¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 2 de febrero de 2020

SESENTA ESTADIOS DE IDA Y DE VUELTA



"Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, 
distante de Jerusalén unos sesenta estadios." 
(Lucas 24,13)

Muchos conocemos de memoria el relato de la tarde del domingo de Resurrección, en el que dos discípulos de Jesús, tristes y abatidos, abandonan Jerusalén camino de Emaús. 

Tras la muerte de Jesús, sus expectativas mesiánicas se han desvanecido. Su fe se ha apagado y su esperanza se ha perdido. Ya no parece quedarles otra cosa que volver a sus vidas cotidianas. Ya no tiene ningún sentido continuar juntos. 

Pero el camino de Emaús no es sólo un relato bonito del pasado. Es una peregrinación que se repite constantemente en nuestras vidas. Todos, alguna vez, recorrernos esos sesenta estadios mientras el Señor nos pregunta, nos interpela, nos suscita, nos explica, nos parte el pan y nos abre los ojos. 

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Sesenta estadios es la distancia que recorremos los cristianos cuando perdemos la fe y la esperanza. Cuando, desilusionados porque no se cumplen nuestras expectativas, y ensimismados en nuestros problemas, nos alejamos de Dios para volver a nuestra vida cotidiana ("Iban conversando y discutiendo entre ellos de todo lo que había sucedido").

Sesenta estadios es la distancia que recorre la bondad de Jesús, que sale a nuestro encuentro sin estridencias, haciéndose el encontradizo con aquellos que le hemos abandonado ("Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos"). 

Sesenta estadios es la distancia que recorre el amor de Cristo que nos acompaña en nuestro dolor y sufrimiento, que escucha nuestras pérdidas y desilusiones y se hace presente en las cosas sencillas de nuestra vida ("¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?"). 

Sesenta estadios es la distancia que recorre la paciencia de Dios ante nuestro abandono, ante nuestra incapacidad para reconocerle ("Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo").

Sesenta estadios es la distancia que recorre la sabiduría de Dios para provocar la apertura de nuestra necia mente y de nuestro duro corazón, mientras Jesús nos explica Su Palabra ("Y comenzado por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras").

Sesenta estadios es la distancia que recorre la pedagogía de Jesús para suscitarnos la necesidad de dejarle entrar en nuestra vida ("Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída"), llevarnos a Su presencia real en el Sacramento de la Eucaristía ("Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando") y ser capaces de reconocerle ("Se les abrieron los ojos y lo reconocieron").
Sesenta estadios es la distancia que requerimos para dejarnos cautivar por Él ("¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras") y comprometernos para salir a anunciarle inmediatamente ("Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén").

Sesenta estadios es la distancia que debemos recorrer para rehacer el vínculo de unidad con la comunidad, adquirir el compromiso de vivir y compartir la fe con otros cristianos y reanimar la esperanza en Dios ("Encontraron reunidos a los Once con sus compañeros").

Sesenta estadios es la distancia que todos debemos recorrer, como hizo el Señor, para saber acercarnos a las personas con sutileza, escuchar atentamente lo que nos tienen que decir, acoger y entender sin juzgar sus dudas, sus pérdidas, sus heridas, sus desesperanzas.

Sesenta estadios es la distancia que todos debemos recorrer para entrar en diálogo amistoso con las personas que nos encontramos por el camino y mostrarles a Jesucristo resucitado ("Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón").

Sesenta estadios es la distancia que separa el resentimiento del agradecimiento, la desesperanza de la fe, la pena de la alegría, el odio del amor, el egoísmo del compromiso.

Sesenta estadios es la distancia que necesitamos recorrer para decirle a Jesucristo: ¡Quédate con nosotros!


JHR 


lunes, 19 de noviembre de 2018

LA ESCALERA MECÁNICA

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"El desaliento es enemigo de tu perseverancia. 
Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, 
y a la tibieza, después. 
Sé optimista."
(San Jose María Escrivá)

La fe es como una escalera mecánica en constante movimiento, que baja continuamente y por la que nosotros debemos subir. 

Requiere un esfuerzo por nuestra parte para subirla pues se mueve en dirección opuesta a nuestro destino al final de la escalera, que es Dios.

Necesitamos perseverancia, firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo. Debemos subir la escalera constantemente, sin pararnos ante ninguna distracción. 

Necesitamos subirla con una voluntad firme o nos arrastrará hacia abajo, necesitamos subirla con ánimo y decisión y por supuesto, no mirar hacia atrás para ver lo que dejamos.

Debemos vigilar siempre para no confundirnos de sentido. Lo fácil, lo cómodo, es dejarse arrastrar hacia abajo.

A veces, puede que sintamos cansancio, flojera en las piernas, desgana o desaliento para seguir ascendiendo en contra. Es un momento peligroso porque podemos tener la tentación de agarramos al pasamanos y dejarnos llevar hacia abajo.

Es entonces cuando debemos pedir ayuda a Dios y a otros que suben por la misma escalera para que nos insuflen ánimos y ayuda.

Es entonces cuando vemos a nuestra Madre, la Virgen María que alarga su mano para que no desfallezcamos.

escalera al cieloSan José María Escrivá decía que “Comenzar es de todos; perseverar, de santos. Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que sea una perseverancia reflexiva”.

Todos comenzamos a subir la escalera con un primer impulso inicial, con mucho ánimo, con muchas ganas, con mucho interés, pero debemos saber que no debemos gastar esfuerzos innecesarios porque no se trata de subirla deprisa sino con constancia, hasta el final.

Subir la escalera mecánica de la fe implica no cejar en el empeño de querer llegar al final, a la santidad, a Dios y, además, creérnoslo.

Subir la escalera es poner cada pie en un nuevo peldaño, sabiendo que no podemos dejar de poner el otro pie en el siguiente peldaño.

Subir la escalera es cumplir fielmente con lo que nos comprometimos: llegar hasta el final.

Subir la escalera requiere entrenamiento y buena forma espiritual.

Subir la escalera requiere paciencia, no hay prisa, sino deseo de llegar, certeza de que nuestro "sí" es de verdad.

Subir la escalera es sencillamente creer que debemos y podemos llegar.

Subir la escalera es estar enamorado de quien nos espera al final y arder en deseos de abrazarle.

Es el amor a Dios sobre todas las cosas el que nos impele a llevar a lo alto de la escalera.

Y cuando estemos en el último escalón, poder decir lo que Pablo le dijo a Timoteo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Timoteo 4,7). Poder decir "He subido la escalera".

miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL ESTILO CRISTIANO

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"Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre,
 a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, 
e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío. 
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, 
no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, 
se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, 
no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres 
podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 
Y si no, cuando el otro está todavía lejos,
 envía legados para pedir condiciones de paz. 
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes 
no puede ser discípulo mío".
(Lucas 14, 25-33)

Jesús es rotundo: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo". 

No nos pide algo que no pueda hacerse. Él mismo ya lo recorrió antes: el camino de la obediencia, de la humillación, de la negación, de la donación. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida.

Cristo marca la línea roja del discípulo, el estilo del cristiano, el camino que todos sus discípulos hemos de recorrer.

Jesús nos exhorta a calcular los costes, a meditar si podremos llegar hasta el final, a discernir lo que significa seguirle.

El estilo cristiano es la senda de la Cruz, que la toma y sigue adelante. Un recorrido en el que no hay atajos, en el que no hay facilidades ni comodidades, en el que no hay cambios de sentido.

El estilo cristiano es el camino de la Verdad que lleva a la Vida. Un recorrido que exige negarnos a nosotros mismos, dar la vida y que discurre contrario al del egoísmo, de las necesidades y beneficios individuales, de las opiniones personales y de los propios apegos.

El estilo cristiano es el itinerario de la obediencia total, de la abnegación y la renuncia. Una ruta en dirección contraria a la de la queja, la protesta y la discusión.  

El estilo cristiano es el sendero de la ofrenda total a Dios, de la entrega total y sin excusas. Un recorrido en el que no hay cabida a reservarnos nada para nosotros, ni pedir nada para nosotros.

Imagen relacionadaEl estilo cristiano es el camino del sufrimiento, las dificultades y los problemas. Un trayecto en el que dejamos de lado nuestras seguridades y nuestras comodidades. 

El estilo cristiano es la ruta del crecimiento en las dificultades, de la madurez en los problemas, del aprendizaje en las caídas.

¡Cuántas veces le seguimos y a la primera dificultad o al primer contratiempo, lo dejamos!

¡Cuántas veces le acompañamos esperando beneficios propios, deseando asientos de honor y gloria, y cuando no lo conseguimos, abandonamos!

¿Estoy seguro de haber calculado los costes de seguir a Cristo?

¿He echado cuentas de lo que supone cargar con mi cruz? ¿Estoy seguro de querer seguirle para crecer y alcanzar mi meta?

¿Seré capaz de llegar hasta el final a pesar de todas las dificultades que encontraré por el camino? 

¿Caminaré agradecido sólo por las cosas buenas que Dios me regala o también por las cosas malas que me encuentre?

¿Me fortaleceré a través de las pruebas? o ¿me desanimaré a las primeras de cambio?

¿Seré capaz de transformar los problemas y sufrimientos, en bendiciones y gracias que aumenten mi amor, mi esperanza y mi fe?

"Por encima de todo, tened amor, que es el lazo de la perfección. 
Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, 
en la que fuisteis llamados para formar un solo cuerpo. 
Y sed agradecidos". 
(Colosenses 3, 14-15)