¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 17 de febrero de 2017

RIESGOS QUE MOTIVAN

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"No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. 
Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa. 
(Isaías 41, 10)


Albert Einstein dijo:"Si quieres resultados distintos, haz cosas distintas". A menudo, existe un abismo entre lo que queremos que suceda y lo que realmente hacemos para que ocurra. Soñamos con un futuro nuevo, pero luego, hacemos las mismas cosas de todos los días. 

Esto también ocurre en muchas de nuestras parroquias. A menudo, los planes pastorales trazan objetivos a corto plazo, fáciles de cumplir y que realmente no nos llevan a ningún sitio, salvo a una espiral que nos devuelve al mismo lugar, año tras año. Y vuelta a empezar...somos como hámsters corriendo en la rueda, pero sin movernos un milímetro.

Para lograr un futuro radicalmente nuevo, tenemos que hacer cosas radicalmente diferentes. Esto es, asumir riesgos. La visión implica riesgo; el riesgo, aventura; y la aventura nos hace sentirnos vivos.

No obstante, en muchas ocasiones, el riesgo nos asusta, nos bloquea y nos paraliza. La clave inicial es comenzar orando, abandonarse a Dios, para que el Espíritu de luz nos ilumine para saber qué quiere de nosotros, para que asumamos riesgos y combatamos el miedo inicial que nos atenaza. 

Confiando en Él e imitando su manera de pensar, seremos capaces de asumir cualquier riesgo, por muy grande que parezca: "Cuando estoy lleno de miedo, yo me refugio en ti. En Dios... confío y ya no tengo miedo; ¿qué podrá hacerme un hombre?" (Salmo 56,4-5).

Pero ¡Cuidado! porque el miedo y la pereza son primos hermanos. No estoy diciendo que debamos ser unos locos imprudentes, pero es probable que tengamos que ser algo más valientes de lo que somos. La tentación nos lleva a desear una vida (también parroquial) tranquila, sin temores, pero eso sólo ocurre en el cielo. Y tenemos que ganárnoslo.

En la tierra, Dios nos llama a ser valientes, a mirar hacia delante y no hacia atrás, sin anhelar las cosas del mundo: "No mires atrás ni te detengas" (Génesis 19,17) porque si nuestra mirada está puesta en este mundo, nuestro futuro nos lleva a la muerte. Además, los cristianos tenemos la absoluta seguridad de que si Dios cuida de toda la creación ¿cómo no va a cuidar de nosotros? 

Seamos realistas, si la mayoría de las parroquias están en declive o estancadas, es porque la iglesia no está asumiendo riesgos. Creo que el riesgo debe ser a la vez un hábito y un modo de pensar. Tomemos alguna iniciativa para adoptar retos, y alcanzar nuestra visión sobre lo que Dios quiere de nosotros.

Riesgos a asumir

1. Comienza algo que no sepas cómo terminará

Hacer frente a las cosas que sabemos como terminarán es sencillo hasta para un niño pero es un camino seguro al estancamiento y al aburrimiento. El riesgo, sin embargo, es avance y entretenimiento.

¿Cuál ese proyecto que te asusta? Pulsa "start". Hoy mismo. Y averigua a dónde te lleva.

En la Biblia se nos muestra como las personas que obedecieron a Dios y asumieron riesgos (Moisés, Abraham, los apóstoles, etc.) no tenían idea de lo que estaban haciendo, ni de como terminarían cuando comenzaron. 

¿Por qué habría de ser diferente para nosotros?

2. Haz lo que has pensando hacer, pero que aún no has hecho


Todos tenemos cosas que hemos estado pensando en hacer hace años y que nunca hemos empezado. Hazlo. En serio.

Los verdaderos líderes están llamados a las grandes acciones, no sólo a los grandes pensamientos.

Arriésgate y empieza a caminar. Si nunca te propones empezar, nunca llegarás a ningún sitio. Toda aventura comienza por el primer paso.

3. Sé generoso y espléndido

En un mundo donde hay mil razones para ser tacaños, para ser egoístas, la generosidad es un riesgo. Jesús se arriesgó: dejo su puesto de gloria en el cielo y bajó a la tierra para ofrecer su vida por nosotros con generosidad y amor absolutos.

Ser espléndido cuando no se tienen medios es un riesgo. Ser generoso con los elogios cuando no se tienen ganas de agradar a alguien es un riesgo. Entregar la vida por los que tenemos a nuestro alrededor es un riesgo que bien vale la pena asumir.

La generosidad es la clave para desarrollar una mentalidad de abundancia. Y las personas con una mentalidad de abundancia, a menudo, terminan asumiendo más y mayores riesgos. Y eso es lo que marca nuestro camino a la santidad.

4. Establece una meta que creas que es imposible de conseguir

La razón por la que uno no se fija una meta alta es porque piensa que es imposible y además no se puede hacer. Sin embargo los cristianos sabemos que "no hay nada imposible para Dios" (Lucas 1, 37).

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Precisamente por eso, plantéatela. Establece una meta ambiciosa. Si te planteas un fácil, sencilla y pequeña, entonces, no llegarás muy lejos.

Si te marcas una difícil, complicada y grande, y empiezas a caminar y llegarás lejos. Las personas que se fijan metas altas logran más que las personas que no lo hacen.

5. Sé vulnerable

Sí, la vulnerabilidad es también un riesgo. No estar preparado para aceptar el fracaso, inevitablemente conlleva riesgo ... pero no debemos asustarnos.

Sin miedo al fracaso, nos haremos vulnerables pero también Dios utiliza eso para curtirnos y prepararnos hoy para un futuro de mayores logros.

La valía personal no se establece por lo vulnerable que uno es ni por las veces que uno cae, sino por las que se levanta y continúa.

6. Confía en otros

Sin duda, es un riesgo confiar en los demás algo que te importa, ¿verdad? Es por eso que normalmente lo terminamos haciendo nosotros.

Elige algo que pensabas hacer personalmente y que te parece importante e invita a alguien a que lo haga. 

Esto no sólo te ayudará a ser más generoso, sino que también te posicionará en un liderazgo para formar un equipo más fuerte y así llegar muy lejos. Jesús nos mostró el camino del liderazgo, delegando su misión en sus discípulos. Él podría haber hecho todo sin ayuda alguna y sin embargo, nos enseñó el camino para llegar al Padre.

"Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir más lejos, ve con un equipo. Si quieres alcanzar el cielo, ve con Dios".

7. No abandones

Cuando se tiene miedo, se piensa en abandonar, ¿verdad? Cuando se pierde la esperanza y llegan los problemas, lo fácil es huir. Cuando huimos, renegamos de Dios.

Pues, ¡de eso nada! 

Piensa que tu objetivo es a largo plazo, es para toda la eternidad y empieza a moverte. Después de la tormenta, siempre viene la calma. Después de este mundo nos espera el cielo. Pero hay que ganarlo.

Estos son algunos riesgos que podemos asumir hoy y que pondrán en marcha otros mayores riesgos el día de mañana y que, por cierto... acrecentarán nuestra fe. Tenemos que dejar de confiar en nosotros mismos y empezar a confiar en Dios. Ahora más que nunca.

Después de todo, ¿alguna vez Dios nos llama para hacer algo fácil? ¿Verdad que no? Él estará a nuestro lado "todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20), para "echarnos una mano".


miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿POR QUÉ MI PARROQUIA NO CAMBIA NUNCA?

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Posiblemente estemos tratando de cambiar algo en nuestra parroquia. Posiblemente estemos intentando cambiarlo todo.

El hecho de que Dios nunca cambie no significa que nuestra parroquia no deba hacerlo. De hecho, las parroquias sanas cambian constantemente. 

El cambio es lo que produce crecimiento. Lo único que nunca cambia es el mensaje y la misión que Cristo encomendó a la Iglesia.

Debemos cambiar los métodos para asegurarnos de que la misión permanece viva y que el mensaje se escucha. 

El cambio conduce a las personas desde donde están hasta donde necesitan estar. 

Pero es aquí donde vienen los problemas. Las personas suelen ser muy reticentes, por naturaleza o por tradición, a los cambios, y en una parroquia, mucho más.

La conversación siempre es la misma

¿Alguna vez has tenido la sensación de que ninguna reunión es una nueva reunión? ¿De que todas las reuniones se parecen sospechosamente a las de siempre? ¿De que estás hablando de las mismas cuestiones mes tras mes, año tras año?

Demasiado a menudo nos encontramos en consejos parroquiales, año tras año, con los mismos temas no solucionados encima de la mesa.

Hablar sobre un tema, incluso hablar apasionadamente sobre un tema y ​​no hacer nada al respecto, es una completa pérdida de tiempo. Y desgasta.

Los problemas no se resuelven sólo por el hecho de intuirlos, de tomar conciencia de ellos o por discutirlos. Los problemas se resuelven poniéndose en acción.

Nuevas ideas, viejos rechazos

Cada vez que alguien plantea una nueva idea o un nuevo enfoque, alguien enumera tres razones por las que no funcionará. Esta es la razón por la que se tiene la misma conversación una y otra vez.

Cualquier cambio siempre genera rechazo. La gente suele ponerse nerviosa cuando tiene que salir de su zona de confort, de su zona conocida y dar un paso hacia lo desconocido. Prefiere permanecer inmóvil ante el temor a equivocarse, prefiere excusarse a emprender algo nuevo por si no funciona.

¿Cómo saber que algo no funcionará? ¿Cómo comprobar que funcionará?

Muy fácil: Podemos seguir poniendo mil excusas o mil trabas para explicar los miles de motivos por los qué no funcionará. Hasta que lo pongamos en práctica y funcione.

La nostalgia por el pasado 

Una señal inequívoca de que una parroquia nunca cambiará es comprobar un hecho muy sencillo pero también muy habitual: el profundo anhelo por el pasado eclipsa cualquier entusiasmo por el futuro.

Imagen relacionada¿Cómo saber que esto podría estar pasando en nuestra parroquia?

Muy sencillo: Comprobemos el idioma que se habla en nuestra parroquia. Cuando la mayoría de las historias, las homilías, las referencias culturales e incluso los tiempos verbales utilizados están en pasado, es una señal de que estamos mirando hacia atrás, no hacia delante. Es una señal de que se ha perdido contacto con el presente y mucho más con el futuro.

Cuando la nostalgia por lo que se solía hacer es mayor que la pasión por lo que se va a hacer...¡¡¡Houston, tenemos un problema!!! Porque cuando todo el entusiasmo está enfocado en el pasado, no hay mucho futuro.

Las pequeñas cosas siempre son grandes cosas

El reto del liderazgo se basa en resolver los problemas importantes. El problema surge cuando nunca se ataja lo importante porque lo pequeño se hace grande, lo intrascendente se hace trascendente y entonces, nos distraemos y nos estancamos.

Todos sabemos a qué nos referimos: El debate sobre la conveniencia de evangelizar o no duró seis meses. Y luego se decidió que sí. Entonces, se convirtió en la discusión, que duró otros dos meses, sobre cómo y quién debía hacerlo. Luego, se convirtió en el debate, que duró otros cuatro meses, sobre cuál método utilizar y cual no. ¡¡¡Y todo paralizado durante un año!!!

Cuando las cosas pequeñas se convierten en cosas grandes, nunca abordaremos problemas realmente grandes.

¿Qué hacer ante el estancamiento?

Muy simple: no demorar más lo importante y tomar decisiones sin miedo a equivocarse.

Quejas por lo último que se cambió

Uno sabe que en su parroquia no quieren cambiar cuando todavía siguen quejándose de lo último que se cambió. Y eso fue hace cinco años.

No sé qué más decir sobre esto, excepto ... que fue CINCO AÑOS atrás.

¿Qué hacer? 

La Biblia nos lo muestra en el relato sobre Sodoma y Gomorra en Génesis 19, 17 cuando aconseja a Lot: Mientras los sacaban afuera, dijo uno: ¡Escápate, por tu propia vida! No mires atrás ni te pares. Escapa al monte, no vayas a ser barrido". 

Debemos dejar de mirar hacia atrás y escapar hacia adelante.

"Siempre se ha hecho así" 

Esta es la misma canción que se repite una y otra vez cuando no se quiere cambiar nada: "siempre se ha hecho así"...

Ocurre en todas las parroquias, tanto en las que son sanas y crecen como las que no.  Y es que existe tanto miedo a romper con lo que se ha conseguido, que muchos se resisten desesperadamente al cambio. Incluso el éxito crea barreras a la innovación. El mayor enemigo de nuestro éxito futuro es nuestro éxito actual.

¿Solución?

Jesucristo nos da la clave: Él todo lo hizo nuevo y si nosotros somos sus seguidores, debemos hacer lo mismo: Innovar, cambiar, hacer todo nuevo.

Siempre son los mismos en misa

Una señal evidente de que la gente ha renunciado al cambio es que nadie se preocupa por las personas del entorno que no asisten a la iglesia o si asisten, no se les acoge. O lo que es lo mismo, la parroquia no evangeliza.

Cuando no pensamos, oramos o llevamos a las personas a Cristo, nuestras conversaciones, nuestras reuniones, nuestras actividades y nuestros consejos parroquiales se convierten en preferencias personales, no en principios bíblicos, ni en mandatos divinos.

Y cuando nuestra parroquia se convierte en un cúmulo de preferencias personales, se pierde la misión. Se pierde la identidad.

¿Qué hacer?

Tres cosas.

Primero, poner nombre al problema, es decir, diagnosticarlo.

Tal vez podemos comenzar por analizarnos personalmente, si somos resistentes al cambio. Todos nos resistimos, y nuestra resistencia puede ser por temor. O tal vez, por frustración. Y terminamos tirando la toalla y pensando que nuestra parroquia nunca cambiará. 

En ese caso, si estamos convencidos de que nada cambiará, no lo hará.

Segundo, compartir el miedo al cambio con la comunidad. Pedir a los demás que hablen honestamente sobre su miedo al cambio. Quizás conduzca a mirarse al espejo y decir: ¡¡¡Houston, el problema somos nosotros!!!

Ese sería un momento clave y decisivo.

Y, por último, darse cuenta de que el cambio es posible porque no todo el mundo, en realidad se opone al cambio. Simplemente creemos que el cambio es imposible y todo el mundo se opone.

Las personas que se oponen al cambio en un momento dado rara vez suponen el 10% del total. Es sólo que los que se oponen hablan imperativamente, y es que a menudo, confundimos hablar autoritariamente con tener razón.

No dejemos que el 10 por ciento de las personas que se oponen al cambio determinen el futuro del 90 por ciento que no lo son.

Tal vez eso nos dará el coraje que necesitamos para producir el cambio que nuestra parroquia necesita hacer. 

Nada es, en realidad, tan descabellado como pensamos e incluso una Iglesia con un bagaje plano de muchos años sin evangelización, puede cambiar.

¿Lo intentamos?



martes, 16 de agosto de 2016

MIEDO AL CAMBIO: DESENTIERRA TU TALENTO





«Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.

Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. 

Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el de los dos talentos dijo: "Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el que había recibido un talento dijo: "Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo." 

Mas su señor le respondió: "Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.

Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."

(Mateo 25, 14-30)


Muchos de nosotros vivimos atrapados en situaciones que no son las que nos gustaría estar viviendo, pero nos conformamos, fundamentalmente, por miedo al cambio.

A veces, se trata de nuestra pareja con la que discutimos a menudo y con la que no compartimos casi nada pero seguimos con ella por inercia. 

Otras veces, se trata de nuestro trabajo o de nuestro jefe, que tanto nos disgusta pero que al menos nos da de comer. 

Otras, es nuestra parroquia que no crece y enferma, pero con la que al menos nos reconfortamos espiritualmente. ¡Excusas con tal de no actuar!

¿Qué es lo que nos da tanto miedo? 

¿Por qué somos tan reacios a los cambios?

¿Por qué cerramos a cal y canto las puertas de nuestros corazones?

¿Por qué ante los problemas internos tan evidentes de la Iglesia y los ataques externos tan despiadados, permanecemos callados, inmóviles o miramos hacia otro lado? 

¿Permanecemos quietos mientras el mundo se mueve y cambia a pasos agigantados?

¿Esperamos que la solución llegue por sí sola, sin mover un dedo, sin orar, sin ponernos en marcha?

¿Preferimos un enfoque exclusivamente dirigido al cuidado de los que ya somos, del rebaño antes que molestarnos en ir a por más almas para Dios?

¿Nos gustan las cosas como son?

¿Somos capaces de soñar alguna posibilidad de mejora?

¿Nos enorgullecemos de no cambiar en aras de conservar una cierta comodidad?

¿Qué opina Dios de todo esto?

Lo que parece evidente es que le damos más importancia a la seguridad, a la comodidad y a la tranquilidad que al bienestar, a lo correcto o a Dios. Tenemos más miedo a perder que deseo de ganar, como el siervo de la parábola que recibió un talento.

Incertidumbre

La palabra cambio siempre produce en nuestra mente una connotación negativa, parece significar incertidumbre, temor por lo desconocido y, sobre todo, riesgo. Por eso, muchas veces, ante la probabilidad de empeorar, nos aferramos a la postura cómoda de evitar cualquier tipo de cambio o de toma de decisiones.

Pero resulta que tenemos una esperanza, una fe, una certeza cristiana de que Dios está a nuestro lado y que jamás nos abandona.¿O no es así?

Pesimismo

Casi siempre, nuestra tentación nos lleva a ponernos en lo peor. Somos bastante derrotistas y fatalistas.

Pero cuando nos enfocamos en lo positivo y confiamos en nuestro Creador, avanzar y eliminar el miedo al cambio es mucho más sencillo, pues descargamos nuestros miedos e inseguridades en Él. ¿O no es así?

Inseguridad

Por si fuera esto fuera poco, mostramos una gran inseguridad en nuestra capacidad para cambiar las cosas y una cierta desconfianza en nuestra capacidad para conseguir algo mejor.

Pero una cosa es evidente, la mejor forma de perder toda la confianza en uno mismo es quedarse quieto y no intentar nada en la vida. Dios no nos quiere inseguros ni quietos. El nos ha regalado dones y talentos para que los utilicemos no para que los guardemos por miedo. Recuerda la parábola de los talentos.

Auto-compasión

"No merezco nada mejor", "No soy capaz", "No estoy preparado": son algunas de las excusas que ponemos ante un cambio, ante una situación incómoda o que nos hace sufrir y no somos capaces de salir de ahí, lo que evidencia  nuestra auto-compasión, nuestra falta de valoración propia para cambiar las cosas.

Dios nos valora como criaturas únicas y no ha dado la dignidad de ser hijos suyos. ¿Vamos a ser capaces de censurar lo que Dios tiene pensado para nosotros?

Con la parábola de los talentos, Jesús intenta explicar cómo es nuestro Dios, y cómo debe ser nuestra respuesta a su invitación a participar de su Reino.

Tomar conciencia de cuáles son los obstáculos que nos impiden avanzar, cambiar y transformar el mundo, será lo que nos ayude a dar el primer paso. Todo viaje, toda aventura empieza por el primer paso.

Dios nos ha dado un potencial increíble y sólo espera que confíes en Él para "salir a la luz", para "ser la luz". Somos capaces de muchas más cosas de las que creemos y además nos merecemos lo mejor. Eso es lo que Dios ha ideado para cada un de nosotros.

Por eso, pongámonos en acción, despidiendo de nuestra vida lo que no nos hace feliz y luchando por lo que Dios nos ofrece y nos pide.  En eso se basa la plenitud, la felicidad.