¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 30 de mayo de 2025

FRASES DEL CARDENAL ROBERT SARAH


El cardenal Robert Sarah (80 años), a quien tuve el honor de conocer en persona hace algunos años, es un hombre de Dios, hombre humilde, despierto y decidido. Un siervo de Dios tranquilo, sosegado y confiado. 

Un hombre de misericordia, de perdón, de silencio. Un santo del siglo XXI, de gran sensibilidad litúrgica y de escrupuloso respeto y fidelidad a la Palabra de Dios. Un hombre bueno sobre el que Dios ha posado una mirada especial. 

Un sacerdote piadoso y sencillo que no busca nada, que no pide nada. Tan sólo su permanente deseo de unirse a Dios en oración. Cree firmemente en la virtud y en el poder de la oración.

En su vida no ha habido nada fácil ni gratuito: la pobreza, la separación de la familia, la dictadura marxista, la persecución...Sin embargo, este hombre siempre ha resistido, ha perseverado en la plena confianza de que Dios está siempre a su lado.

Fue el arzobispo más joven del mundo, con treinta y cuatro años. Un extraordinario maestro espiritual que vive para servir a Dios y para ayudar a los hombres, y cuyas reflexiones parecen duras, exigentes y radicales.

Recientemente, el Papa León XIV le ha nombrado delegado para que le acompañe en las celebraciones del 400 aniversario de las apariciones de Santa Ana, representada en el lugar de peregrinación de Sainte-Anne-d’Auray.

El cardenal despliega en todo, una obstinación suave y angelical que desemboca delicada y suavemente en el camino del justo medio, con frases lapidarias. He aquí una selección de algunas de ellas:

Amor
  • "La fuente del amor que el hombre necesita es Dios."
Apostasía silenciosa
  • "Cerrar los ojos ante los acontecimientos y callar ante las palabras es faltar a la caridad."
Caridad
  • "La caridad es servicio al hombre, y no se le puede servir sin hablarle de Dios."
  • "La caridad cristiana es la actualización del amor que el hombre siempre necesita. Ha de ser independiente a las ideologías y no estar al servicio de estrategias humanas". 
  • "La caridad no es limosna ni solidaridad, ni humanitarismo ni filantropía. Es la expresión de Dios y la prolongación de la presencia de Cristo en el mundo."
  • "Un cristiano no puede practicar la caridad sólo con sus hermanos en Cristo, sino con todos los hombres sin distinción."
  • "La caridad cristiana es manifestar el amor y la ternura de Dios, redescubrir la presencia compasiva y misericordiosa del Padre en medio de nuestros sufrimientos."
  • "La caridad hace que nos abandonemos totalmente en Dios, que realice su obra en nosotros y nosotros en, por y con Él."
Celibato sacerdotal
  • "El canon de Cartago es el documento más antiguo de la Iglesia sobre el celibato: una ley unánimemente aceptada y confirmada por toda la Iglesia en fidelidad a la enseñanza de Jesús, quien recompensa a quienes lo dejan todo por seguirlo."
Concilio Vaticano II
  • "El aggiornamiento es un instrumento de reflexión para situar a la Iglesia en un mundo cambiante, en el que ciertos sectores económicos, mediáticos o políticos prescinden de Dios y se hunden en un materialismo onírico, liberal y relativista."
  • "El gran mensaje del Concilio Vaticano II consistió en afirmar de un modo nuevo que Dios habita en nosotros y revelarlo al mundo."
Crisis del hombre
  • "Sin Dios, el hombre no sabe adónde ir, ni logra entender quién es."
  • "El hombre busca de cada espiritualidad lo que le conviene para crearse una cómoda religión subjetiva: es el vagabundeo espiritual."
Crisis de la Iglesia
  • "Hoy, en La Iglesia existen hombres con un deterioro moral. El carrerismo, la tentación de lo mundano y el narcisismo clerical son males muy reales. Para curar esta profunda enfermedad, debemos restaurar nuestra vida interior. La Iglesia depende de la pureza de nuestras almas."
  • "El problema de la Iglesia de hoy es que ya no somos conscientes del vínculo sobrenatural que existe entre Cristo y la Iglesia. Si se borra el vínculo con Dios, la Iglesia se convierte en una simple estructura humana, se banaliza, se mundaniza y se corrompe hasta perder su naturaleza original."
  • "Sin Dios, creamos una Iglesia a nuestra imagen y semejanza, y en función de nuestras necesidades, caprichos o aversiones."
  • "Sin Dios, la moda se apodera de la Iglesia y la visión de lo sagrado se vuelve perecedera, una especie de medicina caducada."
  • "Sin Dios, la Iglesia no es más que un barco sin timonel que navega a merced de huracanes y tempestades."
  • "Ante el abismo existencial, a la Iglesia sólo le queda una posibilidad: irradiar únicamente a Cristo, su gloria y su esperanza, profundizando en la gracia de los sacramentos, proclamando la Palabra de Dios con honestidad, dignidad y respeto."
  • "Los signos de la crisis de la Iglesia son la falta de sacerdotes, la falta de compromiso misionero, las carencias en la formación del clero de los seminarios, la falta de vida interior (carente de Palabra, oración, silencio, contemplación y sacramentos), empobrecimiento, sequedad y carrerismo clerical.
  • "Existe una tendencia dentro de la Iglesia que pone el acento misionero en la lucha política o el desarrollo socio-económico que diluye el Evangelio. Se emplea la doctrina social de la Iglesia de modo abusivo y sin entenderla, convirtiéndola en instrumento de la acción política."
  • "La Iglesia está dividida al tener concepciones distintas de la liturgia y la ideología ocupa el lugar de la adoración: cada uno está encerrado en su capillita."
Cruz
  • "La Cruz es el centro del mundo, el corazón de la humanidad y el punto de anclaje de nuestra estabilidad. Todo lo demás es inestable, cambiante, efímero e incierto. "
  • "La experiencia física de la Cruz es una gracia absolutamente necesaria para crecer en la fe y una ocasión para configurarnos con Cristo."
  • "El Calvario es la cima del mundo desde donde podemos ver todo con los ojos de la fe, del amor y del martirio: con los ojos de Cristo."
  • "No hay ministerio petrino sin participación en la Cruz de Cristo."
Dios
  • "Dios no está en la tormenta ni en el terremoto ni en el fuego, sino en el susurro de una leve brisa."
  • "La ausencia de Dios en el mundo es consecuencia de la ausencia de la Iglesia en el mundo."
Evangelización
  • "La Iglesia tiene la obligación de anunciar a Cristo."
  • "La evangelización es obra de Dios, quien actúa y quien quiere comprometernos en su obrar."
  • "La evangelización es una cooperación con Dios, fundamentada en la oración y dependiente de nuestra voluntad para comprometernos con Dios y de nuestra capacidad para estar cerca de Él."
  • "El debilitamiento del impulso misionero es signo de la crisis de fe y consecuencia del relativismo existente." 
  • "El Evangelio no es un concepto intelectual ni un eslogan publicitario sobre Jesucristo sino el alivio de los sufrimientos de los hombres a través de una experiencia física y espiritual con Él." 
  • "El principal reto de la nueva evangelización es luchar contra la 'apostasía silenciosa' y proporcionar a las personas la oportunidad de experiencias íntimas de encuentro con Dios."
Ideologías
  • "El espíritu ideológico es contrario al espíritu evangélico porque es fuente de división."
  • "Las herejías han sido siempre de naturaleza ideológica."
Iglesia
  • "La Iglesia debe implicarse en la vida concreta de los hombres."
  • "La belleza de la Iglesia no reside en el número sino en la santidad de sus fieles."
  • "En la Iglesia no existe la promoción humana del mundo, sólo la imitación del Hijo de Dios."
  • "Los desafíos de la Iglesia actual son la necesidad de la evangelización, el dialogo entre la fe y la razón, la lucha contra la cultura de la muerte y la oposición a las formas de opresión ideología."
  • "La Iglesia es como la luna. No brilla con luz propia sino que refleja la luz de Cristo."
  • "La Iglesia está hecha para alabar y adorar a Dios: sin Dios no es nada."
  • "La Iglesia se deja conducir por una intensa vida de oración, de alabanza y de adoración, y por su misión de glorificar a Dios en medio de los pueblos."
  • "La Iglesia debe luchar contra la dictadura del relativismo nadando contracorriente, diciendo la verdad con humildad, respeto y claridad"
Liturgia
  • "El culto divino nos saca de lo ordinario para llevarnos a lo extraordinario."
  • "La liturgia es el momento en el que Dios, por amor, desea estar en profunda unión con el hombre."
  • "La liturgia no es un mero lugar de convivencia fraterna sino un lugar de encuentro con Dios."
  • "La misa requiere un gran silencio y debe ser planteada con dignidad, belleza y respeto".
  • "El sacerdote que descuida la Eucaristía no es capaz de percibir cuánto nos ama Dios."
  • "La misa es lo más importante que debemos vivir. Es donde nos encontramos cara a cara con Dios."
  • "La riqueza y belleza litúrgicas se encuentran en las abadías y en los monasterios, fruto de su pausa litúrgica y su sentido de lo sagrado."
  • "El fundamento de la liturgia debe ser la búsqueda de Dios. La liturgia está hecha para Dios. No es una obra de creatividad personal. Si hacemos una liturgia para nosotros mismos, se aleja de lo divino y se convierte en una representación teatral ridícula, vulgar y aburrida."
  • "La liturgia debe producir el encuentro personal de los fieles con Dios para escucharle en lo más íntimo de su corazón. Un cara a cara contemplativo y silencioso que les transforme."
  • "Algunas misas son tan bullangueras que no difieren mucho de una feria de pueblo."
  • "La misa no puede responder a satisfacciones personales, no es un ritual para satisfacernos, no nos celebramos a nosotros mismos."
  • "En la liturgia, cuando el hombre está delante de Dios, entra en el misterio de lo sagrado y le inserta en una estructura profundamente divina."
Mal
  • "Cristo fue intransigente con el mal pero misericordioso con las personas."
Miseria
  • "La miseria más profunda no es, necesariamente, la pobreza material, sino no tener a Dios."
Mujer
  • "Las cuotas o la paridad no son un criterio del Espíritu Santo."
  • "El problema no es una igualdad ilusoria sino el respeto a la dignidad y la libertad de la mujer."
  • "La idea de una mujer cardenal es tan ridícula como la de un hombre monja. Cristo se comportaba siempre de un modo justo con los hombres y con las mujeres, dando a cada uno el papel que le corresponde."
  • "El plan de Dios es que la mujer es madre y el hombre, padre y la aspiración de ambos es la santidad."
Oración
  • "El hombre sólo es grande cuando se arrodilla ante Dios."
  • "El cristiano debe cuidar con celo largos tiempos de oración personal que alumbran nuestro ser, configuran nuestra verdadera identidad y afianzan nuestra existencia en el misterio."
  • "El fundamento de la vida de un cristiano es el encuentro cotidiano con el Señor en oración."
  • "Cuando hemos de vivir la Pasión, necesitamos retirarnos al huerto de Getsemaní, en la soledad de la noche." 
  • "La oración es la obra del Espíritu Santo que ora por nosotros, nos reestructura interiormente y nos sumerge en la intimidad de Dios."
  • "La oración consiste en guardar silencio, escuchar y abandonarse en Dios."
  • "La oración no es un momento mágico donde pedimos y se nos concede. Es dar libertad a Dios en nosotros, esperarle con perseverancia en el silencio, en el abandono y en la confianza."
  • "La oración exige tiempo y es una escuela difícil. La perseverancia es una travesía larga y árida por el desierto."
  • "Orar es entrar en la voluntad de Dios. Es amar y dejarse amar. Es mirar y dejarse mirar."
  • "El lugar de la oración es el alma, donde reina el silencio y la soledad, donde Dios habla y nosotros escuchamos."
  • "Para orar de verdad es necesario salvaguardar la virginidad del corazón, es decir, no vivir en el bullicio interior o exterior, en la dispersión y las distracciones humanas."
Palabra de Dios
  • "Es de vital importancia que guardemos un escrupuloso respeto y una gran fidelidad a la Palabra de Dios, para no manipularla en virtud de las circunstancias históricas, políticas o ideológicas, con objeto de complacer a los hombres."
  • "La Palabra de Dios es el centro del mensaje que la Iglesia debe revelar y transmitir al mundo."
Parroquia
  • "La labor pastoral de una parroquia debe centrarse en la formación de los catequistas, auténticos edificadores de ellas."
Pobreza
  • "La relación más auténtica con Dios es el encuentro con los pobres. La pobreza es el origen de la vida en Dios."
  • "Dios es pobre: El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza."
  • "Dios cuenta siempre con los pobres para hacer frente a los poderosos."
  • "La pobreza es un valor bíblico y cristiano: el pobre necesita a Dios y a los demás para vivir."
  • "La Iglesia no combate la pobreza sino la miseria material, moral y espiritual."
  • "Dios eligió la pobreza para venir al mundo".
Poder
  • "El poder destruye a quienes no tienen la prudencia de compartirlo."
Prueba
  • "En la prueba, Dios está con nosotros. Marcha a nuestro lado en el camino de Emaús, el camino de la decepción, de la pérdida, del dolor y del desaliento."
Sacerdotes
  • "Un seminarista es, ante todo, obra de los sacerdotes que lo han acompañado."
  • "Un sacerdote es un hombre que ocupa el lugar de Dios y se reviste de su poder."
  • "Un obispo necesita hacer penitencia, ayunar, permanecer a la escucha del Señor y orar mucho en silencio y en soledad. Cristo se retiró cuarenta días al desierto."
  • "El honor que se rinde a un cardenal sólo puede ser para gloria de Dios."
  • "El soldado fiel no siente sus heridas cuando contempla amorosamente las heridas de su Rey."
  • "Los seminaristas, sacerdotes y obispos tienen obligación de mantener una relación personal con Dios para no convertirse en meros funcionarios.
  • "La vida interior es la sal y la vida de los sacerdotes, su única preocupación, de forma que puedan expresarse con un lenguaje sencillo, conciso y directo, de forma conmovedora y eficaz para hacerse entender por sus ovejas."
Silencio
  • "Un sacerdote debe dejar un lugar importante en su vida al silencio, a la escucha de Dios y de las almas que se le confían."
  • "La predicación implica silencio. En el ruido el sacerdote pierde el tiempo. La cháchara es una lluvia ácida que arruina la meditación."
  • "El silencio de Dios nos enseña cuando hablar y cuando callar."
  • "El silencio nos lleva a entrar en la verdadera liturgia par alabar a Dios, confesarlo delante de los hombres y proclamar su gloria."
Verdad
  • "Como Jesús, un cristiano debe estar dispuesto a morir dando testimonio de la verdad."
  • "Sin la Verdad, los países caminan en tinieblas y provocan en su pueblo las desgracias más terribles."
Vocaciones
  • "En el orden sobrenatural, el futuro del sacerdocio está garantizado."
  • "Dios sigue llamando como en el pasado, es el hombre el que no escucha igual".
  • "La vocación sacerdotal es inseparable de la Virgen María: sostiene a los sacerdotes  en la fidelidad a sus compromisos."
  • "No hacen falta muchos sacerdotes, sino buenos y santos sacerdotes, hombres de Dios y de oración, hombres de interioridad, centinelas de Dios, pastores apasionadamente comprometidos en la evangelización del mundo."

lunes, 5 de septiembre de 2022

EL BUEN SACERDOTE, AL SERVICIO DE LA VERDAD


El cardenal Robert Sarah, en su último libro titulado "Al servicio de la verdad", que (como los anteriores) está inspirado en su propia experiencia, nos cuenta su vivencia de la fe como sacerdote, desde la entrega total a Cristo y a su Iglesia. 

Para el cardenal africano, el buen sacerdote es alguien cuya vida brilla como el sol porque es el representante de Cristo. Es la imagen de la mujer vestida de sol de Ap 12: la Iglesia no es el sol, es la luna que refleja los rayos del sol que es Cristo, y por tanto, sus sacerdotes deben reflejarlo también.
 
El buen sacerdote comprende la importancia del sacrificio personal y la renuncia como seguimiento de Cristo, que es, en definitiva, lo que significa amar: sacrificar tiempo, recursos y energías por los demás y renunciar a la propia comodidad. 

El buen sacerdote es aquel que cuando no está hablando con Dios, está hablando de Dios. Habla siempre la Verdad a sus "hijos espirituales", aunque duela o no sea "políticamente correcta". Exactamente lo mismo que hizo Cristo: hablar sin medias tintas, sin tapujos. Sin miedo a la verdad.

El buen sacerdote no se deja instrumentalizar como una marioneta por el pensamiento dominante ni por lo "políticamente correcto"; cuida la liturgia y no la inventa ni la transforma a su capricho ni al de los demás, porque sabe que su misión es reproducir la liturgia que se actualiza en el mismo Cielo. 

El buen sacerdote es celoso. Sarah dice que “el celo es interés": interés verdadero por las personas. Celo por las almasEntusiasmo por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. No se pertenece jamás a sí mismo sino al Señor. 

El buen sacerdote no es remolón ni perezoso, no malgasta el tiempo ni lo dedica al ocio ("padre del vicio"). Sabe que la pereza es un mal hábito que evita la actividad sin la que no se pueden lograr objetivos. Por eso, está siempre pendiente del cumplimiento de su misión.

El buen sacerdote no cede su pensamiento a las redes sociales ni se convierte en esclavo de internet, o en autómata del móvil, porque sabe que cuanto más se "navega", más se ahoga uno y cuanto más se "alimenta" de contenidos digitales, menos se metabolizan. Sabe que la sociedad es el más fiel reflejo de internet que consume "pasivamente" y actúa movida por sensaciones y sentimientos, que no piensa por cuenta propia, ni desde la verdad ni desde la razón. Y que es imprudente...
Sarah coincide con Francisco en ver en el clericalismo una de las mayores amenazas para la vida de la Iglesia hoy, un clericalismo que él llama "pragmatismo empresarial", un activismo que no está iluminado por la Palabra de Dios ni por la oración ni por el celo por las almas, y que se presenta como bondad cuando es, como mucho, eficacia mundana.

Lo que daña hoy a la Iglesia son los malos sacerdotes, lobos en piel de cordero”, que “dicen servir al rebaño cuando realmente se sirven de él para sus propios fines”.  Buscan, sobre todo, ser atractivos, "estar en la onda", pero están en un camino equivocado porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números ni el propio poder, sino para el hombre y para Cristo.

El cardenal nos deja claro lo que es un buen sacerdote, y análogamente, lo que significa ser un buen cristiano: alguien que brilla en un mundo de oscuridad, que se sacrifica por los demás, que habla con Dios y de Dios siempre, que no se deja manipular por el pensamiento dominante, que es celoso y comprometido por el Reino de Dios y que está iluminado por la oración y la Palabra. 

El buen sacerdote, el buen cristiano... es el que está siempre al servicio de la Verdad, al servicio de Cristo, al servicio del reino de Dios.

miércoles, 14 de julio de 2021

EL HOMBRE (Y EL SACERDOTE CON ÉL), LLAMADO A LA CONVERSIÓN

"Se ha cumplido el tiempo 
y está cerca el reino de Dios. 
Convertíos 
y creed en el Evangelio"
 (Mc 1,15)

Mientras se publica el nuevo libro del cardenal Robert Sarah, "Al servicio de la verdad", seguimos leyendo y releyendo su anterior libro, "Se hace tarde y anochece", en el que afirma que la Iglesia corre serio peligro porque se ha desmoronado el significado del sacerdocio. Asegura que no es sólo por las abominaciones y abusos cometidos por algunos indignos sacerdotes, sino porque muchos de ellos han puesto su ministerio al servicio de un poder que no procede de Dios.

Aunque el purpurado africano se dirige habitualmente a sus hermanos de ministerio, no cabe duda que también se dirige a todos los bautizados, también consagrados sacerdotes. Sus palabras son duras porque son verdad, y con ellas nos exhorta a no caer en la cobardía y el miedo de san Pedro al renegar de Cristo, ni a sucumbir en la oscuridad de la traición de Judas

Nos invita a vivir una Cuaresma constante y a, mientras esperamos la venida del Señor, escuchar la voz del Espíritu Santo"Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio".

El hombre (y el sacerdote con él) ha dejado de sentirse en peligro. El relativismo imperante en el mundo niega el pecado. Hoy no existe distinción entre bien y mal, entre virtud y pecado. El hombre no siente la necesidad de ser salvado y el sacerdote no siente la necesidad de ser instrumento de salvación. 

El hombre (y el sacerdote con él) se ha mundanizado y ha perdido el sentido de lo sagrado y la trascendencia de Dios. Nos hemos vuelto sordos y ciegos para las cosas de Dios. Hemos olvidado que existe el cielo y nos hemos dejado hechizar por lo palpable, por lo material. Hemos olvidado la oración y hemos dejado de buscar lo divino, en favor del activismo y del materialismo.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha dejado atrapar y seducir por el mundo, a pesar de que, como dice San Ignacio, existe únicamente para Dios. Hemos dejado de pasear con Dios cada tarde y nuestra vida se ha paganizado. La luz del mundo se apaga porque Dios ha dejado de ser "lo primero" como consecuencia de que nuestra fe se ha aletargado y nuestra capacidad de reacción se ha anestesiado

El hombre (y el sacerdote con él) ha tratado de instrumentalizar a Dios, acudiendo a Él sólo para satisfacer sus demandas egoístas. Decimos ser cristianos pero vivimos como gentiles. Sólo "nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena". Sólo cuando necesitamos algo, acudimos a Dios. 

El hombre (y el sacerdote con él) ha convertido la oración en un mercadillo de oferta y demanda, en una oficina de reclamaciones. Como niños mimados, no sabemos alegrarnos cuando nuestro padre nos regala algo, sino que nos quejamos siempre porque nunca tenemos suficiente.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha dejado llevar por el desaliento ante la dificultad del seguimiento a Cristo. Nos hemos dejado embargar por la sensación, aparentemente estéril, de la oración y hemos dejado de priorizar a Dios, dejando de estar en permanente contacto con Él. 

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido al espíritu del mundo, cediendo al conformismo ante el pensamiento dominante. "Hemos perdido el norte" y nos dejamos arrastrar por la corriente para ganarnos su aprobación. Nos sumergimos en el oscuro mar mundano y nos ahogamos en él.

El hombre (y el sacerdote con él) ha pretendido hacerse popular y visible en el mundo para buscar su aprobación, olvidando que Jesucristo fue "impopular", rechazado y crucificado. Al llenar nuestro corazón de deseos de reconocimiento, impedimos que Cristo pueda ocuparlo por completo. Hemos olvidado que lo importante es "lo invisible" y no "lo tangible".

El hombre (y el sacerdote con él) está desconcertado y confuso por causa del secularismo. Hemos perdido nuestra identidad y nuestro destino divino al desatender los sacramentos, anunciar la Buena Nueva y la comunión con el resto de nuestros hermanos, para dedicarnos a aspectos sociales, políticos, económicos o ecológicos.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido en un funcionario de la fe, aunque no conoce ni cree los fundamentos de la fe. Hemos dejado de ser guardianes y portavoces de la Palabra de Dios. Tenemos muchos papeles, muchas gestiones y muchas reuniones pastorales pero hemos dejado de conducir almas a Dios "yendo, haciendo discípulos y enseñándoles a guardar lo que Cristo nos ha enseñado" (Mt 28,19-20).

El hombre (y el sacerdote con él) ha dejado de "ser" para convertirse en "hacer". Somos "hacedores de cosas" en lugar de ser portadores de luz y de brillo de la Verdad por medio del testimonio personal. Nos hemos adecuado a la sabiduría del mundo y olvidado que los cristianos "no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído" (Hch 4,20).

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido en un "cristiano burgués" y cómodocomo dice Benedicto XVI, instalado en el confort y la seguridad de una fe a la medida que elige qué verdades del Credo creer. Hemos reducido la fe a una filosofía individual, íntima y personal, adaptada a nuestros criterios y que vivimos en silencio. Y cuando hablamos, lo hacemos para lograr aplausos o para que el mundo oiga lo que quiere oír.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido en un "hámster" que corre en una rueda que gira y gira pero que no lleva a ningún lugar. Celebramos la liturgia como un evento profano y de "puertas adentro". "Vamos a misa pero no estamos en misa". Y cuando salimos, mostramos una dramática incoherencia entre la fe que profesamos (o que creemos cumplir) y la vida que vivimos.

El cardenal Sarah clama a toda la Iglesia por la urgente necesidad de conversión, para que cambiemos de dirección, rompamos con el pasado, vayamos contracorriente y volvamos al Camino que es Cristo, del que nunca deberíamos desviarnos. 

Implora la escucha de la Palabra de Dios, la voz que resuena en nuestros corazones, mostrando a Cristo que desea permanecer en nosotros, tendiéndonos la mano para iluminar nuestras vidas a lo largo del itinerario hacia nuestro destino final, la casa del Padre. 
Grita en el desierto del mundo para que nos mantengamos firmes, inquebrantables y perseverantes en el mensaje del Salvador, continuado por el invariable Magisterio de la Iglesia y guiado por el Espíritu Santo, a pesar de los criterios contrarios del mundo.

Suplica a todos los bautizados, sacerdotes y lacios, a cumplir con coraje y valentía nuestra misión evangélica de anunciar y testimoniar a Cristo resucitado, de anticipar el cielo en la tierra, apoyados y orientados por la gracia del Espíritu Santo, y confiados en la bondad y misericordia infinita del Padre.

El hombre (y el sacerdote con él) está llamado a "divinizarse", a volver a caminar escuchando al "Peregrino desconocido", que nos devuelve la esperanza e inflama nuestro corazón. A convertirnos en "héroes del cielo en tierra", resistiendo los criterios perversos del mundo y forcejeando con los propios y diciendo:

"Señor, quédate con nosotros porque se hace tarde y anochece"
JHR

viernes, 8 de noviembre de 2019

AYER CONOCÍ A UN SANTO


Ayer conocí a un Santo... Por primera vez en mi vida... vi la santidad encarnada. A un hombre de Dios. A Dios en un hombre.

Ayer vi el rostro de Cristo. Lauténtica paz reflejada en su tierna mirada, reflejo de su limpio corazón. La genuina humildad expresión de su actitud cercana. La verdadera mansedumbre  en el destello de sus delicados gestos. 

Ayer vi el corazón de Cristo. En su pureza de intención y su profunda paz. En su piel castigada por años de lucha y persecución. En su tez oscura, curtida por el intenso sol africano. En la honradez de sus manos suaves y delgadas, portadoras de bendiciones. 

Ayer volví a caminar con él hacia Emaús. Y como Jesús, me habló alto y claro. Me explicó que el pasaje de los discípulos de Emaús del Evangelio de Lucas es la más perfecta Lectio divina, donde Cristo se interpreta a sí mismo. 

Ayer comprendí que el camino de la unidad es la Verdad, que el camino de la esperanza es la oración, que el camino del amor es la Eucaristía, que nos conduce al encuentro con Cristo vivo, resucitado y presente.

Ayer descubrí el sufrimiento silencioso de quien ama de verdad. Porque sólo quien ama, sufre. Porque sólo quien se entrega, ama. Porque sólo quien da la vida por los demás, es capaz de alcanzar el amor extremo.

Ayer escuché a quien habla en silencio. A quien no necesita palabras para expresar su plenitud. A quien vive lleno de Dios. A quien tiene una relación estrecha con el Creador.

Ayer hablé con un Bienaventurado que no necesita deslumbrar para ser luz. Que no busca aliño exterior para ser sal. Que gime desde las entrañas. Que reza desde el interior. Que sólo busca y necesita a Dios. 

Ayer conocí a un Bendito que me pidió oraciones por él. Esa fue su única "ambición": encontrar Su Misericordia. Ese fue su único "egoísmo": hallar Su Gracia. Ese fue su único deseo: ser digno de Su Amor. 

Ayer conocí a Robert Sarah. Y me dio su bendición.

miércoles, 11 de julio de 2018

AMAR ES DECIR LA VERDAD

Resultado de imagen de robert sarah sobre la homosexualidad
"Hombre y mujer no son nada sin un tercer elemento, 
fruto de su amor: una nueva vida, un niño”

El cardenal africano Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, abordaba el año pasado, en una entrevista en The Wall Street Journal, la forma en la que los católicos debemos acoger a los creyentes LGTB. Y lo hace desde la caridad… y desde la verdad, afirmando que amar a los homosexuales es decirles la verdad:

“Es precisamente porque la Iglesia ama con el corazón de Cristo por lo que quiere que conozcamos la verdad, aun cuando puede ser dura de oír. Quienes hablan en nombre de la Iglesia debe ser fieles a las enseñanzas inmutables de Cristo porque solo viviendo en armonía con el designio creador de Dios encontramos plenitud y felicidad profundas y duraderas".

El cardenal nos recuerda que el amor es incompatible con la mentira y critica esa "compasión deformada" que muchas personas de nuestro tiempo y algunos cristianos tienen hacia los homosexuales, y que desemboca en una completa confusión con respecto a lo que la Iglesia y Dios mismo, dicen.

Afirma que el truco diabólico de la llamada "corrección política" es precisamente ese: confundir la "empatía" hacia las personas homosexuales, con la aceptación de todos sus actos. Es decir, la incapacidad de distinguir entre el pecador y su pecado, de forma que amemos incondicionalmente al primero y aborrezcamos el segundo.

Un ejemplo: nadie que tenga un amigo alcohólico o drogadicto celebrará su alcoholismo ni aplaudirá su drogadicción, ni le animará a seguir con su adicción, salvo que sea un falso amigo. Por tanto, la trampa del Enemigo consiste en difuminar la linea que separa a la persona de sus tendencias y actos.

El cardenal, con el Magisterio y el Catecismo de la Iglesia Católica en la mano, insiste en la distinción de las tres facetas en cuestión:

-La persona, que por ser hija de Dios, es siempre buena.
-La tendencia homosexual, que no siendo pecaminosa en sí misma (si no se consiente ni se actúa sobre ella), no está, sin embargo, en armonía con nuestra naturaleza humana.
-Los actos homosexuales, que son gravemente pecaminosos y tremendamente nocivos para el bienestar de la persona.

“Quienes se identifican como miembros de la comunidad LGTB tienen derecho a esta verdad en la caridad, especialmente por parte del clero que que habla en nombre de la Iglesia sobre este asunto complejo y espinoso”.

"Quienes experimentan atracción hacia el mismo sexo deben ser aceptados con respeto, compasión y delicadeza. No obstante, omitir la enseñanza de la Iglesia –sobre homosexualidad– no es caridad. De hecho, es un mal servicio al Señor y a los creados a su imagen y semejanza”.

Es precisamente por esa "compasión deformada" por lo que la Iglesia Católica sufre innumerables criticas y presiones de muchos (incluso dentro de Ella), para que renuncie a su doctrina sobre cuestiones sexuales, amparándose en la errónea idea de que expone un "discurso de odio y discriminación", algo completamente contrario a las enseñanzas de Cristo y a la doctrina de la Iglesia.


Resultado de imagen de castidad cristianaInsiste en que la doctrina de la Iglesia no sólo es de aplicación exclusiva a los homosexuales sino que: “para los solteros, sin importar sus atracciones o tendencias sexuales, la fiel castidad requiere la abstención del sexo”. 

“Jesús nos llama a esta virtud porque Él ha hecho nuestros corazones para la pureza, así como él ha hecho nuestras mentes para la verdad. Con la gracia de Dios y nuestra perseverancia, la castidad no sólo es posible, sino que también será la fuente de la verdadera libertad”.

“La liberación sexual que el mundo promueve no cumple su promesa. Más bien, la promiscuidad es la causa de tanto sufrimiento innecesario, de corazones rotos, de soledad y del tratamiento a los demás como medios para la satisfacción sexual. Como Madre, la Iglesia busca proteger a sus hijos del daño del pecado, como expresión de su caridad pastoral”.

Lo que no entienden quienes, con buena o mala fe, creen que la Iglesia debe dar un paso inevitable y cambiar su doctrina (en este tema y en otros), es que si seguimos los caprichos del mundo y sus cambiantes dogmas morales, la Iglesia se volvería redundante e innecesaria. Es decir, "sobra".

De hecho, ni siquiera aún en el hipotético a la par que imposible caso de aceptar las premisas y dogmas LGBTI, ello no sería en absoluto el final de la cuestión, porque el principio erróneo de la empatía, el que confunde el bien de la persona con lo que hace y siente, seguiría actuando y obligando a admitir concesiones sin limites.

No nos llevemos a engaño: no es una cuestión exclusivamente religiosa; desde un punto de vista natural, social, científico o biológico, y con un razonamiento honesto, objetivo y despojado de todo apasionamiento, sin duda puede afirmar que este principio no solo no tiene fin, sino que conduce a resultados incompatibles con la supervivencia de nuestra sociedad. Y precisamente, de eso se trata: del afán del Diablo por destruir al hombre, a quien odia profundamente precisamente porque Dios le ama.

Existen y han existido muchas civilizaciones y sociedades no cristianas, y ninguna de ellas se ha fundado sobre la idea de que todos los deseos deben ser satisfechos y todas las inclinaciones, permitidas, celebradas y aplaudidas. Porque el final de esa fantasía colectiva de la libertad absoluta y mal entendida, lleva inexorablemente a la extinción del ser humano.

Por tanto, que quede claro: nadie en la Iglesia, ni sacerdotes ni laicos, odian ni discriminan a las personas homosexuales sino que lo que hacen (o deberían hacer), es escuchar y acoger a estas personas, sin que esto sea óbice para aceptar sus tendencias y, mucho menos, sus prácticas.

lunes, 25 de diciembre de 2017

EL SILENCIO EN LA LITURGIA

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Aún a riesgo de ser monótono y reiterativo, sigo desgranando el libro del cardenal Sarah "La fuerza del silencio", un compendio de formación teológica y litúrgica, que comparto en mis artículos de reflexión.

Hoy, me detengo en el capítulo III, donde el prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos habla del "silencio litúrgico".


El Cardenal Sarah señala que, en Occidente, existe un cierto maltrato intencionado hacia la noción de sagrado.  De hecho, afirma que hay en la Iglesia quienes mantienen una pastoral horizontal centrada más en lo social y político que en lo sagrado, fruto de la ingenuidad y del orgullo.

A menudo, en la Iglesia occidental se desprecia la sacralidad, considerándola una actitud infantil y supersticiosa, la cual manifiesta - dice Sarah- el "engreimiento de unos niños mimados". 

Ante Dios, que quiere comunicarnos su amistad y su intimidad, los hombres sólo podemos alcanzarla con una actitud humilde y sincera, reconociendo nuestra pequeñez y nuestra miseria. 

Imagen relacionadaSin esta actitud de humildad radical no hay amistad posible con Dios. Ante su grandeza, el hombre debe empequeñecerse. ¿Quién es el osado que se atreve a alzar la voz ante el Todopoderoso? Ante su majestuosidad, nuestras palabras carecen de sentido y ni, por asomo, están a la altura de su Infinitud. 

Las Sagradas Escrituras nos exhortan a guardar silencio ante Dios "¡Silencio ante el Señor Yahveh," (Sofonías 1, 7) pero no como una prohibición que Dios nos impone ante su poder sino como una forma de adoración para comunicarse mejor con nosotros "¡Escuchadme en silencio!" (Isaías 41,1).

En "Orientale Lumen", S. Juan Pablo II nos exhorta a la "necesidad de aprender un silencio que permita a Dios hablar, cuando y como quiera".  El silencio sagrado permite al hombre ponerse gustosamente a disposición de Dios y a abandonar esa actitud arrogante y vanidosa  de que Dios está a nuestra merced y pendiente de nuestros caprichos infantiles.

El silencio sagrado en la liturgia nos ofrece la posibilidad de apartarnos del "mundanal ruido" y del "profano tumulto". El silencio es el lugar donde podemos encontrarnos con Dios al abandonarnos a Él en una confianza plena. 

El silencio sagrado debe limitar al mínimo las palabras durante la celebración eucarística. Los sacerdotes, las religiosas dedicadas al servicio, los ministros deben limitar palabras y movimientos, porque están en presencia de Aquel que es la Palabra.

Imagen relacionadaA partir de la reforma de Pablo VI, dice el cardenal, "se ha instalado en la liturgia un aire de familiaridad inoportuna y ruidosa, bajo el pretexto de intentar hacer a Dios fácil y accesible". 

Esta intención humanamente loable, reduce nuestra fe a simples buenos sentimientos, con los que "algunos sacerdotes se permiten comentarios interminables, planos y horizontales" en el convencimiento de que el silencio aleja a los fieles de Dios. 

"Algunos sacerdotes, con una actitud negligente y despreocupada,  se acercan al altar con aire triunfal, charlando, riendo o saludando  a los asistentes para hacerse los simpáticos, en lugar de sumirse en un silencio sagrado y reverencial ante la presencia del Todopoderoso, convirtiendo las celebraciones litúrgicas en tristes y superficiales espectáculos llenos de ligereza y mundanidad". 

Y es que, por desgracia, somos testigos en algunas ocasiones, de cómo sacerdotes y obispos actúan como "speakers" o  animadores de espectáculos y se erigen en "protagonistas de la Eucaristía". Todos deberíamos tener claro que el único protagonista de la Eucaristía es Jesucristo. El problema es que muchos dudan o incluso, no creen que Cristo esté presente.

Estoy completamente de acuerdo con Sarah cuando dice que "muchas veces, las palabras contienen una ilusión de transparencia, una espiritualidad deslumbrante que pretende entenderlo todo, dominarlo todo, ordenarlo todo".

Algo en lo que siempre debemos estar atentos, tanto laicos como sacerdotes, cuando damos testimonio de Dios o cuando hablamos en una homilía, es que nuestro objetivo debe ser siempre "alumbrar" y no "deslumbrar", nuestra meta debe ser mostrar a Dios y nunca a nosotros mismos.

La modernidad es charlatana porque es orgullosa. Las palabras deslucen todo aquello que las supera. Hechizados por el ruido de los discursos humanos y prisioneros de él, corremos el peligro de construir un culto a nuestra medida, un dios a nuestra imagen o como dice S. Juan Pablo II en Orientale Lumen, "el misterio sagrado se cubre de un velo silencioso para evitar que, en lugar de Dios, construyamos un ídolo, un becerro de oro".

Dios se nos revela a través de su Palabra pero cuando la traducimos a "palabra humana" pierde valor y rotundidad para hablar de su inmensidad, de su profundidad y de su misterio. Sencillamente, está lejos del alcance de nuestro pobre lenguaje humano. Querer definir al Señor con nuestras miserables y diminutas palabras es, cuanto menos, una sacrílega forma de empequeñecer a Dios. 

Dios es demasiado grande para tratar de comprenderlo y, menos aún, para tratar de definirlo. Nuestros testimonios u homilías deberían prepararse en el silencio de la oración, delante del Santísimo, donde Dios nos interpela, nos habla y nos hace saber lo que quiere de nosotros; y estoy seguro de que lo último que quiere es que hablemos de nosotros mismos.

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Como dice el cardenal Sarah "para hablar de Dios hay que empezar por callar, pues una homilía no consiste en una suma de conocimientos teológicos o de un compendio de interpretaciones exegéticas, sino en el eco de la palabra de Dios". 

De la misma forma, nuestro testimonio no debe ser una sucesión de hechos y vivencias sino la presencia evidente de Dios en nuestra vida.

Continúa diciendo que "la liturgia está enferma porque algunos sacerdotes, durante las celebraciones, ceden a la gran tentación de ser originales, introduciendo improvisaciones que no hacen sino banalizarla y desposeerla de su carácter sagrado". Habla, con rotundidad, de que las celebraciones se desarrollan con una "locuacidad ruidosa" por culpa de la "omnipresencia del micrófono" que las convierten en simples conferencias superficiales humanas.

El silencio litúrgico no es una pausa entre palabras o rituales, sino que es una disposición radical, una conversión. Etimológicamente, "conversión" significa "girarse", "volverse hacia Dios". 

Imagen relacionadaAsí, el cardenal defiende la celebración de cara a Oriente, es decir, el sacerdote de espaldas a la asamblea y vuelto hacia el Señor, porque "le protege de la tentación de convertirse en un espectáculo (show), en un actor protagonista, en un profesor que mira a su clase y que reduce el altar a un estrado cuyo eje no es la cruz sino el microfono".

Y es una realidad que yo he observado en algunos sacerdotes. No utilizan el mismo tono cuando oran en público, cuando están hablando al Señor, que cuando se dirigen a "su público". Parecen elevarse, e incluso ponerse por encima de Dios. Es cuando todas sus frases comienzan por "yo"...

Aparte de la homilía, durante la misa es necesario prescindir de cualquier discurso o explicación porque si no corremos el riesgo de convertir el culto de adoración y acción de gracias en la exhibición y exaltación del sacerdote. 

Cuando nuestra asistencia a la Eucaristía depende de la locuacidad o de la capacidad de expresarse del sacerdote, es señal inequívoca de que Dios no es lo importante para nosotros. 

Cuando los aplausos irrumpen  en la liturgia, es prueba evidente de que la Iglesia ha perdido la esencia de lo sagrado. 

Cuando el sacerdote se eleva al papel de actor protagonista, cuando habla de sí mismo, la liturgia deja de ser para gloria de Dios y santificación de los hombres y se convierte en un mitin personal en el que dejamos de mirar a Dios y miramos al hombre.

Me gustaría hacer mías las palabras tanto de Monseñor Guido Marini: "el silencio de los laicos durante la Eucaristía no significa inactividad o ausencia de participación, sino que nos sumerge en el acto de amor con el que Jesús se ofrece al Padre en la Cruz para salvarnos a todos", como las de Benedicto XVI, "las oraciones que hace el sacerdote en silencio le invitan a personalizar su tarea, a entregarse al Señor".

Podemos asegurar que el silencio exterior es la ausencia de ruido, de palabras y de actos, mientras que el silencio interior es la ausencia de afanes o deseos desordenados. 

Imagen relacionadaPor tanto, el ruido caracteriza al individuo que quiere ocupar un lugar preeminente o importante, que quiere presumir o exhibirse. 

El silencio interior caracteriza a la persona que quiere ceder su lugar a otros y sobre todo, a Dios, alguien en disposición hacia Dios, alguien "vuelto hacia Dios". 

Y nuestro mayor ejemplo de silencio y disposición humildes es nuestra Madre María, la Virgen Santísima, que nos prepara, precede y muestra el camino para el encuentro con Dios. 

El "Hágase en mí según tu palabra" que debemos imitar de María implica silencio, humildad y obediencia para que la Palabra de Dios hable y cobre vida en nosotros.

En conclusión, tenemos que guardar silencio, no por una cuestión de ociosidad sino de actividad. Un silencio activo en el que nuestro móvil interior esté con plena batería y con la máxima cobertura para poder recibir la llamada de Dios.