¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 14 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (15): UN GRAN SIGNO APARECIÓ EN EL CIELO

 
“Un gran signo apareció en el cielo:
una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”
(Ap 12,1)

La escena que nos presenta la primera lectura de Apocalipsis 11,19 es realmente sobrecogedora y está tomada del libro de los Macabeos: el cielo se abre y aparece el santuario de Dios, que revela el Arca de la Alianza, la shekinahlugar de la presencia de Dios en la tierra, "perdida" desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el 586 a. C., y escondida por el profeta Jeremías en una cueva del monte Sinaí, aparecerá cuando Dios intervenga de manera definitiva en favor de su pueblo (2 M 2,4-8). 

Según San Buenaventura, el arca es la nueva presencia de Dios: es el cuerpo resucitado de Cristo, su cuerpo eucarístico. Jesús, haciendo templo de su cuerpo, abre “la Presencia” a todos los hombres para que puedan permanecer en Él. Y también,  es el cuerpo místico de Cristo, su Iglesia. Simbolizada por la gloriosa Virgen María, la Iglesia está "fabricada" de material incorruptible y contiene el maná (Eucaristía), la vara de Aarón (Fe/Confianza) y las dos tablas de la Ley (Palabra); y por encima, tiene dos Querubines haciendo sombra al propiciatorio (Sabiduría). 

La aparición de la mujer es un gran signo, un anuncio dirigido a toda la tierra (referencia a Is 66,19) y una imagen tomada del sueño de José (Ge 37,9) que simboliza a la Virgen María, tipo de la Iglesia:

- vestida del sol. La mujer en sí no es divina, no brilla con luz propia sino es su vestido el que ilumina: está revestida de Dios, de su gloria y su gracia, de los méritos de Cristo. Por eso, la Virgen María es luz y trae la luz del mundo, a Cristo. De la misma forma, la Iglesia es luz y faro que guía a los hombres.

-la luna bajo sus pies. Símbolo de la medida del tiempo. La Virgen es “Señora del tiempo” y no está sometida a la tiranía del tiempo, sino que la domina. Y, análogamente, la Iglesia no tiene fin: “el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18).

-una corona. Símbolo de realeza y de victoria, por tanto, la Mujer es una Reina que gobierna junto con Dios, igual que la Iglesia: "Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 18,18).

-doce estrellas en la cabeza. Símbolo de la totalidad del pueblo de Dios, representado por las doce tribus de Israel y los doce apóstoles. La Mujer ilumina, reina y une el Antiguo y el Nuevo Testamento.

-está encinta: Símbolo del plan de Dios que, desde el principio, tenía como centro la Encarnación de Jesucristo. El pueblo de Dios, la mujer/Iglesia y la humanidad, la mujer/Eva, están siempre en espera del parto, de Cristo.

-grita con dolores de parto. Es consciente de la agonía del parto, de la angustia de la lucha. Sabe que no hay fecundidad sin sufrimiento. Un grito que será escuchado, que no deja indiferente al cielo. Un grito que pone en juego la historia de la salvación.

-y con el tormento de dar a luz. Símbolo del sufrimiento, pasión y muerte de Cristo, y análogamente, del sufrimiento y persecución de la Iglesia. Cristo nace siempre de nuevo en todas las generaciones. La misión, en cuanto que somos Iglesia, es engendrar al hombre en Cristo y luchar por la justicia.

Junto a la mujer, aparece un segundo signo en el cielo: un dragón de fuego, potente pero limitado, símbolo de la arrogancia del mal y antagonista del bien, destinado a la derrota. Mientras que de la mujer se dice que es un “gran signo”, del Dragón se dice que es “otro signo”. El adjetivo marca la diferencia y al mismo tiempo, este segundo signo “aparece” en función del primero: si existe es para que la mujer y su descendencia le derroten. El mal no se define en sí mismo, sino en función de la negación del bien.

-un gran dragón. Símbolo de Satanás, y de su potente fuerza ofensiva y su maldad perversa. Es la máxima expresión del mal y en él se concentra toda la fuerza destructiva del infierno. Su color rojo representa la violencia, sus siete cabezas, diez cuernos, siete diademas simbolizan su dominio, autoridad y dignidad. Juan se refiere también a los 10 reyes seleúcidas (siglo III a. C.), malvados generales herederos de Alejandro Magno, que perseguían y oprimían al pueblo judío. 

-Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo. Representa a los demonios, a los ángeles rebeldes que siguen a Satanás. Imagen tomada de a la profecía de Daniel. Con este “arrastre”, el Dragón pone de manifiesto su naturaleza anti divina y se proclama enemigo del cielo. Pero tampoco pertenece a la tierra. 

-Y el dragón se puso en pie ante la mujer, que iba a dar a luz. Representa la oposición y lucha de Satanás contra la Iglesia. Es la hostilidad de la serpiente y la descendencia de la Mujer (Ge 3,15).

-para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Simboliza el odio de Satanás a Cristo, que evoca también la matanza de inocentes por Herodes. Satanás no soporta que Dios eligiera al hombre para encarnarse, en lugar de a un ángel (a él). Por eso, quiere devorarlo y hacerlo desaparecer del mundo, para que el hombre no pueda ser divinizado, pero no puede, porque es llevado al cielo. Entonces, dirige su odio contra la Mujer, contra la Iglesia, contra los cristianos.

-Y dio a luz un hijo varón. Es el anuncio de la encarnación de Jesucristo, el hombre nuevo, el  nuevo Adán, la realización y culminación del proyecto de Dios. En referencia a Is 66,7-8. Varón, significa fuerte y dispuesto a la lucha.

-el que ha de pastorear a todas las naciones con una vara de hierro. Representa la universalidad del reino de Dios. Cristo tiene autoridad y poder sobre de todo rey y gobierno. 

-y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono. Jesucristo es resucitado y ascendido al cielo, fuera del dominio del Dragón, que sabe que, una vez “nacido”, una vez que ha entrado Cristo en el mundo, su derrota es inevitable. Sólo es cuestión de tiempo. El Dragón ya no puede hacer nada contra el Hijo. 

La cabeza, el Hijo, es llevado al cielo pero la mujer sigue dando a luz al resto del cuerpo, la Iglesia, hasta que culmine el nacimiento del "Cristo total", es decir, el número simbólico de 144.000.

-Y la mujer huyó al desierto. Simboliza el lugar de la purificación, de la intimidad y del encuentro con Dios hacia la tierra prometida, del crecimiento interior, pero también de la prueba, de la tentación, de la hostilidad, de la penitencia, del ayuno y de la oración de la Iglesia . También representa preservación, refugio, protección.

-donde tiene un lugar preparado por Dios. Desde una perspectiva eclesiológica, la Iglesia (la mujer), es decir, el pueblo de Dios, huye al desierto, donde es probada, guiada y alimentada por Dios antes de ser salvada. Referencia a la salida de Egipto del pueblo de Israel y la salida de Belén de la Sagrada familia. Es el símbolo de la lucha espiritual de la Iglesia que no combate con el Dragón sino que busca refugio, un lugar de salvación donde encuentra alimento y paz (maná=eucaristía), para llegar desde allí a la Tierra Prometida. 

La Asunción de María al cielo, al trono como Reina de cielos y tierraigual que la madre de Salomón, Betsabé, ocupa su lugar a la diestra del rey, Jesucristo (1 R 2,19), es la "buena noticia", es el anuncio del establecimiento de la salvación, el poder y el reinado de Dios desde el cielo, a través de su Hijo Jesucristo y en colaboración con su Madre, la Virgen.

-Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su CristoLa Asunción de María es el preludio del comienzo de la consumación de la obra salvífica de Jesucristo y de su reinado.

El Salmo 44 recalca el favor del Rey hacia la Reina Madre: "Prendado está el rey de tu belleza. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir." En la Escritura, el oro de Ofir se equipara al "oro puro". Así pues, la Virgen es "oro puro" a ojos de Dios y como tal, Nuestro Señor, no permitió que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro ni que sufriera las consecuencias de un pecado que no conoció jamás, "llevándola arriba".

La Asunción nos hace fijar la mirada en el cielo con esperanza. María, la Reina Madre reina con esplendor, como oro de Ofir, junto al Rey, Jesucristo, en el trono de la Jerusalén celeste. La Asunción de la Virgen (ese gran signo en el cielo) es un signo de consuelo y un mensaje de esperanza. Es el camino y la llave de entrada al cielo.

¡Bendita Tú, entre todas las mujeres 
y bendito el fruto de tu vientre!
(Lc 1,42)

domingo, 15 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (15): MARÍA, REINA MADRE

 
“Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza
(Apocalipsis 12,1)

Concluimos, por este año, las meditaciones en chanclas de la mano de nuestra Madre y Señora la Virgen María, guardándolas en nuestro corazón. 

La escena de la primera lectura de Apocalipsis 11,19 es realmente sobrecogedora: el cielo se abre y aparece el santuario de Dios, que revela María, el Arca de la Alianzarecipiente de la presencia de Dios, desaparecida en la destrucción del Templo en el 586 a. C.

"Ambos fueron arrebatados al cielo junto a Dios y junto a su trono" (Apocalipsis 12,5-6)Jesús, como también nos relata el apóstol san Pablo en la segunda lectura, es resucitado, y con Él, todos con Él, a su debido tiempo y orden (1 Corintios 15, 20-27).

Después, María es asunta al cielo, huye al desierto, lugar de la presencia de Dios, para ocupar un lugar preparado por Dios: en el trono como Reina de cielos y tierra. María, igual que la madre de Salomón, Betsabé, ocupa su lugar a la diestra del rey, Jesucristo (1 Reyes 2,19). 

"Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo" (Apocalipsis 12,10). La Asunción de María es el preludio del comienzo de la consumación de la obra salvífica de Jesucristo y de su reinado.

El Salmo 44 recalca el favor del Rey hacia la Reina Madre: "Prendado está el rey de tu belleza. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir." En la Escritura, el oro de Ofir se equipara al "oro puro". Así pues, la Virgen es "oro puro" a ojos de Jesús y como tal, Nuestro Señor, no permitió que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro.
En el orden de la gracia, nada es casualidad y así, por ejemplo, vemos los numerosos paralelismos del evangelio de Lucas 1, 39-56 con 2 Samuel 6, en los que María, "encinta" de Jesús, sigue los pasos del rey David cuando llevó el Arca de la Alianza a Jerusalén

-María "se levantó y se fue" a la región montañosa, igual que el rey David "se levantó y fue" a esa región. 

-María visita a su prima Isabel, quien, llena de Espíritu Santo, se asombra y se sobresalta, igual que el rey David ante del Arca de la Alianza. 

-El encuentro con María hace que Juan el Bautista, dentro del vientre materno de Isabel, salte de alegría y emoción, igual que el rey David saltó y bailó ante el Arca. 

-María se quedó en la "casa de Zacarías durante tres meses", igual que el Arca permaneció tres meses en la "casa de Obed-edom" .

La Asunción nos hace fijar la mirada en el cielo con esperanza. María, la Reina Madre reina con esplendor, como oro de Ofir, junto al Rey, Jesucristo, en el trono de la Jerusalén celeste.

¡Bendita Tú, entre todas las mujeres 
y bendito el fruto de tu vientre!
(Lucas 1,42)

viernes, 14 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (15)

El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: 
enaltece a los humildes”  
(Lucas 1, 39-56)

Concluimos las meditaciones en chanclas de la mano de Nuestra Señora la Virgen María que, en su Asunción a los cielos, nos lleva a su Hijo Jesucristo.

La escena del Apocalipsis es realmente sobrecogedora: "Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, que da a luz un hijo varón que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro. Ambos fueron arrebatados al cielo junto a Dios y junto a su trono".

El Salmo nos habla del favor de Dios a la Virgen: "Prendado está el rey de tu belleza. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir." En la Escritura, el oro de Ofir se equipara al "oro puro". 

Así pues, la Virgen es "oro puro" a ojos de Dios y como tal, Nuestro Señor, no permitió que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro ni que sufriera las consecuencias de un pecado que no conoció jamás, "llevándola arriba".

La Asunción de María, es la "buena noticia", es el anuncio del establecimiento de la salvación, el poder y el reinado de Dios desde el cielo, a través de su Hijo Jesucristo y en colaboración con su Madre, la Virgen.

La Asunción de María, llevada a cabo directamente por Dios, por su excelsa santidad y pureza, su Inmaculada Concepción y su Divina Maternidad, su Virginidad Intacta y su Unión íntima e inseparable con Jesucristo, desde la Encarnación hasta el pie de la cruz, es el triunfo definitivo de María y garantía de nuestra vocación de eternidad, de nuestro común destino en el cielo como seguidores comprometidos de Jesucristo. 
La Asunción de la Virgen (ese gran signo en el cielo) es un signo de consuelo y un mensaje de esperanza. 

Es el camino y la llave de entrada al cielo: "En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día" (Benedicto XVI, 2010).

Santa María, eres mi gran ejemplo de cómo decir Sí a Dios, de cómo responder a su gran invitación a dejarle venir a mi vida. 

Eres mi modelo perfecto de humildad, caridad y servicio; de fe, confianza y esperanza; de conversión de mi corazón, para prepararlo a recibir a Cristo y así, llegar al cielo. 

Eres mi mayor ejemplo (después de tu hijo Jesucristo) para alcanzar las grandes virtudes de amor, confianza, fé, esperanza, humildad, generosidad, vida interior y servicio.

Por todo ello y mucho más, Santísima Virgen María "no podías conocer la corrupción del sepulcro, Tú que naciste Inmaculada y que engendraste al Señor de la vida”. Por eso, fuiste llevada al cielo por Tu propio Hijo. 

No tengo palabras para darte mi infinito agradecimiento, Maria, mi Madre y Señora del Cielo.. 

... por haber creído en la Palabra de Dios y por enseñarme Tu fe y confianza únicas. 

... por haberme mostrado Tu gran disponibilidad y generosidad. 

... por enseñarme Tu obediencia, Tu humildad y Tu amor que da todo, sin pedir nada a cambio. 

... por haber aparecido en mi vida llenando mi alma de alegría y por concederme gracias abundantes. 

... por consolarme en los problemas, ampararme en los dificultades y protegerme en los peligros. 

... por ser mi mi Refugio y mi Salud, mi Consuelo y mi Auxilio. 

... por haberme regalado Tu esperanza, al abrirme las puertas del cielo, al darme a Tu hijo Jesús, mi Señor y Salvador. 

... por haberme permitido consagrarme a Ti y a Tu Hijo en una esclavitud de amor. 

... porque por Tu Asunción me haces partícipe de la Resurrección de Tu Hijo y del triunfo definitivo de Tu Inmaculado Corazón. 

¡Bendita Tú, entre todas las mujeres!

JHR

domingo, 11 de diciembre de 2016

LOS CUATRO DOGMAS MARIANOS



La gracia es la presencia personal y viva de Dios en la vida de una persona y es incompatible con el pecado. Y así, María brilla como la “llena de gracia”, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Madre del Salvador.

María es la “mujer” de la promesa del Génesis : “establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón” (3,9-15.20). 

La Virgen María, Madre de Dios, la Inmaculada, la llena de gracia, se convierte así en la “nueva Eva”, madre de la “nueva humanidad” inaugurada en Cristo. Como nos dice San Ireneo: “Eva, por su desobediencia, creó el nudo de la desgracia para la humanidad; mientras que María, por su obediencia, lo deshizo…”

Y siendo tan vital la figura de María en la fe católica, la Iglesia establece 4 dogmas sobre ella.

Los dogmas son verdades de la fe, reveladas por Dios, transmitidas desde los Apóstoles, a través de la Escritura o la Tradición y propuestas por la Iglesia para su aceptación por parte de los fieles.

 Los dogmas marianos son todas las verdades sobre la Santísima Virgen María, que todos los cristianos creen y aceptan:

La Maternidad Divina

La Virgen María es verdadera Madre de Dios. 

Virgen de la Silla .Rafael. Palacio PittiComo respuesta a la herejía de Nestorio, quien decía que María sólo es Madre de Jesús en cuanto hombre, este dogma fue solemnemente proclamado por el Papa San Clementino I en el Concilio de Efeso el 22 de junio de 431 y definió a la Theotókos:

“No decimos que la naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni tampoco que se transmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; afirmamos, más bien, que el Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis o persona, la carne animada del alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado Hijo del hombre, no por sola voluntad o por la sola asunción de persona. Y aunque las naturalezas sean diversas, juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo, no porque la diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino porque la divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola persona, constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice engendrado según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la generación de su carne... Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar Madre de Dios a la Santísima Virgen”(Theotókos D III a).
Tiempo después, fue proclamado por los Concilios de Calcedonia y de Constantinopla:

"Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66).

El Papa Pío XI, en 1931, al conmemorarse el XV Centenario del Concilio de Éfeso instituyó en su honor la fiesta de María, Madre de Dios.


La Solemnidad de María, Madre de Dios se celebra el 1  de Enero.

La Inmaculada Concepción

La Virgen María fue concebida sin mancha de pecado original. 


El dogma de la Inmaculada Concepción fue definido y proclamado solemnemente el 8 de Diciembre de 1854 en la Plaza de San Pedro del Vaticano, en la Bula "Inefabilis Deus" por el Papa Pío IX, quien añadió a las Letanías "Reina concebida sin pecado original": 

"Declaramos, pro
nunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."


Anteriormente el Papa Alejandro VII en la Bula Sollicitudo omnium Eccl., del 8 de diciembre de 1661 dijo:


(§ 1) Existe un antiguo y piadoso sentir de los fieles de Cristo hacia su madre beatísima, la Virgen María, según el cual el alma de ella fue preservada inmune de la mancha del pecado original en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los méritos de Jesucristo Hijo suyo, Redentor del género humano, y en este sentido dan culto y celebran con solemne rito la festividad de su concepción; y el número de ellos ha crecido [siguen las Constituciones de Sixto V, renovadas por el Concilio de Trento 734 s y 792] … de suerte que… ya casi todos los católicos la abrazan...

(§ 4) Renovamos las constituciones y decretos… publicados por los Romanos Pontífices en favor de la sentencia que afirma que el alma de la bienaventurada Virgen María en su creación e infusión en el cuerpo fue dotada de la gracia del Espíritu Santo y preservada del pecado original…

Las Santas Escrituras lo señalan:

 “Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti” (Cantar de los Cantares 4, 7), “Es un hábito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla” (Sabiduría 5, 25), “Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado,...” (Sabiduría 7, 22)

En la Anunciación, cuando el ángel San Gabriel enviado por el Altísimo saluda a la Virgen de parte del Señor: “Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo” (Lucas 1, 28).

Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos Padres también se pronunciaron sobre tan admirable privilegio: San Efrén y San Basilio fueron los primeros en llamarla con el título de “Virgen siempre pura, siempre inmaculada”.

España se ha distinguido siempre por su gran amor y devoción a la Santísima Virgen, como proclaman los numerosos templos, capillas y monumentos que se alzan en todo el territorio nacional:

En 1489, la Beata Doña Beatriz de Silva funda el primer convento de las Concepcionistas, primeras religiosas instituidas bajo el nombre de la Purísima, cuyo hábito blanco y azul es, por cierto, igual que la imagen de Lourdes.

Tras el ataque protestante del Concilio de Trento (1545-63) la Virgen queda desterrada.

En 1615 los hermanos de la cofradía del Silencio de Sevilla sellaron mediante "voto de sangre" defender que María había sido concebida sin mancha de pecado original. A este voto sevillano le siguieron otras ciudades y universidades. Se convirtió en una verdadera cuestión de Estado y no sólo por la devoción sincera de los monarcas sino por razones de orden público: estallaban tumultos cada vez cada vez que un incauto afirmaba lo contrario. Los caballeros de las Ordenes Militares (Santiago, Calatrava, Alcántara, Montesa) se unieron a este voto desde 1652.

La Monarquía también expresó su fervor mariano, desde Felipe II y Felipe IV, enviando embajadas al Papa para proclamar el dogma. Carlos III reunió las Cortes del reino en Madrid en 1760 y declaró la Inmaculada como Patrona de España, junto a Santiago.

El gran defensor y propagador de la Concepción Inmaculada de María, que facilitó la definición del Dogma, fue el Beato Juan Duns Escoto, Doctor Sutil, llamado también Doctor Mariano, Doctor de la Inmaculada. Su célebre argumento se resume en tres palabras:

Pudo Dios preservar a la Virgen de contraer la mancha original, porque es omnipotente.
Convenía que lo hiciera, pues se trataba de la excelsa dignidad de su Madre.
luego lo hizo, pues Dios hace siempre lo más conveniente”.

La Solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra el 8 de diciembre.

La Perpetua Virginidad

María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto. 

Natividad de Correggio"Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel" (Isaías 7, 14; Miqueas 5, 2-3; Mateo 1, 22-23) 

El Papa San Martín I definió el dogma en el Concilio de Letrán, celebrado en el 649:


“Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema”.

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II).

La Solemnidad de Santa María, siempre Virgen se celebra el 2 de julio.

La Asunción de María

La Virgen María, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

El término Asunción proviene del vocablo latín "assumi", que significa ser llevada

Este Dogma afirma la glorificación corporal de María y fue definido y proclamado por el Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:

"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

El Concilio Vaticano II nos enseña que María fue “enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores, y vencedor del pecado y de la muerte” (Lumen Gentium 59). 

En la cultura y tradición judía, el lugar de la Reina era ocupado por la madre del rey, la “Reina Madre”. La Reina Madre era reconocida como la abogada del pueblo. Todo el que quería lograr un favor del rey, recurría a la Reina Madre, quien siempre tenía el oído del rey. Los judíos se referían a ella como Gabirah, que quiere decir “gran señora”.
La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos: "En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas" (Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María).

Habiendo Jesús ascendido en cuerpo y alma a los cielos luego de su gloriosa resurrección, y siendo Él el último rey del linaje de David (Lucas 1,32), el lugar que corresponde a María, como Reina Madre, es en un trono a la derecha de su Hijo (1 Reyes 3,19). Su Hijo no podía esperar hasta la resurrección de los muertos en el día del juicio final. Por eso dispuso que su Madre fuera “asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”, lo que enfatiza el carácter totalizante y completo de su glorificación y encuentro definitivo con su Hijo.

Por otro lado, teniendo un cuerpo glorificado al igual que su Hijo, María puede continuar manifestando su maternidad divina a través de las múltiples apariciones, cuando su Hijo así lo permite, haciendo posible que los videntes puedan percibirla con características étnicas que les resultan familiares.

María vive ya plenamente lo que nosotros aspiramos a vivir un día en el cielo. Representa para nosotros un signo de esperanza. Ella es nuestra meta y nuestro ejemplo; nos conduce de su mano hacia su Hijo, que es su razón de ser, con quien aspiramos un día compartir su victoria sobre la muerte. ¡A Jesús por María! Ella es también nuestra Gabirah, nuestra abogada, la Reina Madre que intercede por nosotros ante su Hijo, Jesucristo Rey.

La Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen se celebra el 15 de agosto.