¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 19 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (19): ¿CUÁL ES EL MANDAMIENTO PRINCIPAL DE LA LEY?

"¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?"
(Mt 22,36; Mc 12,28; Lc 10,26)

La visión de Ezequiel de la primera lectura es realmente dantesca. Rodeado de "muchísimos" huesos secos, el profeta tiene la valentía de dar "vueltas y vueltas en torno a ellos" por la obediencia y la escucha atenta a las palabras del Señor.  

Es una situación (ver Un valle repleto de huesos secos) nada agradable a la vez que sorprendente, en la que observa cómo se unen los "huesos", cómo se forman los "tendones", la "carne", los "nervios", la "piel"... ¡Hasta recobrar la vida!

La Palabra de Dios es creadora, el Espíritu Santo es dador de vida. Es el amor de Dios el que infunde vida en el polvo seco del osario terrestre. Dios nos rescata, nos libera y nos resucita por su misericordia, como reza el Salmo, y nos llama a la resurrección del amor.

Un mundo sin amor es lo que vio el profeta, un mundo seco, sin vida, sin esperanza. Un mundo que sólo Dios puede devolver a la vida: "Abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos". 

El Evangelio nos da las claves de nuestra resurrección. Jesús, ante la pregunta del millón que le hace un fariseo sobre el mandamiento principal de los 613 que contenía la Torá, repite la Shemá Israel ("Escucha Israel") escrita por Moisés en Deuteronomio 6,5: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo".

El Señor, que cumplió hasta el extremo ambos mandamientos, une el más importante, "amar a Dios", con un segundo que está íntimamente relacionado, "amar al prójimo". 

Pero además, dice "como a ti mismo", es decir, amar a Dios, al prójimo y a uno mismo. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y sin quererse a uno mismo, y viceversa. 

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente"

El término griego que se utiliza aquí para "Amor" es agapao (ἀγαπάω). No es un amor cualquiera, sino un amor de entrega y de servicio. Un amor sin reservas y sin esperar nada a cambio. Es el amor divino, muy diferente al amor humano.

"Corazón",  del griego kardía (καρδία) es el lugar donde brotan todas las intenciones y las emociones humanas, que se transforman en actos. Si el corazón es puro, los actos serán buenos. Si es impuro, serán malos.

"Alma", del griego psiqué (ψυχή) es la esencia de nuestro propio ser, nuestra personalidad, nuestro carácter y temperamento. Todo aquello que forma parte de lo que somos, nuestros sueños, anhelos y deseos, debemos entregarlos totalmente a Dios.

"Mente", del griego diánoia (διάνοια) es nuestra razón, nuestra inteligencia, nuestro entendimiento y nuestro conocimiento adquirido y revelado por la fe que busca comprender.

Marcos, en su evangelio, añade "Fuerza", del griego isjús (ἰσχύς) y que hace referencia a toda nuestra capacidad y esfuerzo para realizar una actividad, sin reservas, sin escatimar nada.

El amor fecunda y hace brotar la vida. Sin amor, el mundo se convierte en un valle de huesos secos y rotos, sin vida, sin esperanza, sin razón para existir. 

Dios nos ha creado por amor, para amar y ser amados. Nos ha hecho participes, a través de su Hijo (su Palabra) y de su Espíritu Santo (su Gracia), de su vida divina: el AMOR.

Ante la visión de un mundo muerto al amor, el Señor nos invita a amar y nos interpela: "Hijo de hombre: ¿podrán revivir estos huesos?"

¿Le responderé "Señor, Dios mío, tú lo sabes"?

¿Comprenderé que "Él es el Señor"?

¿Le daré gracias porque "Es eterna su misericordia"?



JHR

viernes, 17 de septiembre de 2021

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA: LA "NUEVA" LEY Y SU JUSTICIA


"Os digo que si vuestra justicia no es mayor 
que la de los escribas y fariseos, 
no entraréis en el reino de los cielos" 
(Mateo 5,20)

Me sigue sorprendiendo que algunos católicos interpreten erróneamente el Nuevo Testamento en detrimento del Antiguuo. Precisamente, el tema central del Evangelio de Mateo (y también de los de Marcos, Lucas y Juan) es afirmar que Jesús es el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento y por tanto, el Mesías esperado. 

En el capítulo cinco de Mateo, que hoy reflexionamos, el evangelista presenta el comienzo de la predicación de Jesús con el Sermón de la Montaña, que representa la carta magna de la libertad cristiana en la que se expone la justicia del reino de Dios, es decir, la voluntad de Dios, el propósito único y pleno de la Ley o "Torah". Cristo une y da plenitud a la Justicia del Antiguo Testamento con la Misericordia del Nuevo.

El Señor, lejos de abolir la "Ley y los Profetas", viene a darle cumplimiento y plenitud (Mateo 5,17), explicando a través del "Evangelio" su sentido más profundo: Jesucristo es el cumplimiento de la historia de la salvación del Antiguo Testamento, la Nueva Alianza (Isaías 42,6) y la Nueva Ley. 

Por tanto, existe discontinuidad entre Torah y Evangelio, pero no ruptura: el vino nuevo requiere odres nuevos. El "vino nuevo" es Jesucristo y "los odres nuevos" son la radicalidad y plenitud del amor. 

Sin comprender a Jesús como el Mesías prometido, como el cumplimiento de "la Ley y los Profetas" es imposible integrar Torah Evangelio. Por eso, Cristo nos pide ir más allá de la letra de la Ley (odres viejos) y ver perfectamente cumplidos los mandamientos de Dios y modeladas las Bienaventuranzas en su divina persona.
Las Bienaventuranzas 

Las Bienaventuranzas son las bendiciones prometidas en los pactos de Dios de la antigüedad con el pueblo de Israel (con Noé, Abraham, Moisés y David) pero con una dimensión plena, universal y eterna: La “Tierra Prometida” es el Reino de los Cielos, abierto a todos los hombres.

Las Bienaventuranzas son las bendiciones de la filiación divina y la vida divina, reveladas por el amado y perfecto Hijo de Dios, y ofrecidas a cada uno de nosotros, a quienes nos enseña a invocar a Dios como “Padre Nuestro” (Mateo 6,9). De hecho, Mateo utiliza  17 veces la palabra “Padre” en los capítulos cinco, seis y siete de su evangelio. 

Las Bienaventuranzas, según algunos padres de la Iglesia, se corresponden con los siete dones del Espíritu (Isaías 11,2-3), con las siete peticiones del “Padre Nuestro” (Mateo 6,9-13), con los siete “ayesque Jesús dirige a los escribas y fariseos (Mateo 23,13-36) y con la misión mesiánica profetizada en el Antiguo Testamento (Isaías 61,1-11). 

Las Antítesis

En el versículo 20, Jesús advierte que la entrada al Reino de los Cielos requiere una justicia mayor que el "legalismo" de los escribas y fariseos, es decir, un concepto más pleno y profundo de los mandamientos dados por Dios a Moisés.

A partir del versículo 21, Jesús comienza a explicar la Ley de Dios con su pedagogia divina mediante "antítesis" que comienzan y terminan con la misma fórmula "Habéis oído que se dijo..." y "Pero yo os digo...":

1ª antítesis (vs. 21-26). Mansedumbre. Para un cristiano, "matar" no sólo significa "asesinar" sino también guardar rencor, demostrar ira, criticar, juzgar o insultar al prójimo.

2ª antítesis (vs. 27-30). Pureza. Para un cristiano, "cometer adulterio" no es sólo el acto y el signo exterior de la voluntad sino también el deseo y el signo interior del corazón.

3ª antítesis (vs. 31-32). Justicia. Para un cristiano, "divorciarse" no forma parte del propósito inicial de Dios. La indisolubilidad del matrimonio es un derecho de igualdad para los dos conyuges.

4ª antítesis (vs. 33-37). Verdad. Para un cristiano, "jurar en falso", o simplemente, "jurar" supone no cumplir lo prometido, mentir, engañar, faltar a la vedad, no ser digno de confianza.

5ª antítesis (vs. 38-42). Generosidad. Para un cristiano, el "ojo por ojo y diente por diente” (la ley del talión o venganza) no es un derecho ni una reclamación ante ningún agravio o afrenta. Esta antítesis sugiere una posible razón de que no aparezca el “no robarás” como la antítesis que falta para que sean "siete".

6ª antítesis (vs. 43-48). Amor. Para un cristiano, "amar a Dios y al prójimo" implica también "amar a los enemigos". Esta es la plenitud y el cumplimiento de la Ley, la perfección, la santidad.

Las antítesis de Mateo guardan una estrecha relación con la perícopa del joven rico narrada en los tres sinópticos (Mateo 19, 16-21; Marcos 10, 17-27; Lucas 18 18-27), quien dice cumplir los mandamientos fundamentales de la Ley o "Torah", pero a quien Jesús le pide ir más allá, a "dejarlo todo y seguirlo" (Mateo 19,21).

Los Mandamientos

La observancia de los mandamientos es indispensable y básica para la convivencia en comunidad, aunque no suficiente para alcanzar la "vida eterna". 

Jesús "rompe esquemas y sacude mentalidades", nos pide ir más allá de la "letra", del "cumplimiento" de la Ley, para mostrarnos, no sólo cómo debemos vivir, sino además, qué debemos hacer, o mejor dicho, cómo debemos ser"perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,48). 

Mateo es el único de los sinópticos que añade al final, como la culminación de los preceptos precedentes, la última "antitesis": "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" (Levítico 19, 18), "pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen" (Mateo 5,43-44)

La Ley suprema del amor es una moción interior, sin duda suscitada por el Espíritu Santo, por la que los cristianos no cumplimos normas y reglas por obligación sino que nos ofrecemos y entregamos libre y voluntariamente a los demás.

Eso es exactamente lo que el Señor hizo en la Cruz: entregarse libre y voluntariamente a la voluntad de Dios, amar hasta el extremo a sus enemigos y pedir al Padre la misericordia divina para que los perdonara (Lucas 23,34). 

Cristo es la perfección del amor, es decir, la plenitud y el cumplimiento de la voluntad de Dios"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). Los "amigos", los "discípulos", los "hermanos" de Cristo, "la nueva familia de Dios" son todos aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios (Mateo 12,50; Marcos 3,31-35; Lucas 8,19-21), es decir, aquellos que aman a Dios Padre y a sus hermanos.
En conclusión, el Sermón de la Montaña nos propone:

los Mandamientos, que constituyen y establecen las normas y leyes morales (que no legalismos) necesarias para la buena convivencia en comunidad.

- las Bienaventuranzas, que dibujan el perfil del verdadero cristiano necesario para la salvación y el acceso al Reino de los Cielos.

- las Antítesis, que esbozan un modo revolucionario de "ser" del cristiano ("luz del mundo" y "sal de la tierra"), que manifiesta con sus obras la justicia y la misericordia de Dios (Antiguo y Nuevo Testamento como un "todo"), y que forma una nueva y santa familia (la familia de Dios).