¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 31 de julio de 2020

SERVIR A DIOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA

"Marta, Marta, andas inquieta 
y preocupada con muchas cosas; 
solo una es necesaria." 
(Lucas 10,41)


Reflexionábamos en el post anterior Y el retiro...¿pa cuando? sobre cómo Dios, que ha permitido esta pandemia, nos llama a hacer silencio, a discernir y a escuchar Su voluntad en la oración, en los Sacramentos y en la Palabra. 

Dios no necesita que nosotros hagamos "cosas" para Él. Sólo quiere que estemos cerca de Él, que le amemos y le glorifiquemos

Sin embargo, en ocasiones, caemos en la tentación de nuestra lógica humana y creemos que Dios "nos necesita". Entonces, queremos "coger las riendas" y muchas veces, nos dividimos pensando cada uno la mejor solución. 

Como servidor de Emaús desde hace ya algunos años, he sido testigo de las abundantes gracias que el Espíritu Santo derrama en los retiros; de los milagros que Dios hace con todos nosotros; del maravilloso encuentro y diálogo íntimo con Dios en el Santísimo de un retiro; de cómo el amor de Cristo inflama nuestros corazones y transforma nuestras vidas.

Y también, he comprendido que Dios "quiere necesitarnos", quiere hacernos partícipes de su Amor y colaboradores de su Plan de salvación, quiere que seamos herramientas en sus manos. Pero porque Dios "quiere", no porque nosotros queramos o porque pensemos que Él nos "necesita".

El servicio a Dios

En tiempos de pandemia, servir a Dios no consiste en "coger las riendas", en "hacer o planificar cosas" ni en "pensar, organizar o decidir cosas" sino en escucharle como hacía María, y "no andar inquietos y preocupados con muchas cosas" como hacía Marta, "porque solo una es necesaria".

Nada de nuestro servicio a Dios puede ser producto de nuestras capacidades personales o de un "cristianismo aburguesado" de fin de semana, como decía Benedicto XVI. Tampoco pretender que nuestras obras sean eficaces, evaluadas y cuantificadas. Ese es el criterio del mundo. Tampoco manifestar nuestras opiniones personales o hablar de nuestros sentimientos sino para anunciar el misterio de Cristo. 

Si llenamos nuestro corazón de deseos, actividades, opiniones y sentimientos, no dejamos espacio en él para Dios.
Es tiempo de "contemplar" para realizar una aparente "inactividad" sin la cual no es posible seguir a Cristo. La contemplación da sentido y eficacia al servicio a Dios, convirtiendo éste en oración, en un "dejarse guiar" por el Señor, que conoce el pasado, el presente y el futuro.

Es tiempo de "arrodillarse" para penetrar en el misterio y aferrarnos al corazón de Cristo; para que se convierta en nuestra fuerza, nuestro sostén, nuestra seguridad. En palabras del cardenal Robert Sarah: "el cristiano es un hombre que reza".

Es tiempo de "mascarillas" para mantener nuestra boca tapada y que Jesús, como hizo con los dos discípulos, nos hable en una Lectio Divina por excelencia: "Cristo comentado por Cristo", "Cristo explicado por Cristo", "Cristo meditado por Cristo".

Es tiempo de "punteras blancas" porque sin la unión con Dios, cualquier iniciativa es inútil y, antes o después, terminamos abandonando las "cosas de Dios" para hacer "muchas cosas" o peor, para hacer "nuestras cosas".

Una llamada comunitaria

En estos tiempos de prueba, Cristo nos llama a ser Su Iglesia más que nunca: una comunidad que reza, que escucha y que medita. Un pueblo que vive los sacramentos con celo y devoción, que le da gloria y alabanza, y que persevera. 

En estos monumentos de incertidumbre, Dios nos llama a ser Su Iglesia tal y como la pensó: unida en la diversidad, caritativa en el compartir, acogedora con los más vulnerables, con los que más sufren, con los que más necesitan.

En estos momentos de inseguridad, el Señor nos llama a ser Su Iglesia de puertas giratorias: un cuerpo de discípulos misioneros que proclaman que Cristo vive. Pero no se trata sólo de salir, sino también de entrar para discipular. Discípulos que forman a otros discípulos, para que ellos también salgan y hagan más discípulos. 

Una llamada personal

En el capítulo 12 del Evangelio de San Lucas, Cristo nos da algunas claves sobre cómo los cristianos debemos actuar y nos dice:

"No tengáis miedo"
Dios nos anima y nos inspira coraje, repitiendo 366 veces la frase "a lo largo de su Palabra, porque Él todo lo puede y no se olvida de los suyos. 

Él está con nosotros, en medio de la pandemia, en medio de la tempestad, en nuestra barca, la Iglesia. sólo hay que escucharle.

"No os preocupéis haciendo planes"
Dios nos quita presión y nos dice que que no nos preocupemos sobre qué debemos decir o hacer "porque el Espíritu Santo nos enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir (o hacer)". 

Dios nos llama la atención a no hacer nuestros planes, a no inquietarnos ni agobiarnos por lo que no depende de nosotros, porque ni siquiera podemos "añadir una hora al tiempo de nuestra vida". 

"No confiéis en vuestras fuerzas"
Dios nos exhorta a "vender nuestros bienes y a dar limosna", es decir, a dejar a un lado nuestras ideas y seguridades, y entregarnos a los demás. Lo importante no son las ideas, las ganas o las intenciones que tengamos, sino el amor que mostremos. 

Pero también, nos dirige unas duras palabras: "Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?", para que no creamos que las cosas dependen de nosotros y que sabemos perfectamente lo que hay que hacer. 

"Estad preparados y alerta"
"Haceros bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón." Dios nos llama a tenerle como un tesoro en nuestro corazón. 

"Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas". Dios nos llama a formarnos en la fe y a prepararnos en el Amor, nos invita a estar atentos a lo que el Espíritu Santo nos suscite, estar vigilantes con el mal y siempre dispuestos a servirle allí donde nos llame.

Pero como en el relato de Emaús, antes de volver a Jerusalén para compartir la noticia, debemos estar más cerca de Cristo, aprender más acerca de Él, invitarle a que entre en nuestro corazón, reconocerle en los sacramentos y acompañar a los que han venido a Su casa, para que, juntos y en comunidad, perseveremos en la fe y crezcamos en el amor. 

Por ahora, sólo una cosa es necesaria: estar muy cerca de nuestro Señor. En esto consiste nuestro servicio a Dios. 

"Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, 
ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, 
ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura 
podrá separarnos del amor de Dios 
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor."
(Romanos 8, 35-39)


JHR

viernes, 17 de febrero de 2017

RIESGOS QUE MOTIVAN

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"No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. 
Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa. 
(Isaías 41, 10)


Albert Einstein dijo:"Si quieres resultados distintos, haz cosas distintas". A menudo, existe un abismo entre lo que queremos que suceda y lo que realmente hacemos para que ocurra. Soñamos con un futuro nuevo, pero luego, hacemos las mismas cosas de todos los días. 

Esto también ocurre en muchas de nuestras parroquias. A menudo, los planes pastorales trazan objetivos a corto plazo, fáciles de cumplir y que realmente no nos llevan a ningún sitio, salvo a una espiral que nos devuelve al mismo lugar, año tras año. Y vuelta a empezar...somos como hámsters corriendo en la rueda, pero sin movernos un milímetro.

Para lograr un futuro radicalmente nuevo, tenemos que hacer cosas radicalmente diferentes. Esto es, asumir riesgos. La visión implica riesgo; el riesgo, aventura; y la aventura nos hace sentirnos vivos.

No obstante, en muchas ocasiones, el riesgo nos asusta, nos bloquea y nos paraliza. La clave inicial es comenzar orando, abandonarse a Dios, para que el Espíritu de luz nos ilumine para saber qué quiere de nosotros, para que asumamos riesgos y combatamos el miedo inicial que nos atenaza. 

Confiando en Él e imitando su manera de pensar, seremos capaces de asumir cualquier riesgo, por muy grande que parezca: "Cuando estoy lleno de miedo, yo me refugio en ti. En Dios... confío y ya no tengo miedo; ¿qué podrá hacerme un hombre?" (Salmo 56,4-5).

Pero ¡Cuidado! porque el miedo y la pereza son primos hermanos. No estoy diciendo que debamos ser unos locos imprudentes, pero es probable que tengamos que ser algo más valientes de lo que somos. La tentación nos lleva a desear una vida (también parroquial) tranquila, sin temores, pero eso sólo ocurre en el cielo. Y tenemos que ganárnoslo.

En la tierra, Dios nos llama a ser valientes, a mirar hacia delante y no hacia atrás, sin anhelar las cosas del mundo: "No mires atrás ni te detengas" (Génesis 19,17) porque si nuestra mirada está puesta en este mundo, nuestro futuro nos lleva a la muerte. Además, los cristianos tenemos la absoluta seguridad de que si Dios cuida de toda la creación ¿cómo no va a cuidar de nosotros? 

Seamos realistas, si la mayoría de las parroquias están en declive o estancadas, es porque la iglesia no está asumiendo riesgos. Creo que el riesgo debe ser a la vez un hábito y un modo de pensar. Tomemos alguna iniciativa para adoptar retos, y alcanzar nuestra visión sobre lo que Dios quiere de nosotros.

Riesgos a asumir

1. Comienza algo que no sepas cómo terminará

Hacer frente a las cosas que sabemos como terminarán es sencillo hasta para un niño pero es un camino seguro al estancamiento y al aburrimiento. El riesgo, sin embargo, es avance y entretenimiento.

¿Cuál ese proyecto que te asusta? Pulsa "start". Hoy mismo. Y averigua a dónde te lleva.

En la Biblia se nos muestra como las personas que obedecieron a Dios y asumieron riesgos (Moisés, Abraham, los apóstoles, etc.) no tenían idea de lo que estaban haciendo, ni de como terminarían cuando comenzaron. 

¿Por qué habría de ser diferente para nosotros?

2. Haz lo que has pensando hacer, pero que aún no has hecho


Todos tenemos cosas que hemos estado pensando en hacer hace años y que nunca hemos empezado. Hazlo. En serio.

Los verdaderos líderes están llamados a las grandes acciones, no sólo a los grandes pensamientos.

Arriésgate y empieza a caminar. Si nunca te propones empezar, nunca llegarás a ningún sitio. Toda aventura comienza por el primer paso.

3. Sé generoso y espléndido

En un mundo donde hay mil razones para ser tacaños, para ser egoístas, la generosidad es un riesgo. Jesús se arriesgó: dejo su puesto de gloria en el cielo y bajó a la tierra para ofrecer su vida por nosotros con generosidad y amor absolutos.

Ser espléndido cuando no se tienen medios es un riesgo. Ser generoso con los elogios cuando no se tienen ganas de agradar a alguien es un riesgo. Entregar la vida por los que tenemos a nuestro alrededor es un riesgo que bien vale la pena asumir.

La generosidad es la clave para desarrollar una mentalidad de abundancia. Y las personas con una mentalidad de abundancia, a menudo, terminan asumiendo más y mayores riesgos. Y eso es lo que marca nuestro camino a la santidad.

4. Establece una meta que creas que es imposible de conseguir

La razón por la que uno no se fija una meta alta es porque piensa que es imposible y además no se puede hacer. Sin embargo los cristianos sabemos que "no hay nada imposible para Dios" (Lucas 1, 37).

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Precisamente por eso, plantéatela. Establece una meta ambiciosa. Si te planteas un fácil, sencilla y pequeña, entonces, no llegarás muy lejos.

Si te marcas una difícil, complicada y grande, y empiezas a caminar y llegarás lejos. Las personas que se fijan metas altas logran más que las personas que no lo hacen.

5. Sé vulnerable

Sí, la vulnerabilidad es también un riesgo. No estar preparado para aceptar el fracaso, inevitablemente conlleva riesgo ... pero no debemos asustarnos.

Sin miedo al fracaso, nos haremos vulnerables pero también Dios utiliza eso para curtirnos y prepararnos hoy para un futuro de mayores logros.

La valía personal no se establece por lo vulnerable que uno es ni por las veces que uno cae, sino por las que se levanta y continúa.

6. Confía en otros

Sin duda, es un riesgo confiar en los demás algo que te importa, ¿verdad? Es por eso que normalmente lo terminamos haciendo nosotros.

Elige algo que pensabas hacer personalmente y que te parece importante e invita a alguien a que lo haga. 

Esto no sólo te ayudará a ser más generoso, sino que también te posicionará en un liderazgo para formar un equipo más fuerte y así llegar muy lejos. Jesús nos mostró el camino del liderazgo, delegando su misión en sus discípulos. Él podría haber hecho todo sin ayuda alguna y sin embargo, nos enseñó el camino para llegar al Padre.

"Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir más lejos, ve con un equipo. Si quieres alcanzar el cielo, ve con Dios".

7. No abandones

Cuando se tiene miedo, se piensa en abandonar, ¿verdad? Cuando se pierde la esperanza y llegan los problemas, lo fácil es huir. Cuando huimos, renegamos de Dios.

Pues, ¡de eso nada! 

Piensa que tu objetivo es a largo plazo, es para toda la eternidad y empieza a moverte. Después de la tormenta, siempre viene la calma. Después de este mundo nos espera el cielo. Pero hay que ganarlo.

Estos son algunos riesgos que podemos asumir hoy y que pondrán en marcha otros mayores riesgos el día de mañana y que, por cierto... acrecentarán nuestra fe. Tenemos que dejar de confiar en nosotros mismos y empezar a confiar en Dios. Ahora más que nunca.

Después de todo, ¿alguna vez Dios nos llama para hacer algo fácil? ¿Verdad que no? Él estará a nuestro lado "todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20), para "echarnos una mano".