¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 7 de noviembre de 2017

SER BUENO NO ES SUFICIENTE



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Reconozco que me apasiona seguir y aprender de todo lo que dice el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

En una entrevista de la periodista Izabella Parowicz en abril de 2016, tras la publicación de su libro “Dios o nada. Una conversación sobre la fe”, el cardenal Sarah nos ofrece una visión sobre vivir con Dios, la fe, la santidad y el amor, que quiero compartir con todos.

Resultado de imagen de dios o nada libroEl ser humano necesita y anhela la trascendencia. Su drama es que ahora no la busca en donde ha estado siempre, y en donde sigue estando, en Dios sino que quiere buscarla por su cuenta en otros lugares con auto-suficiencia, o también, porque algunos de aquellos que deberían mostrársela se han hecho irrelevantes, mundanos o perezosos, o sencillamente, no lo hacen porque han pasado de ser servidores de Dios a funcionarios religiosos.

Las palabras del cardenal Sarah son alentadoras y esperanzadoras pero también exigentes. Nos recuerda nuestra necesidad de volver a las raíces, a basar nuestra vida en el anhelo que se hala impreso en nuestro corazón: la búsqueda constante de Dios.

Una búsqueda que no ha de ser superficial o banal sino a través de un compromiso de vida, de diálogo y de escucha a través de la oración, el modo más directo para conocer la voluntad de Dios.

Una sociedad que ya no reza, excusándose en la falta de tiempo, se esclaviza en una carrera desenfrenada hacia ningún lugar, empeñada en hacernos dioses de nosotros mismos y de los demás.

Vivir sin Dios

Para todos los seres humanos, y especialmente, para los cristianos, la vida sin Dios pierde su significado.

Si por el bautismo, reconocemos ser hijos de Dios y, por tanto, seguidores de Cristo, nos hayamos ante la tesitura de que, o Dios es todo para nosotros o nuestra vida será en vano, en la búsqueda de la satisfacción continua de nuestro “ego”. 

El reto, especialmente para nuestro mundo de hoy (nos es tanto que haya matado a Dios, sino que lo ha relegado a la indiferencia) es poner a Dios en el centro

Tanto Benedicto XVI como Francisco nos han recordado que de la indiferencia hacia Dios viene la indiferencia hacia los demás. De hecho, si no nos reconocemos a nosotros mismos como hijos de un mismo Padre, ¿cómo vamos a reconocernos unos a otros como hermanos? 

Ser santos

Europa y el mundo occidental en general, han dejado de vivir la fe. Hoy, muchos católicos no están dispuestos a llevar una vida santa y se niegan deliberadamente a tratar de ser santos, principalmente por dos razones:

Porque consideran que la santidad es exclusiva de unos pocos y perfectos 

El cardenal Sarah nos recuerda que cuando Jesús llamó al primer apóstol, Pedro, que fue quien le traicionó al encontrarse en peligro de muerte… éste era todo menos perfecto. 

Imagen relacionadaSan Juan Pablo II a lo largo de su papado ha tratado de hacernos entender que la santidad se encuentra en la vida diaria para todo el mundo: mientras que lo deseemos y mientras que tengamos el compromiso de seguir verdaderamente a Cristo. 

En esencia, la santidad no es una llamada para cambiar el mundo, o a hacerlo mejor. La santidad es una llamada a amar a Dios, permitirle entrar en nuestros corazones y vivir Su amor todos los días de nuestra vida. 

Porque consideran que la santidad es una superstición innecesaria

Excluir a Dios de nuestra vida nos lleva a rechazar toda posibilidad de que Dios nos salve de nuestros pecados, pretender hacerlo por nosotros mismos y a ser auto-suficientes.

Sin embargo, Dios nos llama a todos a ser santos porque:
  • Dios es santo, todos nosotros como hijos suyos, debemos ser semejantes a Él, es decir, llegar a ser santos. (1 Pedro 1,15- 16; Levítico 11,44-45; 19,2).
  • Dios nos ha escogido desde antes de la fundación del mundo para ser santos y sin mancha. (Efesios 1,6-7; 2 Tesalonicenses 2,13-15; 1 Corintios 1, 2).
  • Es la voluntad de Dios. (Romanos 8, 27-30).
  • El sacrificio de Cristo en la cruz nos permite poder llegar a ser santos. (1 Corintios 1,30; Hebreos 10, 10 y 14).
  • Sin la santidad nadie puede ver a Dios. (Hebreos 12,14). Para los cristianos, alcanzar la santidad es un requisito imprescindible para ir al cielo. 
  • Mientras la buscamos, somos más felices en este mundo (2 Timoteo 4,8; Santiago 1,12; 1 Pedro 5,4;  Apocalipsis 2,10; 1 Corintios. 9,24-27; Filipenses 3,13).
Para ser santos no se requiere tiempo ni perfección; tan sólo mucho amor. El punto de partida y el de llegada es el mismo: el amor de Dios

Amamos a Dios y a nuestro prójimo, sólo porque Dios nos ha amado primero

El amor es un término del que se ha abusado y se ha desfigurado en la sociedad contemporánea. El amor no es un sentimentalismo abstracto y pasajero, de usar y tirar, sino duradero y eterno

Hoy en día nos enfrentamos a un tipo de tecnicismo compasivo, según el cual en el nombre del amor llegamos al punto de matarnos unos a otros (a través de la eutanasia o el aborto) ¡con el fin de liberar a la otra persona de su sufrimiento! Usamos la palabra amor, sentimiento, afecto ¡para justificar lo que es un acto de muerte

El amor es exigente. Amar verdaderamente es amar hasta la muerte, hasta el extremo. 

El hecho es que hoy en día parece más fácil no comprometerse a vocaciones mayores: vivimos en una sociedad pulverizada, en una cultura donde los deseos personales se convierten en derechos. 

El hombre debe entender que la santidad es un camino diario, ofreciendo a Dios el valor de las cosas que hacemos: en la familia, en el trabajo, en la vida social y comunitaria. Esto es lo que los grandes santos de la Iglesia nos enseñan. Y no hay nada más hermoso.


La herejía del "buenismo"

En el mundo, hoy muchas personas piensan que no importa lo que hagan, siempre que sean buenos. No les hace falta la confesión ni el arrepentimiento ni la misericordia de Dios.

Esto es parte de una ideología contemporánea, relativista y muy peligrosa: “basta con ser bueno”. Esto presupone que cualquier Verdad, Valor o Principio puede ser pisoteado y refutado. Esto nos lleva a considerar todo como “bueno”, falsificando de esta forma incluso todo lo que es realmente parte de la vida del hombre. 

El hombre contemporáneo confunde la caridad con el simple deseo del bien (en el mejor de los casos) o la limosna (en el peor de los casos). Sin embargo, la caridad es el amor de Dios: por lo tanto, “somos” caridad, y damos testimonio de la caridad hacia los demás porque Dios nos amó primero. 

De la misma manera, entiende superficialmente la misericordia como un borrón de los pecados. Sin embargo, no hay perdón si no hay arrepentimiento. Jesús no dijo a la adúltera: “Bueno, vete y sigue haciendo lo que estás haciendo, ya que te perdono". ¡No! Debido a que se arrojó a sus pies y le pidió perdón, dice: “Vete y no peques más”

Es cierto que Jesús siempre va delante de nosotros y nos espera con los brazos abiertos pero ¡nos corresponde a nosotros avanzar también hacia Él! Jesús murió en la cruz, con los brazos extendidos hacia todos: Murió pidiendo el perdón del Padre para nosotros. ¿Quién puede hacer esto, sino sólo Dios mismo? ¿Cómo no lo podemos reconocer?

Vivir la fe en oración

No hay fe sin la oración. La fe no es espiritualidad o sentimentalismo sino un viaje que comienza con un encuentro, el encuentro personal con Dios.

Resultado de imagen de santidadLa fe no es algo que se adquiere de una vez para siempre y ya está, sino una relación que se alimenta con la oración, con el diálogo con Dios. Mejor dicho, con la escucha a Dios.

La fe no es una cuestión de tiempo ni de espacio, sino una vivencia día a día y en todo lugar. No se trata de dedicar una hora los domingos para ir a la Iglesia a escuchar misa.

Cuando amas a una persona, lo que deseas es pasar más tiempo de calidad con ella. Quieres hablar con ella y escucharla, continuamente. Quieres vivir con esa persona a todas horas y en todo lugar, y para el resto de tu vida. 

Ahora, si decimos que amamos a Dios, ¿cómo podemos pensar en estar sin Él,  sin hablar con Él, sin vivir con Él? No vale sólo ser buena persona, la fe se nutre de obras, se alimenta dialogando y escuchando, se vive. 

Dios nos ha amado primero, nos ha hecho sus hijos y sólo en virtud de esto podemos amar al prójimo como a un hermano. Esto es amor; el amor de Dios al que estamos llamados a vivir cada día con los demás.




lunes, 21 de agosto de 2017

SAINTS WANTED (SE BUSCAN SANTOS)


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"Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo." 
(Levítico 19, 2)


El dia 1 de abril de 2005 y tras su nombramiento como obispo de Roma, el Papa emérito Benedicto XVI nos habla de la necesidad de santos, de hombres que sean testigos de Dios y luz para el mundo
:

"Lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo. 

Imagen relacionadaTenemos necesidad de hombres que mantengan la mirada en Dios, aprendiendo desde allí la verdadera humanidad. 

Tenemos necesidad de hombres cuya inteligencia esté iluminada por la luz de Dios y a los cuales Dios abra el corazón, de manera que su inteligencia pueda hablar a la inteligencia de los demás, y su corazón pueda abrir el corazón de los demás.  

Sólo a través de hombres que han sido tocados por Dios, Dios puede regresar entre los hombres. "

Al Papa Francisco, durante la JMJ de río de Janeiro, se le atribuyen estas palabras sobre la necesidad que tiene el mundo de santos:

"Necesitamos santos sin velo, sin sotana. Necesitamos santos de jeans y zapatillasNecesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos. 

Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad. Necesitamos santos que busquen tiempo cada día para rezar y que sepan enamorar en la pureza y castidad, o que consagren su castidad. 

Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo

Resultado de imagen de franciscoNecesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales. Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo. 

Necesitamos santos que beban Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod. Necesitamos santos que amen la Eucaristia y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos. 

Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la musica, la danza, el deporte. Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros. Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos".

Ser santo...

La santidad es el camino que nos lleva hacia el Señor. Por ello, todos estamos llamados a la santidad. Por eso, los Santos Padres, Benedicto y Francisco, y con ellos, toda la Iglesia de Cristo, "buscan ser santos".
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La santidad no es un estado inalcanzable ni utópico, como muchos creen. Dios nos pone a nuestra disposición muchos medios para serlo. Nos lo pone fácil pero hay que desearlo.

La santidad tampoco es competencia exclusiva de Papas, obispos, curas, frailes y monjas.  Es tarea de todos. Tampoco significa ser un "supercristiano".

La santidad es más abandono que apego, más don que conquista, más gracia que mérito, más misericordia que empeño, más ser que hacer.

Ser santo es vivir abrazado y "acurrucado" por Dios, en cada momento, en cada gesto, en cada suspiro. Ser santo es llevar a Dios en el corazón y abrirlo al mundo. 

Ser santo es cumplir la voluntad de Dios. Ser santo es ser "digno de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo". Ser santo es buscar apasionadamente a Dios y dejarse transformar por Su gracia.

Ser santo es ser "como un niño" confiando ciegamente en su padre. Amar sin esperar nada. Más aún... dejarse amar profundamente por el infinito amor de Dios.

Se buscan santos...

Se buscan santos, hombres y mujeres, que brillen y alumbren esta negra oscuridad que envuelve este mundo; que sean testigos de la Verdad en medio de tanta mentira.

Se buscan santos que anuncien el Camino en medio de tanta confusión;que sean luz del mundo, con el testimonio de su palabra y de su vida diaria; que proclamen la Verdad que nos hace libres. 

Se buscan hombres y mujeres que amen; que hagan presente a Cristo en nuestro mundo, que sean cauces de la misericordia y de la ternura de Dios; que sean contemplativos en la acción.

Se buscan santos enamorados y fieles; que tengan el "sí" grabado en sus corazones; que vivan despreocupados y desapegados de las cosas del mundo y de sus planes, sin ataduras terrenales ni agobios materiales.

Para ser santo...

La historia de los Santos está repleta de hombres y mujeres que nos indican el camino hacia la santidad.

Santo Tomás de Aquino decía que "para ser santo, tan sólo es necesario desearlo".

¡Quiero ser santo!San Ignacio de Loyola con su principio y fundamento resumía la santidad así: "El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma".

Santo Tomás de Cori fue un franciscano que en 1684 pidió ingresar en un convento contemplativo con esta carta de presentación: “Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo”.

Santa Teresita de Lisieux le decía en una carta a su Madre priora: "Bien sabe usted Madre que yo siempre he deseado ser santa (...) y me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables".

Santa Teresa de Ávila dijo: “Digo que importa mucho, y en todo una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella [la santidad], venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que se trabajase, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo".

Quiero ser santo... 

En la medida en que cada uno de nosotros deseemos caminar hacia la santidad, llegaremos a alcanzarla. Y mientras eso llega, el mundo será mejor porque Cristo está vivo y se hace presente en nosotros. Vive pero casi nadie lo proclama, casi nadie lo ve, casi nadie lo cree.

Por eso...


Quiero ser santo con la mirada en lo alto, 
con la mano en el corazón y una sonrisa en mi cara. 

Quiero ser santo para revolucionar el mundo mostrando a Jesucristo, 
para reflejar el rostro de Cristo, para configurarme a Él y llegar a ser como Él.

Quiero ser santo para poner alegría donde hay tristeza, 
paz donde hay guerra, amor donde hay odio.


La verdadera renovación se consigue gracias a los santos. Con su alegría, con su pasión por la vida, por Dios y por el hombre, lo cambian todo. Son alegres, son libres, son felices...

Pidamos el don de la santidad cada día porque Dios quiere que seamos santos; porque queremos ser santos; porque hacen falta muchos santos. 

domingo, 16 de agosto de 2015

SANTIDAD Y SANIDAD A LA MEDIDA




Consciente de que las comparaciones son siempre odiosas, hoy me atrevo a escribir una parábola sobre la santidad/sanidad.

En los últimos años, la Sanidad Pública española ha ido perdiendo, poco a poco, “pacientes” en favor de la privada. Los reputados e inmutables hospitales se han quedado relegados a lugares de mero mantenimiento y casi exclusivamente, utilizados para casos de extrema gravedad.

Los pacientes no dudan de que la preparación de los doctores sea excelente ni de que esos hospitales sean el lugar idóneo para curarse o para “salvar su vida”, nadie pone en duda la profesionalidad de los médicos sólo porque existan algunos casos de negligencia.

Pero además, buscan menos burocracia y menos rutina, menos reglas y menos imposiciones, menos requisitos y más cercanía, más atención personal, más disponibilidad de tiempo para ser escuchados, más paciencia, más caridad y ser tratados con dignidad, no como rebaño; en definitiva, sentirse dignos y bien atendidos. Quieren una "Sanidad a la medida".

Las clínicas privadas pretenden transformar a los “pacientes en parientes”, a los “ingresados en interesados” sin cambiar el contenido de la Medicina.

La inmediatez, la efectividad, el resultado, la cuidada atención, el trato más humanizado y la cercanía de estas clínicas privadas han traído como resultado un resurgir de la confianza en la Medicina, a la par que un símbolo de modernidad, felicidad y paz. Se ha puesto en práctica una nueva metodología, un nuevo entusiasmo y un nuevo trato.

Algo muy parecido ocurre con la Iglesia Católica española, que se ve arrollada por una impaciente sed de “privatización”, es decir, la Iglesia a la medida: elijo el lugar (dónde ir), el sacerdote (quien me cura) y el momento (cuándo ir), y si no me convence me voy a otro o, peor aún, me auto-receto en casa.

Para muchos “cristianos”, la Iglesia hoy es solo un lugar de mero mantenimiento, reservado para las grandes ocasiones: para celebrar bautizos, comuniones, bodas y funerales.

Nadie duda de que el mensaje salvífico sea verdadero, ni de que la preparación o capacidad de los sacerdotes sea la correcta, ni de que la acción social de la institución es incomparable, nadie pone en duda la santidad de los sacerdotes sólo porque existan algunos casos despreciables.

Pero además, buscan menos rutina y menos reglas, menos imposiciones, menos requisitos y más cercanía, más atención personal, más disponibilidad de tiempo para ser escuchados, más alegría, más paciencia, más caridad y ser tratados con más dignidad, no como rebaño; en definitiva, sentirse dignos y bien atendidos. Quieren una Santidad " a la medida".

Por eso es preciso un cambio de método, de ardor, de lenguaje. Los reputados e inmutables templos deben dejar de ser de mero mantenimiento para transformarse en “parroquias misioneras” para transformar a los “caóticos en católicos”, a “crispados en cristianos”, sin cambiar el contenido del Mensaje.