¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 2 de diciembre de 2025

BUSCADORES DE SENTIDO: DESCUBRIRLO, NO FABRICARLO

Ante la realidad que le rodea, el hombre siempre ha buscado el sentido profundo de su vida, primero, a través de la filosofía, luego a través de la fe, de la razón, de la ciencia y la tecnología y, últimamente, de otros planteamientos "fabricados". 

El hombre, ante las grandes preguntas existenciales, no puede vivir sin encontrar un propósito y, por ello, trata de encontrar respuestas, aunque la mayoría de las ocasiones lo hace buscando "a ras del suelo".

Muchos viven su vida resistiéndose a "creer que hay algo más", intentando dar respuestas con planteamientos "fabricados" como el materialismo (riqueza), el hedonismo (placer), el relativismo (la propia verdad), el individualismo (derechos individuales), el sentimentalismo (emociones), el esoterismo (el conocimiento oculto), o incluso el nihilismo (la falta de sentido), y, tras años de búsqueda infructuosa, lo único que confirman es que su vida "va a menos" y lo que ven venir es el fin de todo: la muerte.

Aunque quizás no son conscientes, los "buscadores de sentido" necesitan la razón y la fe para encontrar, no tanto el por qué de las cosas, sino el para qué. Es una necesidad humana y un anhelo impreso en lo más profundo del alma que les impulsa hacia una "apertura dinámica" fuera de sí mismos, que llamamos trascendencia. 
Se trata, no de fabricar, crear o inventar un sentido a la vida, sino de encontrarlo. 

La fe cristiana es la "respuesta confiable y razonable" a esa búsqueda del sentido que necesitamos pero que no "fabricamos" nosotros, sino que recibimos y que, libremente, aceptamos o no.

La fe es una orientación que nos señala el camino que conduce a nuestro profundo anhelo de verdad y de amor (el encuentro y la comunión eterna con Dios), y un significado que nos ofrece la trascendencia personal hacia ese deseo del alma, que la revelación cristiana ilumina y hace posible.

La fe implica, por tanto, la "responsabilidad" de aceptar que en Dios se encuentra el sentido y el fundamento de todo, que me ha sido dado; y la decisión de abandonarme a él y obrar en consecuencia por amor a Dios y a los demás. 
El sentido de todo está... "ahí"...sólo hay que descubrirlo.

sábado, 29 de noviembre de 2025

GENERAR CRISTIANOS, LABOR DE CRISTIANOS

Todos los cristianos, es decir, todos los bautizados (sacerdotes y laicos) estamos llamados por Cristo a la misión de "generar" cristianos (Mt 28,19-20;Mc 16,15-18Lc 10,1-11Hch 1,8Rom 10,13-15) en tres puntos fundamentales: evangelización, sacramentos y formación.

Cuando hablamos de misión, nos referimos a lo que tenemos que hacer, es decir, el qué y el por qué. 

La visión de la Iglesia es la que Cristo expresó en numerosas ocasiones (Jn 8,31-3213,3515,7-8Mt 20,26-28Mc 8,34Rom 12,6-21; 1 Cor 3,9; etc.) se basa en tres puntos fundamentales: discipulado, testimonio y compromiso.

Cuando hablamos de visión, nos referimos a lo que tenemos que ser, es decir, el cómo y el para qué.

Hoy y ahora es el tiempo oportuno y favorable que el Espíritu Santo nos regala para abrir brechas de trascendencia, incluso las heridas de nuestro tiempo pueden convertirse en rendijas por las que Dios entre de forma inesperada y eficaz para re-generar al hombre.

Aunque en Europa vivimos una época de secularización generalizada y pareciera que el cristianismo estuviera muriendo, en el resto del mundo florece con fuerza y vitalidad. Quizás porque en el Viejo Continente nos falta impulso y motivación, quizás porque el modelo de cristianismo de adhesión por tradición y no por convicción, ya no es sostenible.

Relegado el cristianismo al ostracismo, expulsado Dios de la sociedad otrora cristiana e ignorada la trascendencia que anhela todo ser humano, se ha producido en Occidente un vacío que ha sido ocupado por el culto a otros dioses: al materialismo egoísta, al individualismo hedonista, al humanismo despreocupado, al propio cuerpo y al yo... 

Sin embargo, el cristianismo crece de derrota en derrota. La Iglesia es un ave fénix que siempre resurge de sus propias cenizas más viva que nunca: cuando la Iglesia parecía encontrarse abocada a su fin, Dios siempre ha suscitado un "resto" fiel (Ez 6,8Sof 3,12) para que su Iglesia permanezca (Mt 16,18), para volver a enviarla al mundo entero (Mc 16,15) a encontrar a esos "buscadores de sentido", a esos "vagabundos espirituales" y ofrecerles una propuesta de fe significativa y convincente en lugar de una religiosidad de rutina y cumplimiento.

De la crisis de hoy saldrá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho, será más pequeña, tendrá menos adeptos y menos privilegios pero encontrará de nuevo y con toda energía su esencia, la fe en Jesucristo, y su identidad, la misión evangelizadora con la guía del Espíritu Santo.

Conocerá un nuevo florecimiento, saldrá de sí misma y de su autorreferencialidad, dejará su estado de mantenimiento para situarse en estado permanente de misión y suscitar nuevos cristianos.
El camino del cristiano
Sólo una Iglesia misionera y sinodal, es decir, el pueblo de Dios que peregrina y actúa unido, una comunidad de compañeros de camino que se dirige por el desierto de las pruebas hacia la patria prometida, podrá generar cristianos en el siglo XXI. 

El camino de nuestro "Éxodo" será duro y fatigoso pero la dirección es la correcta. Tenemos el mapa, que es la fe en Jesucristo, y tenemos los medios, que son la Iglesia y los sacramentos que instituyó:
  • Iniciación:
    • por el bautismo, cruzamos el "Mar Rojo" y nos libera de la esclavitud de "Egipto" y entramos a formar parte del "pueblo de Dios" caminando hacia la Tierra prometida
    • por la confirmación, seguimos a la "nube" del Espíritu Santo que nos guía y nos acompaña en el camino para ser testimonios vivos de Cristo
    • por la eucaristía, recibimos el "Maná", el "pan de cada día", el "alimento bajado del cielo": Jesucristo crucificado y resucitado, la "Roca" de la que brota el "agua" viva"
  • Sanación:
    • por la confesión, obtenemos la reconciliación con Dios, la "nueva alianza del Sinaí" que nos limpia nuestros pecados y destruye nuestros "becerros de oro"
    • por la unción de enfermos, sanamos nuestro cuerpo y nuestra alma, consolamos y fortalecemos nuestro espíritu de las "serpientes y escorpiones del desierto"
  • Servicio/misión:
    • por el matrimonio, conocemos la vocación al amor, entrega y fidelidad esponsal a las que Dios nos llama a cada uno de nosotros 
    • por el sacerdocio, recibimos la misión de guiar y ayudar a la comunidad en nombre de Cristo, como Moisés y Aarón con el pueblo de Israel
La iniciación del cristiano
La forma de generar nuevos cristianos es a través de la formación espiritual, es decir, del catecumenado o iniciación cristiana. 

La iniciación cristiana es un camino espiritual transformativo, un entrenamiento integral en todas las dimensiones de la vida cristiana para que el catecúmeno vaya adquiriendo una serie de hábitos que le vayan conformando a la "forma de Cristo":
  • encuentro: relación personal con Cristo
  • comunidad: relación con los hermanos de fe
  • compromiso: vivir al estilo de Jesús
  • celebración: vivir la fe a través de los sacramentos y la oración
El catecumenado de iniciación cristiana es la expresión de la maternidad de la Iglesia y de su identidad misionera, comunitaria, litúrgica y servicial. Es el "arte del acompañamiento" en el discernimiento del catecúmeno, una llamada a una conversión del corazón, a un "cambio de mentalidad", a una necesidad de renovación, a un "recomienzo".

La identidad del cristiano
La identidad de un cristiano es la de ser testigo de la resurrección de Cristo y signo del Dios vivo, iluminar un mundo en tinieblas, dar sabor (sentido) a la vida del hombre y ser cauce o instrumento de los dones espirituales que ha recibido.

En definitiva, un cristiano sabe lo que cree, vive lo que cree y celebra lo que cree.

domingo, 30 de mayo de 2021

BUSCADORES DE FELICIDAD

"Dichoso el que, con vida intachable, 
camina en la ley del Señor; 
dichoso el que, guardando sus preceptos, 
lo busca de todo corazón; 
el que, sin cometer iniquidad, 
anda por sus senderos" 
(Sal 119,1-3)

No creo que exista nadie en este mundo que no dedique su vida a la "búsqueda de la felicidad", o, al menos, que no apele a su derecho a ser feliz. Sin embargo, buscar la felicidad no significa conseguirla, como tampoco desearla supone, en sí mismo, alcanzarla de forma automática. 

Pero antes de desearla o de buscarla, es necesario saber en qué consiste la verdadera felicidad para saber cómo llegar a ella. Y para ello es preciso hacerse la preguntas correctas: ¿cuál es el sentido de mi vida? ¿para qué estoy en el mundo? ¿cuál es la vocación a la que estoy llamado?

Nuestra sociedad ha confundido (o mejor dicho, ha transformado) el concepto eterno de felicidad con el cortoplacista del hedonismo. El mundo trata de ofrecer pequeñas recompensas temporales a corto plazo que nos hacen creer vivir una felicidad que evita el dolor y el sufrimiento pero que no es más que aparente, efímera e irreal. 

La felicidad no tiene límites ni espaciales ni temporales y pertenece a la categoría del ser no a la del tener ni a la del aparentar. No es un objeto de consumo que se pueda comprar, vender o subastar. No es fortuna, salud, dinero, poder, sexo, éxito fácil, placer o vida fácil...tampoco ausencia de frustración o dificultades, ni tampoco eficacia, agitación o hiperactividad. La felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.

El principal enemigo de la felicidad es el Diablo que nos pone trampas para confundirnos y engañarnos, ofreciéndonos un reflejo deformado de nuestra auténtica vocación a la felicidad: ansiedades y proyecciones negativas, envidias y celos, perfeccionismos y altas expectativas, culpas y miedos, narcisismos y victimismos... 

Se trata de señuelos inteligentemente urdidos por el Enemigo para hacernos sentir que somos indignos, que no damos la talla, que siempre nos falta algo...

Desde la ciencia
Desde el punto de vista científico, la felicidad es el resultado de la acción de determinadas hormonas. 

La dopamina es la hormona (del placer) que nuestro cerebro segrega en situaciones agradables a través de cinco receptores situados en la misma zona, alimentando los sentimientos de deseo, motivación y recompensa, que nos hacen repetir aquellas conductas que nos proporcionan placer, creando una cierta adicción y que se relacionan con el "recibir".
La serotonina es la hormona (de la felicidad) que segrega señales de bienestar a todo el cerebro a través de catorce receptores distintos. A diferencia del placer, la felicidad no es adictiva, dura mucho más tiempo, y está relacionada con el "dar". Mientas que para la felicidad estar bien es suficiente, para el placer nada es suficiente.

Desde la razón
Desde el punto de vista racional, el placer es como un letrero llamativo de "Stop", en medio del camino, que nos seduce y nos embelesa, que nos "vende" la satisfacción inmediata para que nos detengamos y nos olvidemos de nuestra búsqueda de la felicidad auténtica, de la plenitud, esto es, de Dios.

El hedonismo es una droga adictiva, de consumo sencillo y fácil de encontrar que nos ofrece satisfacciones intensas e inmediatas pero breves y fugaces, que siempre nos deja vacíos e insatisfechos, y que nos obliga a buscar más y en mayor cantidad. Pero no es felicidad.

Desde la fe
Desde el punto de vista espiritual, el hombre actual se ha convertido en un adicto al placer y cuando no lo encuentra, cae en la depresión y en el desánimo, otra terrible tentación de Satanás con la que ataca todas las virtudes en conjunto. 

El Enemigo de Dios siempre disfraza la mentira de impresión, de sensación, de emoción, de pasión, y camufla la esclavitud con una falsa idea de libertad. 
Sin embargo, la Palabra de Dios nos regala una guía de la felicidad en las Bienaventuranzas (Mateo 5,1-13), Lucas nos dice que no existe felicidad en una vida que busca "recibir" en lugar de "dar" (Hechos 20,35), y el rey David nos dice que feliz es quien lleva una vida intachable, quien cumple los preceptos de Dios y sigue sus senderos (Salmo 119,1-3). 

El mundo nos dice que la felicidad está en la riqueza material. Sin embargo, Jesús dice que felices son los pobres de espíritu, los que reconocen su pequeñez y su necesidad de Dios.

El mundo nos dice que la felicidad está en el placer y  la ausencia de sufrimiento. Sin embargo, Jesús nos muestra que se llega al cielo a través de la cruz y el dolor, en la entrega total por los demás.

El mundo nos dice que la felicidad está en el poder y en los propios logros. Sin embargo, Cristo nos dice que los mansos y humildes heredarán la tierra.

El mundo nos dice que la felicidad está en la abundancia y en la tenencia de bienes. Sin embargo, Jesús nos dice que los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados.

El mundo nos dice que la felicidad está en la falta compasión con los demás. Sin embargo, Jesús nos dice que los misericordiosos serán perdonados.
Dice San Agustín que "Dios es fuente de nuestra felicidad y meta de nuestro apetito, Aquel que da respuesta a todos nuestros interrogantes y sentido a toda nuestra existencia". Frente a la inmediatez del placer que nos ofrece el mundo, Dios nos brinda la eternidad de la felicidad. 

Personalmete, puedo afirmar que soy un buscador de la felicidad...lo que no significa que mi vida esté exenta de contratiempos e imprevistos, incluso de pérdidas y renuncias, de dolores y sufrimientos. Soy consciente de que el camino a la felicidad no es siempre recto, que está lleno de curvas y de tropiezos, de subidas y de bajadas. 

Mi felicidad no depende de lo que posea, de lo que me ocurra o de cómo me levante...depende de mi propósito de vida, que es buscar continuamente a Dios, en la certeza de Él está junto a mi, recorriendo a mi lado mi camino existencial. Se trata de ver a Dios en cada acontecimiento, en cada instante, en cada persona de mi vida, y eso me ayuda a seguir caminando... incluso, a veces, cojeando. 

Si todo va bien en el camino, se lo agradezco a Dios. Si algo no va bien, se lo ofrezco a Dios. Él se ocupa de mí y de los míos...Y yo estoy seguro de ello, porque en su Palabra me asegura: "¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré" (Isaías 49,15).

La felicidad es un don de Dios y no una conquista por méritos propios. No se halla en el exterior sino en la profundidad del alma, donde el Señor vive, y donde ha puesto los materiales necesarios para que yo pueda construirla.

Buscar la felicidad es averiguar qué soy y para qué soy, es decir, edificar mi vida desde la aceptación de lo que soy y no desde lo que me gustaría ser, desde lo que tengo y no desde lo que me gustaría tener, desde el plan que Dios tiene para mí y no desde mi propio proyecto.
Construir la felicidad es darle un sentido a mi vida... y saborearlo, es decir, abrir el corazón para comprender el significado del amor e interiorizarlo. Alegrarme y agradecer los regalos que Dios me ha dado, pero al mismo tiempo, asumir la debilidad y la fragilidad, la pérdida y la renuncia, el dolor y el sufrimiento, como partes inherentes del camino. 

Buscar la felicidad es buscar el rostro del Señor en toda ocasión, escuchar el suave susurro del Espíritu que me guía, es saberme buscado por Dios, es saberme objeto de deseo de mi Creador... pero, sobre todo, es dejarme encontrar por Él... para decirle ¡Aquí estoy, Señor!


JHR