos a las promesas de Dios:
- el templo: promesa de la presencia de Dios (Ex 33,14; Dt 12,7; 1 Cr 16,27; Sal 16,11; 23,4; 51,10-12; 91,1-2; 114,7; 140,13; 145,18; Is 41,10; Jr 29,13; Hab 2,20)
- la dinastía davídica: promesa a Natán (2 Sam 7; 1 Cr 17)
- la tierra: promesa tanto a Abrahán (Gn 12,1; 15,18; 28,13) como a Moisés (Dt 19,8; 27,3)
- queja y dolor por la suerte de Judá (2,11)
- reproche por el abandono de los aliados (4,17)
- angustia por los muertos, especialmente los niños (2,11)
- ira contra los babilonios (1,10)
- recriminación de los propios pecados (1,8) o contra Dios que los ha permitido (2,2)
- esperanza en el Señor (3,31-32)
- anhelo de salvación (5,21)
Serán los profetas posteriores los que respondan y consuelen a la afligida Jerusalén.
Clave de lectura
Una lectura superficial de Lamentaciones podría inducir al desaliento, ya que recoge uno de los momentos más duros de la historia de Israel, cuando parece que Dios ha olvidado sus promesas y ha dejado de socorrer a su pueblo.
Sin embargo, una lectura más profunda nos descubre profundas convicciones de fe:
- la gravedad del pecado, causa de la desgracia y de la que Dios se vale como corrección de los que ama.
- la confianza en el Señor, sabiendo con certeza que el sufrimiento no es un castigo de Dios, sino una experiencia purificadora que, vivida con fe, conduce a la esperanza, impulsa a la conversión y adquiere un sentido redentor.
- la importancia de la oración. Quien reconoce su fragilidad, acude al Señor convencido de que será escuchado, pues Él tiene poder para intervenir en la historia y responder a las súplicas de su pueblo.
- la justicia de Dios que toma en serio tanto el pecado como el arrepentimiento sincero.
- la misericordia de Dios que es más grande que todos nuestros pecados
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