¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 25 de noviembre de 2018

CREADOS... ¿PARA QUÉ?

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“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, 
con toda tu alma y con todo tu espíritu 
y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22, 37,39)

La mayoría de las personas nos hemos preguntado alguna vez en nuestras vidas ¿por qué estoy aquí? ¿tiene mi vida algún sentido? ¿cuál es el propósito de mi vida? ¿para que he sido creado?

Los cristianos sabemos que Dios, que es Amor, nos ha creado por amor, para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas.

No hemos sido simplemente puestos por Dios en este “satélite solar” llamado tierra, como si fuera una "casita de muñecas" para su entretenimiento. Tampoco hemos sido creados porque Dios se sintiera solo o nos necesitara. Dios no necesita nada. Si no nos hubiera creado, seguiría siendo Dios.

Dios nos ha creado para ser santos (como Él), para ser perfectos (como Él), para ser felices (como Él), para ser amor (como Él). El amor de Dios es generosidad, bondad, pureza, humildad, entrega...
San Ignacio de Loyola nos dice en su Principio y Fundamento“El hombre es creado para amar, alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma…”

Dios nos ha creado para amarle, es decir, para conocerle porque no se puede amar lo que no se conoce.

Dios nos ha creado para alabarle, es decir, para reconocerle en la creación, en el día a día, en lo cotidiano, cualquier situación, circunstancia, persona, gesto, etc.).

Dios nos ha creado para reverenciarle, es decir, para acoger el don, el sueño que tiene para nosotros, que nos dará plenitud.

Dios nos ha creado para servirle, es decir, para poner en marcha todas aquellas decisiones cotidianas que hagan realidad ese sueño de DiosSolo así podremos “salvar nuestra alma”, llenar de sentido esa sed y completar ese anhelo impreso en nuestro corazón.

Ese sueño de Dios se concreta en una llamada suya para hacer algo o cumplir una misión específicas. Unos la cumplen con alegría, generosidad y confianza en Dios, otros no.

Todos hemos sido creados incompletos para que, a imagen de Dios, podamos terminarnos, y ayudados de su divina Gracia, descubrir la vocación para la que hemos sido creados.
Por eso la pregunta es ¿qué quiere Dios de mi en particular? ¿para que he sido creado específicamente? ¿a qué estoy llamado? ¿cuál es mi vocación como cristiano? ¿percibo su voz? ¿identifico su mensaje?

Porque nos ama, Dios nos llama a cada ser humano a un fin exclusivo, una vocación única,  un plan específico, que debemos descubrir.

La vocación es una llamada por y para Dios, es decir, que tiene su origen en Dios y su destino en Dios. Es una manera concreta y profunda de comprender, orientar, ordenar y vivir nuestra vida, que no emana de nosotros mismos sino como un don de Dios. Para ello, debemos:

Escucharla (Atención)
Para recibirla la llamada de Dios, debemos estar atentos porque no es tan evidente como lo que vemos y oímos a diario.  Dios viene silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad, y puede que no le oigamos si estamos pendientes de "nuestras cosas", de nuestras preocupaciones y necesidades.

Discernirla (Formación)
Para poder comprender, discernir y meditar esa llamada debemos estar preparados, salir de nosotros mismos y prestar atención a los detalles de nuestra vida cotidiana, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, mantenernos abiertos a las sorpresas del Espíritu y discernirlos a la luz de su Palabra.

Responderla (Vivencia)
Para vivir esa llamada personal debemos dar una respuesta libre, responsable y comprometida, aquí y ahora, sin dejarlo para más adelante, sin esperar a ser santos o perfectos. Dios no nos llama para el futuro sino para hoy, para el presente.
Escuchemos la vocación a la que Dios nos llama, meditémosla y vivámosla.

lunes, 21 de agosto de 2017

SAINTS WANTED (SE BUSCAN SANTOS)


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"Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo." 
(Levítico 19, 2)


El dia 1 de abril de 2005 y tras su nombramiento como obispo de Roma, el Papa emérito Benedicto XVI nos habla de la necesidad de santos, de hombres que sean testigos de Dios y luz para el mundo
:

"Lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo. 

Imagen relacionadaTenemos necesidad de hombres que mantengan la mirada en Dios, aprendiendo desde allí la verdadera humanidad. 

Tenemos necesidad de hombres cuya inteligencia esté iluminada por la luz de Dios y a los cuales Dios abra el corazón, de manera que su inteligencia pueda hablar a la inteligencia de los demás, y su corazón pueda abrir el corazón de los demás.  

Sólo a través de hombres que han sido tocados por Dios, Dios puede regresar entre los hombres. "

Al Papa Francisco, durante la JMJ de río de Janeiro, se le atribuyen estas palabras sobre la necesidad que tiene el mundo de santos:

"Necesitamos santos sin velo, sin sotana. Necesitamos santos de jeans y zapatillasNecesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos. 

Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad. Necesitamos santos que busquen tiempo cada día para rezar y que sepan enamorar en la pureza y castidad, o que consagren su castidad. 

Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo

Resultado de imagen de franciscoNecesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales. Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo. 

Necesitamos santos que beban Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod. Necesitamos santos que amen la Eucaristia y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos. 

Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la musica, la danza, el deporte. Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros. Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos".

Ser santo...

La santidad es el camino que nos lleva hacia el Señor. Por ello, todos estamos llamados a la santidad. Por eso, los Santos Padres, Benedicto y Francisco, y con ellos, toda la Iglesia de Cristo, "buscan ser santos".
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La santidad no es un estado inalcanzable ni utópico, como muchos creen. Dios nos pone a nuestra disposición muchos medios para serlo. Nos lo pone fácil pero hay que desearlo.

La santidad tampoco es competencia exclusiva de Papas, obispos, curas, frailes y monjas.  Es tarea de todos. Tampoco significa ser un "supercristiano".

La santidad es más abandono que apego, más don que conquista, más gracia que mérito, más misericordia que empeño, más ser que hacer.

Ser santo es vivir abrazado y "acurrucado" por Dios, en cada momento, en cada gesto, en cada suspiro. Ser santo es llevar a Dios en el corazón y abrirlo al mundo. 

Ser santo es cumplir la voluntad de Dios. Ser santo es ser "digno de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo". Ser santo es buscar apasionadamente a Dios y dejarse transformar por Su gracia.

Ser santo es ser "como un niño" confiando ciegamente en su padre. Amar sin esperar nada. Más aún... dejarse amar profundamente por el infinito amor de Dios.

Se buscan santos...

Se buscan santos, hombres y mujeres, que brillen y alumbren esta negra oscuridad que envuelve este mundo; que sean testigos de la Verdad en medio de tanta mentira.

Se buscan santos que anuncien el Camino en medio de tanta confusión;que sean luz del mundo, con el testimonio de su palabra y de su vida diaria; que proclamen la Verdad que nos hace libres. 

Se buscan hombres y mujeres que amen; que hagan presente a Cristo en nuestro mundo, que sean cauces de la misericordia y de la ternura de Dios; que sean contemplativos en la acción.

Se buscan santos enamorados y fieles; que tengan el "sí" grabado en sus corazones; que vivan despreocupados y desapegados de las cosas del mundo y de sus planes, sin ataduras terrenales ni agobios materiales.

Para ser santo...

La historia de los Santos está repleta de hombres y mujeres que nos indican el camino hacia la santidad.

Santo Tomás de Aquino decía que "para ser santo, tan sólo es necesario desearlo".

¡Quiero ser santo!San Ignacio de Loyola con su principio y fundamento resumía la santidad así: "El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma".

Santo Tomás de Cori fue un franciscano que en 1684 pidió ingresar en un convento contemplativo con esta carta de presentación: “Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo”.

Santa Teresita de Lisieux le decía en una carta a su Madre priora: "Bien sabe usted Madre que yo siempre he deseado ser santa (...) y me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables".

Santa Teresa de Ávila dijo: “Digo que importa mucho, y en todo una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella [la santidad], venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que se trabajase, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo".

Quiero ser santo... 

En la medida en que cada uno de nosotros deseemos caminar hacia la santidad, llegaremos a alcanzarla. Y mientras eso llega, el mundo será mejor porque Cristo está vivo y se hace presente en nosotros. Vive pero casi nadie lo proclama, casi nadie lo ve, casi nadie lo cree.

Por eso...


Quiero ser santo con la mirada en lo alto, 
con la mano en el corazón y una sonrisa en mi cara. 

Quiero ser santo para revolucionar el mundo mostrando a Jesucristo, 
para reflejar el rostro de Cristo, para configurarme a Él y llegar a ser como Él.

Quiero ser santo para poner alegría donde hay tristeza, 
paz donde hay guerra, amor donde hay odio.


La verdadera renovación se consigue gracias a los santos. Con su alegría, con su pasión por la vida, por Dios y por el hombre, lo cambian todo. Son alegres, son libres, son felices...

Pidamos el don de la santidad cada día porque Dios quiere que seamos santos; porque queremos ser santos; porque hacen falta muchos santos. 

miércoles, 6 de julio de 2016

CORRECCIÓN FRATERNA, SIEMPRE DESDE EL AMOR


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"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.
Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos,
para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.
Si no les hace caso, díselo a la comunidad,
y si no hace caso ni siquiera a la comunidad,
considéralo como un pagano o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo,
y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además,
que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo,
se lo dará mi Padre del cielo.
Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos."

(Mateo, 18, 15-20)

A veces, podríamos pensar que corregir a un hermano es juzgarle o criticarle. Podríamos decidir "pasar" del tema por no herir sus sentimientos, por no enemistarnos con él. Podríamos creer que es mejor dejarle obrar mal y no decirle nada. Podríamos llegar a pensar que no merece la pena hacer ninguna corrección por comodidad, por evitar "líos".

Sin embargo, estos temores o complejo
s se disipan fácilmente si tenemos viva la conciencia de la comunión de los santos y, por tanto, de la lealtad debida a la Iglesia y a sus pastores, a sus instituciones y a todos los hermanos en la fe.

La corrección fraterna es un mandato del propio Jesucristo y de la Iglesia. Ante las faltas de los hermanos no cabe una actitud pasiva o indiferente, ni tampoco la queja o la acusación destemplada.

Base doctrinal

Jesús exhorta a practicarla: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” y Él mismo corrige a sus discípulos en diversas ocasiones (Marcos 9, 38-40; Mateo 16, 23; 20,20-23).

En el Antiguo Testamento, Dios recuerda a los profetas la obligación de corregir. (Ezequiel 33, 7-9). 

En el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago exhorta a practicarla: “Si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro hace que vuelva a ella, debe saber que quien hace que el pecador se convierta de su extravío, salvara el alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados” (Santiago 5, 19-20).

San Pablo considera la corrección fraterna como el medio más adecuado para atraer a quien se ha apartado del buen camino: “Si alguno no obedece lo que decimos en esta carta [...] no le miréis como a enemigo, sino corregidle como a un hermano” (2 Tesalonicensess 3, 14- 15; Gálatas 6, 1). Aconseja a los cristianos de Corinto a “exhortarse mutuamente” (2 Corintios 13, 11). 

San Ignacio dice "Buscaré primero mi santificación y, después de la de los demás".

El Papa Francisco dice que "las palabras y las críticas asesinan la reputación del otro".

Definición

La corrección fraterna es un aviso, una advertencia que un cristiano dirige a su prójimo para ayudarle en el camino de la santidad.

Es una herramienta y un signo de madurez espiritual que muestra los defectos personales (con frecuencia inadvertidos por la ignorancia, falta de formación y las propias limitaciones o enmascarados por el amor propio) y es también condición necesaria para, con la ayuda de Dios, mejorar en nuestro camino al cielo.

El Señor l
lama a su Iglesia a ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho y acompañar a quien se equivoca, para que no se pierda, evitando las críticas innecesarias y las murmuraciones gratuitas.

"Ve, amonéstalo, tú y él solos". La actitud es de discreción, delicadeza, prudencia, humildad y acogida hacia quien cometió una culpa, evitando las palabras que puedan herir y denigrar al hermano, así como de no mortificar inútilmente al pecador.

Es un
obligación de amor y de justicia al mismo tiempo para todos los cristianos: Hace bien al corregido y son de más provecho que una amistad muda. 

Es una expresión de amistad y franqueza, de hermandad y sinceridad que distingue al adulador del amigo verdadero

Es una prueba de cariño y de confianza. No brota de la irritación ante una ofensa recibida, ni de la soberbia o de la vanidad heridas ante las faltas ajenas. Sólo el amor puede ser el genuino motivo de la corrección al prójimo.

Fundamento

El fundamento natural de la corrección fraterna es la necesidad que tiene toda persona de ser ayudada por los demás para alcanzar la santidad, pues nadie se ve bien a sí mismo ni reconoce fácilmente sus faltas. 

Dejarse corregir es señal de madurez espiritual: “el hombre bueno se alegra de ser corregido; el malvado soporta con impaciencia al consejero”.

La corrección fraterna cristiana nace de la caridad, "vínculo de la perfección”y es fuente de santidad personal en quien la hace y en quien la recibe
Al primero le ofrece la oportunidad de vivir el mandamiento del Señor del amor al prójimo: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado”.

Al segundo le proporciona la guía necesaria para renovar el seguimiento de Cristo en aquel aspecto concreto en que ha sido corregido.

“La práctica de la corrección fraterna es una prueba de sobrenatural cariño y de confianza. Agradécela cuando la recibas, y no dejes de practicarla con quienes convives ”. 


La corrección fraterna no brota de la irritación ante una ofensa recibida, ni de la soberbia o de la vanidad heridas ante las faltas ajenas. 

Sólo el amor puede ser el genuino motivo de la corrección al prójimo. Debemos corregir por amor, no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda.  Si corregimos porque nos ha molestado ser ofendidos por él, de nada sirve.

Si todos los cristianos necesitan de esa ayuda, existe un deber especial de practicar la corrección fraterna con quienes ocupan determinados puestos de autoridad, de dirección espiritual, de formación, etc. en la Iglesia y en sus instituciones, en las familias y en las comunidades cristianas debido a la mayor responsabilidad que desempeña. 

Del mismo modo, los que desempeñan tareas de gobierno o formación adquieren una responsabilidad específica de practicarla. En este sentido enseña San Josemaría: “Se esconde una gran comodidad —y a veces una gran falta de responsabilidad— en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir, con la excusa de evitar el sufrimiento a otros. Se ahorran quizá disgustos en esta vida..., pero ponen en juego la felicidad eterna —suya y de los otros— por sus omisiones, que son verdaderos pecados”.

Actitudes al corregir 

Examen de conciencia. Es preciso examinarse sobre la falta que es materia de la corrección. San Agustín aconseja: “Cuando tengamos que reprender a otros, pensemos primero si hemos cometido aquella falta; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad, para que la misericordia, y no el rencor, preceda a aquella corrección”. No faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demásEl que corrige debe hacerlo primero con el propio testimonio de vida y ejemplo de virtud, y después también podrá hacerlo con la palabra y el consejo. 

Delicadeza, cariño, bondad, mansedumbre, justicia y equidad son rasgos distintivos de la caridad cristiana y de la práctica de la corrección de Dios a través nuestra. Conviene preguntarse: ¿cómo actuaría Jesús en esta circunstancia con esta persona? Así se advertirá más fácilmente que Jesús corregiría no sólo con prontitud y franqueza, sino también con amabilidad, comprensión y estima. San José María Escrivá enseña: “La corrección fraterna, cuando debas hacerla, ha de estar llena de delicadeza —¡de caridad!— en la forma y en el fondo, pues en aquel momento eres instrumento de Dios”.

Ser benévolos y respetuosos con las personas, sin humillarlas ni abochornarlas jamás, y mucho menos en público. Y no digo que no haya que corregir, pero hay formas y formas.

Pedir la gracia del Espíritu Santo y rezar por la persona que ha de ser corregida favorece que la corrección sea eficaz.

Cara a cara. Nuestra lealtad hacia nuestro hermano nos llevará a corregirlo cara a cara , sin fingimientos ni rebajas, con la franqueza de quien busca el bien del otro y la firmeza que no es incompatible con la amabilidad y la delicadeza. 

Prudencia. Es la guía, regla y medida del modo de hacer y también de recibir la corrección fraterna. Discernir en la presencia de Dios la manera más prudente de realizarla  e incluso pedir consejo a una persona sensata (el director espiritual, el sacerdote, el superior, etc.). La prudencia llevará también a no corregir con excesiva frecuencia sobre un mismo asunto, pues debemos tener presente la gracia de Dios y el tiempo para la mejora de los demás.

Actitudes al ser corregido

No rebelarse ni tomar a mal la corrección, sino con buen ánimo, con humildad y sencillez: "Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no te abatas cuando seas por Él reprendido; porque el Señor reprende a los que ama, y castiga a todo el que por hijo acoge" (Hebreos 12, 5-6; Proverbios 3, 11-12).

Verla como una gracia divina cuyo propósito es nuestra mayor fidelidad a Dios y disposición en el servicio a los demás. 

Acoger las correcciones con agradecimiento, sin discutir ni dar explicaciones o excusas y escuchar la voz de Dios sin endurecer el corazón.

No irritarse ni enfadarse. San Cirilo decía: “La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios”. En el caso de no entenderla, pedir consejo a una persona prudente (el sacerdote, el director espiritual, etc.) que nos ayude a comprenderla en todo su alcance.
Con la corrección fraterna, tanto el que corrige como el que es corregido manifiestan la "comunión de los santos", al tomar conciencia de su responsabilidad en la santidad de los demás y perseverar hacia donde hemos sido llamados por Dios.

Frutos

Los beneficios de la corrección fraterna son numerosos, tanto para el que corrige como para el que es corregido:
  • produce gozo, paz y misericordia. 
  • potencia la caridad, la humildad y la prudencia.
  • mejora la formación humana haciendo a las personas más corteses.
  • facilita el trato mutuo entre las personas, haciéndolo más sobrenatural y más humano.
  • encauza el posible espíritu crítico negativo, que podría llevar a juzgar con sentido poco cristiano el comportamiento de los demás
  • impide las murmuraciones o las bromas de mal gusto sobre comportamientos o actitudes de nuestro prójimo
  • fortalece la unidad de la Iglesia y de sus instituciones a todos los niveles
  • contribuye a dar mayor cohesión y eficacia a la misión evangelizadora
  • garantiza la fidelidad al espíritu de Jesucristo
  • permite experimentar la firme seguridad de quienes saben que no les faltarán la ayuda de sus hermanos en la fe.