¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 12 de junio de 2021

APASIONADOS POR CRISTO

 
"¿No ardía nuestro corazón 
mientras nos hablaba por el camino 
y nos explicaba las Escrituras? 
(Lucas 24,32)

El diccionario define "pasión" como "fervor, fuego, celo, ardor". La pasión es energía vital, es lo que nos motiva a hacer que algo pase, lo que nos emociona, lo que nos hace perseverar y superar los obstáculos.

Siempre digo que los cristianos debemos ser apasionados, celosos, intensos e incluso vehementes con Aquel que nos ha cautivado con su mirada de amor: Jesucristo. Para ser cristiano, primero tengo que dejarme servir y amar por Cristo para, luego, servirlo y amarlo hasta la locura.

Un cristiano que no se deja amar ni lavar por Jesús no es cristiano (Juan 13,1-15). Un cristiano que no vive apasionado por Cristo no es cristiano. Un cristiano que no se entrega hasta el extremo no es cristiano. Un cristiano al que no le arde el corazón por su Señor no es cristiano. Es una persona sin motivación, sin emoción, sin ganas...sin amor...y no es cristiano.
El propio Jesús, mirándonos a los ojos, nos dice: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Juan 14,15), y su primer mandamiento es "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mateo 22,37; Marcos 12,30). 

Apasionarse por Cristo no es sólo rezar, ir a misa, seguir las normas o tener buenas intenciones, sino rezar con confianza, vivir la misa y los mandamientos, no por obligación sino por deseo sincero de encontrarnos con Él. Se trata de hechos, no palabras; obras, no intenciones.

Apasionarse por Cristo no es decir un simple "me gusta", "me cae bien". Tampoco es amarlo con los labios, con la razón o con el sentimiento, como muchos hacen....sino amarlo con todo "sin reparar en gastos".  Es darlo todo, "sin guardarme nada", por Él

El segundo mandamiento, semejante al primero, es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22,39). Dice San Juan que quien no ama a su hermano, no ama a Dios:  "Si alguno dice: 'Amo a Dios', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1 Juan 4,20). 

Apasionarse por Cristo es también preocuparme por nuestros hermanos, interesarme por los pobres, empatizar con los necesitados, ayudar a los heridos y a los que están solos o perdidos. Es dar la vida por ellos...hasta el extremo.

Cristo es el sentido de nuestra vida, nuestra referencia, a quien miramos con el corazón incendiado, atravesados por su mirada de amor. Nuestra pasión por Él se demuestra en nuestra relación con Él y con los demás, viviendo con celo motivador el amor a Dios que crece a cada instante y de forma constante en nuestros corazones, y que nos impele a servir.

Apasionarse por Cristo es sentirme atravesado por un flechazo de Amor infinito, abrazado por Él, atraído por Él, para dejarlo todo y seguirlo. Es "venderlo todo" para comprar el campo de tesoro escondido y la perla de gran valor, que es Jesucristo. Es dejarlo todo para seguir al Maestro.

Apasionarse por Cristo es "caerme del caballo" como Pablo, es "llorar tras negarlo" como Pedro, es "estar al pie de la Cruz" como Juan, es "dejar mi vida pecaminosa" como Mateo, es "meter los dedos en sus llagas" como Tomás.

Apasionarse por Cristo es gozar espiritualmente de su presencia, es entregarme completamente a Él, es alabarlo y adorarlo, es obedecerlo y querer conocerlo más, sin tener en cuenta los obstáculos ni las distancias ni poner excusas para seguirlo. Es pensar en Él día y noche, soñar con Él, vivir con Él y morir por Él.

"Lo que hagáis, hacedlo con toda el alma, 
como para servir al Señor, y no a los hombres: 
sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. 
Servid a Cristo Señor"
(Colosenses 3,23-24)

viernes, 29 de septiembre de 2017

VIACRUCIS EN EL VALLE


Hoy hemos vuelto a realizar el Vía crucis (en latín: "camino de la cruz") en el Valle de los Caídos. 

Una devoción centrada en los Misterios Dolorosos de Cristo, que se meditan y contemplan caminando y deteniéndose en las estaciones que, del Pretorio al Calvario, representan los episodios más importantes de la Pasión. 

También conocido como "estaciones de la cruz" y "vía dolorosa", se trata de un camino de oración con el que meditamos la pasión y muerte de Jesucristo en su camino al Calvario. 

Un acto de piedad con el que recordamos con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado durante su pasión y muerte y además, nos otorga indulgencia plenaria.

Consta de 14 estaciones, cada una de las cuales se fija en un paso o episodio de la Pasión del Señor, para su meditación y contemplación. Va precedido y seguido de peticiones y oraciones. A veces, se añade una decimoquinta, dedicada a la resurrección de Cristo. 


Oración inicial
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración en cada estación
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Le sigue la exposición del acontecimiento propuesto o la predicación sobre el mismo, así como la meditación silenciosa. 

Oración final
Te suplicamos, Señor, que nos concedas, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que meditemos tu Pasión, quede grabado en nosotros con marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por nosotros y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que nos acompañe, durante todas nuestras vidas, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén.

Virgen Santísima de los Dolores, míranos cargando la cruz de nuestro sufrimiento; acompáñanos como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres nuestra Madre y te necesitamos. Ayúdanos a sufrir con amor y esperanza para que nuestro dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén.

Las 14 estaciones son:

Imagen relacionadaI. Jesús es condenado a muerte.
II. Jesús lleva la cruz.
III. Jesús cae por primera vez.

IV. Jesús encuentra a su madre María.
V. Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz.

VI. Verónica limpia el rostro de Jesús.
VII. Jesús cae por segunda vez.
VIII.Jesús consuela a las mujeres que lloran por él.
IX. Jesús cae por tercera vez.
X. Jesús es despojado de sus vestiduras.
XI. Jesús es clavado en la cruz.
XII. Jesús muere en la cruz.
XIII. Jesús es descendido de la cruz y puesto en brazos de María, su madre.

XIV. Jesús es sepultado.

Lo habitual es hacer un recorrido en grupo, deteniéndose en cada estación y haciendo una oración en cada una, una lectura de algún pasaje del evangelio y también una meditación. 


El Vía crucis se adentra en el misterio eucarístico. La oración del Vía crucis es un camino que conduce a la comunión profunda y espiritual con Jesús.

El Vía crucis no está dotado de una concepción meramente sentimental, y de cuyos riesgos el Señor, en la VIII estación, advierte a las mujeres de Jerusalén que lloran por él. No basta el simple sentimiento; el Vía crucis debe ser una escuela de fe, que por su propia naturaleza, "actúa por la caridad" (Gal 5, 6).



El Vía crucis nos muestra un Dios que padece él mismo los sufrimientos de los hombres, y cuyo amor no permanece impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros, hasta su muerte en la cruz (Flp 2, 8). 

El Dios que comparte nuestras amarguras, el Dios que se ha hecho hombre para llevar nuestra cruz, quiere transformar nuestro corazón de piedra y llamarnos a compartir también el sufrimiento de los demás; quiere darnos un "corazón de carne" que no sea insensible ante la desgracia ajena, sino que sienta compasión y nos lleve al amor que cura y socorre: "El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna" (Jn 12, 25; Mt 16, 25; Mc 8, 35; Lc 9, 24; 17, 33).

"El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mt 16, 24). Jesús mismo ofrece la interpretación del Vía crucis, nos enseña cómo hemos de rezarlo y seguirlo: es el camino del negarse a sí mismo, es decir, el camino del amor verdadero. Jesús ha ido por delante en este camino, camina con nosotros, en cada momento de nuestra vida de hoy, como aquella vez con los discípulos de Emaús.